Guggenheim Bilbao: al César lo que es del César
Se debate cada cierto tiempo la posibilidad de ubicar en Gernika un segundo Museo Guggenheim. El tema parece hoy provisionalmente aparcado hasta que se celebren las elecciones al Parlamento Vasco de 2024 y el nuevo gobierno estudie las posibilidades y viabilidad real para tomar una decisión.
El origen de esta idea es puramente político: el 24 de Junio de 2008 el entonces Diputado General de Bizkaia anunció por sorpresa la construcción de un nuevo Museo Guggenheim en plena Reserva de la Biosfera de Urdaibai en los terrenos de las colonias de la BBK en Sukarrieta. Este asunto ha generado ríos de tinta, polémicas, informes y contra-informes, desencuentros (incluso entre gobiernos del mismo color político), filias, fobias y, sobre todo, confusión. Y el posible proyecto ha ido cambiando de emplazamiento y naturaleza con los años.
Si al final el proyecto se materializa en algo tangible y el nuevo museo tiene éxito, alguien que los vizcaínos conocemos muy bien (José Luis Bilbao) dejará claro que fue él quién apadrinó la idea del Guggenheim de Gernika.
Frente a este origen claro del proyecto de un segundo Guggenheim en Gernika, la historia de cómo nació la idea de ubicar en Bilbao el primer museo es muy poco conocida. De hecho, en ciertos ámbitos se difunde una versión institucionalizada para vestirla con ropajes políticos vascos, mientras se desdibuja el papel clave que tuvieron dos actores foráneos: Carmen Giménez y la Fundación Duques de Soria, entidad cultural relacionada con la Casa Real, siendo ellos quienes realmente abrieron el camino que condujo al exitoso museo bilbaíno.
Tan olvidados están ambos, que incluso la página web del Museo Guggenheim Bilbao ni los nombra al hablar de cómo se planteó traer a Bilbao este Museo, y nos cuenta una historia que no es real. Veamos qué se dice escuetamente en la web del Museo Guggenheim Bilbao:
“El Museo:
La creación del Museo Guggenheim Bilbao fue el resultado de una colaboración excepcional entre las Administraciones Vascas y la Solomon R. Guggenheim Foundation. En la actualidad, más de dos décadas después de su inauguración, en octubre de 1997, el Museo es una realidad que ha superado las expectativas más ambiciosas a nivel artístico y cultural, y ha contribuido, de forma extraordinaria, a la regeneración urbanística, económica y social de la ciudad de Bilbao y de su entorno inmediato.”
¿Fue esto así? No exactamente. Basta leer los artículos y libros publicados desde entonces por periodistas y escritores vascos que conocieron en aquellos días el tema como Alberto Tellitu, Iñaki Esteban, José Antonio González Carrera, Joseba Zulaika, José Ángel Romo y otros, para comprobar que el origen del Guggenheim bilbaíno no fue precisamente el contado en la web del propio museo.
La idea de traer a Bilbao este museo no surgió de avispados responsables de nuestras administraciones, que providentemente fueron a proponerla a la Solomon R. Guggenheim Foundation de Nueva York. Al contrario, fueron los americanos quienes peregrinaban en busca de posibles lugares para ubicar un museo de su organización, y fueron Carmen Giménez y la Fundación Duques de Soria, que lo sabían y colaboraban con el museo de Nueva York y su responsable Tomas Krens, los que nos trajeron de la mano a la Fundación americana.
El papel de Carmen Giménez y la Fundación al actuar de nexo entre el interés de expandirse de la SRGF y la posibilidad de explorar Bilbao como posible sede del nuevo Museo Guggenheim fue muy relevante. Sin ellos, puede que nunca se hubiera planteado Bilbao como alternativa. ¿Por qué olvidarlos? ¿Por qué ocultar que nuestro mérito y éxito desde la parte vizcaína y vasca, representada por sus administraciones fue saber apreciar entonces las posibilidades de una oportunidad que se nos brindó por terceros, pero que no fuimos nosotros mismos a buscarla fuera para atraerla como se pretende dar a entender en la web del museo?
Conviene retroceder unos años en el tiempo para entender cómo nos llegó en 1991 la idea del Museo.
Tras ser nombrado en 1988 como responsable de la Solomon R. Guggenheim Foundation de Nueva York, Tomas Krens se embarca en la renovación de la sede neoyorquina y en la apertura de un nuevo centro en el Soho.
