Las derechas vascas, por la unidad de España
La Plataforma Constitucional Vasca “Foruak Orain” celebró recientemente en Bilbao una de las periódicas reuniones que solemos hacer en cada una de las tres capitales vascas desde que surgimos con la idea de aglutinar, al menos en el orden moral y del pensamiento, la idea de la derecha españolista en el País Vasco, dada la situación agónica en la que se encuentra la que fue principal fuerza política vasca durante toda su historia y una de las tres principales hasta la crisis de la Segunda República, la Guerra Civil y la Dictadura franquista en el primer tercio del pasado siglo XX.
La derecha vasca ha sufrido, más que ningún otro sector ideológico en su propio territorio de influencia, una experiencia de eliminación física de sus principales dirigentes y referentes intelectuales, tanto en los años treinta como en los años setenta a noventa del siglo XX, lo que ha mermado considerablemente sus posibilidades de actuación actuales.
En nuestra última reunión, y en presencia de Víctor Legorburu Zuazua, hijo del alcalde de Galdácano asesinado en 1976 por la banda terrorista ETA, Víctor Legorburu Ibarreche, recordamos a las personalidades de la derecha vasca asesinadas durante toda la historia contemporánea vasca y que ha convertido a este sector ideológico en una sombra errante de lo que fue en su día. Ningún otro sector ideológico vasco ha padecido semejante proceso de eliminación sistemática de sus mejores cabezas. Recordemos en la Guerra Civil que fueron asesinados José María Urquijo Ibarra, Fernando Ibarra, Pedro Eguillor, Víctor Pradera, Ramiro de Maeztu, Juan Olazábal, Gregorio Balparda, Fernando de la Quadra Salcedo y Adolfo González de Careaga, entre otros. Y luego, al final del franquismo y principio de la Transición lo fueron Javier Ibarra Bergé, Víctor Legorburu Ibarreche, alcalde de Galdácano, Juan Mari Araluce Villar, presidente de la Diputación de Guipúzcoa, Antonio Echevarria Albisu, alcalde de Oyarzun o Augusto Unceta Barrenechea, presidente de la Diputación de Vizcaya, entre otros. Sin contar con que luego fue asesinado el principal heredero de la autoridad moral de la derecha vasca, como fue Gregorio Ordóñez, o personas tan simbólicas, por las circunstancias de su asesinato y el clamor social que ello produjo, como fue Miguel Ángel Blanco. Por no hablar de concejales euscaldunes como José Ignacio Iruretagoyena. Porque euscaldunes también lo fueron, y cuando menos defensores del eusquera, muchos de los dirigentes vascos de derechas asesinados por ETA al principio de la Transición y mencionados antes.
En definitiva, que puede calificarse de verdadero milagro el que todavía subsista un sector ideológico denominado de derechas en el País Vasco, después del proceso de laminación física e ideológica sufrida durante todo el siglo XX.
Sin olvidar esta realidad no se puede entender la situación agónica en la que hoy se encuentra la derecha vasca.
A partir de ahí, lo que hemos intentado en nuestra última reunión es aglutinar a todos los sectores actuales de la derecha vasca y aledaños. La presencia entre nosotros de Amaya Martínez, única parlamentaria vasca que por primera vez ha estado presente en nuestras reuniones, da la medida de la importancia de su presencia ayer entre nosotros. Y además tratándose de una representante del partido Vox, que ha sufrido en el Parlamento vasco la marginación y estigmatización por parte del resto de partidos mayoritarios, los mismos a los que no les importa compartir escaño, sin denunciarlo en absoluto, con los partidarios del terrorismo de ETA. Junto a ella estaba presente Carlos García, concejal del PP y personalidad rocosa de la derecha vasca desde hace muchos años, que tiene la admiración y el apoyo de todos nosotros, como se lo pusimos de manifiesto en la reunión. Y de Madrid tuvo la amabilidad de acercarse Edmundo Bal para presentarnos su próximo proyecto a nivel nacional y para el que la realidad de los fueros y del concierto económico vasco (señas de identidad ideológicas de Foruak Orain) no supone ninguna dificultad de comprensión, a diferencia del partido del que procede, Ciudadanos, que se distinguió por sus ataques desaforados al elemento histórico que singulariza la política vasca desde el siglo XIX y al que sus principales cabezas, esas que fueron sistemáticamente asesinadas durante el siglo XX y que hemos citado antes, rendían tributo de historicidad y de legitimidad. El tema del concierto económico (y la foralidad de la que procede) hay que desvincularlo de la manipulación y tergiversación a la que lo ha sometido el nacionalismo, la misma manipulación y tergiversación que viene practicando esta ideología, desde el mismo momento de su aparición, con todos los elementos de la historia y la política vasca.
