Miércoles, 01 de Octubre de 2025

Actualizada Martes, 30 de Septiembre de 2025 a las 17:27:04 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Lunes, 08 de Enero de 2024 Tiempo de lectura:

La larga sombra de Herbert Marcuse en la “Ciudad de 15 minutos”

[Img #25368]

 

La llamada “Ciudad de 15 minutos” recuerda en muchos aspectos a los grandes parques de atracciones dotados de complejos residenciales y una copiosa galería de servicios lúdico-hedonistas destinados a cubrir las “necesidades materiales” del instante. La “Ciudad de 15 minutos” (CQM en adelante) no pretende sino integrar las más prosaicas convenciones del entretenimiento de explotación (que no es sino una confusa hibridación de ocio-trabajo), en la experiencia vital de cada persona, pero incurriendo en intereses ocultos que, dado el perturbador curso de los acontecimientos, no están resultando tan herméticos como sus cerebros y gestores quisieran. 

 

Uno de los propósitos de nuestro libro Ciudades de 15 minutos. Objetivo: La jaula resiliente (Letras Inquietas, 2024) ha sido el de identificar a los filósofos, urbanistas y doctrinarios que han dado forma a este dispositivo inserto en las correas de la Agenda 2030, del arco que va de Max Weber a un Marcuse. Sobre éste último, precisamente, trataremos aquí.

 

Herbert Marcuse fue uno de los filósofos más nocivos al tiempo que relevantes en la conformación mental del Nuevo Orden, con sus mecanismos de transformación social encaminados a la “corrección” del bípedo-en-la-ciudad como entidad(es) política(s). Es importante, para conocer bien el pensamiento de este autor, acudir a su obra más mediática, Eros y civilización (1955), la cual supone a su manera una suerte de propuesta “revisionista” del psicoanálisis de Freud.

 

Marcuse, cuyas ideas causaron estragos en la segunda mitad de los años 60, partía en su obra capital de la misma tesis propuesta en la Dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer, esto es la “inversión de la Ilustración”, o lo que es lo mismo, que el proceso de racionalización, al contrario de lo que se esperaba, hace a los hombres menos libres. Precisamente porque todo proceso de racionalización tiende a limitar y perturbar el orden natural de las cosas. Basta aplicar este supuesto a un plan urbanístico, y caeremos en la cuenta de que en su afán por “allanar” el camino hacia la presunta facilidad del tránsito, el sujeto tiende a sentirse herido, mutilado, privado de la capacidad de libre elección. Un exceso de facilidad, de “ausencia de misterio” o posibilidad aleatoria, por así decir, disminuye no solo la imaginación, sino la satisfacción personal en el plano de la realización.

 

[Img #25369]En este orden de cosas, el relativo hallazgo de Marcuse fue comprobar cómo la cultura es la principal culpable de la pérdida de libertad del hombre. Obviamente la acepción que Marcuse hace del concepto “cultura” excede con mucho los estrechos márgenes de lo que bien pudiéramos llamar “un normativismo acorde a las maneras y hábitos de vivir en una sociedad civilizada”. A fin de cuentas, Marcuse viene a promulgar un retroceso en extremo liberal, pues la libertad consiste para él la mera gratificación pulsional. Sus tesis de viejo degenerado de extrema izquierda, no obstante, tienen un carácter demasiado trasnochado hoy para lograr darles una salida ante la desbocada presión de las políticas LGTBI dominantes en Occidente. Marcuse dijo en su momento que la civilización era represiva de la libertad porque impone trabajo y monogamia, es decir todo aquello que permite que una sociedad desarrolle un claro instinto de conservación.

 

Los panegiristas de Marcuse insisten en que sí es posible “lograr una civilización no represiva” (sic). Su propuesta parte de una reconfiguración integral de la sociedad, desde el desplazamiento del paradigma mental dominante, hasta los modos y maneras de vivir la modernidad en el contexto de la urbe cosmopolita.

 

Al sucumbir a una lectura materialista marxista, Marcuse se confirma como un ciego creyente en la idea del progreso, por lo que apela a “los propios logros de la civilización”. En resumen: será el propio despliegue de las fuerzas productivas el que permita la liberación del hombre y la mujer, o lo que viene a ser lo mismo, su integración en un sistema libidinoso en el que las pulsiones tengan libre salida a través del espacio doméstico, primero, y luego urbano. Una ética degenerada, en suma.

