La violencia juvenil y su relación con el sexo temprano
La violencia ha aumentado entre los jóvenes de 15 años en las relaciones de noviazgo. Un estudio realizado por la Consejería de la Junta de Andalucía revelaba que los maltratadores comienzan a agredir físicamente incluso al mes de comenzar la relación, que el 10% de las chicas ha sufrido acoso sexual, y que los primeros signos de violencia se camuflan bajo la falsa idea de amor romántico (Voces tras los datos, El País. 10/07/2017).
Por otra parte, según la Fiscalía General del Estado, se advierte de la cada vez más baja edad de víctimas y agresores, llegando incluso a las edades de entre 12 y 14 años. En 2016 se abrieron 543 diligencias preliminares sobre violencia a chicas menores, frente a 433 del año anterior y desde entonces las cifras no han hecho más que aumentar. En los nueve primeros meses de 2017, fueron investigados 356 menores por malos tratos a sus parejas, lo que supone triplicar las cifras de hace 10 años (La violencia de género en cifras, Godoy). Por otra parte, en el documento elaborado por investigadores de la Universidad Complutense, que se basa en las conclusiones de las entrevistas a 8.000 jóvenes -que se puede comparar con el estudio que publica el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad- se extraen ya ciertas conclusiones: “ (…) aunque está en proceso de análisis, confirma que los adolescentes inician las relaciones sentimentales cada vez antes —la edad media está en 13 años— y son muy permeables a los estereotipos machistas que ven en casa, pero también a través del cine, la televisión, la música, la literatura...”
Y siguen viendo modelos machistas por todas partes. En todo caso, esos estereotipos de las películas que no concretan nuestras ideólogas son sobre todo los de la “sexualización” de la vida. Y parece que a estos no se resisten, ni son nombrados, ni criticados, por las “mejoradoras de la humanidad”. Patrones promovidos hasta el cansancio desde comienzo de los años 70 para crear su sociedad nueva, basada en la “liberación sexual” o la animalización sexual; el dejarse llevar. Estos patrones sí que han tenido éxito. Y ¿qué consecuencias han tenido? ¿Esto no tiene relación con la violencia? ¿Estudios? ¿Hipótesis? No, no hace falta. Está claro que no se puede ir contra la sexualización de todos los aspectos de la vida –no sería políticamente correcto− que es lo que verdaderamente ven los adolescentes en las películas, sexo temprano, sexo inmediato, en cualquier momento, la vida es sexo. De estos modelos no hablan y son los que aparecen en las películas una y otra vez, y además desde los 9 años, porque no hay ningún tipo de control; modelos donde la castidad está demás y donde se promueve un juguete que −a esas edades, sobre todo− no están en condiciones de comprender ni de usar. Conviene señalar que tales agresiones en estas edades eran un fenómeno prácticamente inexistente hace 35 años. Era una época en que los tiempos se adaptaban más a la naturaleza, en principio, y se trataba de retrasar la iniciación sexual para hacerla coincidir con la maduración personal en vez de adelantarla. Había censura en los contenidos de las películas y en la pornografía; las redes sociales todavía no estaban accesibles. ¿No habría que pensar que el sexo temprano es un explosivo con muchas posibilidades de estallar? Ahora las “liberadoras” quieren estimular el consumo de sexo, pero no gustan de sus consecuencias; que es como si quisiéramos apagar el fuego echando gasolina.
A los 13 o 14 años se puede ver en el instituto a muchas chicas en los lavabos a las 8:20 de la mañana pintándose los labios o retocándose el pelo para iniciar el coqueteo o la microincitación. Una edad en que su principal ocupación debería ser estudiar, adquirir una formación que les permita autonomía y desarrolle sus capacidades. ¿A esto se llama liberación sexual de la mujer? Hay que enseñar a los chicos a que “respeten” −la palabra mágica− a las chicas, dicen, ¿y cómo se hace eso? ¿en qué consiste? Desde luego, hay chicas que no admiten cierto tipo de bromas; y suele coincidir con las que se preocupan más por el estudio y sacan mejores notas. Es decir, con las que van al centro a formarse y a sacarse un título; las que después tendrán más posibilidades de dirigir su vida y ser independientes y las que generalmente “se hacen respetar”. Así lo expone G. Kuby: “los adolescentes que se abstienen de tener relaciones sexuales durante los años de educación secundaria (…) tienen: un 60% menos de probabilidades de ser expulsados de la escuela. Un 50% menos de abandonar la educación secundaria y casi el doble de probabilidades de graduarse en la universidad” (La revolución sexual global, p. 384. Didaskalos. 2017. ¿Será que las liberadoras quieren promover mujeres ignorantes?
