¿Qué merece la pena?
A propósito de las declaraciones de Sánchez. ¿La dureza de la vida pública compensa en algo, en mucho, en nada?. La reflexión nada tiene que ver con posiciones a la derecha o a la izquierda. Tiene que ver con la filosofía, esa ciencia o arte que ordena el pensamiento... de los que aun piensan.
Es paradójico que el paladín de la resistencia se haya "quebrado emocionalmente" por una diatriba con su esposa que ha corrido el riesgo, no de ser la compañera del presidente, sino de ser una dama empresaria con capacidades para negociar hasta el riesgo en las formas y en el fondo de las cuestiones mercantiles. Pero puedo admitir que todo ser humano tiene un precio. El de dónde está el máximo por aguantar en la lucha cada vez más enconada y sucia de la política. Pero ojo. Hubo, antes que Sánchez, dirigentes a los que se acosó por tierra, mar y aire buscando sus debilidades y así hacerlos caer del pedestal. Con una advertencia. Cuanto más alto se sube el personaje y más se acerca al Olimpo, más riesgo corre de caerse y estrellarse contra el pavimento.
Lo expresado en el párrafo anterior sería la reflexión de un español emocionado con la carta del tal Sánchez. Pero una vez más. Política es, ha sido y seguirá siendo: mitad teatro, mitad basura. La segunda justificará el capítulo que está por escribir tras el anunciado punto y aparte.
¡Ah...el mensaje! Se trata de regenerar la democracia. Y lo repiten todos los del coro. ¡Cuidado!. Van a repartir cartas o carnets de demócratas. Algo así como aquellas camisas viejas y camisas nuevas de la Falange. Pero también se reservan el derecho (?) a señalar enemigos de la democracia usando como calidoscopio el grado de adhesión a los principios fundamentales del sanchismo. ¿Pero... y los disidentes con el nuevo régimen, qué será de tales? Se les obligará. Se les neutralizará. Se les condenará. Se les disolverá. Se les convencerá mediante la sota de bastos.
Los que luchamos por la democracia, libertad y dignidad en el país de los vascos, tuvimos que aguantar por encima de cualquier línea, pues no hay otra más alta que jugarse la vida propia o de las familias. Y de eso puedo contar muchas peripecias y crueles momentos vividos por la estrategia del terror que practicaban los herederos de socios actuales para el modelo gubernativo del sanchismo. ¡Y aguantamos!. Apretamos los dientes y ocultamos las lágrimas propias y de nuestras familias!. Decía mi padre e.p.d. ¿Cómo es que aun no te ha matado ETA?. Respuesta: Porque no me dejo. Y así, día tras día. Durante el periodo de tiempo que transcurrió entre 1990 y el 2002. Asistiendo a funerales y manifestaciones. Escuchando aquello de "Mosquera, muérete. Mosquera, pim pam pum". Desde el palco en Mendizorroza cada domingo que iba a cumplir con mi deber por ser responsable del deporte y miembro de la Directiva del Alavés.
Cada vez que me llamaban del Departamento del Interior para decirme que los comandos de ETA me tenían entre sus objetivos. Salidas clandestinas de mi domicilio o libertad bajo vigilancia de un fuerte dispositivo de seguridad. Y ahora a los responsables de ese periodo reciente para la memoria histórica los han blanqueado.
Entonces o ahora, la pregunta es clara y contundente. ¿Mereció la pena? ¿Hasta dónde llega el sacrificio humano que merezca la pena practicar?. Mucho más no siendo vasco. Mucho más con un currículo profesional muy amplio que evitaba usar la política para medrar.
Merece la pena ser honesto. Merece la pena ser sanitario. Merece la pena ser ilustrado. Merece la pena enseñar. Merece la pena investigar. Merece la pena crear. Merece la pena ser gallego y ejercer tal orgullo identitario. Merece la pena prestar servicio desde la sociedad civil a la sociedad civil. No merece la pena soportar las inclemencias de esas legiones miserables de badulaques disfrazados con el manto del poder partidario. Por ello resulta casi milagroso que ciudadanos honorables dejen lo que están haciendo y entren en el pantano de la política rastrera o como sucedió en el país de los vascos, paranoia capaz de eliminar por la civil o lo criminal la disidencia.
Espero que mis nietos me perdonen el sacrificio que hubieron de sufrir sus padres por mi conducta en la Euskadi de Otegui y Josu Ternera. Al menos verán con orgullo que S. M. El Rey me otorgara el Reconocimiento de ser miembro de la Real Orden del Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo.
Y digo lo que antecede por el lodazal en que han convertido la política esos truhanes y malandrines que Don Quijote quiso combatir armándose caballero, hasta que recuperó la conciencia y volviendo a ser Alonso Quijano se murió pleno de melancolía. Por cierto. Me gustaría que al más puro estilo del que disfrutamos leyendo la obra de Don Gregorio Marañón, alguna tesis doctoral propia de esa Universidad Libre en la que yo creo y que se puede percibir en el aulario de la sin par Salamanca, escriba un análisis científico sobre el personaje Pedro Sánchez Cstejón.
