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Lunes, 06 de Mayo de 2024 Tiempo de lectura:
Avance Editorial

Prólogo de José Javier Esparza al ensayo "Reconquista", de Philippe Conrad

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En la historiografía convencional se designa como Reconquista al proceso mediante el cual la cristiandad española contuvo, primero, y derrotó después al poder musulmán que se había instalado en la península ibérica desde el año 711. A lo largo de ese proceso fueron surgiendo distintas entidades políticas que recogían la herencia romana, cristiana y goda de la vieja Hispania y que constituyeron reinos diversos: León, Navarra, Aragón, etc. Estos reinos terminaron confluyendo a la altura del año 1476 en una unión dinástica, la de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, para dar nacimiento a la España que aún hoy conocemos. En el curso de este largo periplo aparecieron instituciones que iban a ser decisivas en los siglos siguientes: los primeros municipios como sujeto de derecho político (Brañosera, en el año 824), las primeras ciudades libres (León, 1017), el primer parlamento con representación popular (las Cortes de León de 1188, enseguida imitadas por otros reinos), etc.

 

Junto a todo esto, las especiales circunstancias de una vida volcada prácticamente sin pausa sobre los conflictos de frontera fueron construyendo un singular carácter muy específicamente español. Cuando en el resto de Europa se imponía un modelo rígidamente feudal, en la España cristiana aparecía un original fenómeno de propiedad popular de la tierra que enseguida se convertiría en el motor real de la Reconquista. Porque, al cabo, la Reconquista no fue tanto una sucesión de episodios de carácter militar, batalla tras batalla, como un proceso continuo de repoblación protagonizado, primero, por campesinos libres, después por comunidades de villa y tierra y, finalmente, por las órdenes militares (Santiago, Calatrava, etc.) hasta recomponer el perfil de la España cristiana. Así la España “perdida” de la que se lamentaba la crónica mozárabe del año 754 venía a recuperarse siglo tras siglo, en un tenaz trabajo de recomposición. De todos los territorios ocupados por el islam en su primera gran expansión, España fue el único que terminó volviendo a la cruz. Y aún más, porque, enseguida, el mismo impulso de la Reconquista cruzó el océano atlántico y se vertió sobre un nuevo continente para dar nacimiento a la América española.

 

Por razones políticas transparentes, este formidable episodio histórico empezó a resultar “inconveniente” para la opinión oficial cuando llegó la ola de lo políticamente correcto. La propia cultura institucional española comenzó a mirar con sospecha un periodo histórico que, por otro lado, resulta imprescindible para entender la mera existencia de España. Rápidamente fue imponiéndose en los ámbitos académicos la idea de que la Reconquista nunca fue tal o, si lo fue, en realidad debería leerse al revés, es decir, como un lamento por Al-Andalus, supuesto mundo de esplendor cruelmente derrotado por la barbarie cristiana y… española. En ese contexto, para el lector español francófono fue una absoluta sorpresa descubrir el volumen divulgativo que en 1998 dedicó Philippe Conrad a la Reconquista en la célebre colección “Que sais-je?”. Aquella apretada síntesis ofrecía lo que la historiografía española de la época apenas si osaba: una exposición diáfana de lo que, se mire como se mire, es uno de los grandes pilares sobre los que se asienta el Occidente contemporáneo. A los historiadores españoles no les gustará leer esto, pero el hecho es que Conrad redescubrió la Reconquista antes de que en España fuera posible hacerlo. El que firma estas líneas, que posteriormente dedicaría seis libros a la materia, bebió precisamente en Philippe Conrad para despertar su interés inicial. Sirva este prólogo, pues, como tributo personal a un pionero. Porque, del mismo modo que los campesinos de los siglos IX y X fueron los pioneros de la repoblación, Conrad ha sido el pionero de la recuperación de este episodio histórico trascendental.

 

En esta nueva obra, Philippe Conrad vuelve sobre la cuestión para ampliar perspectivas y, de paso, entablar un fecundo debate –un fecundo combate– con todos aquellos que en los últimos años ha insistido en negar la evidencia. Si Occidente existe hoy como lo conocemos, fue porque en las tierras de la península ibérica nació la idea de reconstruir lo que un día se perdió. La Reconquista, a fin de cuentas, no es otra cosa que un largo empeño por mantener una civilización romana y germana, europea, cristiana, frente a otra civilización ajena. Philippe Conrad dibuja en las páginas que siguen el perfil completo de lo que sucedió. Y una vez más, estamos ante otra obra de síntesis fundamental.

 

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