El nacionalismo vasco se ha erigido en el verdadero cáncer que está destruyendo por dentro la sociedad vasca, como lo prueba el declive económico, demográfico y cultural que hoy padecemos. Ignorar la presencia de lo español en el País Vasco, como está haciendo expresamente el nacionalismo en todas sus formas, está llevando a esta región española a sus niveles más bajos de esperanza vital, como lo confirma la huida cada vez mayor que padecemos del talento joven vasco. La elección como candidato del PNV para lendacari de alguien como Imanol Pradales Gil, una persona de origen indudablemente castellano que afirma sentirse solo vasca, demuestra el proceso de aculturación, adocenamiento y manipulación que está experimentando la mayoría de la población vasca, de orígenes españoles, por ese nacionalismo dominante hoy entre nosotros.
Para todos los reunidos en Bilbao, la idea de España como patria irrenunciable y con la presencia de lo vasco incluida desde su misma fundación y en un puesto muy principal (a pesar de las pequeñas dimensiones de esta región nuestra en relación con el resto de la nación española, a la que pertenece desde siempre), fue lo más resaltado entre nosotros en el orden político, cultural y humano. Víctor Legorburu Zuazua nos recordó cómo su padre no sabía castellano hasta los seis años, procedente de una familia que tiene todos sus apellidos vascos desde que hay constancia de estos en los registros parroquiales, pero que para él la realidad de España está por encima de cualquier otra consideración, tan solo por debajo de la presencia de Dios, algo que nos emocionó profundamente a todos.
La Plataforma Constitucional Vasca “Foruak Orain” celebró recientemente en Bilbao una de las periódicas reuniones que solemos hacer en cada una de las tres capitales vascas desde que surgimos con la idea de aglutinar, al menos en el orden moral y del pensamiento, la idea de la derecha españolista en el País Vasco, dada la situación agónica en la que se encuentra la que fue principal fuerza política vasca durante toda su historia y una de las tres principales hasta la crisis de la Segunda República, la Guerra Civil y la Dictadura franquista en el primer tercio del pasado siglo XX.
La derecha vasca ha sufrido, más que ningún otro sector ideológico en su propio territorio de influencia, una experiencia de eliminación física de sus principales dirigentes y referentes intelectuales, tanto en los años treinta como en los años setenta a noventa del siglo XX, lo que ha mermado considerablemente sus posibilidades de actuación actuales.
En nuestra última reunión, y en presencia de Víctor Legorburu Zuazua, hijo del alcalde de Galdácano asesinado en 1976 por la banda terrorista ETA, Víctor Legorburu Ibarreche, recordamos a las personalidades de la derecha vasca asesinadas durante toda la historia contemporánea vasca y que ha convertido a este sector ideológico en una sombra errante de lo que fue en su día. Ningún otro sector ideológico vasco ha padecido semejante proceso de eliminación sistemática de sus mejores cabezas. Recordemos en la Guerra Civil que fueron asesinados José María Urquijo Ibarra, Fernando Ibarra, Pedro Eguillor, Víctor Pradera, Ramiro de Maeztu, Juan Olazábal, Gregorio Balparda, Fernando de la Quadra Salcedo y Adolfo González de Careaga, entre otros. Y luego, al final del franquismo y principio de la Transición lo fueron Javier Ibarra Bergé, Víctor Legorburu Ibarreche, alcalde de Galdácano, Juan Mari Araluce Villar, presidente de la Diputación de Guipúzcoa, Antonio Echevarria Albisu, alcalde de Oyarzun o Augusto Unceta Barrenechea, presidente de la Diputación de Vizcaya, entre otros. Sin contar con que luego fue asesinado el principal heredero de la autoridad moral de la derecha vasca, como fue Gregorio Ordóñez, o personas tan simbólicas, por las circunstancias de su asesinato y el clamor social que ello produjo, como fue Miguel Ángel Blanco. Por no hablar de concejales euscaldunes como José Ignacio Iruretagoyena. Porque euscaldunes también lo fueron, y cuando menos defensores del eusquera, muchos de los dirigentes vascos de derechas asesinados por ETA al principio de la Transición y mencionados antes.
