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Elena García
Domingo, 14 de Enero de 2024 Tiempo de lectura:

La mujer y las cuotas (II)

Vayamos al mundo de la empresa.  El número de mujeres licenciadas en económicas o administración de empresas es semejante al de los hombres; sin embargo, el número de mujeres en los Consejos de Administración es minoritario (17 % en las empresas del Ibex, y en algunas, ninguna mujer).  

 

Las empresas cotizadas en Bolsa deberán establecer un objetivo preciso de presencia de mujeres en los Consejos de Administración, según la Ley de Sociedades de Capital (05/2014). Esta medida es bienintencionada, desde luego. Pero medidas como esta se adoptaron hace tiempo en los países nórdicos para facilitar la paridad en empresas, centros de investigación y otros organismos, y pronto se demostró que los efectos eran limitados. Vistos los exiguos progresos que hasta ahora han propiciado las medidas de tipo voluntarista, es posible que pronto podamos comprobar que, a pesar de fijar objetivos, la presencia de mujeres en los Consejos no mejore de forma sustancial.

 

Algo que suele pasar en el mundo de la empresa es que muchos profesionales con cargos directivos o de cierto nivel, no tienen horario de trabajo; horario que puede ir desde las 8 de la mañana a las 8 de la tarde. «Ellos no tienen prisa por salir, a no ser que haya un partido importante», he escuchado quejarse a veces a mujeres que tienen estos cargos. Así no hay manera de conciliar la vida familiar con la laboral y, por eso, muchas mujeres renuncian a favor de la familia, o del tiempo libre, o de la tranquilidad. Porque esto les resulta más gratificante.

   

Un ejemplo significativo sucede también con los sindicatos de «clase», los supuestamente adalides y luchadores por la paridad femenina en todos los trabajos de cierto nivel y bien remunerados; no en los otros. En la celebración del 130 aniversario de la UGT, el secretario general defiende, en el mitin del acto, lo que vienen repitiendo una y otra vez en las últimas décadas: la lucha por la igualdad, la paridad en el trabajo, acabar con la brecha salarial, el acoso, etc.: «El manifiesto declara a la UGT como un sindicato feminista. Creo que es el gran momento de la mujer», dice el secretario general; pero he aquí que minutos más tarde la vicesecretaria general le saca los colores, algo con lo que quizá no contaba, y les recuerda que «de las veintitrés organizaciones que forman el sindicato, solo dos de ellas tienen a una mujer como secretaria general al frente: Andalucía y Extremadura». Vamos, que la paridad predicada se queda en el 8,69%.

 

Volvemos otra vez al porqué de esta disparidad entre lo que se defiende y lo que se hace. Está claro que MIENTEN cuando todo lo atribuyen al machismo, pues tampoco vamos a pensar que ellos lo hayan hecho por machismo, sino porque a las mujeres en general es posible que no les resulte interesante dedicarse a tareas de este tipo.

 

 ¿Por qué no pensar que los factores para no alcanzar las famosas cuotas pueden ser múltiples? Tal vez las ideólogas e ideólogos tienen objetivos ocultos. Y ahora las preguntas son: ¿por qué mienten?, ¿acaso tienen miedo?, ¿esperan sacar más réditos con este tipo de discurso?, ¿creen que con la prédica del victimismo van a tener más seguidores y que, además, no se va a notar su falsedad? ¿que no se va a notar su «machismo», como dirían ellos, o su afán de poder? ¿o puede deberse a todos estos factores juntos?

 

Examinemos ahora otras profesiones. Por ejemplo, el funcionariado y, como tal, la «discriminación» por parte del Estado. En el acceso a los cuerpos de maestros, enfermeras, administrativos, etc., no hubo discriminación —o esta fue limitada a determinados cuerpos— después de la Guerra Civil; tampoco en los horarios ni en los salarios.

