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Elena García
Lunes, 19 de Febrero de 2024 Tiempo de lectura:

Izquierda/Derecha: Términos desgastados

Derecha frente a izquierda. ¿Cuándo dejaremos de considerar estos términos como opuestos teniendo en cuenta lo que persiguen hoy día las llamadas izquierdas y las supuestas derechas? Económicamente, en el pasado, una seña de identidad de la izquierda era que repartía mucho e igualaba en riqueza (o pobreza), mientras que la derecha producía desigualdades materiales acusadas (pero reducía el nivel de pobreza). El problema era que, si bien la primera repartía, había poco que repartir, con lo cual el bajo nivel material de vida era visible. Mientras que las segundas, las derechas, repartían menos, pero paradójicamente repartían más, tenían más que repartir. Y así las cosas el nivel de vida en los países comunistas estaba manifiestamente por debajo de los países llamados “países capitalistas” o de derechas.

 

Cuando después de la II guerra mundial, sobre todo, la “clase obrera” fue adquiriendo un nivel material aceptable y acceso a la educación generalizado en los países occidentales o “capitalistas”, la lucha de clases fue perdiendo fuerza. Tanto los partidos de izquierda como los llamados de derechas confluían en una socialdemocracia potenciada por el electorado que lo que buscaba era mayores niveles de bienestar y la solución de todos sus problemas por parte del Estado. Las décadas de los cincuenta y los sesenta fueron verdaderamente décadas de progreso material y social. La educación dio oportunidades a las clases sociales más humildes mientras se estimulaba el afán de superación, la disciplina y el esfuerzo. El ascensor social funcionaba. Pero a medida que la socialdemocracia fue creciendo también lo hizo  el gran Leviatan. Los partidos oponentes se dividían en partidos de izquierda “socialdemócrata” y partidos “liberales” de derechas; en realidad ambos eran igualmente socialdemócratas con alguna diferenciación poco sustancial. Esto en Europa, mientras que en USA, la división era entre “liberales” demócratas (socialistas) y republicanos. En los programas electorales se competía por ver quién daba más -quien da- puesto que si no te quedabas “fuera del juego”. Y ello lleva a prescindir del futuro, de las consecuencias que ese gastar y gastar podrían tener, pues con frecuencia se ocultaban, se ocultan, los sacrificios que requiere el obtener ese futuro donde verdaderamente se progrese hacia el bien común en vez de retroceder. La consecuencia más visible es que la libertad ha retrocedido, aunque la gente tenga la sensación de que es libre porque ciertamente se confunde la liberación de los instintos con la auténtica libertad. Tenemos libertad para lo que nos dejan. La gente ha cambiado libertad por seguridad gustosamente, sin rebelarse.

 

Los programas electorales se limitan a ver “quién da más”. Tanto los de la llamada izquierda como los de la supuesta derecha. Un ejemplo que lo deja muy claro: no hace mucho, un eurodiputado señalaba que en el 88% de las votaciones en la CE, Partido Socialista y Partido Popular coincidían. Creo que es bastante significativo de que unos y otros son caras de la misma moneda. Pero, políticos, periodistas y la gente de la calle siguen usando incansables los términos gastados de “la derecha…”, “la izquierda…”.

 

Es en los años 60 cuando en los países occidentales, después de dos décadas de crecimiento material, el enfrentamiento entre clases parece haberse diluido y la izquierda toma otro rumbo. Aparece la “izquierda cultural”, que se centra sobre todo en una revolución antropológica que comienza con la llamada “liberación sexual” como primer paso para la destrucción de la familia y con ello el refuerzo del Estado, algo esencial para sus proyectos. Los orígenes podemos rastrearlos en la llamada Escuela de Frankfurt -formada por un grupo de profesores judíos huidos de la Alemania nazi-, y su “Teoría crítica”, que dicha escuela desarrollará en los campus de USA -esto ya lo puso de manifiesto muy acertadamente A. Errigel en su libro Pensar lo que más les duele.  Esta escuela es crítica no solo con el capitalismo sino con el comunismo marxista-leninista. Las ideas promovidas por dicha escuela han permeado totalmente la sociedad actual y se han adoptado tanto por el neoliberalismo como por la izquierda. Ambos practicantes de la “religión progresista”, esa que busca el paraíso en la tierra donde todos seremos buenos y felices. Una mayoría de gente, por su parte, está entretenida con viajes, -aunque sea a plazos-, bares, restaurantes y sexo. Acuden a votar creídos de que los programas se cumplirán, mientras que lo que hacen es otorgar un cheque en blanco a los que gobernarán, que, por otra parte, no son muy diferentes entre sí. Los cambios de opinión -en otros tiempos engaños- son aceptados por el electorado porque van acompañados de la sacrosanta palabra “democracia”, sin que nadie se pregunte para qué utilizan su voto o acepte cualquier cosa que hagan con él porque eso es “democracia”.

 

¿Qué diferencia hay entre gobierno y oposición, entonces? ¿No defienden ambos los mismos valores? Ideología de genero, aborto, ecologismo, puertas abiertas a la inmigración, etc.; “respeto” a todo lo que ellos acuerden que tiene que ser respetado, no hay lugar para la discusión, y si no incurrirás en “delito de odio”.

 

Dejemos ya los términos de “izquierda” y “derecha”. No sigamos haciéndoles el juego. Más acertada ahora sería la división entre mundialistas y soberanistas. ¿No votan lo mismo en la Unión Europea los que se dicen de izquierdas y los que se dicen de derechas? Es decir, no apoyan e imponen ambos una revolución antropológica que de seguir así llevará a Europa al suicidio. Y al que se sale del guion enseguida se le amenaza con retirada de fondos. Es por eso que todos tenemos que ser “progres”.

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