España: historia de una demolición controlada
Extracto del nuevo libro de José Costales y Carlos X. Blanco publicado por Letras Inquietas
España tuvo un embrión, la Hispania goda que absorbió a los suevos, a los astures, a los cántabros y demás pueblos, gentes que –en conjunto– podríamos llamar hispanorromanos.
España conoció un parto: el acta de nacimiento tuvo lugar en 718, cuando una asamblea de guerreros astures, concilio en donde ya pudo haber godos locales y refugiados, alzaron a don Pelayo sobre un escudo y le hicieron príncipe. España nació, y nació rebelde: la cadena que la sujetaba a un imperio extranjero y conquistador se rompió en Covadonga, batalla que decidió la médula de nuestro ser, la Reconquista. España nació con Asturias, una de las entidades histórico–políticas más antiguas de Europa, ayer como reino, hoy como Principado, la cual, inmersa más tarde en el Reino de León y en la corona de Castilla, sucesivamente, legó sin merma su soberanía y naturaleza imperial a España.
España recuperó su unidad a partir del matrimonio de Isabel y Fernando, Reyes Católicos de España. A finales del siglo XV nace el primer Estado moderno de Europa, heredero pleno y único de la naturaleza imperial de la entidad, ya bosquejada por los reyes caudillos asturianos y por sus continuadores, los monarcas de León. Ahora, a las puertas de la modernidad, con la corona de Castilla a la cabeza, aún no había unión de leyes, fueros y costumbres, mas sí había instituciones comunes para dotar a la monarquía hispánica de una factura plenamente imperial y moderna.
La caída de la casa de Austria, a principios del XVIII y la conversión del imperio hispánico en un una franquicia o imperio subalterno de Francia, coincidente con la llegada a nuestro trono de la nefasta familia de Borbón, supone el inicio de la demolición controlada de la que habla nuestro libro. La demolición fue programada por nuestros eternos enemigos: Francia, Inglaterra, a quienes hay que añadir los enemigos absolutos, el islam norteafricano, ahora representado por Marruecos. Autor más reciente de nuestro fracaso como entidad soberana es el imperio yanqui, que ha tomado el relevo de los británicos aunque éstos, como pesadilla injerencista y pirática, no han desaparecido de escena y se coordinan con los yanquis formando, junto con otros países, la anglosfera, la cual domina Europa salvo Rusia, Bielorrusia y otros pequeños espacios europeos. En cuanto a Francia, coordinada a su vez con Alemania, lidera el tinglado de la Unión Europea que fue el mecanismo de dominación neoliberal que los yanquis establecieron, al lado de la OTAN, para bloquear y neutralizar el despliegue legítimo de las soberanías de los pueblos europeos, perdida en 1945.
En fechas más recientes, desde los tiempos del presidente Zapatero y su ministro Moratinos, España ha ido convirtiéndose más y más en una colonia de Marruecos, plegándose a todas sus demandas territoriales, dejándose invadir con su excedente de población y con su mercancía estrella, la droga. España, como líder en consumo de drogas y como puerta de entrada de estos productos en Europa, está firmemente sujeta a las garras del sultán moro y de su majzén. El lobby marroquí en nuestro país, junto con los otros lobbies norteamericanos y “europeístas”, va estrangulando poco a poco a la nación española, antaño imperio y luz del mundo, transmutándolo en inmunda colonia, centrifugándolo hasta extremos grotescos (falta poco para que Murcia, Extremadura o La Rioja exijan la autodeterminación) y empobreciéndolo hasta unos niveles desconocidos en muchas décadas. En los años 70, España era una de las principales potencias industriales del mundo. En la actualidad es un pozo de corrupción, el burdel de Europa y la colonia donde los extranjeros vienen a saquear a su gusto.
Contra esta situación humillante se alza este libro. Es un clarín que llama a la batalla. Es un tambor que resuena para formar filas y afilar aceros. Las oligarquías partitocráticas, empezando por la más vinculada a los lobbies anglos, “europeístas” y marroquís, harán lo posible por ignorar o difamar este libro. Pero los dos autores de este texto, como asturianos, españoles y europeos, no nos dejaremos intimidar. Que corra el grito de alarma: o reaccionamos, o desaparecemos. No será una extinción dulce y lánguida: esclavitud, pobreza, colonialismo y muerte étnica es lo que nos aguarda si no se planta cara. Léanlo, por favor. No hay tiempo que perder.
