Viernes, 14 de Noviembre de 2025

Actualizada Viernes, 14 de Noviembre de 2025 a las 06:27:19 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Pablo Mosquera
Miércoles, 10 de Abril de 2024 Tiempo de lectura:

José Antonio Ardanza: Lehendakari y caballero

[Img #25830]

 

José Antonio Ardanza. Tuve el honor de compartir legislaturas con este presidente. Hombre austero y vasco de los que cuando estrechaba la mano era acto de palabra a la vieja usanza. Hombre sencillo incapaz de un improperio en sede parlamentaria. Buen anfitrión en aquellas reuniones de la Mesa en Ajuria Enea. Nacionalista sensato y sereno. Buena persona.

 

Eran otros tiempos. La política tenía dos facetas contrapuestas. El régimen de terror impuesto entre bombas y disparos en la nuca por la banda terrorista ETA y sus cómplices batasunos. La buena administración al gestionar las competencias del Estatuto de Autonomía -Guernica- .

 

Pero para que aquello funcionara se dieron dos condiciones promovidas por Ardanza. Pacto para pacificar y normalizar Euskadi, coincidiendo todos los demócratas en condenar el uso de la violencia con fines políticos. Un Gobierno Vasco constituido por buenos profesionales que procedían de la sociedad civil donde pudieron regresar cuando terminaron su servicio gubernamental por algo que hoy no se lleva. Eran expertos con historial meritorio en las distintas facetas que gestionaron desde el Gobierno Vasco.

 

La autonomía vasca funcionaba mejor que cualquier otra del Estado. Y le acompañaba el funcionamiento de las instituciones forales y hasta los grandes ayuntamientos. Era lastimoso que tales virtudes quedaran tapadas por las barbaridades que cometía continuamente el denominado MLNV. Aquellos presuntos patriotas vascos convertidos en "soldados" para construir un Estado Nacional juntando por las malas todo Euskal Herría. 

 

Ramón Jáuregui: "La Euskadi de hoy en día es deudora de un hombre como José Antonio Ardanza". Ardanza, el Lehendakari que luchó por la cohesión entre diferentes. Comparto ambas sentencias. Y añado la mía. Fue el vasco que construyó una Comunidad avanzada a pesar del agujero que día tras día abrían los terroristas de ETA. Mientras Ardanza nos ponía de acuerdo en la casa de los Ajuria, las calles de Euskadi enfrentaban a los fascistas etarras con los demócratas colocados en las dianas.

 

Aquella sesión parlamentaria de 1985, tras la gran crisis con ruptura en el PNV, y la negativa de Benegas a ser alternativa como Lehendakari, me impresionó la crueldad con la que el portavoz de Garaicoechea, alcalde Cuerda, trató al hasta entonces Diputado General de Guipúzcoa. Yo pensé que en su puesto me habría levantado y marchado del hemiciclo.

 

Con el paso de los años y la convivencia descubrí los equilibrios que sabía hacer Ardanza, dentro y fuera del PNV. Y, sobre todo, su dedicación al proceso de paz. Su capacidad para desarrollar eficientemente las competencias que le iban llegando desde la letra del Estatuto. Sus Gobiernos estaban siempre formados por técnicos capaces con los que resultaba fácil entenderse pues no recuerdo actitudes de cierre tan propias de aquella paranoia que se vivía en la confrontación violenta por la construcción nacional o el derecho a la autodeterminación.   

 

Cada vez es más frecuente y abundante la nostalgia por los tiempos pasados. La política se ha convertido en un estercolero. El nivel de los representantes -que no lo son- del ciudadano soberano, están desacreditados. Lo han logrado a base de esfuerzos públicos y privados. No se ganan el sueldo por exceso relativo a sus méritos, por defecto del comportamiento y privilegios que muestran sin el menor pudor. Son una casta miserable. Por eso las gentes con nivel olvidan el romanticismo de servir al país pues no quieren luchar contra la jauría de indeseables que ocupan cargos del sistema.

 

Esto no ocurría durante el mandato de Ardanza. El mejor presidente de Comunidad Autónoma Vasca que ha ejercido como tal y uno de los mejores representantes legales del Estado en el tablero del Estado de las Autonomías. Supo negociar y supo administrar, pero lo más importante: supo hacerse respetar por todos los disidentes.  

 

Aun recuerdo mi última conversación con él. Ya no era Lehendakari. Representaba a Euskaltel. Yo era el responsable foral en Álava del deporte y acudíamos ambos a la hermosa y medieval Bolonia para asistir a una de esas finales que jugaba el Taugrés. Recorrimos la ciudad como dos catedráticos de Teología.

 

Me hubiera gustado, tras el cese de ETA, una última reunión de la Mesa de Ajuria Enea. Con todos los que fuimos componentes de aquel foro donde las diferencias las dejábamos antes de entrar en el palacio, podrá ser hasta un canto a la concordia o al consenso del que se habló tantas veces en la etapa donde otros políticos fueron capaces de darnos a los españoles un texto constitucional. Y es que no tengo empacho en asegurar que liderar a la sociedad vasca en tiempos de plomo para instaurar la paz como bien supremo fue tan importante como el acuerdo que en 1978 dio lugar a la Constitución Española.

 

Podía ser un último comunicado, presidido por Ardanza, en el que habríamos pedido a los partidos políticos y a la sociedad al menos dos virtudes. Política de Estado por encima  de política partidaria. Esperanza para encontrar dirigentes con fuerza moral, intelectual y emocional que lideraran un renacimiento para la vieja nación y su Estado de Derecho. Estoy seguro que el Lehendakari lo habría conseguido.   

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.