Para cubrir los gastos, necesita imperiosamente nuevos ingresos, y planea crear donde sea factible, incluido en el extranjero, museos satélites del Guggenheim que serán subvencionados por la ciudad (o región, o país) de acogida y que serán dirigidos desde Nueva York.
Comienzan entonces una serie de contactos con diversas ciudades y regiones del mundo. También se explora España como posible país de acogida. Recordemos que son los años de preparación de los fastos de 1992 (Olimpiada de Barcelona, EXPO de Sevilla) y el país está de moda.
Las negociaciones para buscar un posible emplazamiento para un Museo Guggenheim en España comienzan de la mano de Carmen Giménez, conservadora del siglo XX de la Fundación Guggenheim. Carmen Giménez es además una de las mayores autoridades mundiales en la obra de Picasso, asesora durante siete años del Ministerio de Cultura del Gobierno socialista y autora del Plan Museológico del Museo Reina Sofía, por lo que dentro del mundo del arte y los museos es una personalidad reconocida y escuchada.
Iniciados los contactos, pronto queda descartada Madrid, ofreciéndose el proyecto a Sevilla. Después se rumorea sobre la posibilidad de ubicarlo en Salamanca, Valencia o Santander, pero en ninguno de estos posibles emplazamientos surge nada en claro.
Es solo entonces cuando aparece la idea de plantear la posibilidad en Bilbao, ante el probable interés de los políticos vascos por un museo de arte contemporáneo de relevancia internacional. Bilbao y Bizkaia en esos años están intentando renovarse y proyectando nuevas infraestructuras obra de reconocidos arquitectos internacionales (ampliación del aeropuerto de Santiago Calatrava, estación intermodal de James Stirling, Palacio Euskalduna de Federico Soriano, metro de Norman Foster,...). Se considera que un gran museo o infraestructura cultural sería algo coherente con los proyectos existentes, y los reforzaría, por ello plantear la ubicación de un Museo Guggenheim en Bilbao, aunque sorprendente en 1990, no era algo descabellado.
En noviembre de ese año, diversos responsables políticos vizcaínos y vascos, se reúnen con Alfonso de Otazu, secretario entonces de la Fundación Duques de Soria, conocedor de la realidad vasca y colaborador de Carmen Giménez, que los convoca para plantear la idea, en lo que son los primeros contactos.
Logrado el apoyo político para explorar el asunto, el siguiente paso es invitar a Krens a Bilbao para conocer los planteamientos de la Fundación de Nueva York.
El momento parece apropiado, ya que Krens ha visto como su proyecto para Salzburgo fracasa, y por ello la opción de Bilbao no queda descartada de salida aunque Bilbao no es ni Venecia, ni Salzburgo, Tokio o Madrid, ciudades en las que Thomas Krens hubiera deseado tener su museo transnacional. Pero dadas las necesidades de la Fundación norteamericana y el interés de la parte vasca en explorar la idea del museo en Bilbao, aunque este pareciera inicialmente algo improbable, está empezando a ser posible.
A Krens en su visita se le da "casi" el trato de jefe de Estado: es recibido por el lehendakari Ardanza en Ajuria Enea y los transportes se realizan por el aire. Cuando Krens aterriza en Sondika, para no entrar directamente y por tierra en Bilbao se le traslada en helicóptero hasta Vitoria para entrevistarse con el lehendakari y evitar así el impacto visual negativo de la visión del Bilbao de 1990 rodeado de ruinas industriales y solares.
Krens no muestra de entrada un especial interés por Bilbao, pero acude a esta primera reunión porque se ha enterado de que existe algo diferente en la idea de ubicar el Museo en Bilbao respecto a otros posibles emplazamientos europeos candidatos. Un asunto realmente interesante para Krens es el hecho, que le ha comunicado previamente el secretario de la Fundación Duques de Soria, de que las Diputaciones vascas tienen Hacienda propia, y de que el Gobierno Vasco goza de amplísima autonomía. Ello puede permitir resolver los problemas no solo económicos, sino también políticos que han hecho naufragar otras posibles opciones para ubicar un Museo Guggenheim.
