País Vasco y Cataluña
En 1972 y tras siete años en la Universidad Complutense de Madrid, con cuatro como interno en el Hospital Clínico de San Carlos, licenciado en Medicina, marché a Eíbar (Guipúzcoa) como médico general. Fue mi primer contacto profesional con el país de los vascos donde un porcentaje muy elevado de su población procedía de las regiones españolas sin industria y necesitadas de alternativas económicas y laborales que no se daban en una España franquista con grandes desigualdades y desequilibrios. la banda terrorista ETA comenzaba a estar presente sobre todo en Guipúzcoa y en los puertos de Vizcaya. La Guardia Civil hacía notar su presencia en carreteras y poblaciones montañeras. El paisaje se parecía mucho a mi Galicia natal. Se escuchaba hablar en euskera entre aquellos fornidos pobladores vascos. Amantes del frontón, católicos practicantes, chiquiteros en cuadrillas y buenas voces para improvisar un canto con irrintzi. Nunca les oí hablar de independencia... y menos aún en las elegantes ciudades como Bilbao y Donostia. Ni siquiera en aquellas sociedades gastronómicas absolutamente masculinas, dónde la chapela formaba parte del aspecto paisano.
Después, Barcelona. Impactante ciudad mediterránea. Sur de Europa en una España que se miraba en el sur. Noches eternas en aquellas cuadrículas que diseñó el arquitecto Cerdá. Garitos con música hispanoamericana interpretada por escapados de las dictaduras militares en el Cono Sur del nuevo mundo que habla en castellano. Y es que era el castellano la lengua de uso social en aquella ciudad que se escondía de la mar y residía en las proximidades del Tibidabo, entre Ramblas y Diagonal, luciendo palmito al socaire del modernismo gaudisiano en Paseo de Gracia camino hacia la plaza de Cataluña. Nunca escuché reivindicar la independencia. Los españoles de las demás regiones éramos los mejores clientes para la industria textil, o el cava.
No puedo imaginarme ambas regiones privilegiadas por la industria, donde la dictadura había invertido los ahorros y las divisas procedentes de ciudadanos nacidos y residentes en la España campesina, reclamando derechos históricos y una consulta para decidir si continuaban dentro de España. No era sólo cuestión de comportamiento dictatorial. Eran los intereses que mantenían una calidad de vida muy superior a Castilla, Andalucía, Galicia y Extremadura. Sólo Madrid y Navarra se les aproximaba y un poco menos Valencia y Asturias. Esta era la España de los años setenta en el pasado siglo XX. Donde mi generación se formó. Entre Madrid-Barcelona-País Vasco. En este último comenzaba a escucharse lo de maketos y coreanos.
El impacto mayor lo tuvimos aquel conjunto de médicos formados en Vall de Hebrón a los que nos convencieron para modernizar la sanidad alavesa, al ser Vitoria una ciudad de crecimiento exponencial. Y así lo hicimos desde mediados de 1976. En tiempo record pusimos en marcha el Hospital de Txagorritxu y una serie de centros de salud en Vitoria y provincia. Mientras observábamos tres fenómenos sociológicos. La llegada de la industria guipuzcoana a la que atraían los incentivos de la Diputación Foral alavesa. La presencia de una inmensa mayoría de ciudadanos castellanos y extremeños que contribuían a la riqueza en una ciudad donde sus naturales recordaban cómo fue aquella pequeña capital de provincias entre clérigos y soldados. No se escuchaba en ninguna parte hablar en euskera. La calidad de vida alavesa era un privilegio en comparación con las demás provincias españolas, salvo Navarra. Los alaveses solía decir. "Somos españoles con muchos fueros".
A partir de ahí, en lo que se conoce como Transición, hizo acto de presencia la política vasca con tres baluartes. El PNV -democraciacristiana vasca- Las actuaciones terrroistas de ETA casi siempre ejecutadas por comandos procedentes del Goyerri. Los vitorianos de toda la vida son católicos practicantes, conservadores y estaban molestos con aquella irrupción de las clases trabajadoras que los domingos paseaban palmito por su calle Dato. Nunca jamás en aquellos años escuché hablar de independencia.
