Cataluña 12-M: la autodestrucción cada vez más cerca
Algún día lo entenderán, pero ya será tarde.
En Cataluña y en el País Vasco mandan esos que decimos que son los catalanes y los vascos, esos con apellidos que no son castellanos, esos que se apellidan un tanto distinto, en catalán o en euskera. Y mandan siendo pocos, siendo menos. Son como los indios de las reservas americanas, rodeados de hombres blancos. Solo que mientras en Estados Unidos los indios que quieren seguir siendo solo indios viven en reservas, sin molestar, aquí, en País Vasco y Cataluña, los indios ocupan las instituciones y los españoles que llegaron de todas las regiones españolas, más los que aquí había desde siempre, y que juntos son mayoría abrumadora, resulta que quieren ser como los indios. En Cataluña y en el País Vasco mandan ese pequeño porcentaje, cada vez menor, de los que son catalanes o vascos de cuna. Mandan cuando son menos, muchos menos. Pero los demás, la mayoría, los que llegaron de otras partes de España, más los que aquí ya había, esos no saben de proporciones.
En Cataluña y el País Vasco se ha producido el curioso fenómeno de que el hombre blanco quieren ser indio, convertirse en uno de ellos, hablar como ellos, vestir como ellos, bailar como ellos, querer lo que quieren ellos. Vamos, que les consideren indios también a ellos. Nada más.
Los hombres blancos en Cataluña y País Vasco son más que los indios, pero no lo saben y creen que hay que hacerse catalanes y vascos para ser alguien. Están convencidos de que su futuro solo pasa por eso. Y hacen como que son catalanes o vascos de verdad y votan a los partidos nacionalistas donde manda esa minoría que son como los indios americanos en número, pero que copan todos los resortes del poder porque tienen apellidos distintos y se creen que son los mejores en Cataluña y en el País Vasco, los verdaderos catalanes y vascos.
Y en Cataluña, si no votan a los partidos nacionalistas, votan al Partido Socialista, pero da igual. El Partido Socialista en Cataluña y en el País Vasco está convencido de que tiene que ser como los nacionalistas, cuanto más nacionalista mejor, todo lo nacionalista que se pueda.
Cuando resulta que España está llena de esos mismos catalanes y vascos, que viven diluidos entre una mayoría de españoles y donde apenas se nota su presencia. Pero en Cataluña y el País Vasco se notan más, porque hay menos gente que en el resto de España, solo por eso. Y se notan más en País Vasco y Cataluña, hasta el punto de creerse ellos y sobre todo hacer creer a los demás que son la mayoría.
Pero la mayoría es otra, la mayoría es la de los que llegaron de fuera, o de los que estaban ya allí, pero tenían apellidos españoles, una mayoría de catalanes y vascos que por una extraña razón se piensan que están como de prestado en su tierra, como de favor. Y tienen que hacerse los nacionalistas como sea. Y la forma que tienen de hacerlo es olvidándose de España, sacando España como sea del País Vasco y de Cataluña.
En Cataluña este 12 de mayo nos espera más de lo mismo. Todos haciéndose los nacionalistas catalanes. Todos haciéndose como que no son españoles. El cinturón rojo de Barcelona, con tres millones de españoles llegados de todas partes de España, haciéndose más nacionalista catalán que ninguno, los más nacionalistas catalanes de todos. Como ha pasado en el País Vasco con la margen izquierda.
Cataluña es una región española extraordinariamente parecida a la vasca en la cuestión puramente política. Ambas están cortadas por el mismo patrón. Y ello es así desde finales del siglo XIX en adelante. Con algunas diferencias no demasiado importantes para abordar su análisis y deducir el principal problema que tienen allí, así como la única solución posible para ambas.
Obviamente ambas se parecen en una cuestión fundamental que está en el origen de sus nacionalismos respectivos y del actual panorama político y social de las dos regiones: el enorme flujo de población inmigrante procedente de todos los rincones españoles que acudió allí con motivo de la primera industrialización de finales del siglo XIX y sobre todo desde mediados del XX, en pleno desarrollismo franquista.
