El aroma del Convenio de 1991 del Guggenheim Bilbao
![[Img #25723]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/03_2024/1482_museum-2338253_1280.jpg)
La memoria histórica real es aquella que atiende a los pequeños detalles, esos que a veces no nos gusta recordar, pues esconden la verdad de las cosas.
Es en esos detalles, y no en las frases ampulosas, como decía Sánchez Mazas, “donde están los por qués más precisos”, “en el aroma de las cosas están los no sé qués donde reside su más íntimo secreto”.
Pocos proyectos desarrollados en el País Vasco han tenido más éxito que el del Museo Guggenheim Bilbao. Alabado por propios y extraños, éxito continuado de crítica y público. Para ponerlo en marcha hemos realizado, y seguimos realizando, una gigantesca inversión económica, que hemos recuperado con creces.
¿Hay algún pero en su trayectoria desde 1991? Como en toda obra humana, se habrán cometido errores, nadie está libre de tenerlos, no me refiero a ellos.
En el caso del Museo Guggenheim Bilbao, si se atiende a los detalles, se nota un cierto efluvio poco grato, entre tanto incienso de alabanzas, que no proviene de un simple error humano, sino de un comportamiento deliberado de nuestros representantes, contrario a los intereses del museo. Intereses que son los nuestros, ya que somos los ciudadanos los que lo pagamos.
Y ello me preocupa mucho cuando en poco tiempo se va a estudiar por las administraciones vascas la posibilidad de ubicar en Gernika un segundo Museo Guggenheim, lo que implicaría no solo tener un proyecto, un plan de viabilidad y la financiación suficiente, sino firmar con la fundación norteamericana los convenios oportunos, y que estos, lógicamente, se cumplan.
Pues “pacta sunt servanda”. Los acuerdos deben cumplirse. Pero, ¿qué pasa con nuestros intereses si nuestros representantes no los defienden? Pues veamos un ejemplo.
La Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York se comprometió a adquirir una colección de arte español específica para el museo de Bilbao, en el acuerdo de colaboración rubricado con las instituciones vascas (Gobierno Vasco, Diputación Foral de Bizkaia) en diciembre de 1991 y posteriormente ratificado a bombo y platillo en Nueva York en febrero de 1992.
El texto no fijaba ni fechas ni el dinero a invertir, pero matizaba que estos fondos serían uno de los cuatro componentes básicos de la programación artística de la pinacoteca bilbaína.
Cronológicamente, la firma de los acuerdos fue de la siguiente manera: el 13 de diciembre de 1991, en el Palacio Foral de Bizkaia, representantes de las dos instituciones vascas y Gianni de Michelis, entonces ministro de Asuntos Exteriores de Italia y patrono de la Fundación Solomon R. Guggenheim, firmaron el acuerdo definitivo para constituir un museo de arte moderno y contemporáneo en Bilbao. Dos meses más tarde, el 27 de febrero de 1992, el Lehendakari José Antonio Ardanza ratificó el convenio en Nueva York, en las oficinas de la sociedad financiera Merrill Lynch, con el alcalde David Dinkins como testigo del acontecimiento.
El artículo quinto del acuerdo firmado explicaba los cuatro «componentes básicos» de la programación artística del Museo Guggenheim Bilbao. El texto precisaba a grandes rasgos las características de la colección esencial, integrada por las obras que la fundación neoyorquina rotaría por la capital vizcaína; hacía referencia a la colección complementaria que compraría (como ha sucedido en realidad) la Administración vasca, y en la que invertiría 6.000 millones de pesetas (valoradas frente al dólar a precios de 1992); describía la filosofía de las exposiciones temporales; y, además, matizaba que la Fundación Solomon R. Guggenheim debería adquirir con sus propios fondos una muestra de arte vasco y español.
El texto del acuerdo firmado (apartado c del punto quinto, titulado Estructura de Programación y Programa de Adquisiciones) anunciaba lo siguiente:
"Arte vasco y español.
Una colección de arte contemporáneo vasco y español seleccionada por la Fundación Solomon R. Guggenheim (SRGF), con arreglo a las normas aplicadas normalmente por la SRGF para sus adquisiciones, con destino específico para el museo, adquirida con fondos proporcionados por la SRGF y prestada por la SRGF al museo, tal y como se explica en la Declaración de Programación Artística"
El texto ni matizaba fechas ni cuantificaba la inversión que debía efectuar la fundación neoyorquina.
