Elecciones vascas desde el pasado al presente
Constato que llevo casi 22 años en mi Galicia. Y aún así este fin de semana me pondré en la piel de quienes inician la campaña para los 75 escaños del Parlamento Vasco. Ese edificio que fue un Instituto de Enseñanza Media a pocos metros del domicilio en el que transcurrió un cuarto de siglo de mi vida. Vecino del palacete donde vivía Don Félix Fournier, el patricio que dirigía una histórica fábrica de naipes. Allí trabajó durante años quien con el tiempo sería Presidente del Senado de España, el socialista Javier Rojo.
He coincidido durante mi tiempo para la política vasca con tres lehendakaris: Garaicoechea, Ardanza e Ibarreche. Ajuria Enea, muy cerca de mi domicilio y vecino de los colegios de mis hijos: Corazonistas y Vera Cruz. El primero, un "florentino" con el que nunca tuve las más mínima coincidencia. El segundo, un caballero con el que compartí Mesa de Ajuria Enea durante diez años con la misión de pacificar y normalizar Euskadi. El tercero, amigo personal desde las Juntas Generales de Álava al que vi envolverse en una nube que le llevó hasta alucinar con un plan para una construcción nacional de un Estado vasco en medio de la violencia etarra sin darse cuenta que coincidía en los objetivos con la banda de pistoleros. Entre todos ellos, aquel inefable Xavier Arzalluz. Un jesuita que manejaba el mando del nacionalismo vasco en el que unos movían el árbol y otros recogían las nueces.
Ser español en aquella Euskadi era un delito. Así lo gritaban las huestes de Aitor. Gudaris y abertzales con capucha, dispuestos a matar a quienes señalaban como enemigos del supuesto pueblo vasco. Me gritaban tales negros deseos los ultras del glorioso Deportivo Alavés en Mendizorroza. Fueron muchos años de no saber si saldría el sol al día siguiente. Parecía que los defensores para la democracia constitucional teníamos todas las de perder... hasta la vida. Miraban con odio pidiendo que ETA nos ejecutara. No les bastaba con ser la comunidad del Estado con más privilegios por unos supuestos Derechos Históricos de origen foral que se repartían entre el Estatuto de autonomía y la Ley de Territorios Históricos que establecía un régimen de autogobierno con cuatro parlamentos y otros tantos gobiernos.
Y la política... no iba de la derecha a la izquierda. Iba de ser constitucionalistas o ser independentistas. Contencioso con España a golpe de atentados que sembraban el terror en una guerra sucia en la que hubo demasiadas víctimas. Por eso y a pesar del tiempo transcurrido y habiendo conquistado la paz por la desaparición de ETA, no me olvido y no consiento que me cuenten historias de buenos y malos para blanquear-justificar lo que pasó y de lo que fui testigo muy presente.
Por eso, ahora que vuelven las elecciones vascas, a los que vivimos lejos de ese país con excelentes medios de toda índole, las gentes que comparten mi entorno siempre me preguntan. ¿Cómo es que un gallego y con una carrera sanitaria de élite, te comportaste como rebelde formando parte de uno de los bandos enfrentados?, ¿ Que más te daba si no era tu tierra ?. Mi respuesta siempre es la misma. Los Mosquera somos descendientes de judíos y por tanto gentes comprometidas, incapaces de ocultar nuestra postura ante la injusticia. Supongo que de casta le viene al galgo. Mis antecedentes están en esa dirección, en España y en La República Argentina. Además sin propósito de enmienda. Tanto mirando al pasado como si se planteara en el futuro. Es una forma humana de estar en el mundo.
No puedo aceptar que en esa Álava castellana y poblada por tantos trabajadores más o menos cualificados llegados de otros puntos históricos de la nación puedan ganar las elecciones vascas los herederos de los asesinos, los seguidores de una paranoica ideología que justificó durante demasiados años eliminar al disidente. ¿Qué se ha hecho mal en un territorio que en 1332 en las Campas de Arriaga conseguía que el rey de Castilla jurara los fueros para ser señor de Álava?. Un fuero por el que todos los nacidos en el solar alavés eran nobles por ser la nobleza originaria del lugar. Una auténtica lección de progresismo en plena Edad Media.
