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Pedro Chacón
Viernes, 19 de Abril de 2024 Tiempo de lectura:

Elecciones 21-A: aplastados entre el nacionalismo vasco y las élites de Madrid

Los resultados de estas elecciones autonómicas están tan cantados que lo único que podemos hacer es lamentarnos amargamente por la situación a la que hemos llegado.

 

Vivimos aplastados por el nacionalismo y abandonados por las élites de Madrid.

 

Vivimos en una situación social de respiración asistida.

 

La sociedad vasca está clínicamente muerta.

 

Las efusiones verdaderamente exageradas por la victoria del Athletic tras haber conseguido la Copa del Rey nos están dando la señal. Que se desplazaran hasta la ciudad de Sevilla tantas decenas de miles de aficionados para asistir en directo y lo más cerca posible a la final de la Copa del Rey, empleando dinero, tiempo, riesgos, sueño y que encima hubiera alguien como el alcalde de Bilbao, nada menos, que diera carta blanca para que se pitara el himno nacional en caso de que la gente quisiera hacerlo, como rescoldo de ocasiones anteriores en las que así se hizo, resulta algo más que kafkiano, es un síntoma de desarreglo emocional e intelectual de pronóstico reservado.

 

Una gran mayoría de la población vasca, a tenor de los dos partidos políticos que van a ser votados mayoritariamente este domingo, no quiere a España, o pone por delante de España una patria vasca que no tiene en su haber ningún hecho reseñable en toda la historia.

 

¿Somos conscientes de que en el País Vasco una gran mayoría pone por delante de España a una patria vasca que no tiene ningún gesto reseñable por el que acordarse de ella en toda la historia universal? ¿Qué ha hecho esa patria vasca en la historia, qué hecho histórico reseñable tiene en su haber? O, mejor dicho, ¿quién la conoce en el mundo, salvo por lo que hicieron muchos aquí en nombre de España? Todos los vascos que hicieron algo en la historia lo hicieron en nombre de España. Y todavía hay quien tiene el cuajo de decir que si les hubiera pagado otro Estado lo habrían hecho igualmente, poniendo a los descubridores, colonizadores, misioneros, marinos y comerciantes vascos como meros mercenarios de la historia.

 

Recorremos España y vemos, hasta en los pueblos más perdidos de Castilla, el rastro histórico venerable de una gran hazaña universal. En Berlanga de Duero, por ejemplo, que no cuenta ni con mil habitantes y tienen allí la estatua de Fray Tomás de Berlanga, que fue vecino ilustre y descubridor de las Islas Galápagos. Y no solo eso, sino que trajo de América a España dos alimentos básicos de los que conforman lo que hoy se llama la dieta mediterránea, como son la patata y el tomate.

 

Los personajes famosos que en el País Vasco tienen estatua, todos lo fueron por hacer algo en nombre de España: Elcano, Lezo, Oquendo, Legazpi, Urdaneta, Garay.

 

Los nacionalistas vascos ponen por delante de España una patria vasca sin historia, sin nada que recordar. Su historia es la nada. Y la historia que recuerdan es la del origen y desarrollo de un nacionalismo que solo encontró la forma de medrar gracias a la desidia y desinterés de España, de sus gobiernos. Los nacionalistas vascos son parásitos de la indolencia española durante el siglo XX. Y cuando surge un movimiento militar como el encabezado por el general Franco, al final acaban volviendo todos a España o no yéndose en algunos casos, si no tenían causas militares por las que rendir cuentas. Solo pagaron los de siempre, los que habían luchado, los que habían arriesgado su vida. Los de arriba, nada. Los de arriba prefirieron vivir en la España de Franco que recordando su famélica patria vasca en el extranjero. Solo los miembros del Gobierno vasco se quedaron por ahí, puesto que ellos habían sido causantes de mucho dolor desde ese Gobierno vasco que erigieron en Vizcaya, tras desentenderse de la suerte de Guipúzcoa hasta que no les dieron el Estatuto con el que protagonizar en exclusiva el poder.

 

Mucha gente perdió la vida por seguir al nacionalismo vasco contra España. Mucho martirologio y victimismo se creó entonces en la Guerra Civil, el único episodio histórico en el que el nacionalismo empezó a ser protagonista. Y luego, tras la muerte de Franco, volvieron y quisieron gobernar, como si lo hubieran hecho durante toda la historia, cuando en realidad antes solo gobernaron y solo en Vizcaya, durante nueve meses.

