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Arturo Aldecoa Ruiz
Miércoles, 17 de Abril de 2024 Tiempo de lectura:

El PNV, Pedro Sánchez, la rana y el escorpión

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En 1958, el director John Ford estrenaba la que para mí es una de sus obras maestras y una de las mejores películas sobre la política y el mundo electoral, “El último hurra”, ambientado en las elecciones de una ciudad de Nueva Inglaterra. Cuando siendo casi un niño la vi por primera vez en televisión me impactó. Se basaba en un famoso libro de 1956 de Edwin O’Connor que contaba una historia real.

 

Spencer Tracy interpreta a un veterano alcalde que debe afrontar su campaña para la reelección en una ciudad indeterminada de los Estados Unidos. Se le describe como un político tradicional, próximo a los ciudadanos y que nunca ha rehusado echar mano, cuando lo ha necesitado, de artimañas nada ortodoxas ni éticas para alcanzar sus fines.

 

Tras muchos años de dirigir el gobierno local, ha ido acumulando oponentes y esta vez tiene enfrente a un nuevo candidato rival, diseñado al efecto por sus poderosos adversarios para derrotarle de una vez. Se trata de un político joven y hueco, que representa, aparentemente, la renovación y la modernidad, pero en el fondo es una marioneta de sus promotores, a la que se blanquean sus carencias.

 

La campaña electoral que nos presenta John Ford trata del enfrentamiento de un pillo redomado, Spencer Tracy, y un candidato que esconde lo que lleva tras él, como señala uno de los personajes de la película, al exclamar “prefiero un pícaro a un completo idiota.” En el film, Spencer Tracy es finalmente derrotado por su  joven adversario y en una emotiva escena final asegura que, de haber sabido el resultado de sus acciones, habría hecho todo de forma muy diferente.

 

Esta  película, aunque centrada en unas elecciones locales en Estados Unidos, en las que compiten principalmente personas y no tanto partidos, muestra el canto de cisne de una determinada forma de hacer política, más individualizada y centrada en el contacto con el elector, en beneficio de la política “de laboratorio”, mucho más populista y mediática. Estos años también asistimos en el País Vasco a un cambio profundo en la forma de responder los electores a las campañas electorales, y puede que tras las próximas elecciones al Parlamento Vasco muchas cosas cambien y no vuelvan a ser lo que fueron desde 1980.

 

La duda que tengo sobre las elecciones al Parlamento Vasco del próximo domingo 21 de abril, no es tanto el éxito o fracaso de los diferentes partidos, pues creo que las encuestas son bastante indicativas sobre sus previsibles resultados particulares y no tienen por qué equivocarse mucho en las tendencias.

 

La cuestión para mí es si el 21 de abril (o posiblemente el 26 pues los resultados del escrutinio general pueden, en teoría, cambiar algún escaño decisivo) vamos a asistir, al “último hurra” del PNV, al ser superado en votos y escaños por los herederos del “calibre 38 mm Parabellum”, aunque pudiera conservar el poder apoyado por el PSOE,  o finalmente el partido jeltzale va a lograr esquivar esa derrota gracias al voto útil de última hora y podrá superar a EH Bildu y rebasar, sumando a otros partidos, la cifra mágica (curiosamente, también “38”) sin ser derrotado por su rival directo.

 

Está en juego no solo el Gobierno Vasco sino la primogenitura en el mundo nacionalista. Es posible que el duelo se decida por escaso margen, lo que debiera obligar, incluso ganando, a la dirección de Sabin Etxea a reconocer el error que cometió al apoyar a Pedro Sánchez en la moción de censura contra Mariano Rajoy en 2018 y seguirle luego apoyando mientras Sánchez ha ido blanqueando sistemáticamente a su adversario directo en el campo nacionalista, buscando voltear la situación electoral y promover un futuro pacto “de izquierdas” en el gobierno del País Vasco, que a la postre le de más poder. Lo cierto es que Pedro Sánchez es un experto destructor de los partidos con los que pacta algo, véase Podemos y Sumar en las recientes elecciones gallegas y dentro de unos días en las vascas, y posiblemente ERC y Junts en las elecciones catalanas.

 

Como en el cuento de la rana y el escorpión que cruzan un río, está en la naturaleza de Sánchez clavar el aguijón a quien le lleva sobre sus hombros.

 

¿Sacará la dirección del PNV conclusiones de las consecuencias de haber pactado con el escorpión? ¿O seguirá como la rana llevándole a su espalda hasta que reciba la picadura mortal?

 

(*)  Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019

 

 

 

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