Los años comenzaron a pasar desde 1992 y el acuerdo seguía sin materializarse en compras reales de arte vasco y español. Tras diversas declaraciones de representantes de las administraciones implicadas en el Convenio firmado al no haberse producido todavía adquisiciones en 1997, el Director General del Museo Guggenheim Bilbao, restó ante los periodistas importancia al compromiso adquirido por Nueva York.
Según dijo el Director General del Museo Guggenheim Bilbao: "Esto (el texto del Convenio firmado en Nueva York) es una declaración de principios en un momento determinado, que realmente tampoco es que añada demasiado. Parece bastante lógico y confirma algo que ya existe: el Museo Guggenheim compra obra de artistas vascos y españoles, y sin duda alguna, por su relación con Bilbao, cada vez va a tender a comprar más, aunque sólo sea porque cada vez va a conocer mejor lo que se produce en este mundo artístico".
El Director afirmó incluso, que la Fundación Guggenheim no tenía previsto adquirir una colección de arte vasco y español como tal: «A ese compromiso van a responder, pero no de una manera sistemática; es decir, no están comprando obras de artistas vascos y españoles que van a ir específicamente al museo de Bilbao. No están haciéndolo así, sino como parte de su política de adquisiciones. Ni esto ni nada se está siguiendo con total literalidad>>.
Más aún, el Director General del Museo en Bilbao, entendía que en aquellos momentos carecía de relevancia la creación de una colección Guggenheim de arte vasco y español por la Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York: «Lo que se decía en el acuerdo ha perdido un poco el sentido. El museo sí va a tener obra de artistas vascos y españoles, tanto la que adquiera Nueva York como las instituciones vascas. Habrá obra de los superconsagrados y de artistas más jóvenes, de generaciones más cercanas. De todas formas, estas compras nunca van a ser el foco principal de la colección propia».
Han pasado más de veintiocho años desde estas benévolas y preocupantes declaraciones respecto a las obligaciones contractuales de la Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York (casi sagradas en una sociedad como la de Estados Unidos, tan puntillosa con la literalidad de los acuerdos que firma).
Casi parecen destinadas a defender el incumplimiento de su pacto por la parte norteamericana y no a los intereses del museo bilbaíno. Y en todo este tiempo nada sustancial ha cambiado respecto al compromiso de compra por la SRGF de ”arte vasco y español”.
Quizás para “vestir el santo” en 2008 la Diputada Foral de Cultura y el Director del Museo afirmaron que la SRGF había comprado desde 1991 hasta ese año veintitrés obras de artistas vascos y españoles de relevancia, pero la revisión del Catálogo de la SRGF, que se puede consultar en línea, no coincidía con estos datos.
Más aun ni entonces, en 2008 , ni hoy, en 2024 (pues lo hemos vuelto a comprobar en el catálogo en línea), parece claro que se haya adquirido por la SRGF un número sustancial de obras importantes de arte vasco y español con posterioridad a 1991, y las obras de este tipo que ya entonces obraban en poder de la Fundación americana por compra, cesión, donación, depósito, u otras figuras legales no pueden contarse como adquiridas por la SRGF para cumplir el convenio de 1991.
Así que la parte norteamericana sigue silbando para despistar mientras nuestros representantes en vez de reclamar que se cumpla lo firmado, guardan permanente silencio y, encima, en pocos meses puede que estudien un nuevo acuerdo para impulsar un Museo Guggenheim en Urdaibai. Pero, ¿qué tipo de convenio puede firmarse con la SRGF, si no está obligada a cumplir lo pactado?
Por eso las administraciones vascas, antes de estudiar la posibilidad de un segundo Museo Guggenheim deberían aclarar públicamente si tienen intención de solicitar a la Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York que cumpla con su obligación contractual de adquirir obras de arte vasco y español según el Programa de Adquisiciones del Convenio firmado en Nueva York en 1992, para que sepamos los ciudadanos a qué atenernos sobre la validez futura de lo que, en su caso, se firme sobre el Guggenheim de Urdaibai y cómo interpretan nuestras administraciones los compromisos.
Por si, como hasta ahora, consideran que incumplir manifiestamente lo firmado con el museo de la ribera del Nervión es un derecho que asiste a los señores del museo en la ribera del Hudson. Pero el incumplimiento de los compromisos en un convenio también tiene su aroma secreto, como decía Sánchez Mazas.