En definitiva, que puede calificarse de verdadero milagro el que todavía subsista un sector ideológico denominado de derechas en el País Vasco, después del proceso de laminación física e ideológica sufrida durante todo el siglo XX.
Sin olvidar esta realidad no se puede entender la situación agónica en la que hoy se encuentra la derecha vasca.
A partir de ahí, lo que hemos intentado en nuestra última reunión es aglutinar a todos los sectores actuales de la derecha vasca y aledaños. La presencia entre nosotros de Amaya Martínez, única parlamentaria vasca que por primera vez ha estado presente en nuestras reuniones, da la medida de la importancia de su presencia ayer entre nosotros. Y además tratándose de una representante del partido Vox, que ha sufrido en el Parlamento vasco la marginación y estigmatización por parte del resto de partidos mayoritarios, los mismos a los que no les importa compartir escaño, sin denunciarlo en absoluto, con los partidarios del terrorismo de ETA. Junto a ella estaba presente Carlos García, concejal del PP y personalidad rocosa de la derecha vasca desde hace muchos años, que tiene la admiración y el apoyo de todos nosotros, como se lo pusimos de manifiesto en la reunión. Y de Madrid tuvo la amabilidad de acercarse Edmundo Bal para presentarnos su próximo proyecto a nivel nacional y para el que la realidad de los fueros y del concierto económico vasco (señas de identidad ideológicas de Foruak Orain) no supone ninguna dificultad de comprensión, a diferencia del partido del que procede, Ciudadanos, que se distinguió por sus ataques desaforados al elemento histórico que singulariza la política vasca desde el siglo XIX y al que sus principales cabezas, esas que fueron sistemáticamente asesinadas durante el siglo XX y que hemos citado antes, rendían tributo de historicidad y de legitimidad. El tema del concierto económico (y la foralidad de la que procede) hay que desvincularlo de la manipulación y tergiversación a la que lo ha sometido el nacionalismo, la misma manipulación y tergiversación que viene practicando esta ideología, desde el mismo momento de su aparición, con todos los elementos de la historia y la política vasca.
El nacionalismo vasco se ha erigido en el verdadero cáncer que está destruyendo por dentro la sociedad vasca, como lo prueba el declive económico, demográfico y cultural que hoy padecemos. Ignorar la presencia de lo español en el País Vasco, como está haciendo expresamente el nacionalismo en todas sus formas, está llevando a esta región española a sus niveles más bajos de esperanza vital, como lo confirma la huida cada vez mayor que padecemos del talento joven vasco. La elección como candidato del PNV para lendacari de alguien como Imanol Pradales Gil, una persona de origen indudablemente castellano que afirma sentirse solo vasca, demuestra el proceso de aculturación, adocenamiento y manipulación que está experimentando la mayoría de la población vasca, de orígenes españoles, por ese nacionalismo dominante hoy entre nosotros.
Para todos los reunidos en Bilbao, la idea de España como patria irrenunciable y con la presencia de lo vasco incluida desde su misma fundación y en un puesto muy principal (a pesar de las pequeñas dimensiones de esta región nuestra en relación con el resto de la nación española, a la que pertenece desde siempre), fue lo más resaltado entre nosotros en el orden político, cultural y humano. Víctor Legorburu Zuazua nos recordó cómo su padre no sabía castellano hasta los seis años, procedente de una familia que tiene todos sus apellidos vascos desde que hay constancia de estos en los registros parroquiales, pero que para él la realidad de España está por encima de cualquier otra consideración, tan solo por debajo de la presencia de Dios, algo que nos emocionó profundamente a todos.