 

De esta simbiosis fluctuante entre freudomarxismo y sensualismo erótico-paranoico prima por sobre todo la dinámica lesiva de la confrontación del eros con la propia civilización, la cual provoca paulatinamente la sustitución del principio de placer por el principio de realidad. Pero, frente a las obsesiones recurrentes de un Freud, Marcuse mantiene que la represión de las pulsiones no ha sido invariable, ya que la civilización no es necesariamente represiva, puesto que las formas de represión en la historia de la civilización han sido diferentes; Marcuse distinguió hasta dos tipos, a saber: 1) de una parte, la represión básica, que no es sino un conjunto de restricciones impuestas a las pulsiones que vienen determinadas por la necesidad de supervivencia; y 2) de la otra parte, la represión excedente, orientada a perpetuar las relaciones sociales dentro de sus límites. Esto se traduce en una máxima no siempre tenida en cuenta: que la represión no es necesaria para la supervivencia de los individuos, pero sí para la supervivencia de determinadas estructuras sociales.

 

Ítem más, añade Marcuse, el desarrollo de las fuerzas productivas merma la represión pulsional e incrementa la represión excedente. Y acuña un nuevo concepto lleno de futuro, el principio de rendimiento (o principio de actuación), que se define como la forma histórica que la represión excedente ha adoptado en el mundo moderno. De esta manera se explicaría la satisfacción del individuo en la sociedad capitalista, resultando mayor cuanto mayor sea el rendimiento de mercado. Si el nivel de gratificación de los individuos es menor que el que permite el desarrollo de las fuerzas productivas, esto se debe a que la represión excedente se materializa en una estructura de dominación. Ni que decir tiene que este modelo de estructura eficiente tiene su cota más alta en la novísima smart city, donde todo aparece interconectado pulsional-mente: a su manera, la smart city entraña un entorno urbano perturbador, atestado de tecnologías de audio-vídeo-vigilancia por doquier, y con la consiguiente recogida de datos cuyo propósito no es otro que el de monitorear y registrar incluso los detalles personales más íntimos –e ínfimos– de los sujetos estudiados bajo seguimiento. Estas ciudades no serían tanto ciudades como campos de concentración encubiertos de altísima tecnología, insertos en las políticas liberticidas del “Gran Reseteo” en curso.

 

Quedan por mencionar las alternativas que Marcuse propuso para dar consistencia de futuro a su sistema. Lo verdaderamente liberador, según él, no iba a ser una liberación sexual “canonizada y reglada”, sino una re-erotización, de los sujetos, de las cosas, del propio continente (en cuanto contenedor). La re-erotización del propio cuerpo, por ejemplo, será propuesta como una alternativa a la sexualidad genital, periférica. Habría así que re-explorar las zonas de sexualidad, re-erotizar el trabajo mismo, las formas productivas, la experiencia medioambiental en la gran urbe. Incorporar el disfrute al Nuevo Orden (?), el juego versus el trabajo (vemos aquí un claro influjo de la estética de Schiller, con su contribución en torno a lo lúdico y lo estético).

 

Al integrar el cuerpo re-erotizado en un espacio de transición de bípedos como puede ser la nueva ciudad, será determinante resaltar los factores sensualistas en el ámbito de la CQM: por ejemplo, la caminabilidad, un concepto de nueva acuñación pragmática, que puede definirse como “el disfrute en la movilidad peatonal, con sus muchos beneficios sobre la salud del sujeto urbanita”. Se trata, en suma, de priorizar lo peatonal, con el fomento de trayectorias lineales y ausencia de aceras o bordillos, escollos que dificultan la conectividad de los espacios. Y otro tanto se busca sobre el mobiliario, el cual debe de ser “amable” (sic). Esta erotización del “cuerpo urbano” puede ser de vital interés para que los sujetos se interrelacionen entre sí más allá de las maneras “convencionales”.

 

Otra de las propuestas de Marcuse, vigente y con gran futuro en el concierto mundialista, es la de la redistribución de tareas y riquezas, con el objeto de disminuir la jornada laboral y aumentar el nivel de vida en términos cualitativos (y no cuantitativos), en clara oposición al principio de rendimiento. La proliferación de las jornadas laborales a tiempo parcial, habrán de desempeñarán en la CQM un factor decisorio a la hora de administrar el tiempo de ocio, que llegado el caso, incluso se tornará intercambiable con el tiempo de trabajo… El futuro, sentencian los voceros de la CQM, pasa necesariamente por una reformulación del concepto de tiempo.

 

José Antonio Bielsa Arbiol: Ciudades de 15 minutos: Objetivo: La jaula resiliente. Letras Inquietas (Enero de 2024)

 

Clic aquí para comprar el libro en la tienda online de Letras Inquietas. También disponible en Amazon clicando aquí.

 

 

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.