El caso es que después de tantos años de propaganda en los centros educativos y en los medios, el resultado parece ser el contrario de lo que se buscaba, es decir, ellos no saben o no quieren controlar sus impulsos y ellas se dejan dominar por la pareja a causa del miedo a perderla. Pero las mejoradoras-de-la-humanidad vuelven a aplicar “sus recetas”, esas recetas que producen el resultado contrario a lo que dicen buscar. Hay que cambiar las palabras para cambiar la realidad, poner nuevas leyes más protectoras para la mujer. ¿Pero, es esa la solución para luchar contra los malos tratos? Si los resultados no son buenos, ¿no habría que preguntarse por la relación entre violencia y sexualización temprana? ¿Leyes protectoras? Hablamos de una época de la vida en que ellas, con 14 o 15 años, viven en su casa, protegidas por sus padres y no tienen por qué aguantar nada; no conviven con el maltratador y tiene un refugio seguro, ¿qué más protección?
Naturalmente, son las servidumbres de la libertad de que gozan las jóvenes actuales; libertad acompañada de inmadurez. Según los “expertos”, estos noviazgos tempranos no tienen por qué ser nocivos. Pero la realidad, es que con frecuencia lo son, que la biología y los sentimientos están ahí: los celos, la posesión, el arrebato, etc. El caso es que las relaciones entre menores son cada vez más agresivas. Ya decía Freud que las pulsiones básicas del ser humano son las sexuales y las agresivas; y si las mezclamos y agitamos - contribuyendo a prender la mecha- el coctel acaba por estallar.
Hemos señalado el fracaso de la educación que las mejoradoras-de-la-humanidad han puesto en marcha desde hace ya varias décadas. Pero haciendo oídos sordos, en vez de cuestionarse esa educación, la intensifican, contando con el respaldo del Estado en las instituciones educativas. Su solución es abundar en lo que se muestra como un fracaso. Y el caso es que la Fiscalía ya lo advierte “es necesario replantearse la educación”. Una educación que está consiguiendo “cosificar” a la mujer y también al hombre. Pues una educación basada en consumir sexo, en estimular el “disfrute” precoz, que es a lo que animan, a unas edades en que ni siquiera ha aparecido el deseo, ¿qué otra cosa es sino convertir en “cosa” al otro, al que se consume como carne?
Dos mil años intentando controlar las pulsiones sexuales se han cambiado en poco tiempo para que estas pulsiones nos controlen a nosotros.
Nos encontramos no solo con un incremento de ETS antes desconocidas en estas edades, sino con la aparición y aumento continuo de la violencia nunca antes conocida entre los adolescentes. Para esto no hay campañas de “buen uso”, sino todo lo contrario.
¿Por qué no animar a las adolescentes y jóvenes a que estudien y se formen, maduren, adquieran experiencia y conocimientos sobre los otros?
La violencia ha aumentado entre los jóvenes de 15 años en las relaciones de noviazgo. Un estudio realizado por la Consejería de la Junta de Andalucía revelaba que los maltratadores comienzan a agredir físicamente incluso al mes de comenzar la relación, que el 10% de las chicas ha sufrido acoso sexual, y que los primeros signos de violencia se camuflan bajo la falsa idea de amor romántico (Voces tras los datos, El País. 10/07/2017).
Por otra parte, según la Fiscalía General del Estado, se advierte de la cada vez más baja edad de víctimas y agresores, llegando incluso a las edades de entre 12 y 14 años. En 2016 se abrieron 543 diligencias preliminares sobre violencia a chicas menores, frente a 433 del año anterior y desde entonces las cifras no han hecho más que aumentar. En los nueve primeros meses de 2017, fueron investigados 356 menores por malos tratos a sus parejas, lo que supone triplicar las cifras de hace 10 años (La violencia de género en cifras, Godoy). Por otra parte, en el documento elaborado por investigadores de la Universidad Complutense, que se basa en las conclusiones de las entrevistas a 8.000 jóvenes -que se puede comparar con el estudio que publica el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad- se extraen ya ciertas conclusiones: “ (…) aunque está en proceso de análisis, confirma que los adolescentes inician las relaciones sentimentales cada vez antes —la edad media está en 13 años— y son muy permeables a los estereotipos machistas que ven en casa, pero también a través del cine, la televisión, la música, la literatura...”
Y siguen viendo modelos machistas por todas partes. En todo caso, esos estereotipos de las películas que no concretan nuestras ideólogas son sobre todo los de la “sexualización” de la vida. Y parece que a estos no se resisten, ni son nombrados, ni criticados, por las “mejoradoras de la humanidad”. Patrones promovidos hasta el cansancio desde comienzo de los años 70 para crear su sociedad nueva, basada en la “liberación sexual” o la animalización sexual; el dejarse llevar. Estos patrones sí que han tenido éxito. Y ¿qué consecuencias han tenido? ¿Esto no tiene relación con la violencia? ¿Estudios? ¿Hipótesis? No, no hace falta. Está claro que no se puede ir contra la sexualización de todos los aspectos de la vida –no sería políticamente correcto− que es lo que verdaderamente ven los adolescentes en las películas, sexo temprano, sexo inmediato, en cualquier momento, la vida es sexo. De estos modelos no hablan y son los que aparecen en las películas una y otra vez, y además desde los 9 años, porque no hay ningún tipo de control; modelos donde la castidad está demás y donde se promueve un juguete que −a esas edades, sobre todo− no están en condiciones de comprender ni de usar. Conviene señalar que tales agresiones en estas edades eran un fenómeno prácticamente inexistente hace 35 años. Era una época en que los tiempos se adaptaban más a la naturaleza, en principio, y se trataba de retrasar la iniciación sexual para hacerla coincidir con la maduración personal en vez de adelantarla. Había censura en los contenidos de las películas y en la pornografía; las redes sociales todavía no estaban accesibles. ¿No habría que pensar que el sexo temprano es un explosivo con muchas posibilidades de estallar? Ahora las “liberadoras” quieren estimular el consumo de sexo, pero no gustan de sus consecuencias; que es como si quisiéramos apagar el fuego echando gasolina.