Estas elecciones no van de votar a quienes son hijos de la violencia o a quienes son hijos de la ciudadanía española que ampara la Constitución de 1978. Va de modelos sociales clásicos. Derechas o izquierdas. Esta última abanderada por un partido que con todas las de la ley se presenta para ganar ,pero que quien deposite su papeleta en la urna debe pensar que su modelo era estalinista o albanés. Mientras su máximo contrincante fue fundador de la Internacional Demócrata Cristiana, por tanto una derecha burguesa que siempre mantuvo esos privilegios que se notan en la calidad de vida que disfrutan los vascos.
¿Qué papel juegan los partidos nacionales?. Mientras han sido capaces de eliminar aquellos otros que amenazaron el bipartidismo por el Estado de las Autonomías, en Euskadi son meros comparsas. Alguno como el PP no tiene oferta propia para Euskadi una vez que se terminó la violencia de ETA. Es de suponer que habrá modelos de sanidad, educación, servicios públicos, industria y economía que sean susceptibles de otros modelos más allá del que propugna ese PNV infiltrado en la sangre de los vascos y perfectamente organizado pueblo a pueblo. Curiosamente, de la misma manera que en mi Galicia está implantado el PP.
La novedad reside en esa nueva generación de políticos que aspiran al acta de Diputados-Parlamentarios. O al papel que puede jugar el socialismo siempre presente en la margen izquierda del gran Bilbao. Ellos inclinarán la balanza de la mayoría para designar al nuevo Lendakari. Y serán los 25 escaños alaveses quienes inclinen tal balance, pues en Vizcaya ganará el PNV que fundó Sabino Arana y en Guipúzcoa será Bildu quien gane las elecciones. ¡Que les vaya bien! Bastante tenemos ya con ese proceso de Cataluña...
Constato que llevo casi 22 años en mi Galicia. Y aún así este fin de semana me pondré en la piel de quienes inician la campaña para los 75 escaños del Parlamento Vasco. Ese edificio que fue un Instituto de Enseñanza Media a pocos metros del domicilio en el que transcurrió un cuarto de siglo de mi vida. Vecino del palacete donde vivía Don Félix Fournier, el patricio que dirigía una histórica fábrica de naipes. Allí trabajó durante años quien con el tiempo sería Presidente del Senado de España, el socialista Javier Rojo.
He coincidido durante mi tiempo para la política vasca con tres lehendakaris: Garaicoechea, Ardanza e Ibarreche. Ajuria Enea, muy cerca de mi domicilio y vecino de los colegios de mis hijos: Corazonistas y Vera Cruz. El primero, un "florentino" con el que nunca tuve las más mínima coincidencia. El segundo, un caballero con el que compartí Mesa de Ajuria Enea durante diez años con la misión de pacificar y normalizar Euskadi. El tercero, amigo personal desde las Juntas Generales de Álava al que vi envolverse en una nube que le llevó hasta alucinar con un plan para una construcción nacional de un Estado vasco en medio de la violencia etarra sin darse cuenta que coincidía en los objetivos con la banda de pistoleros. Entre todos ellos, aquel inefable Xavier Arzalluz. Un jesuita que manejaba el mando del nacionalismo vasco en el que unos movían el árbol y otros recogían las nueces.
Ser español en aquella Euskadi era un delito. Así lo gritaban las huestes de Aitor. Gudaris y abertzales con capucha, dispuestos a matar a quienes señalaban como enemigos del supuesto pueblo vasco. Me gritaban tales negros deseos los ultras del glorioso Deportivo Alavés en Mendizorroza. Fueron muchos años de no saber si saldría el sol al día siguiente. Parecía que los defensores para la democracia constitucional teníamos todas las de perder... hasta la vida. Miraban con odio pidiendo que ETA nos ejecutara. No les bastaba con ser la comunidad del Estado con más privilegios por unos supuestos Derechos Históricos de origen foral que se repartían entre el Estatuto de autonomía y la Ley de Territorios Históricos que establecía un régimen de autogobierno con cuatro parlamentos y otros tantos gobiernos.