En estas estoy cuando es noticia que el presidente de la Xunta convoca elecciones al parlamento de Galicia el próximo 18 de febrero. No tengo ninguna duda. Es el primer test para la política de embustes, amnistías inconstitucionales, conflicto con el poder judicial, entrega del Estado a las apetencias independentistas vascas y catalanas. Creo que conozco muy a fondo a mis paisanos. Escucho los comentarios en las calles. El PP tendrá una cómoda mayoría absoluta. Los socialistas gallegos sufrirán un descalabro en toda regla. La izquierda gallega no tiene tiempo para ofrecer lo que pretende Sumar. El voto útil contra el PP es el del Bloque.
Mientras Sánchez, en su viaje a Barcelona, intenta cambiar cromos al Presidente de la Generalidad. Concierto Económico por renuncia al referéndum. Por una vez tengo que señalar: ¡buen intento! A la postre, conociendo a los viejos payeses del Ampurdán, que decían "lo que no son pesetas, son puñetas" se entiende, además, significaría situar a Cataluña en la misma situación de reparto y fiscalidad que a Navarra y Euskadi. Pero... mucho me temo que desde Waterloo van a negar la mayor. La independencia ni se compra ni se vende, es un derecho original.
La osadía embustera del ególatra persigue tres situaciones. Que la oposición siga dando juego a inventario del despiste con lo accesorio y así evitar lo fundamental. Que sean los catalanes quienes terminen por aburrirse con tanta independencia y vuelvan a su redil fenicio. Que en el peor de los casos, sean los tribunales quienes impidan al sanchismo acceder a las pretensiones del nacionalismo y así Sánchez con cara de muchacho afable y bien intencionado pueda decir: " bien quería yo serles útil pero las fuerzas con toga me lo impiden".
En 1972 y tras siete años en la Universidad Complutense de Madrid, con cuatro como interno en el Hospital Clínico de San Carlos, licenciado en Medicina, marché a Eíbar (Guipúzcoa) como médico general. Fue mi primer contacto profesional con el país de los vascos donde un porcentaje muy elevado de su población procedía de las regiones españolas sin industria y necesitadas de alternativas económicas y laborales que no se daban en una España franquista con grandes desigualdades y desequilibrios. la banda terrorista ETA comenzaba a estar presente sobre todo en Guipúzcoa y en los puertos de Vizcaya. La Guardia Civil hacía notar su presencia en carreteras y poblaciones montañeras. El paisaje se parecía mucho a mi Galicia natal. Se escuchaba hablar en euskera entre aquellos fornidos pobladores vascos. Amantes del frontón, católicos practicantes, chiquiteros en cuadrillas y buenas voces para improvisar un canto con irrintzi. Nunca les oí hablar de independencia... y menos aún en las elegantes ciudades como Bilbao y Donostia. Ni siquiera en aquellas sociedades gastronómicas absolutamente masculinas, dónde la chapela formaba parte del aspecto paisano.
Después, Barcelona. Impactante ciudad mediterránea. Sur de Europa en una España que se miraba en el sur. Noches eternas en aquellas cuadrículas que diseñó el arquitecto Cerdá. Garitos con música hispanoamericana interpretada por escapados de las dictaduras militares en el Cono Sur del nuevo mundo que habla en castellano. Y es que era el castellano la lengua de uso social en aquella ciudad que se escondía de la mar y residía en las proximidades del Tibidabo, entre Ramblas y Diagonal, luciendo palmito al socaire del modernismo gaudisiano en Paseo de Gracia camino hacia la plaza de Cataluña. Nunca escuché reivindicar la independencia. Los españoles de las demás regiones éramos los mejores clientes para la industria textil, o el cava.