A los 13 o 14 años se puede ver en el instituto a muchas chicas en los lavabos a las 8:20 de la mañana pintándose los labios o retocándose el pelo para iniciar el coqueteo o la microincitación. Una edad en que su principal ocupación debería ser estudiar, adquirir una formación que les permita autonomía y desarrolle sus capacidades. ¿A esto se llama liberación sexual de la mujer? Hay que enseñar a los chicos a que “respeten” −la palabra mágica− a las chicas, dicen, ¿y cómo se hace eso? ¿en qué consiste? Desde luego, hay chicas que no admiten cierto tipo de bromas; y suele coincidir con las que se preocupan más por el estudio y sacan mejores notas. Es decir, con las que van al centro a formarse y a sacarse un título; las que después tendrán más posibilidades de dirigir su vida y ser independientes y las que generalmente “se hacen respetar”. Así lo expone G. Kuby: “los adolescentes que se abstienen de tener relaciones sexuales durante los años de educación secundaria (…) tienen: un 60% menos de probabilidades de ser expulsados de la escuela. Un 50% menos de abandonar la educación secundaria y casi el doble de probabilidades de graduarse en la universidad” (La revolución sexual global, p. 384. Didaskalos. 2017. ¿Será que las liberadoras quieren promover mujeres ignorantes?
El caso es que después de tantos años de propaganda en los centros educativos y en los medios, el resultado parece ser el contrario de lo que se buscaba, es decir, ellos no saben o no quieren controlar sus impulsos y ellas se dejan dominar por la pareja a causa del miedo a perderla. Pero las mejoradoras-de-la-humanidad vuelven a aplicar “sus recetas”, esas recetas que producen el resultado contrario a lo que dicen buscar. Hay que cambiar las palabras para cambiar la realidad, poner nuevas leyes más protectoras para la mujer. ¿Pero, es esa la solución para luchar contra los malos tratos? Si los resultados no son buenos, ¿no habría que preguntarse por la relación entre violencia y sexualización temprana? ¿Leyes protectoras? Hablamos de una época de la vida en que ellas, con 14 o 15 años, viven en su casa, protegidas por sus padres y no tienen por qué aguantar nada; no conviven con el maltratador y tiene un refugio seguro, ¿qué más protección?
Naturalmente, son las servidumbres de la libertad de que gozan las jóvenes actuales; libertad acompañada de inmadurez. Según los “expertos”, estos noviazgos tempranos no tienen por qué ser nocivos. Pero la realidad, es que con frecuencia lo son, que la biología y los sentimientos están ahí: los celos, la posesión, el arrebato, etc. El caso es que las relaciones entre menores son cada vez más agresivas. Ya decía Freud que las pulsiones básicas del ser humano son las sexuales y las agresivas; y si las mezclamos y agitamos - contribuyendo a prender la mecha- el coctel acaba por estallar.
Hemos señalado el fracaso de la educación que las mejoradoras-de-la-humanidad han puesto en marcha desde hace ya varias décadas. Pero haciendo oídos sordos, en vez de cuestionarse esa educación, la intensifican, contando con el respaldo del Estado en las instituciones educativas. Su solución es abundar en lo que se muestra como un fracaso. Y el caso es que la Fiscalía ya lo advierte “es necesario replantearse la educación”. Una educación que está consiguiendo “cosificar” a la mujer y también al hombre. Pues una educación basada en consumir sexo, en estimular el “disfrute” precoz, que es a lo que animan, a unas edades en que ni siquiera ha aparecido el deseo, ¿qué otra cosa es sino convertir en “cosa” al otro, al que se consume como carne?
Dos mil años intentando controlar las pulsiones sexuales se han cambiado en poco tiempo para que estas pulsiones nos controlen a nosotros.
Nos encontramos no solo con un incremento de ETS antes desconocidas en estas edades, sino con la aparición y aumento continuo de la violencia nunca antes conocida entre los adolescentes. Para esto no hay campañas de “buen uso”, sino todo lo contrario.
¿Por qué no animar a las adolescentes y jóvenes a que estudien y se formen, maduren, adquieran experiencia y conocimientos sobre los otros?