Y la política... no iba de la derecha a la izquierda. Iba de ser constitucionalistas o ser independentistas. Contencioso con España a golpe de atentados que sembraban el terror en una guerra sucia en la que hubo demasiadas víctimas. Por eso y a pesar del tiempo transcurrido y habiendo conquistado la paz por la desaparición de ETA, no me olvido y no consiento que me cuenten historias de buenos y malos para blanquear-justificar lo que pasó y de lo que fui testigo muy presente.
Por eso, ahora que vuelven las elecciones vascas, a los que vivimos lejos de ese país con excelentes medios de toda índole, las gentes que comparten mi entorno siempre me preguntan. ¿Cómo es que un gallego y con una carrera sanitaria de élite, te comportaste como rebelde formando parte de uno de los bandos enfrentados?, ¿ Que más te daba si no era tu tierra ?. Mi respuesta siempre es la misma. Los Mosquera somos descendientes de judíos y por tanto gentes comprometidas, incapaces de ocultar nuestra postura ante la injusticia. Supongo que de casta le viene al galgo. Mis antecedentes están en esa dirección, en España y en La República Argentina. Además sin propósito de enmienda. Tanto mirando al pasado como si se planteara en el futuro. Es una forma humana de estar en el mundo.
No puedo aceptar que en esa Álava castellana y poblada por tantos trabajadores más o menos cualificados llegados de otros puntos históricos de la nación puedan ganar las elecciones vascas los herederos de los asesinos, los seguidores de una paranoica ideología que justificó durante demasiados años eliminar al disidente. ¿Qué se ha hecho mal en un territorio que en 1332 en las Campas de Arriaga conseguía que el rey de Castilla jurara los fueros para ser señor de Álava?. Un fuero por el que todos los nacidos en el solar alavés eran nobles por ser la nobleza originaria del lugar. Una auténtica lección de progresismo en plena Edad Media.
Estas elecciones no van de votar a quienes son hijos de la violencia o a quienes son hijos de la ciudadanía española que ampara la Constitución de 1978. Va de modelos sociales clásicos. Derechas o izquierdas. Esta última abanderada por un partido que con todas las de la ley se presenta para ganar ,pero que quien deposite su papeleta en la urna debe pensar que su modelo era estalinista o albanés. Mientras su máximo contrincante fue fundador de la Internacional Demócrata Cristiana, por tanto una derecha burguesa que siempre mantuvo esos privilegios que se notan en la calidad de vida que disfrutan los vascos.
¿Qué papel juegan los partidos nacionales?. Mientras han sido capaces de eliminar aquellos otros que amenazaron el bipartidismo por el Estado de las Autonomías, en Euskadi son meros comparsas. Alguno como el PP no tiene oferta propia para Euskadi una vez que se terminó la violencia de ETA. Es de suponer que habrá modelos de sanidad, educación, servicios públicos, industria y economía que sean susceptibles de otros modelos más allá del que propugna ese PNV infiltrado en la sangre de los vascos y perfectamente organizado pueblo a pueblo. Curiosamente, de la misma manera que en mi Galicia está implantado el PP.
La novedad reside en esa nueva generación de políticos que aspiran al acta de Diputados-Parlamentarios. O al papel que puede jugar el socialismo siempre presente en la margen izquierda del gran Bilbao. Ellos inclinarán la balanza de la mayoría para designar al nuevo Lendakari. Y serán los 25 escaños alaveses quienes inclinen tal balance, pues en Vizcaya ganará el PNV que fundó Sabino Arana y en Guipúzcoa será Bildu quien gane las elecciones. ¡Que les vaya bien! Bastante tenemos ya con ese proceso de Cataluña...