 

El nacionalismo vasco vive de la no historia. Si se hiciera bien la historia no tendrían ningún protagonismo. Todo el protagonismo que han adquirido es gracias a España. Sin España, sin sus defectos y desidias últimas, no serían nada. Los nacionalistas vascos son españoles renegados y aprovechados de las circunstancias. Viven estupendamente bien como españoles renegados y porque en España se les consiente vivir protagonizando la política en el País Vasco.

 

Y así vamos a tener un Parlamento Vasco, salido de estas elecciones del 21 de abril, conformado por un 75% de nacionalistas como mínimo. Y que irán a más como sigan así las cosas.

 

Y con ello, el País Vasco se irá consumiendo en la propia insignificancia del nacionalismo. Que es una ideología insignificante y resentida consigo misma, porque lo paradójico, dentro de la paradoja que en sí mismo significa el nacionalismo, es que necesita a España para ser algo. El nacionalismo se queja de España cuando es gracias a España que son algo en la historia reciente.

 

El nacionalismo es una ideología que no tiene historia y que resulta que la poca que tiene se la debe a España, que les ha dejado hacer lo que han hecho en el País Vasco, que ha sido aplastarlo, consumirlo, convertirlo en un inmenso campo de aficionados del Athletic dispuestos a ensalzar a su equipo mientras que desprecian el nombre y el significado del rey de España, que da nombre al título que acaban de conseguir.

 

El nacionalismo vasco es como el Athletic, un equipo que ha conseguido al cabo de cuarenta años una gesta que les hace recordar las historias gloriosas cuando consiguieron el mayor número de trofeos en un régimen franquista del que ahora nadie se quiere acordar. O si se acuerdan de él es solo para decir lo malo que era: cuando la historia del Athletic no sería nada sin los trofeos que consiguió durante el régimen de Franco.

 

¿De qué se enorgullecen los aficionados del Athletic más viejos? De tener veintitantos títulos de Copa, conseguidos la mayoría bajo el régimen de Franco. ¿Qué han hecho con ellos, dónde los tienen, se pueden visitar? ¿Cuántos aficionados del Athletic han visto las Copas del Generalísimo ganadas por su equipo? ¿Qué van a hacer con ellas, guardarlas en el desván, como tuvo que hacer el alcalde Azkuna con los retratos de los alcaldes de Bilbao de la época franquista?

 

La historia gloriosa de los vascos conseguida durante el imperio español es como la historia gloriosa del Athletic conseguida durante el periodo franquista. Siempre España, en cualquiera de sus manifestaciones históricas, dándoles los pocos motivos que tienen los vascos para sentirse orgullosos de sí mismos.

 

En cambio, el nacionalismo vasco, ¿de qué puede estar orgulloso por sí solo? ¿Qué gesta histórica tiene en su haber de la que poder presumir en el mundo, ni en España siquiera? Por lo único que salieron en los periódicos en los últimos cincuenta años es por el terrorismo de ETA, que es un producto genuino del nacionalismo vasco. En realidad, el terrorismo es lo único que el nacionalismo vasco ha producido en la historia reciente, en toda su historia.

 

¿A qué viene entonces ese supremacismo que les hace sentirse superiores a los demás españoles? Por qué los españoles que viven aquí procedentes de todas las regiones españolas, de cuando en el País Vasco había trabajo de sobra, se avergüenzan de sus regiones de procedencia, se avergüenzan de sus raíces españolas y se quieren convertir en vascos al precio que sea. Qué han hecho los vascos que les haga sentirse superiores a los demás. A parte de lo que han hecho algunos de ellos,  matar de improviso y a traición a guardias civiles, policías, militares, políticos, periodistas, trabajadores, gente que pasaba por ahí. Qué ven el resto de españoles en los vascos para pensar que son superiores a ellos. Qué ve Pradales en Ortuzar para pensar que es superior a él y que tiene que ser como Ortuzar de mayor. Qué ve Berlanga para hacer lo mismo. En lugar de acordarse de sus lugares de procedencia, que esos sí que tienen historia gloriosa acumulada para sentirse orgullosos de ella.

 

Qué clase de sociedad vasca tenemos donde un espejismo de supremacismo ridículo, absurdo, falso, irreal, ha hecho que unos pocos se sientan superiores al resto y hayan sobre todo conseguido el respeto y la consideración de los gobiernos españoles para que los demás tengamos que tragar con sus ruedas de molino y avergonzarnos de España por su culpa. Qué clase de sociedad vasca hemos conseguido por culpa del nacionalismo para que todo el orgullo por ser españoles nos lo tengamos que dejar en casa cuando salimos a la calle. Por qué tenemos que ver ikurriñas por todas partes, una bandera que no tiene historia, una bandera inventada por un par de botarates, y en cambio no puede mostrarse ninguna bandera española, porque sería una provocación.

