20 años del 11M / Adelanto en exclusiva de un capítulo del libro "Los misterios del 11M", de Carlos Sánchez de Roda
De cómo los trenes destruidos son sustituidos por una bolsa-bomba que nadie vio en ninguno de los vagones atacados
Aparición de una bolsa bomba en una comisaría de Vallecas
(...) Al mismo tiempo que se llevaba a cabo esa destrucción del material cuyo estudio era tan “determinante”, al mismo tiempo que se manipulaban, mezclaban, escondían sin inventariarlas las muestras que se extraían de los trenes, al mismo tiempo que se realizaban esas singulares periciales en los trenes que hemos visto, en la tarde noche del mismo día 11 apareció misteriosamente en la comisaría de Puente de Vallecas, dentro de un bolsón que un vehículo policial había trasladado desde la estación de El Pozo tras recorrer un larguísimo periplo por las calles de Madrid, con inexplicables idas y vueltas y con larga estancia en Ifema, una bolsa bomba de unos 12 kg de peso. La versión judicial asumió que esa bolsa procedía del tren atacado en la estación de El Pozo.
Mientras se producía el despojo y desaparición del material más importante que contenían los trenes como prueba, la investigación policial y judicial se centró en esa bolsa, a la que en la práctica se otorgaba el papel de reemplazar a cuatro trenes que poco después estarían destruidos y vendidos por Renfe como chatarra. La bolsa, con su teléfono y su goma-2 ECO, llevaba a los presuntos autores y al explosivo utilizado, así que los trenes estorbaban, pues llevarían seguramente a otros resultados. Pero, ¿es creíble que esa bolsa proviniera de la estación de El Pozo? Voy a tratar de aclararlo con ayuda de las declaraciones judiciales de las personas que intervinieron en el asunto.
La situación en la estación de El Pozo era la siguiente: habían explotado dos bombas en un tren que iniciaba su marcha con destino Atocha; tras las explosiones, se había encontrado en su interior una tercera bomba sin explotar que luego sería desactivada por los Tedax; se sabía que en la misma línea, a la altura de la calle Téllez, habían explotado cuatro bombas en el tren que le precedía, y que en Atocha lo habían hecho otras tres en el que precedía a los dos anteriores y se había encontrado una cuarta bomba sin explotar, Es decir, cuatro bombas en cada tren de Atocha y Téllez y tres en El Pozo. Y con esos antecedentes, los especialistas Tedax debían revisar las pertenencias abandonadas por los viajeros, entre ellas numerosas bolsas y mochilas. En tal situación ¿cómo es posible que a esos especialistas, al revisar esas pertenencias, se les colara una bolsa con nada menos que 10 kg de explosivos, que la cogieran y la metieran con todas las demás en el bolsón general? Sin tener más datos que éstos, sólo con el sentido común, ya resulta imposible pensar que tal cosa pudiera pasar. No obstante, vamos a estudiar lo ocurrido a partir de las declaraciones judiciales de esos agentes.
En la sesión del juicio del 19 de marzo de 2007, declararon varios de los agentes Tedax que participaron en la revisión de los bolsos y mochilas de El Pozo. Del contenido de sus declaraciones, se deduce que lo primero que hicieron fue garantizar la seguridad dentro de los trenes, comprobar que no había más artefactos, revisar todo lo que había quedado en el interior y sacarlo fuera con ayuda de los bomberos. Después revisaron dos veces todos los paquetes, abriéndolos todos uno a uno. Hubo momentos en los que tuvieron que desalojar a los bomberos, porque al lado de los cadáveres se encontraban diferentes contenedores sospechosos y había que abrirlos.
