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Arturo Aldecoa Ruiz
Miércoles, 07 de Febrero de 2024 Tiempo de lectura:

La sonrisa de Zaratustra

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Este texto es un experimento de relato palíndromo, es decir, que puede ser leído párrafo a párrafo en ambas direcciones,  tanto desde el principio al final, como desde el final al principio.

 

Juega con dos temas que interesaron a Borges, el tiempo y su posible inversión y el eterno retorno de Nietzsche, expuesto en su Así habló Zaratustra, que intentaba refutar.

 

Principia con el instante en el que un experimento cambia la dirección con la que fluye el tiempo en el universo, que comienza a retroceder hacia el pasado, y termina con un tiempo que regresa de nuevo hasta el instante inicial (y final) en el que se ejecuta el experimento, atrapado en un ciclo eterno.

 

LA SONRISA DE ZARATUSTRA

 

“Un nuevo ciclo comenzaba en la eternidad. Zaratustra sonrió.

 

Todo empezó entonces.

 

La onda de gravedad rebotó en la inversión.

             

El flujo temporal era uniforme y de sentido inverso. El cambio tuvo efectos inmediatos para todo el universo. El experimento había alterado el espacio-tiempo, pero ningún observador pudo advertirlo.

 

De repente, la nada. La consciencia de John fue como un destello perdido en un instante. Cuanto más huía de aquel abismo oscuro más se sentía morir. Llegó un instante en que el dolor le resultó insufrible mientras la onda de gravedad, desde todas partes a la vez, atravesaba y desgarraba su cuerpo, el laboratorio y la nave.

 

El dolor empezó ahí, justo cuando su dedo pulsaba el botón. La pantalla reflejó la secuencia de activación y el experimento mostró los parámetros de partida. John activó el generador de ondas G, miró una última vez hacia al panel de control y se armó de valor.

 

Aquel 2 de diciembre a las 11.32 GMT llegó la autorización para ejecutar el experimento al ordenador de la nave. John estaba preocupado por los posibles efectos inesperados. El generador de ondas de gravedad podía alterar de forma desconocida parámetros del espacio-tiempo. Era conveniente realizar la prueba lejos del planeta Tierra.

 

Con paciencia, esperó la confirmación de activación desde la lejana Estación de Control de Ceres, a seis horas luz. Revisó varias veces los parámetros orbitales de la nave y el estado del laboratorio. Antes de activar el experimento era necesario volver a comprobarlo todo.

 

John desayunó algo mientras revisaba la situación. La hibernación le hizo sentir terribles nauseas mientras su cuerpo se adaptaba.

 

En órbita estable cerca de Plutón, la nave se activó. Su habitáculo lo mantuvo en animación suspendida, un sueño sin sueños en el que el cuerpo se detiene en un estado cercano a la muerte. El viaje hibernado duró un año y medio, pero para John no paso tiempo, solo un velo de oscuridad.

 

Cerca de La Tierra, John pasó seis meses en las instalaciones en órbita. Accedió a la Estación Espacial el primer día de la primavera de 2136. Su preparación excepcional le hizo conseguir el puesto y ser elegido para la misión.

 

El proceso de selección fue largo y agotador, pero John tenía muchas posibilidades.  Deseaba participar en el más arriesgado e interesante experimento de la historia, no habría otra oportunidad. Al final se decidió con el apoyo de su esposa.

 

Anna era consciente de su capacidad y sabía que necesitaba desarrollarla, por lo que le animó a prepararse, era su vocación. John lo consultó con su mujer, era una decisión difícil pues supondría un largo alejamiento de los suyos, al menos cuatro años. Durante meses dudó si presentarse al proyecto.

 

Entonces conoció el Proyecto Omega: ubicar en la órbita de Plutón un generador de ondas gravitacionales y estudiar sus efectos en el espacio tetradimensional. John sentía que pese a ser feliz su capacidad se desaprovechaba y que podía alcanzar nuevas metas.

 

Los años como investigador y profesor de física avanzada se fueron sucediendo. Procuró compaginar su trabajo con la vida familiar, era feliz estando con los suyos. El día del nacimiento de su primer hijo fue algo maravilloso, su felicidad fue plena. El día de su boda brillaba un sol radiante y se abrió para él una nueva vida.

 

Por entonces decidió casarse con Anna. Acabados sus estudios, realizó un doctorado en gravedad cuántica. Fue consciente de que en la vida el tiempo debe aprovecharse plenamente. Sus padres murieron en un accidente mientras estudiaba el último año de carrera.

 

John conoció a Anna, estudiante de Ingeniería de Sistemas en su misma Universidad. Su preparación y capacidad demostrada le abrieron las puertas del CALTECH. Decidió especializarse en Física, Matemáticas e Ingeniería Aeroespacial.

 

Durante su juventud John hizo muchos amigos y demostró su valor, voluntad y dotes de liderazgo. Practicó deportes en el Instituto y demostró una gran facilidad para las ciencias. De niño en el Colegio fue un alumno brillante y aventajado.

 

Con el tiempo, a John cada vez le gustaban más los juegos, y era muy imaginativo. Su infancia fue feliz, pues aquellos años tuvo el amor de su familia.

 

Un día llegó el momento de nacer. Se sentía a gusto en aquella cálida oscuridad. Su conciencia era mínima, no tenía nombre, pero durante aquellos meses advertía de alguna forma su vida. En un instante existía. En un instante, la nada.