No puedo imaginarme ambas regiones privilegiadas por la industria, donde la dictadura había invertido los ahorros y las divisas procedentes de ciudadanos nacidos y residentes en la España campesina, reclamando derechos históricos y una consulta para decidir si continuaban dentro de España. No era sólo cuestión de comportamiento dictatorial. Eran los intereses que mantenían una calidad de vida muy superior a Castilla, Andalucía, Galicia y Extremadura. Sólo Madrid y Navarra se les aproximaba y un poco menos Valencia y Asturias. Esta era la España de los años setenta en el pasado siglo XX. Donde mi generación se formó. Entre Madrid-Barcelona-País Vasco. En este último comenzaba a escucharse lo de maketos y coreanos.
El impacto mayor lo tuvimos aquel conjunto de médicos formados en Vall de Hebrón a los que nos convencieron para modernizar la sanidad alavesa, al ser Vitoria una ciudad de crecimiento exponencial. Y así lo hicimos desde mediados de 1976. En tiempo record pusimos en marcha el Hospital de Txagorritxu y una serie de centros de salud en Vitoria y provincia. Mientras observábamos tres fenómenos sociológicos. La llegada de la industria guipuzcoana a la que atraían los incentivos de la Diputación Foral alavesa. La presencia de una inmensa mayoría de ciudadanos castellanos y extremeños que contribuían a la riqueza en una ciudad donde sus naturales recordaban cómo fue aquella pequeña capital de provincias entre clérigos y soldados. No se escuchaba en ninguna parte hablar en euskera. La calidad de vida alavesa era un privilegio en comparación con las demás provincias españolas, salvo Navarra. Los alaveses solía decir. "Somos españoles con muchos fueros".
A partir de ahí, en lo que se conoce como Transición, hizo acto de presencia la política vasca con tres baluartes. El PNV -democraciacristiana vasca- Las actuaciones terrroistas de ETA casi siempre ejecutadas por comandos procedentes del Goyerri. Los vitorianos de toda la vida son católicos practicantes, conservadores y estaban molestos con aquella irrupción de las clases trabajadoras que los domingos paseaban palmito por su calle Dato. Nunca jamás en aquellos años escuché hablar de independencia.
En estas estoy cuando es noticia que el presidente de la Xunta convoca elecciones al parlamento de Galicia el próximo 18 de febrero. No tengo ninguna duda. Es el primer test para la política de embustes, amnistías inconstitucionales, conflicto con el poder judicial, entrega del Estado a las apetencias independentistas vascas y catalanas. Creo que conozco muy a fondo a mis paisanos. Escucho los comentarios en las calles. El PP tendrá una cómoda mayoría absoluta. Los socialistas gallegos sufrirán un descalabro en toda regla. La izquierda gallega no tiene tiempo para ofrecer lo que pretende Sumar. El voto útil contra el PP es el del Bloque.
Mientras Sánchez, en su viaje a Barcelona, intenta cambiar cromos al Presidente de la Generalidad. Concierto Económico por renuncia al referéndum. Por una vez tengo que señalar: ¡buen intento! A la postre, conociendo a los viejos payeses del Ampurdán, que decían "lo que no son pesetas, son puñetas" se entiende, además, significaría situar a Cataluña en la misma situación de reparto y fiscalidad que a Navarra y Euskadi. Pero... mucho me temo que desde Waterloo van a negar la mayor. La independencia ni se compra ni se vende, es un derecho original.
La osadía embustera del ególatra persigue tres situaciones. Que la oposición siga dando juego a inventario del despiste con lo accesorio y así evitar lo fundamental. Que sean los catalanes quienes terminen por aburrirse con tanta independencia y vuelvan a su redil fenicio. Que en el peor de los casos, sean los tribunales quienes impidan al sanchismo acceder a las pretensiones del nacionalismo y así Sánchez con cara de muchacho afable y bien intencionado pueda decir: " bien quería yo serles útil pero las fuerzas con toga me lo impiden".