Por su parte, el inspector Jefe del grupo de TEDAX de la Brigada Provincial de Madrid, Cáceres Vadillo, declaró en el juicio el 14 de marzo de 2007: El grupo que dirigía estaba repartido en los cuatro focos y estaba en contacto permanente con los cuatro focos vía telefónica. Tras aclarar la situación de Atocha, acudió al resto de los focos para supervisar las labores de recogida. Mandó que se revisaran todos los trenes, de cabeza a cola y de cola a cabeza dos veces, porque quería que se mirara bien y se revisara todo. Esta función se realizó y, como es norma operativa, en el momento en que se descubrió algo que pudiese ser sospechoso, se paralizó todo para intentar resolver esa incidencia, una vez resuelta se continuó con la búsqueda. Se realizaron las funciones operativas correspondientes, se siguió hasta que ya no quedaba nada por revisar.
Y añadió: Estoy totalmente convencido de que en El Pozo, después de la revisión de los TEDAX que trabajaron allí, no había ni una sola mochila que contuviese un artefacto explosivo. Y eso se lo puedo asegurar. Porque lo hicieron y me consta concienzudamente, es más, les dije dos veces y cuando hablé con ellos me dijeron que no, que lo habían hecho cuatro. Inspeccionaron todo lo que hubiera en el andén, si había algo cuando ellos llegaron lo inspeccionaron. Estoy convencido.
Cáceres Vadillo, estaba tan convencido de lo que decía que mantuvo el siguiente diálogo con una acusación particular:
Acusación: Señor testigo. Vamos a ver, si se inspeccionaron y se verificaron los trenes de arriba abajo, o sea de cola a cabeza y viceversa ¿Cómo puede explicarse que llegara la mochila a la comisaría de Vallecas?
Cáceres Vadillo: Yo no puedo explicárselo, ¿puede explicármelo usted? Porque yo tampoco puedo explicárselo.
Gómez Bermúdez: Bien señores, por favor guarden la compostura
Acusación: Vamos a ver, ¿cómo es posible que a su grupo o al grupo que se encargara y que usted coordinaba se le escapara una mochila con 10 kilos de explosivos?
Gómez Bermúdez: Vamos a ver, señor letrado...
Cáceres Vadillo: Ningún, ninguno de mis TEDAX...
A la vista de todo ello, no parece creíble que una bolsa bomba de 12 kg pasara todos los controles y revisiones de los Tedax y saliera de la estación sin que nadie se percatara de ello. Por lo demás, no ha trascendido que se realizara ninguna investigación interna a los Tedax por no haber detectado, en las cuatro revisiones que realizaron de todos los enseres, una bomba de esas características, y todo ello cuando acababan de producirse dos explosiones en la estación y había aparecido otro artefacto sin explotar.
Pero no acabaron ahí las circunstancias extrañas que rodearon el tratamiento de las bolsas y mochilas abandonadas en El Pozo. Según relataron los agentes de la Policía que intervinieron después[2], lo ocurrido fue lo siguiente:
Tras la doble revisión por los Tedax de los efectos recogidos en el tren y en los andenes, personal de Selur (Servicio de Limpieza Urgente) los introdujeron en bolsones de basura de plástico y los fueron acercando a dos furgonetas policiales que habían acudido a la estación con ese fin. En cada una de esas dos furgonetas iban tres agentes de la Policía. Ambos vehículos, una vez cargados los bolsones, salieron juntos de El Pozo sobre las 16:00 para dirigirse a la cercana comisaría de Villa de Vallecas, en donde les indicaron que era a la más lejana de Puente de Vallecas a dónde debían dirigirse. Así lo hicieron, pero al llegar a esa comisaría les indicaron que a dónde de verdad debían ir era a las instalaciones de Ifema, cuyo Pabellón n° 6 se había constituido como recinto único e instalación centralizada para la recepción de los efectos recuperados, a fin de que, una vez allí, los titulares o familiares pudieran identificarlos para preparar la posterior devolución.