En cuanto a origen de procedencias, mientras en Cataluña llegaron de todas partes, desde Finisterre hasta Barbate o desde Asturias hasta Murcia, con especial incidencia desde la vertiente aragonesa y levantina, por puras razones de proximidad, en cambio a País Vasco llegaron desde toda Castilla, Extremadura, Andalucía y la cornisa cantábrica, pero menos desde Aragón, Valencia o Murcia. El caso es que los nacionalismos respectivos construyeron una historia de naciones sometidas que hundirían sus orígenes respectivos en Wilfredo el Peloso para el caso catalán o en un pueblo de 7000 años de antigüedad, como decía el lendacari Ibarreche, para el caso vasco, con los primeros vascos hablando ya eusquera en las cuevas. Y todo eso lo hicieron como una forma de buscar un protagonismo para la ocasión que convirtiera a los recién llegados, compatriotas españoles, en personas extrañas y desubicadas en su tierra.
Los nacionalismos vasco y catalán tendrán siempre sobre sus orígenes esa deslealtad, ese supremacismo, esa animadversión, esa profunda bocanada de desprecio hacia gentes como ellos, que habían vivido siempre con ellos en el mismo país y a los que a partir de un momento dado empezaron a discriminar, solo porque llegaron donde ellos ya estaban, solo porque querían mejorar su vida.
Los nacionalistas vascos y catalanes siempre llevarán a cuestas la mochila de haber pervertido la historia de un modo rocambolesco, a veces inaudito, otras imaginativo, pero siempre falso.
Los nacionalismos vasco y catalán, como decía Sabino Arana de él mismo y sus primeros seguidores, son todos conversos, que es una forma suave de decir que son todos traidores, desleales, perjuros, renegados de su nación española por puro afán de superioridad con respecto a sus congéneres españoles de todas partes de España, los que llegaron a Cataluña y País Vasco por razones económicas y allí se quedaron, contribuyendo al desarrollo, modernización y transformación completa de sus sociedades respectivas. Los nacionalismos vasco y catalán son una pura reacción xenófoba y supremacista respecto de los demás españoles que acudieron allí.
Pero los demás españoles son mayoría en País Vasco y Cataluña. Y ahí, precisamente en eso, está la única solución posible para esas dos comunidades. En que algún día esas mayorías supieran que son mayoría y cogieran el toro por los cuernos y acabaran de una vez con esta farsa en la que vivimos. Y justamente eso es lo que no ven, eso es lo que no saben. O quizás es que no lo quieran saber. A lo mejor les daría vergüenza saberlo. Son mayoría en País Vasco y Cataluña y además son mejores que quienes les llevan más de un siglo ya minorizando, humillando, marginando, excluyendo. Moralmente la mayoría del País Vasco y Cataluña es mucho mejor que esa minoría sobreactuada de autóctonos nacionalistas que solo presumen de algo que nunca tuvieron que esforzarse por tener: unos apellidos sobrevenidos, producto de un registro civil que no hunde su historia en la noche de los tiempos, sino que es algo más bien reciente, hasta no hace mucho de lo más azaroso, porque hasta 1841 en que se regularizó, la gente se podía poner los apellidos como quisiera, sin respetar un orden, sin tener que ponerse obligatoriamente el de sus padres e incluso cambiándoselos en vida. Qué clase de origen irrefutable es ese. Qué clase de broma genealógica es la que fundamenta la diferencia actual entre apellidos.
Vivimos en País Vasco y Cataluña sobre una vergüenza nacional, sobre una discriminación entre compatriotas, sobre una perversión moral e intelectual, sobre un auténtico despropósito. En Cataluña este 12 de mayo tendremos más de lo mismo. Allí están llegando a un callejón sin salida. Aquí en el País Vasco está pasando tres cuartos de lo mismo.
En el País Vasco ya lo estamos viendo: cien años de nacionalismo están ahogando la sociedad. Una sociedad envejecida, sin proyectos de ilusión, amargada de la vida, con imposiciones, deberes nacionales y patrióticos, ruedas de molino con las que hay que desayunarse todas las mañanas.
Pero todo tiene un límite. El nacionalismo irá poco a poco ahogando las dos sociedades, la vasca ya lo está, la catalana lo estará más pronto que tarde. Y las grandes mayorías de vascos y catalanes siguen sin enterarse. Abducidas, acomplejadas, pradalizadas, convertidas en lo que no son, pero además convertidas en algo sin grandeza, en algo que es fruto de una deslealtad, de una traición. Y algo que empieza así, traicionando, discriminando a los demás, no puede acabar bien. Nunca podría acabar bien. Algo que tiene un origen tan innoble, tan deleznable, tiene que vivir también de modo innoble y acabar también del mismo modo que empezó.
