En varias de sus últimas apariciones públicas, Pedro Sánchez ha tenido a su lado, pegado como una lapa, a Rodríguez Zapatero. A modo de clon, el expresidente ha repetido los argumentos en pro de la amnistía, a la que ha calificado como valiente, así como al autor de la misma. Ha abundado, también, en otro mantra: el de la convivencia y la unión. Según él, la amnistía cohesiona el país y le hace estar más unido que antes. Extraña interpretación cuando la norma va a poner en la calle a delincuentes convictos que ya han dicho que van a volver a las andadas del enfrentamiento civil.

No otra cosa cabe esperar de Zapatero, quien ya defendía la amnesia política antes de que se pusiese a proclamarla a voz en grito el Gobierno y la pactase con Puigdemont. Lo que llama la atención es que ahora Sánchez lo haya sacado del guardarropa de los trajes inservibles y lo exhiba como un alarde de modernidad.

Tiene su lógica, sin embargo, esta resurrección política de Rodríguez Zapatero. Justo cuando los históricos del socialismo, la vieja guardia de la Transición, se encocoran con Sánchez y se oponen a las medidas que favorecen a los separatistas, el Presidente quiere demostrar que, aun sin ser tan viejo como ellos, otro histórico del PSOE lo arropa y se alinea con él.

La jugada tiene su riesgo porque supone equiparar los Gobiernos de ambos presidentes y Zapatero no es un individuo que concite el favor popular, ya que su gestión, crisis internacional incluida, no fue un dechado de virtuosismo y España estuvo en un tris de ser intervenida por la Unión Europea.

Pero eso es lo que hay. Con esta acción, Sánchez da otro giro a la izquierda y se identifica con quien en los últimos años ha tenido como actividad más conocida ser valedor del venezolano Nicolás Maduro en todos los foros internacionales y de haberse beneficiado con ello.