Arturo Ignacio Aldecoa Ruiz. Apoderado de las Juntas Generales de Bizkaia 1999 -2019
La memoria histórica real es aquella que atiende a los pequeños detalles, esos que a veces no nos gusta recordar, pues esconden la verdad de las cosas.
Es en esos detalles, y no en las frases ampulosas, como decía Sánchez Mazas, “donde están los por qués más precisos”, “en el aroma de las cosas están los no sé qués donde reside su más íntimo secreto”.
Pocos proyectos desarrollados en el País Vasco han tenido más éxito que el del Museo Guggenheim Bilbao. Alabado por propios y extraños, éxito continuado de crítica y público. Para ponerlo en marcha hemos realizado, y seguimos realizando, una gigantesca inversión económica, que hemos recuperado con creces.
¿Hay algún pero en su trayectoria desde 1991? Como en toda obra humana, se habrán cometido errores, nadie está libre de tenerlos, no me refiero a ellos.
En el caso del Museo Guggenheim Bilbao, si se atiende a los detalles, se nota un cierto efluvio poco grato, entre tanto incienso de alabanzas, que no proviene de un simple error humano, sino de un comportamiento deliberado de nuestros representantes, contrario a los intereses del museo. Intereses que son los nuestros, ya que somos los ciudadanos los que lo pagamos.
Y ello me preocupa mucho cuando en poco tiempo se va a estudiar por las administraciones vascas la posibilidad de ubicar en Gernika un segundo Museo Guggenheim, lo que implicaría no solo tener un proyecto, un plan de viabilidad y la financiación suficiente, sino firmar con la fundación norteamericana los convenios oportunos, y que estos, lógicamente, se cumplan.
Pues “pacta sunt servanda”. Los acuerdos deben cumplirse. Pero, ¿qué pasa con nuestros intereses si nuestros representantes no los defienden? Pues veamos un ejemplo.
La Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York se comprometió a adquirir una colección de arte español específica para el museo de Bilbao, en el acuerdo de colaboración rubricado con las instituciones vascas (Gobierno Vasco, Diputación Foral de Bizkaia) en diciembre de 1991 y posteriormente ratificado a bombo y platillo en Nueva York en febrero de 1992.
El texto no fijaba ni fechas ni el dinero a invertir, pero matizaba que estos fondos serían uno de los cuatro componentes básicos de la programación artística de la pinacoteca bilbaína.
Cronológicamente, la firma de los acuerdos fue de la siguiente manera: el 13 de diciembre de 1991, en el Palacio Foral de Bizkaia, representantes de las dos instituciones vascas y Gianni de Michelis, entonces ministro de Asuntos Exteriores de Italia y patrono de la Fundación Solomon R. Guggenheim, firmaron el acuerdo definitivo para constituir un museo de arte moderno y contemporáneo en Bilbao. Dos meses más tarde, el 27 de febrero de 1992, el Lehendakari José Antonio Ardanza ratificó el convenio en Nueva York, en las oficinas de la sociedad financiera Merrill Lynch, con el alcalde David Dinkins como testigo del acontecimiento.
El artículo quinto del acuerdo firmado explicaba los cuatro «componentes básicos» de la programación artística del Museo Guggenheim Bilbao. El texto precisaba a grandes rasgos las características de la colección esencial, integrada por las obras que la fundación neoyorquina rotaría por la capital vizcaína; hacía referencia a la colección complementaria que compraría (como ha sucedido en realidad) la Administración vasca, y en la que invertiría 6.000 millones de pesetas (valoradas frente al dólar a precios de 1992); describía la filosofía de las exposiciones temporales; y, además, matizaba que la Fundación Solomon R. Guggenheim debería adquirir con sus propios fondos una muestra de arte vasco y español.
El texto del acuerdo firmado (apartado c del punto quinto, titulado Estructura de Programación y Programa de Adquisiciones) anunciaba lo siguiente:
"Arte vasco y español.
Una colección de arte contemporáneo vasco y español seleccionada por la Fundación Solomon R. Guggenheim (SRGF), con arreglo a las normas aplicadas normalmente por la SRGF para sus adquisiciones, con destino específico para el museo, adquirida con fondos proporcionados por la SRGF y prestada por la SRGF al museo, tal y como se explica en la Declaración de Programación Artística"
El texto ni matizaba fechas ni cuantificaba la inversión que debía efectuar la fundación neoyorquina.