En consecuencia, sin haber descargado las furgonetas en ninguna de las dos comisarías por las que habían pasado, sobre las 17:00 salieron de Puente de Vallecas con destino el pabellón nº 6 de Ifema, en el que policías de la UIP (Unidad de Intervención Policial) estaban realizando tareas de control de acceso y seguridad. Entre los seis agentes que iban en las furgonetas, descargaron allí los bolsones y colocaron junto a ellos sendos carteles identificativos, escritos en dos folios, para que no se mezclasen con los procedentes de otras estaciones, Los bolsones no estaban precintados, sino cerrados con un nudo normal. Una vez descargados, los agentes regresaron a la comisaría. Poco después les informaron de que debían regresar a Ifema para volver a llevar los bolsones a la comisaría de Puente de Vallecas. Sobre las 20:00 salieron de nuevo hacia Ifema, donde hicieron cadena para volver a cargarlos, y regresaron a la comisaría, a la que llegaron sobre las 22:00, hicieron nueva cadena, descargaron y terminaron su accidentada tarea. Las complicaciones seguirían más tarde con la aparición en uno de los bolsones de la que a partir de entonces se conocería como la “mochila de Vallecas”. El artefacto sería después trasladado al cercano Parque Azorín, formando una caravana con un vehículo policial Z en cabeza, a unos 100 metros la furgoneta con el artefacto, y detrás, a otros 100 metros, un coche Tedax.
A nadie le parecerá normal que se realizara todo ese periplo por las calles de Madrid, de comisaría en comisaría, con doble ida y vuelta a Ifema, con seis agentes custodiando unos efectos que ya habían sido revisados dos veces por especialistas Tedax y cuyo destino era simplemente entregarlos a sus propietarios tras su identificación.
El hecho de que al depositar en el Pabellón 6 de Ifema los bolsones procedentes de El Pozo se colocaran junto a ellos carteles indicativos del lugar de procedencia, para que no se mezclasen con los procedentes de otras estaciones, indica claramente que lo establecido era que todos los efectos recuperados en los trenes se llevasen a ese pabellón para, una vez allí, tratar de identificarlos y devolverlos a sus propietarios o familiares. ¿Por qué entonces se volvieron a llevar lo de El Pozo tras depositarlo allí? ¿Por qué habiéndose cumplido lo previsto se ordenó volver a cargar los bolsones y llevarlos a la comisaría de Puente de Vallecas?, y ¿por qué llevarlos a esa comisaría y no a la mucho más cercana de Villa de Vallecas, por la que además ya habían pasado los vehículos con los bolsones? Misterio.
Aparición de una bolsa bomba en una comisaría de Vallecas
(...) Al mismo tiempo que se llevaba a cabo esa destrucción del material cuyo estudio era tan “determinante”, al mismo tiempo que se manipulaban, mezclaban, escondían sin inventariarlas las muestras que se extraían de los trenes, al mismo tiempo que se realizaban esas singulares periciales en los trenes que hemos visto, en la tarde noche del mismo día 11 apareció misteriosamente en la comisaría de Puente de Vallecas, dentro de un bolsón que un vehículo policial había trasladado desde la estación de El Pozo tras recorrer un larguísimo periplo por las calles de Madrid, con inexplicables idas y vueltas y con larga estancia en Ifema, una bolsa bomba de unos 12 kg de peso. La versión judicial asumió que esa bolsa procedía del tren atacado en la estación de El Pozo.
Mientras se producía el despojo y desaparición del material más importante que contenían los trenes como prueba, la investigación policial y judicial se centró en esa bolsa, a la que en la práctica se otorgaba el papel de reemplazar a cuatro trenes que poco después estarían destruidos y vendidos por Renfe como chatarra. La bolsa, con su teléfono y su goma-2 ECO, llevaba a los presuntos autores y al explosivo utilizado, así que los trenes estorbaban, pues llevarían seguramente a otros resultados. Pero, ¿es creíble que esa bolsa proviniera de la estación de El Pozo? Voy a tratar de aclararlo con ayuda de las declaraciones judiciales de las personas que intervinieron en el asunto.
