Sánchez, enamorado
Las últimas noticias sobre los negocios de la esposa del presidente alumbran un cambio de paradigma en el entendimiento de las acciones de un Hugo Sánchez que antes no podíamos tener sino por un autócrata de ambición desmedida y sin escrúpulos. Ahora, a la luz de los nuevos acontecimientos, debemos cambiar nuestra percepción, so pena de mantenernos en la impresión ordinaria de que Sánchez es sólo lo que parece: el jefe de una banda mafiosa que controla todos los órganos de poder de una nación para favorecer a los miembros de la banda y a sus socios.
La vulgaridad de los disparatados latrocinios oculta una realidad poética. La ordinariez de la controversia política es el telón que oculta una historia digna de un gran escritor. La colusión de intereses con los partidos enemigos de la nación oculta una versión extraordinaria del personaje.
La apariencia de Dorian Gray de nuestro presidente no esconde un reflejo putrefacto en el espejo sino una actuación grandiosa de generosidad y desapego a los aspectos materiales de la existencia. Como esos benefactores de la humanidad que no desean ser conocidos y que permanecen en el anonimato, nuestro presidente esconde una magnificiencia de sentimientos que lo harán digno de una hagiografía aún por escribir. Ahora sabemos cómo pasará a la historia. Como quien simuló hacer el mal por un sentimiento de profundo, inmenso, dolorido amor sin fisuras y sin límites.
¿Y si nuestro presidente cometiera esos actos presuntamente criminales y gobernara desde la más acendrada inmoralidad sólo por amor? Los hechos desvelados develan una causa mucho más honda y honorable de lo que hasta ahora pensábamos. ¿Cómo negarle a su esposa los más conspicuos negocios? ¿Cómo renunciar a la pasarela que le permite a ella autoafirmarse en el mundo de los negocios con esa dedicación sin horario ni límites que enriquece a sus amigos? ¿Cómo quitarle el juguete a quien amas? ¿Y si su persistencia en el poder contra toda lógica no fuera sino la consecuencia de un amor desmedido en contra de la razón pero acorde a una pasión irrefrenable por Begoña, a la que no puede negarle el trono desde el que continuar con sus begoñadas?
En tal caso, la perspectiva sobre los hechos cambia radicalmente. Ya no tendremos a un autócrata corrupto al frente del gobierno sino a un Severin von Kusiemski arrastrado a la ignominia por amor, uno de esos personajes que la literatura ha encumbrado hasta crear obras maestras. Entonces nuestro personaje dejará de ser el protagonista de una traición para acabar en el barro por amor, dejará de ser el protagonista de una farsa para acabar como el antihéroe de una tragedia.
Todo amor tiene su némesis. Severin, para acentuar su dolor, convenció a Wanda para serle infiel, como se cuenta en La Venus de las Pieles. Tal vez esa exaltada pasión busque la exacerbación de sensaciones que sólo una vuelta de tuerca genial podría proporcionar. Acaso la pareja no contenga su inmensa capacidad de pasión en sí mismos y se refleje en ese odio cerril a la presidenta madrileña que acaso no esconda sino una atracción insuperable. Tal vez, así, la denuncia contra el novio no sea también sino una prueba de celos abisinios y el rencor no esconda sino una furtiva y ardiente pasión.
Veamos con nuevos ojos la tragicomedia, tal vez así encontremos consuelo en el desvarío.
Las últimas noticias sobre los negocios de la esposa del presidente alumbran un cambio de paradigma en el entendimiento de las acciones de un Hugo Sánchez que antes no podíamos tener sino por un autócrata de ambición desmedida y sin escrúpulos. Ahora, a la luz de los nuevos acontecimientos, debemos cambiar nuestra percepción, so pena de mantenernos en la impresión ordinaria de que Sánchez es sólo lo que parece: el jefe de una banda mafiosa que controla todos los órganos de poder de una nación para favorecer a los miembros de la banda y a sus socios.
La vulgaridad de los disparatados latrocinios oculta una realidad poética. La ordinariez de la controversia política es el telón que oculta una historia digna de un gran escritor. La colusión de intereses con los partidos enemigos de la nación oculta una versión extraordinaria del personaje.
La apariencia de Dorian Gray de nuestro presidente no esconde un reflejo putrefacto en el espejo sino una actuación grandiosa de generosidad y desapego a los aspectos materiales de la existencia. Como esos benefactores de la humanidad que no desean ser conocidos y que permanecen en el anonimato, nuestro presidente esconde una magnificiencia de sentimientos que lo harán digno de una hagiografía aún por escribir. Ahora sabemos cómo pasará a la historia. Como quien simuló hacer el mal por un sentimiento de profundo, inmenso, dolorido amor sin fisuras y sin límites.
¿Y si nuestro presidente cometiera esos actos presuntamente criminales y gobernara desde la más acendrada inmoralidad sólo por amor? Los hechos desvelados develan una causa mucho más honda y honorable de lo que hasta ahora pensábamos. ¿Cómo negarle a su esposa los más conspicuos negocios? ¿Cómo renunciar a la pasarela que le permite a ella autoafirmarse en el mundo de los negocios con esa dedicación sin horario ni límites que enriquece a sus amigos? ¿Cómo quitarle el juguete a quien amas? ¿Y si su persistencia en el poder contra toda lógica no fuera sino la consecuencia de un amor desmedido en contra de la razón pero acorde a una pasión irrefrenable por Begoña, a la que no puede negarle el trono desde el que continuar con sus begoñadas?
En tal caso, la perspectiva sobre los hechos cambia radicalmente. Ya no tendremos a un autócrata corrupto al frente del gobierno sino a un Severin von Kusiemski arrastrado a la ignominia por amor, uno de esos personajes que la literatura ha encumbrado hasta crear obras maestras. Entonces nuestro personaje dejará de ser el protagonista de una traición para acabar en el barro por amor, dejará de ser el protagonista de una farsa para acabar como el antihéroe de una tragedia.
Todo amor tiene su némesis. Severin, para acentuar su dolor, convenció a Wanda para serle infiel, como se cuenta en La Venus de las Pieles. Tal vez esa exaltada pasión busque la exacerbación de sensaciones que sólo una vuelta de tuerca genial podría proporcionar. Acaso la pareja no contenga su inmensa capacidad de pasión en sí mismos y se refleje en ese odio cerril a la presidenta madrileña que acaso no esconda sino una atracción insuperable. Tal vez, así, la denuncia contra el novio no sea también sino una prueba de celos abisinios y el rencor no esconda sino una furtiva y ardiente pasión.
Veamos con nuevos ojos la tragicomedia, tal vez así encontremos consuelo en el desvarío.