Extracto del nuevo libro de José Costales y Carlos X. Blanco publicado por Letras Inquietas
España tuvo un embrión, la Hispania goda que absorbió a los suevos, a los astures, a los cántabros y demás pueblos, gentes que –en conjunto– podríamos llamar hispanorromanos.
España conoció un parto: el acta de nacimiento tuvo lugar en 718, cuando una asamblea de guerreros astures, concilio en donde ya pudo haber godos locales y refugiados, alzaron a don Pelayo sobre un escudo y le hicieron príncipe. España nació, y nació rebelde: la cadena que la sujetaba a un imperio extranjero y conquistador se rompió en Covadonga, batalla que decidió la médula de nuestro ser, la Reconquista. España nació con Asturias, una de las entidades histórico–políticas más antiguas de Europa, ayer como reino, hoy como Principado, la cual, inmersa más tarde en el Reino de León y en la corona de Castilla, sucesivamente, legó sin merma su soberanía y naturaleza imperial a España.
España recuperó su unidad a partir del matrimonio de Isabel y Fernando, Reyes Católicos de España. A finales del siglo XV nace el primer Estado moderno de Europa, heredero pleno y único de la naturaleza imperial de la entidad, ya bosquejada por los reyes caudillos asturianos y por sus continuadores, los monarcas de León. Ahora, a las puertas de la modernidad, con la corona de Castilla a la cabeza, aún no había unión de leyes, fueros y costumbres, mas sí había instituciones comunes para dotar a la monarquía hispánica de una factura plenamente imperial y moderna.
La caída de la casa de Austria, a principios del XVIII y la conversión del imperio hispánico en un una franquicia o imperio subalterno de Francia, coincidente con la llegada a nuestro trono de la nefasta familia de Borbón, supone el inicio de la demolición controlada de la que habla nuestro libro. La demolición fue programada por nuestros eternos enemigos: Francia, Inglaterra, a quienes hay que añadir los enemigos absolutos, el islam norteafricano, ahora representado por Marruecos. Autor más reciente de nuestro fracaso como entidad soberana es el imperio yanqui, que ha tomado el relevo de los británicos aunque éstos, como pesadilla injerencista y pirática, no han desaparecido de escena y se coordinan con los yanquis formando, junto con otros países, la anglosfera, la cual domina Europa salvo Rusia, Bielorrusia y otros pequeños espacios europeos. En cuanto a Francia, coordinada a su vez con Alemania, lidera el tinglado de la Unión Europea que fue el mecanismo de dominación neoliberal que los yanquis establecieron, al lado de la OTAN, para bloquear y neutralizar el despliegue legítimo de las soberanías de los pueblos europeos, perdida en 1945.
En fechas más recientes, desde los tiempos del presidente Zapatero y su ministro Moratinos, España ha ido convirtiéndose más y más en una colonia de Marruecos, plegándose a todas sus demandas territoriales, dejándose invadir con su excedente de población y con su mercancía estrella, la droga. España, como líder en consumo de drogas y como puerta de entrada de estos productos en Europa, está firmemente sujeta a las garras del sultán moro y de su majzén. El lobby marroquí en nuestro país, junto con los otros lobbies norteamericanos y “europeístas”, va estrangulando poco a poco a la nación española, antaño imperio y luz del mundo, transmutándolo en inmunda colonia, centrifugándolo hasta extremos grotescos (falta poco para que Murcia, Extremadura o La Rioja exijan la autodeterminación) y empobreciéndolo hasta unos niveles desconocidos en muchas décadas. En los años 70, España era una de las principales potencias industriales del mundo. En la actualidad es un pozo de corrupción, el burdel de Europa y la colonia donde los extranjeros vienen a saquear a su gusto.
Contra esta situación humillante se alza este libro. Es un clarín que llama a la batalla. Es un tambor que resuena para formar filas y afilar aceros. Las oligarquías partitocráticas, empezando por la más vinculada a los lobbies anglos, “europeístas” y marroquís, harán lo posible por ignorar o difamar este libro. Pero los dos autores de este texto, como asturianos, españoles y europeos, no nos dejaremos intimidar. Que corra el grito de alarma: o reaccionamos, o desaparecemos. No será una extinción dulce y lánguida: esclavitud, pobreza, colonialismo y muerte étnica es lo que nos aguarda si no se planta cara. Léanlo, por favor. No hay tiempo que perder.