La situación en la estación de El Pozo era la siguiente: habían explotado dos bombas en un tren que iniciaba su marcha con destino Atocha; tras las explosiones, se había encontrado en su interior una tercera bomba sin explotar que luego sería desactivada por los Tedax; se sabía que en la misma línea, a la altura de la calle Téllez, habían explotado cuatro bombas en el tren que le precedía, y que en Atocha lo habían hecho otras tres en el que precedía a los dos anteriores y se había encontrado una cuarta bomba sin explotar, Es decir, cuatro bombas en cada tren de Atocha y Téllez y tres en El Pozo. Y con esos antecedentes, los especialistas Tedax debían revisar las pertenencias abandonadas por los viajeros, entre ellas numerosas bolsas y mochilas. En tal situación ¿cómo es posible que a esos especialistas, al revisar esas pertenencias, se les colara una bolsa con nada menos que 10 kg de explosivos, que la cogieran y la metieran con todas las demás en el bolsón general? Sin tener más datos que éstos, sólo con el sentido común, ya resulta imposible pensar que tal cosa pudiera pasar. No obstante, vamos a estudiar lo ocurrido a partir de las declaraciones judiciales de esos agentes.
En la sesión del juicio del 19 de marzo de 2007, declararon varios de los agentes Tedax que participaron en la revisión de los bolsos y mochilas de El Pozo. Del contenido de sus declaraciones, se deduce que lo primero que hicieron fue garantizar la seguridad dentro de los trenes, comprobar que no había más artefactos, revisar todo lo que había quedado en el interior y sacarlo fuera con ayuda de los bomberos. Después revisaron dos veces todos los paquetes, abriéndolos todos uno a uno. Hubo momentos en los que tuvieron que desalojar a los bomberos, porque al lado de los cadáveres se encontraban diferentes contenedores sospechosos y había que abrirlos.
Por su parte, el inspector Jefe del grupo de TEDAX de la Brigada Provincial de Madrid, Cáceres Vadillo, declaró en el juicio el 14 de marzo de 2007: El grupo que dirigía estaba repartido en los cuatro focos y estaba en contacto permanente con los cuatro focos vía telefónica. Tras aclarar la situación de Atocha, acudió al resto de los focos para supervisar las labores de recogida. Mandó que se revisaran todos los trenes, de cabeza a cola y de cola a cabeza dos veces, porque quería que se mirara bien y se revisara todo. Esta función se realizó y, como es norma operativa, en el momento en que se descubrió algo que pudiese ser sospechoso, se paralizó todo para intentar resolver esa incidencia, una vez resuelta se continuó con la búsqueda. Se realizaron las funciones operativas correspondientes, se siguió hasta que ya no quedaba nada por revisar.
Y añadió: Estoy totalmente convencido de que en El Pozo, después de la revisión de los TEDAX que trabajaron allí, no había ni una sola mochila que contuviese un artefacto explosivo. Y eso se lo puedo asegurar. Porque lo hicieron y me consta concienzudamente, es más, les dije dos veces y cuando hablé con ellos me dijeron que no, que lo habían hecho cuatro. Inspeccionaron todo lo que hubiera en el andén, si había algo cuando ellos llegaron lo inspeccionaron. Estoy convencido.
Cáceres Vadillo, estaba tan convencido de lo que decía que mantuvo el siguiente diálogo con una acusación particular:
Acusación: Señor testigo. Vamos a ver, si se inspeccionaron y se verificaron los trenes de arriba abajo, o sea de cola a cabeza y viceversa ¿Cómo puede explicarse que llegara la mochila a la comisaría de Vallecas?
Cáceres Vadillo: Yo no puedo explicárselo, ¿puede explicármelo usted? Porque yo tampoco puedo explicárselo.
Gómez Bermúdez: Bien señores, por favor guarden la compostura
Acusación: Vamos a ver, ¿cómo es posible que a su grupo o al grupo que se encargara y que usted coordinaba se le escapara una mochila con 10 kilos de explosivos?
Gómez Bermúdez: Vamos a ver, señor letrado...
Cáceres Vadillo: Ningún, ninguno de mis TEDAX...
A la vista de todo ello, no parece creíble que una bolsa bomba de 12 kg pasara todos los controles y revisiones de los Tedax y saliera de la estación sin que nadie se percatara de ello. Por lo demás, no ha trascendido que se realizara ninguna investigación interna a los Tedax por no haber detectado, en las cuatro revisiones que realizaron de todos los enseres, una bomba de esas características, y todo ello cuando acababan de producirse dos explosiones en la estación y había aparecido otro artefacto sin explotar.