Tras los fracasos sufridos en otros lugares, el interés de Krens y de Nueva York por encontrar una ubicación para un Museo Guggenheim en Europa que sirva para financiar los proyectos y necesidades de la Fundación norteamericana comienza a emparejarse con el interés de las autoridades vascas por incorporar un museo de renombre internacional al proyecto de regenerar Bilbao y Bizkaia, que salen del duro proceso de la reconversión industrial de los años 80 del siglo XX y quieren superar la crisis con un nuevo modelo de desarrollo, en el que las infraestructuras de renombre son elemento clave.
Este es el momento en el que el proyecto de un Museo Guggenheim en Bilbao, traído de la mano por Carmen Giménez y la Fundación Duques de Soria, comienza a ser posible: ambas partes, la Fundación de Nueva York y las administraciones vascas (Gobierno Vasco y Diputación Foral de Bizkaia), tienen interés en llegar a un acuerdo, pues ambas obtienen beneficios. Otro tema será la negociación del acuerdo, y cómo beneficia a cada parte.
Tal es el momento en el que nace el Museo actual. Pero el mismo se da porque ha habido personas e instituciones como Carmen Giménez y la Fundación Duques de Soria que han visto la posibilidad antes de que las partes fueran conscientes de ella y contactaran.
Por tanto, los vascos y nuestras instituciones no fuimos a Nueva York a buscar a la Solomon R. Guggenheim Foundation: nos la trajeron de la mano. Conviene ser justos y reconocer el mérito ajeno que hoy permanece casi olvidado.
Lo mismo puede decirse de reconocer el esfuerzo y acierto de otras personas que participaron en las negociaciones a partir de 1991, ya que sin su perseverancia es posible que el proyecto no hubiera llegado a ser la realidad actual. Así, Juan Luis Laskurain, Joseba Arregi, Juan Ignacio Vidarte, etc.
No dudo de la apuesta institucional durante aquellos años por el Museo, pero fueron la visión de una persona concreta y de una fundación relacionada con la Casa Real las que tuvieron el papel clave para traer el Museo Guggenheim a Bilbao. Y hoy el mismo se oculta para atribuírselo a las instituciones, olvidando que la memoria histórica, de la que tanto gusta hablar a sus responsables políticos, exige “dar al César lo que es del César”.
Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 – 2019
Se debate cada cierto tiempo la posibilidad de ubicar en Gernika un segundo Museo Guggenheim. El tema parece hoy provisionalmente aparcado hasta que se celebren las elecciones al Parlamento Vasco de 2024 y el nuevo gobierno estudie las posibilidades y viabilidad real para tomar una decisión.
El origen de esta idea es puramente político: el 24 de Junio de 2008 el entonces Diputado General de Bizkaia anunció por sorpresa la construcción de un nuevo Museo Guggenheim en plena Reserva de la Biosfera de Urdaibai en los terrenos de las colonias de la BBK en Sukarrieta. Este asunto ha generado ríos de tinta, polémicas, informes y contra-informes, desencuentros (incluso entre gobiernos del mismo color político), filias, fobias y, sobre todo, confusión. Y el posible proyecto ha ido cambiando de emplazamiento y naturaleza con los años.
Si al final el proyecto se materializa en algo tangible y el nuevo museo tiene éxito, alguien que los vizcaínos conocemos muy bien (José Luis Bilbao) dejará claro que fue él quién apadrinó la idea del Guggenheim de Gernika.
Frente a este origen claro del proyecto de un segundo Guggenheim en Gernika, la historia de cómo nació la idea de ubicar en Bilbao el primer museo es muy poco conocida. De hecho, en ciertos ámbitos se difunde una versión institucionalizada para vestirla con ropajes políticos vascos, mientras se desdibuja el papel clave que tuvieron dos actores foráneos: Carmen Giménez y la Fundación Duques de Soria, entidad cultural relacionada con la Casa Real, siendo ellos quienes realmente abrieron el camino que condujo al exitoso museo bilbaíno.
Tan olvidados están ambos, que incluso la página web del Museo Guggenheim Bilbao ni los nombra al hablar de cómo se planteó traer a Bilbao este Museo, y nos cuenta una historia que no es real. Veamos qué se dice escuetamente en la web del Museo Guggenheim Bilbao:
“El Museo:
La creación del Museo Guggenheim Bilbao fue el resultado de una colaboración excepcional entre las Administraciones Vascas y la Solomon R. Guggenheim Foundation. En la actualidad, más de dos décadas después de su inauguración, en octubre de 1997, el Museo es una realidad que ha superado las expectativas más ambiciosas a nivel artístico y cultural, y ha contribuido, de forma extraordinaria, a la regeneración urbanística, económica y social de la ciudad de Bilbao y de su entorno inmediato.”
