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Pablo Mosquera
Sábado, 17 de Febrero de 2024 Tiempo de lectura:

Falta de respeto al sistema democrático

Siempre lo recuerdo. "La política es mitad teatro, mitad basura". ¡Qué lástima! Ya no se trata de analizar las colisiones entre los derechos fundamentales. Vivimos en un "gran hermano" permanente. Casi hemos perdido la esperanza. Progresar ya no consiste en que los siguientes -nuestros hijos y nietos- vivan mejor que nosotros. Que haciendo uso de la revolución tecnológica sean más felices. Dispongan fácilmente de todo lo preciso para una mejor calidad de vida. Sean más cultos y decentes...

 

Cada poco tiempo me encorajino. Unas veces escribo para sacudir el polvo rancio que me rodea. Otras veces me digo a mi mismo. "Acuérdate que eres un exiliado de la política". Es mi tiempo para recordar. Es mi último capítulo para pedirme perdón a mi mismo por los errores cometidos. Es mi derecho a vivir como aquello descrito: descanso del guerrero.

 

Lo que sucede es que la mar y el viento me traicionan. Me enseñaron a comenzar el día mirando desde el miramar a la mar, a su estado de mar bella o mar enfurecida, a notar en mi rostro el viento como brisa suave o como los últimos días auténtico ciclón procedente del sur, de la tierra hacia la mar. Y como una goleta me pongo a navegar. A lo peor es que no sé hacer otra cosa...

 

Por ser así y sin que nadie me lo señalara, un día me hice político en el país de los vascos. Contracorriente. Me alejé de la mayoría silenciosa. Me hice rebelde con causa. Me jugué la vida y estuve viviendo peligrosamente, por la libertad, la dignidad y la democracia. Pero, visto ahora lo que pinta, más que nunca, ¿mereció la pena ?. Y es que truhanes y malandrines de todos los colores del arco iris partidario deciden lo que debe ser memoria histórica, perdón, ética, justo y necesario... para el poder. Hasta son capaces de asegurar que lo hacen por el bien común de la convivencia nacional.

 

Estoy harto de tanta amnistía. Estoy harto de los cambios de opinión. Estoy harto de los tres estadios del comportamiento humano: lo que digo, lo que pienso, lo que hago.

 

Echo de menos compromisos para ocuparse más allá de preocuparse coyunturalmente, por la sanidad, educación, dependencia de discapacitados y mayores. Alguien debería tener argumentos creíbles para recuperar calidad de vida en nuestra parroquias y lugares. Fusionar ayuntamientos y terminar con el empleo público clientelar. Menos liberados y más científicos. Sancionar los vertidos sin miedo. Mutar los modelos industriales caducos y pestilentes.

 

No se trata de quiénes serán. Se trata de qué podemos esperar para los tiempos que vienen. Más importante que las siglas. Más importantes que los que salgan elegidos. Tres incertidumbres. Retrocederemos, avanzaremos o seguiremos igual que hasta ahora.

 

Es lo que llamamos el estado de la sociedad civil. Los políticos mantendrán su status. Los partidos políticos seguirán siendo empresas con poder olvidando que se deben a las circunscripciones electorales y son meros intermediarios entre el poder popular y el poder que reside en las instituciones públicas. Por cuestiones como las que anteceden: nació, creció y desapareció mi partido político Unidad Alavesa. Dejamos de conectar con la auténtica demanda de la sociedad más allá de las tribunas politólogas y mediáticas.  

 

El acceso a los servicios y equipamientos situará a los jóvenes en medio más urbano. Y esa volverá a ser la causa de la dificultad para cubrir las plazas de médicos en Hospitales Comarcales o en Centros de Salud. La derivada de lo que antecede es el despoblamiento, la dispersión poblacional y el envejecimiento de las poblaciones.

 

 El turismo es fuente de riqueza. Pero los habitantes de la Galicia natural, entre silencios o el murmullo maravilloso de las mareas, cada vez tiene más miedo de ese descubrimiento que han hecho los urbanitas tras la pandemia y que nuestra que Galicia comience a ser pasto del modelo Mediterráneo.

 

Lo mismo que agricultores y transportistas se manifiestan por su negro porvenir impactado con una cadena alimentaria donde unos ganan y otros se arruinan, con el sector pesquero y marisquero sucederá otro tanto. No hay vocaciones laborales para trabajar en la mar. Los costes de los armadores, pequeñas empresas familiares, igual que con los autónomos, se hacen imposibles de asumir abocando el sector al cierre.

 

¿Compensa que se inicie un nuevo contencioso con el Estado a estilo Cataluña y Vascongadas ?. ¿ Seguiremos siendo gallegos de lluvia y calma?. ¿Mantendrán actividades industriales altamente contaminantes y carentes de competitividad en el mercado?.  ¿Se apostará por ese tren de cercanías que vertebra el territorio y es ecológico, barato y seguro?

       

Se hace imprescindible, más que nunca, un modelo eficiente de gasto público. Más dinero para sanidad, educación y servicios sociales como la dependencia, y recortes en gastos clientelares manteniendo o incrementando los puestos de trabajo del sector público que son absolutamente prescindibles. De lo contrario, el endeudamiento de España seguirá creciendo y más pronto que tarde los prestamistas no sólo limitarán nuestra soberanía como nación, es que nos impondrán medidas de austeridad que como siempre afectarán a la clase media.  Perversión del sistema democrático por la partitocracia con un resultado que se ajusta a: la tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles  Fiódor Dostoyevski.

 

Sigo la senda del gran político y escritos Sir Wiston Churchil cuando dejó para la humanidad tal definición: la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás».

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