 

Vivimos en una sociedad vasca aplastada por el nacionalismo y la sociedad busca motivos para escapar de ese aplastamiento. A mí me da que la absolutamente exagerada demostración de adhesión al Athletic por una gesta que ha repetido después de cuarenta años, tiene mucho que ver con una explosión de energía retenida, de aplastamiento insoportable, de protesta por un régimen nacionalista obligatorio que nos mantiene atenazados, sin proyecto vital, sin ganas de tener hijos, donde los jóvenes se van a buscar mejores oportunidades a otras partes, donde los mayores no son capaces de decir lo equivocada que está la gente que nos manda. Pero qué ha hecho el Athletic en realidad para celebrar tanto. Hace cuarenta años se ganó el doblete. Pero sobre todo se ganó la Liga, que es mucho más difícil que la Copa. Sin embargo, la obtención de la Copa se celebra ahora muchísimo más de lo que se celebró la Liga entonces. A menos logro más celebración. Aquí pasa algo y no es normal.

 

Estoy en que lo que nos pasa es que estamos todos acobardados, todos acoquinados, todos sometidos por el nacionalismo, que es una ideología del resentimiento, del supremacismo más absurdo e injustificado, del odio a España. Y la celebración desproporcionada del otro día está emitiendo una señal de auxilio. Lo que ahora va a pasar es que el nacionalismo va a apretar aún más contra las cuerdas a la sociedad vasca. Y si vamos a necesitar otros cuarenta años para demostrar que queremos romper las amarras con todo esto, es que entonces estamos mucho peor de lo que pensamos. El síndrome de Estocolmo se va a quedar pequeño para explicar lo que está pasando aquí.

 

***

 

Las élites de Madrid le compraron al nacionalismo su visión del País Vasco y lo han asumido como propio. Ellas piensan que lo que dice el nacionalismo es verdad, que su visión de la historia es la cierta y que es el nacionalismo el que representa al País Vasco en exclusiva. Lo demás es un añadido sin importancia. Las élites de Madrid han conseguido que sus sucursales aquí sean cada vez más pequeñas, más raquíticas, más prescindibles. Lograrán, más pronto que tarde, que desaparezcan todas.

 

Las élites de Madrid son las que han inflado al nacionalismo hasta los extremos que conocemos hoy. Las élites de Madrid consiguieron, cuando se lo propusieron de verdad, acabar con el terrorismo vasco. Pero después de conseguir esto, dejaron al no nacionalismo a los pies de los caballos. Es como si hubieran curado al enfermo del cáncer que lo amenazaba de muerte, pero que después se hubieran desentendido de él y de darle los cuidados necesarios para que volviera a la vida normal. El enfermo es el no nacionalismo, que ahora vive sin cáncer, pero como si no viviera, porque de resultas de la operación se ha quedado sin fuerzas, exhausto, desasistido, irrecuperable, porque quien le quitó el cáncer se desentendió al instante de él, dejándole tirado, sin aplicarle el más mínimo posoperatorio.

 

Las élites de Madrid, que tuvieron recursos de sobra para acabar con el terrorismo, que pusieron aquí en pie miles de policías, guardias civiles, agentes secretos, ahora, cuando ETA ha desistido, no son capaces de invertir ni mil euros para que los partidos no nacionalistas puedan sacar la cabeza, después de décadas de acoso, persecución y eliminación física. Cuando el nacionalismo campea a sus anchas en la mayor parte de los municipios e instituciones oficiales, cuando el nacionalismo alimenta a una tropa de asesores y de políticos que copa todos los gobiernos de todas las escalas de la administración, resulta que las élites de Madrid no atienden a sus representantes en el País Vasco ni en una mínima parte de lo que debieran y de lo que necesitan. La gente se les va y tenemos que ver cómo el principal partido nacionalista te pone a un Pradales de cabeza de lista para que la militancia no nacionalista abandone definitivamente el barco de las sucursales españolistas en el País Vasco y se pase con todo al nacionalismo, porque allí tratan bien a su gente, porque allí están mínimamente organizados, porque allí saben lo que hay que hacer para mantenerse en la política.

 

Las élites de Madrid están acabando con lo que queda del no nacionalismo y del constitucionalismo en el País Vasco.

 

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