¿Fue esto así? No exactamente. Basta leer los artículos y libros publicados desde entonces por periodistas y escritores vascos que conocieron en aquellos días el tema como Alberto Tellitu, Iñaki Esteban, José Antonio González Carrera, Joseba Zulaika, José Ángel Romo y otros, para comprobar que el origen del Guggenheim bilbaíno no fue precisamente el contado en la web del propio museo.
La idea de traer a Bilbao este museo no surgió de avispados responsables de nuestras administraciones, que providentemente fueron a proponerla a la Solomon R. Guggenheim Foundation de Nueva York. Al contrario, fueron los americanos quienes peregrinaban en busca de posibles lugares para ubicar un museo de su organización, y fueron Carmen Giménez y la Fundación Duques de Soria, que lo sabían y colaboraban con el museo de Nueva York y su responsable Tomas Krens, los que nos trajeron de la mano a la Fundación americana.
El papel de Carmen Giménez y la Fundación al actuar de nexo entre el interés de expandirse de la SRGF y la posibilidad de explorar Bilbao como posible sede del nuevo Museo Guggenheim fue muy relevante. Sin ellos, puede que nunca se hubiera planteado Bilbao como alternativa. ¿Por qué olvidarlos? ¿Por qué ocultar que nuestro mérito y éxito desde la parte vizcaína y vasca, representada por sus administraciones fue saber apreciar entonces las posibilidades de una oportunidad que se nos brindó por terceros, pero que no fuimos nosotros mismos a buscarla fuera para atraerla como se pretende dar a entender en la web del museo?
Conviene retroceder unos años en el tiempo para entender cómo nos llegó en 1991 la idea del Museo.
Tras ser nombrado en 1988 como responsable de la Solomon R. Guggenheim Foundation de Nueva York, Tomas Krens se embarca en la renovación de la sede neoyorquina y en la apertura de un nuevo centro en el Soho.
Para cubrir los gastos, necesita imperiosamente nuevos ingresos, y planea crear donde sea factible, incluido en el extranjero, museos satélites del Guggenheim que serán subvencionados por la ciudad (o región, o país) de acogida y que serán dirigidos desde Nueva York.
Comienzan entonces una serie de contactos con diversas ciudades y regiones del mundo. También se explora España como posible país de acogida. Recordemos que son los años de preparación de los fastos de 1992 (Olimpiada de Barcelona, EXPO de Sevilla) y el país está de moda.
Las negociaciones para buscar un posible emplazamiento para un Museo Guggenheim en España comienzan de la mano de Carmen Giménez, conservadora del siglo XX de la Fundación Guggenheim. Carmen Giménez es además una de las mayores autoridades mundiales en la obra de Picasso, asesora durante siete años del Ministerio de Cultura del Gobierno socialista y autora del Plan Museológico del Museo Reina Sofía, por lo que dentro del mundo del arte y los museos es una personalidad reconocida y escuchada.
Iniciados los contactos, pronto queda descartada Madrid, ofreciéndose el proyecto a Sevilla. Después se rumorea sobre la posibilidad de ubicarlo en Salamanca, Valencia o Santander, pero en ninguno de estos posibles emplazamientos surge nada en claro.
Es solo entonces cuando aparece la idea de plantear la posibilidad en Bilbao, ante el probable interés de los políticos vascos por un museo de arte contemporáneo de relevancia internacional. Bilbao y Bizkaia en esos años están intentando renovarse y proyectando nuevas infraestructuras obra de reconocidos arquitectos internacionales (ampliación del aeropuerto de Santiago Calatrava, estación intermodal de James Stirling, Palacio Euskalduna de Federico Soriano, metro de Norman Foster,...). Se considera que un gran museo o infraestructura cultural sería algo coherente con los proyectos existentes, y los reforzaría, por ello plantear la ubicación de un Museo Guggenheim en Bilbao, aunque sorprendente en 1990, no era algo descabellado.