Los años comenzaron a pasar desde 1992 y el acuerdo seguía sin materializarse en compras reales de arte vasco y español. Tras diversas declaraciones de representantes de las administraciones implicadas en el Convenio firmado al no haberse producido todavía adquisiciones en 1997, el Director General del Museo Guggenheim Bilbao, restó ante los periodistas importancia al compromiso adquirido por Nueva York.
Según dijo el Director General del Museo Guggenheim Bilbao: "Esto (el texto del Convenio firmado en Nueva York) es una declaración de principios en un momento determinado, que realmente tampoco es que añada demasiado. Parece bastante lógico y confirma algo que ya existe: el Museo Guggenheim compra obra de artistas vascos y españoles, y sin duda alguna, por su relación con Bilbao, cada vez va a tender a comprar más, aunque sólo sea porque cada vez va a conocer mejor lo que se produce en este mundo artístico".
El Director afirmó incluso, que la Fundación Guggenheim no tenía previsto adquirir una colección de arte vasco y español como tal: «A ese compromiso van a responder, pero no de una manera sistemática; es decir, no están comprando obras de artistas vascos y españoles que van a ir específicamente al museo de Bilbao. No están haciéndolo así, sino como parte de su política de adquisiciones. Ni esto ni nada se está siguiendo con total literalidad>>.
Más aún, el Director General del Museo en Bilbao, entendía que en aquellos momentos carecía de relevancia la creación de una colección Guggenheim de arte vasco y español por la Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York: «Lo que se decía en el acuerdo ha perdido un poco el sentido. El museo sí va a tener obra de artistas vascos y españoles, tanto la que adquiera Nueva York como las instituciones vascas. Habrá obra de los superconsagrados y de artistas más jóvenes, de generaciones más cercanas. De todas formas, estas compras nunca van a ser el foco principal de la colección propia».
Han pasado más de veintiocho años desde estas benévolas y preocupantes declaraciones respecto a las obligaciones contractuales de la Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York (casi sagradas en una sociedad como la de Estados Unidos, tan puntillosa con la literalidad de los acuerdos que firma).
Casi parecen destinadas a defender el incumplimiento de su pacto por la parte norteamericana y no a los intereses del museo bilbaíno. Y en todo este tiempo nada sustancial ha cambiado respecto al compromiso de compra por la SRGF de ”arte vasco y español”.
Quizás para “vestir el santo” en 2008 la Diputada Foral de Cultura y el Director del Museo afirmaron que la SRGF había comprado desde 1991 hasta ese año veintitrés obras de artistas vascos y españoles de relevancia, pero la revisión del Catálogo de la SRGF, que se puede consultar en línea, no coincidía con estos datos.
Más aun ni entonces, en 2008 , ni hoy, en 2024 (pues lo hemos vuelto a comprobar en el catálogo en línea), parece claro que se haya adquirido por la SRGF un número sustancial de obras importantes de arte vasco y español con posterioridad a 1991, y las obras de este tipo que ya entonces obraban en poder de la Fundación americana por compra, cesión, donación, depósito, u otras figuras legales no pueden contarse como adquiridas por la SRGF para cumplir el convenio de 1991.
Así que la parte norteamericana sigue silbando para despistar mientras nuestros representantes en vez de reclamar que se cumpla lo firmado, guardan permanente silencio y, encima, en pocos meses puede que estudien un nuevo acuerdo para impulsar un Museo Guggenheim en Urdaibai. Pero, ¿qué tipo de convenio puede firmarse con la SRGF, si no está obligada a cumplir lo pactado?
Por eso las administraciones vascas, antes de estudiar la posibilidad de un segundo Museo Guggenheim deberían aclarar públicamente si tienen intención de solicitar a la Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York que cumpla con su obligación contractual de adquirir obras de arte vasco y español según el Programa de Adquisiciones del Convenio firmado en Nueva York en 1992, para que sepamos los ciudadanos a qué atenernos sobre la validez futura de lo que, en su caso, se firme sobre el Guggenheim de Urdaibai y cómo interpretan nuestras administraciones los compromisos.
Por si, como hasta ahora, consideran que incumplir manifiestamente lo firmado con el museo de la ribera del Nervión es un derecho que asiste a los señores del museo en la ribera del Hudson. Pero el incumplimiento de los compromisos en un convenio también tiene su aroma secreto, como decía Sánchez Mazas.
Arturo Ignacio Aldecoa Ruiz. Apoderado de las Juntas Generales de Bizkaia 1999 -2019