Pero no acabaron ahí las circunstancias extrañas que rodearon el tratamiento de las bolsas y mochilas abandonadas en El Pozo. Según relataron los agentes de la Policía que intervinieron después[2], lo ocurrido fue lo siguiente:
Tras la doble revisión por los Tedax de los efectos recogidos en el tren y en los andenes, personal de Selur (Servicio de Limpieza Urgente) los introdujeron en bolsones de basura de plástico y los fueron acercando a dos furgonetas policiales que habían acudido a la estación con ese fin. En cada una de esas dos furgonetas iban tres agentes de la Policía. Ambos vehículos, una vez cargados los bolsones, salieron juntos de El Pozo sobre las 16:00 para dirigirse a la cercana comisaría de Villa de Vallecas, en donde les indicaron que era a la más lejana de Puente de Vallecas a dónde debían dirigirse. Así lo hicieron, pero al llegar a esa comisaría les indicaron que a dónde de verdad debían ir era a las instalaciones de Ifema, cuyo Pabellón n° 6 se había constituido como recinto único e instalación centralizada para la recepción de los efectos recuperados, a fin de que, una vez allí, los titulares o familiares pudieran identificarlos para preparar la posterior devolución.
En consecuencia, sin haber descargado las furgonetas en ninguna de las dos comisarías por las que habían pasado, sobre las 17:00 salieron de Puente de Vallecas con destino el pabellón nº 6 de Ifema, en el que policías de la UIP (Unidad de Intervención Policial) estaban realizando tareas de control de acceso y seguridad. Entre los seis agentes que iban en las furgonetas, descargaron allí los bolsones y colocaron junto a ellos sendos carteles identificativos, escritos en dos folios, para que no se mezclasen con los procedentes de otras estaciones, Los bolsones no estaban precintados, sino cerrados con un nudo normal. Una vez descargados, los agentes regresaron a la comisaría. Poco después les informaron de que debían regresar a Ifema para volver a llevar los bolsones a la comisaría de Puente de Vallecas. Sobre las 20:00 salieron de nuevo hacia Ifema, donde hicieron cadena para volver a cargarlos, y regresaron a la comisaría, a la que llegaron sobre las 22:00, hicieron nueva cadena, descargaron y terminaron su accidentada tarea. Las complicaciones seguirían más tarde con la aparición en uno de los bolsones de la que a partir de entonces se conocería como la “mochila de Vallecas”. El artefacto sería después trasladado al cercano Parque Azorín, formando una caravana con un vehículo policial Z en cabeza, a unos 100 metros la furgoneta con el artefacto, y detrás, a otros 100 metros, un coche Tedax.
A nadie le parecerá normal que se realizara todo ese periplo por las calles de Madrid, de comisaría en comisaría, con doble ida y vuelta a Ifema, con seis agentes custodiando unos efectos que ya habían sido revisados dos veces por especialistas Tedax y cuyo destino era simplemente entregarlos a sus propietarios tras su identificación.
El hecho de que al depositar en el Pabellón 6 de Ifema los bolsones procedentes de El Pozo se colocaran junto a ellos carteles indicativos del lugar de procedencia, para que no se mezclasen con los procedentes de otras estaciones, indica claramente que lo establecido era que todos los efectos recuperados en los trenes se llevasen a ese pabellón para, una vez allí, tratar de identificarlos y devolverlos a sus propietarios o familiares. ¿Por qué entonces se volvieron a llevar lo de El Pozo tras depositarlo allí? ¿Por qué habiéndose cumplido lo previsto se ordenó volver a cargar los bolsones y llevarlos a la comisaría de Puente de Vallecas?, y ¿por qué llevarlos a esa comisaría y no a la mucho más cercana de Villa de Vallecas, por la que además ya habían pasado los vehículos con los bolsones? Misterio.