En noviembre de ese año, diversos responsables políticos vizcaínos y vascos, se reúnen con Alfonso de Otazu, secretario entonces de la Fundación Duques de Soria, conocedor de la realidad vasca y colaborador de Carmen Giménez, que los convoca para plantear la idea, en lo que son los primeros contactos.
Logrado el apoyo político para explorar el asunto, el siguiente paso es invitar a Krens a Bilbao para conocer los planteamientos de la Fundación de Nueva York.
El momento parece apropiado, ya que Krens ha visto como su proyecto para Salzburgo fracasa, y por ello la opción de Bilbao no queda descartada de salida aunque Bilbao no es ni Venecia, ni Salzburgo, Tokio o Madrid, ciudades en las que Thomas Krens hubiera deseado tener su museo transnacional. Pero dadas las necesidades de la Fundación norteamericana y el interés de la parte vasca en explorar la idea del museo en Bilbao, aunque este pareciera inicialmente algo improbable, está empezando a ser posible.
A Krens en su visita se le da "casi" el trato de jefe de Estado: es recibido por el lehendakari Ardanza en Ajuria Enea y los transportes se realizan por el aire. Cuando Krens aterriza en Sondika, para no entrar directamente y por tierra en Bilbao se le traslada en helicóptero hasta Vitoria para entrevistarse con el lehendakari y evitar así el impacto visual negativo de la visión del Bilbao de 1990 rodeado de ruinas industriales y solares.
Krens no muestra de entrada un especial interés por Bilbao, pero acude a esta primera reunión porque se ha enterado de que existe algo diferente en la idea de ubicar el Museo en Bilbao respecto a otros posibles emplazamientos europeos candidatos. Un asunto realmente interesante para Krens es el hecho, que le ha comunicado previamente el secretario de la Fundación Duques de Soria, de que las Diputaciones vascas tienen Hacienda propia, y de que el Gobierno Vasco goza de amplísima autonomía. Ello puede permitir resolver los problemas no solo económicos, sino también políticos que han hecho naufragar otras posibles opciones para ubicar un Museo Guggenheim.
Tras los fracasos sufridos en otros lugares, el interés de Krens y de Nueva York por encontrar una ubicación para un Museo Guggenheim en Europa que sirva para financiar los proyectos y necesidades de la Fundación norteamericana comienza a emparejarse con el interés de las autoridades vascas por incorporar un museo de renombre internacional al proyecto de regenerar Bilbao y Bizkaia, que salen del duro proceso de la reconversión industrial de los años 80 del siglo XX y quieren superar la crisis con un nuevo modelo de desarrollo, en el que las infraestructuras de renombre son elemento clave.
Este es el momento en el que el proyecto de un Museo Guggenheim en Bilbao, traído de la mano por Carmen Giménez y la Fundación Duques de Soria, comienza a ser posible: ambas partes, la Fundación de Nueva York y las administraciones vascas (Gobierno Vasco y Diputación Foral de Bizkaia), tienen interés en llegar a un acuerdo, pues ambas obtienen beneficios. Otro tema será la negociación del acuerdo, y cómo beneficia a cada parte.
Tal es el momento en el que nace el Museo actual. Pero el mismo se da porque ha habido personas e instituciones como Carmen Giménez y la Fundación Duques de Soria que han visto la posibilidad antes de que las partes fueran conscientes de ella y contactaran.
Por tanto, los vascos y nuestras instituciones no fuimos a Nueva York a buscar a la Solomon R. Guggenheim Foundation: nos la trajeron de la mano. Conviene ser justos y reconocer el mérito ajeno que hoy permanece casi olvidado.
Lo mismo puede decirse de reconocer el esfuerzo y acierto de otras personas que participaron en las negociaciones a partir de 1991, ya que sin su perseverancia es posible que el proyecto no hubiera llegado a ser la realidad actual. Así, Juan Luis Laskurain, Joseba Arregi, Juan Ignacio Vidarte, etc.
No dudo de la apuesta institucional durante aquellos años por el Museo, pero fueron la visión de una persona concreta y de una fundación relacionada con la Casa Real las que tuvieron el papel clave para traer el Museo Guggenheim a Bilbao. Y hoy el mismo se oculta para atribuírselo a las instituciones, olvidando que la memoria histórica, de la que tanto gusta hablar a sus responsables políticos, exige “dar al César lo que es del César”.
Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 – 2019