 

De manera general, ya en 1961, la ley de 22 de julio prohibió toda forma de discriminación en función del sexo y expresamente salarial, —eso en el supuestamente sistema machista del franquismo—, aunque hasta 1966 no se permitió a las mujeres ejercer como magistrados, jueces y fiscales en la administración (a diferencia de otros cuerpos del Estado donde la mujer, como decíamos, ya estaba integrada desde mucho antes: administrativas, enseñanza, enfermería, medicina, etc.).

 

En cualquier caso, lo que se produce en la enseñanza es lo contrario. En la Enseñanza Primaria, en las últimas décadas, el número de profesores no ha dejado de menguar hasta quedar entorno al 25%. Mientras que, en Enseñanza Secundaria, el número de docentes hombres representa el 39,7 % del total del profesorado. ¿Qué podemos decir en este caso de la famosa cuota?

 

Y parece que no solo en la enseñanza, sino que, en otras profesiones, como la medicina o la magistratura, la mujer empieza a sobrepasar el 50 %. En la judicatura, en las últimas promociones, el número de nuevas jueces es bastante superior al de jueces. Y de manera general, de los de 5.300 jueces, más o menos, que hay en activo, 53 % son mujeres.

 

Datos similares tenemos en medicina. La mujer supone el 50 % de la plantilla médica. La incorporación femenina en las facultades de Medicina supera el 70 %, con el mismo porcentaje de mujeres que consigue plaza MIR. Si bien, hay que señalar que, aunque la mujer supone alrededor del 50% en las plantillas sólo el 20% esta en los puestos de dirección (El médico interactivo, 8/2/2018).

 

En especialidades como medicina de familia, el 75 % serán facultativas en unos años; sin embargo, en especialidades como cirugía baja al 30 % frente al 70 % que son hombres. Y a pesar de que las cifras de médicos mujeres estén en el 50 %, solo el 20 % están en puestos de dirección, jefaturas de servicio y de sección.

 

Pero, quizá el hecho de que el 70 % de los cirujanos sean médicos, no solo en España sino en otros países, entre ellos EE. UU., nos lleva de nuevo a las preferencias. Las características de esta especialidad van menos con la sensibilidad de las mujeres. Es una especialidad donde hay que enfrentarse a situaciones más traumáticas, más duras, aunque la tecnología está haciendo que la cirugía sea cada vez menos agresiva, tanto para el paciente como para el cirujano.

 

Por otra parte, en cuanto a la escasa presencia de la mujer en las jefaturas de servicio y de sección, hay que entender que requiere más tiempo y más responsabilidad.  Respecto al tema del tiempo y el horario, la mujer suele preferir disponer de tiempo libre, en este y en muchos otros trabajos. Y en lo que se refiere a la responsabilidad, las complicaciones e imprevistos que surgen a menudo en estos puestos, hay mujeres que no los rehúyen, pero son menos porque la mayoría prefiere una vida más tranquila.

 

Nos encontramos pues con el mismo dato: las mujeres prefieren ciertas profesiones y ciertas especialidades. Ya lo hemos visto en la enseñanza. Se trata de aquellas que están más relacionadas con el tiempo libre y horarios menos intempestivos, y que armonizan mejor con la familia, la maternidad y los hijos.

 

Hay que emplearse a fondo para cambiar estos patrones porque las ideólogas consideran que los nuevos traerán más felicidad a las mujeres. Por tanto, acaban convirtiendo a las mujeres en pelotas de pin-pan-pum. De ahí su cruzada para extirpar aquellos sentimientos que, de manera falsa y machista, según ellas, se les había hecho tener. «Ahora, nosotras, las mejoradoras-de-la mujer, os vamos a liberar de aquellos caducos sentimientos y crearos otros más convenientes».

 

La respuesta del feminismo es siempre la misma: son necesarios más «observatorios» sobre la discriminación, más subvenciones, más lucha. Todo se reduce a un único factor para las ideólogas, el ya sabido: el machismo.

 

 

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