 

El tiempo fluía inexorable mientras sus padres se amaban. El amor había surgido como una llamarada, llenándolo todo de una nueva luz. Se conocieron en una fiesta en la playa a finales de un cálido agosto. Sus padres eran jóvenes tenían la vida por delante.

 

Pasaron eones. La onda de gravedad rebotó en la singularidad. El flujo temporal recuperó su sentido. Todo empezó de nuevo.

 

Sus padres eran jóvenes tenían la vida por delante. Se conocieron en una fiesta en la playa a finales de un cálido agosto. El amor había surgido como una llamarada, llenándolo todo de una nueva luz. El tiempo fluía inexorable mientras sus padres se amaban.

 

En un instante, la nada. En un instante existía. Su conciencia era mínima, no tenía nombre, pero durante aquellos meses advertía de alguna forma su vida. Se sentía a gusto en aquella cálida oscuridad. Un día llegó el momento de nacer. 

 

Su infancia fue feliz, pues aquellos años tuvo el amor de su familia. Con el tiempo, a John cada vez le gustaban más los juegos, y era muy imaginativo.

 

De niño en el Colegio fue un alumno brillante y aventajado. Practicó deportes en el Instituto y demostró una gran facilidad para las ciencias. Durante su juventud John hizo muchos amigos y demostró su valor, voluntad y dotes de liderazgo.

 

Decidió especializarse en Física, Matemáticas e Ingeniería Aeroespacial. Su preparación y capacidad demostrada le abrieron las puertas del CALTECH. John conoció a Anna, estudiante de Ingeniería de Sistemas en su misma Universidad.

 

Sus padres murieron en un accidente mientras estudiaba el último año de carrera. Fue consciente de que en la vida el tiempo debe aprovecharse plenamente. Acabados sus estudios, realizó un doctorado en gravedad cuántica. Por entonces decidió casarse con Anna.

 

El día de su boda brillaba un sol radiante y se abrió para él una nueva vida. El día del nacimiento de su primer hijo fue algo maravilloso, su felicidad fue plena. Procuró compaginar su trabajo con la vida familiar, era feliz estando con los suyos. Los años como investigador y profesor de física avanzada se fueron sucediendo.

 

 John sentía que pese a ser feliz su capacidad se desaprovechaba y que podía alcanzar nuevas metas. Entonces conoció el Proyecto Omega: ubicar en la órbita de Plutón un generador de ondas gravitacionales y estudiar sus efectos en el espacio tetradimensional.

 

Durante meses dudó si presentarse al proyecto. John lo consultó con su mujer, era una decisión difícil pues supondría un largo alejamiento de los suyos, al menos cuatro años. Anna era consciente de su capacidad y sabía que necesitaba desarrollarla, por lo que le animó a prepararse, era su vocación.

 

Al final se decidió con el apoyo de su esposa. Deseaba participar en el más arriesgado e interesante experimento de la historia, no habría otra oportunidad. El proceso de selección fue largo y agotador, pero John tenía muchas posibilidades.

 

Su preparación excepcional le hizo conseguir el puesto y ser elegido para la misión. Accedió a la Estación Espacial el primer día de la primavera de 2136.  Cerca de la Tierra, John pasó seis meses en las instalaciones en órbita.

 

El viaje hibernado duró un año y medio, pero para John no paso tiempo, solo un velo de oscuridad. Su habitáculo lo mantuvo en animación suspendida, un sueño sin sueños en el que el cuerpo se detiene en un estado cercano a la muerte. En órbita estable cerca de Plutón, la nave se activó.

 

La hibernación le hizo sentir terribles nauseas mientras su cuerpo se adaptaba. John desayunó algo mientras revisaba la situación.

 

Con paciencia, esperó la confirmación de activación desde la lejana Estación de Control de Ceres, a seis horas luz. Revisó varias veces los parámetros orbitales de la nave y el estado del laboratorio. Antes de activar el experimento era necesario volver a comprobarlo todo.

 

Aquel 2 de diciembre a las 11.32 GMT llegó la autorización para ejecutar el experimento al ordenador de la nave. John estaba preocupado por los posibles efectos inesperados. El generador de ondas de gravedad podía alterar de forma desconocida parámetros del espacio-tiempo. Era conveniente realizar la prueba lejos del planeta Tierra.

 

 John activó el generador de ondas G, miró una última vez hacia al panel de control y se armó de valor. La pantalla reflejó la secuencia de activación y el experimento mostró los parámetros de partida. El dolor empezó ahí, justo cuando su dedo pulsaba el botón.

 

Llegó un instante en que el dolor le resultó insufrible mientras la onda de gravedad, desde todas partes a la vez, atravesaba y desgarraba su cuerpo, el laboratorio y la nave. Cuanto más huía de aquel abismo oscuro más se sentía morir. La consciencia de John fue como un destello perdido en un instante. De repente, la nada.

 

El experimento había alterado el espacio-tiempo, pero ningún observador pudo advertirlo. El cambio tuvo efectos inmediatos para todo el universo. El flujo temporal era uniforme y de sentido inverso.

 

La onda de gravedad rebotó en la inversión.

 

Todo empezó entonces.

 

Un nuevo ciclo comenzaba en la eternidad. Zaratustra sonrió.”

 

 

 

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