A propósito de las declaraciones de Sánchez. ¿La dureza de la vida pública compensa en algo, en mucho, en nada?. La reflexión nada tiene que ver con posiciones a la derecha o a la izquierda. Tiene que ver con la filosofía, esa ciencia o arte que ordena el pensamiento... de los que aun piensan.
Es paradójico que el paladín de la resistencia se haya "quebrado emocionalmente" por una diatriba con su esposa que ha corrido el riesgo, no de ser la compañera del presidente, sino de ser una dama empresaria con capacidades para negociar hasta el riesgo en las formas y en el fondo de las cuestiones mercantiles. Pero puedo admitir que todo ser humano tiene un precio. El de dónde está el máximo por aguantar en la lucha cada vez más enconada y sucia de la política. Pero ojo. Hubo, antes que Sánchez, dirigentes a los que se acosó por tierra, mar y aire buscando sus debilidades y así hacerlos caer del pedestal. Con una advertencia. Cuanto más alto se sube el personaje y más se acerca al Olimpo, más riesgo corre de caerse y estrellarse contra el pavimento.
Lo expresado en el párrafo anterior sería la reflexión de un español emocionado con la carta del tal Sánchez. Pero una vez más. Política es, ha sido y seguirá siendo: mitad teatro, mitad basura. La segunda justificará el capítulo que está por escribir tras el anunciado punto y aparte.
¡Ah...el mensaje! Se trata de regenerar la democracia. Y lo repiten todos los del coro. ¡Cuidado!. Van a repartir cartas o carnets de demócratas. Algo así como aquellas camisas viejas y camisas nuevas de la Falange. Pero también se reservan el derecho (?) a señalar enemigos de la democracia usando como calidoscopio el grado de adhesión a los principios fundamentales del sanchismo. ¿Pero... y los disidentes con el nuevo régimen, qué será de tales? Se les obligará. Se les neutralizará. Se les condenará. Se les disolverá. Se les convencerá mediante la sota de bastos.
Los que luchamos por la democracia, libertad y dignidad en el país de los vascos, tuvimos que aguantar por encima de cualquier línea, pues no hay otra más alta que jugarse la vida propia o de las familias. Y de eso puedo contar muchas peripecias y crueles momentos vividos por la estrategia del terror que practicaban los herederos de socios actuales para el modelo gubernativo del sanchismo. ¡Y aguantamos!. Apretamos los dientes y ocultamos las lágrimas propias y de nuestras familias!. Decía mi padre e.p.d. ¿Cómo es que aun no te ha matado ETA?. Respuesta: Porque no me dejo. Y así, día tras día. Durante el periodo de tiempo que transcurrió entre 1990 y el 2002. Asistiendo a funerales y manifestaciones. Escuchando aquello de "Mosquera, muérete. Mosquera, pim pam pum". Desde el palco en Mendizorroza cada domingo que iba a cumplir con mi deber por ser responsable del deporte y miembro de la Directiva del Alavés.
Cada vez que me llamaban del Departamento del Interior para decirme que los comandos de ETA me tenían entre sus objetivos. Salidas clandestinas de mi domicilio o libertad bajo vigilancia de un fuerte dispositivo de seguridad. Y ahora a los responsables de ese periodo reciente para la memoria histórica los han blanqueado.
Entonces o ahora, la pregunta es clara y contundente. ¿Mereció la pena? ¿Hasta dónde llega el sacrificio humano que merezca la pena practicar?. Mucho más no siendo vasco. Mucho más con un currículo profesional muy amplio que evitaba usar la política para medrar.
Merece la pena ser honesto. Merece la pena ser sanitario. Merece la pena ser ilustrado. Merece la pena enseñar. Merece la pena investigar. Merece la pena crear. Merece la pena ser gallego y ejercer tal orgullo identitario. Merece la pena prestar servicio desde la sociedad civil a la sociedad civil. No merece la pena soportar las inclemencias de esas legiones miserables de badulaques disfrazados con el manto del poder partidario. Por ello resulta casi milagroso que ciudadanos honorables dejen lo que están haciendo y entren en el pantano de la política rastrera o como sucedió en el país de los vascos, paranoia capaz de eliminar por la civil o lo criminal la disidencia.
Espero que mis nietos me perdonen el sacrificio que hubieron de sufrir sus padres por mi conducta en la Euskadi de Otegui y Josu Ternera. Al menos verán con orgullo que S. M. El Rey me otorgara el Reconocimiento de ser miembro de la Real Orden del Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo.
Y digo lo que antecede por el lodazal en que han convertido la política esos truhanes y malandrines que Don Quijote quiso combatir armándose caballero, hasta que recuperó la conciencia y volviendo a ser Alonso Quijano se murió pleno de melancolía. Por cierto. Me gustaría que al más puro estilo del que disfrutamos leyendo la obra de Don Gregorio Marañón, alguna tesis doctoral propia de esa Universidad Libre en la que yo creo y que se puede percibir en el aulario de la sin par Salamanca, escriba un análisis científico sobre el personaje Pedro Sánchez Cstejón.