La única baza de estos nacionalismos infames es tener secuestrada a la sociedad vasca y catalana, tener abducido a lo mejor de esas dos sociedades, haciéndoles creer que todo lo bueno que tienen los vascos y los catalanes tiene que pasar necesariamente por el aro nacionalista. Y no es verdad. Esa es la gran mentira, esa es su gran falsedad: hacernos creer que lo vasco y lo catalán solo puede ser nacionalista, identificar lo vasco y lo catalán con los nacionalismos respectivos. Esa es su gran mentira, esa es su gran estafa, ese es su gran fraude, esa es su gran traición a la convivencia y a la historia colectivas.
Algún día lo entenderán, pero ya será tarde.
En Cataluña y en el País Vasco mandan esos que decimos que son los catalanes y los vascos, esos con apellidos que no son castellanos, esos que se apellidan un tanto distinto, en catalán o en euskera. Y mandan siendo pocos, siendo menos. Son como los indios de las reservas americanas, rodeados de hombres blancos. Solo que mientras en Estados Unidos los indios que quieren seguir siendo solo indios viven en reservas, sin molestar, aquí, en País Vasco y Cataluña, los indios ocupan las instituciones y los españoles que llegaron de todas las regiones españolas, más los que aquí había desde siempre, y que juntos son mayoría abrumadora, resulta que quieren ser como los indios. En Cataluña y en el País Vasco mandan ese pequeño porcentaje, cada vez menor, de los que son catalanes o vascos de cuna. Mandan cuando son menos, muchos menos. Pero los demás, la mayoría, los que llegaron de otras partes de España, más los que aquí ya había, esos no saben de proporciones.
En Cataluña y el País Vasco se ha producido el curioso fenómeno de que el hombre blanco quieren ser indio, convertirse en uno de ellos, hablar como ellos, vestir como ellos, bailar como ellos, querer lo que quieren ellos. Vamos, que les consideren indios también a ellos. Nada más.
Los hombres blancos en Cataluña y País Vasco son más que los indios, pero no lo saben y creen que hay que hacerse catalanes y vascos para ser alguien. Están convencidos de que su futuro solo pasa por eso. Y hacen como que son catalanes o vascos de verdad y votan a los partidos nacionalistas donde manda esa minoría que son como los indios americanos en número, pero que copan todos los resortes del poder porque tienen apellidos distintos y se creen que son los mejores en Cataluña y en el País Vasco, los verdaderos catalanes y vascos.
Y en Cataluña, si no votan a los partidos nacionalistas, votan al Partido Socialista, pero da igual. El Partido Socialista en Cataluña y en el País Vasco está convencido de que tiene que ser como los nacionalistas, cuanto más nacionalista mejor, todo lo nacionalista que se pueda.
Cuando resulta que España está llena de esos mismos catalanes y vascos, que viven diluidos entre una mayoría de españoles y donde apenas se nota su presencia. Pero en Cataluña y el País Vasco se notan más, porque hay menos gente que en el resto de España, solo por eso. Y se notan más en País Vasco y Cataluña, hasta el punto de creerse ellos y sobre todo hacer creer a los demás que son la mayoría.
Pero la mayoría es otra, la mayoría es la de los que llegaron de fuera, o de los que estaban ya allí, pero tenían apellidos españoles, una mayoría de catalanes y vascos que por una extraña razón se piensan que están como de prestado en su tierra, como de favor. Y tienen que hacerse los nacionalistas como sea. Y la forma que tienen de hacerlo es olvidándose de España, sacando España como sea del País Vasco y de Cataluña.
En Cataluña este 12 de mayo nos espera más de lo mismo. Todos haciéndose los nacionalistas catalanes. Todos haciéndose como que no son españoles. El cinturón rojo de Barcelona, con tres millones de españoles llegados de todas partes de España, haciéndose más nacionalista catalán que ninguno, los más nacionalistas catalanes de todos. Como ha pasado en el País Vasco con la margen izquierda.
Cataluña es una región española extraordinariamente parecida a la vasca en la cuestión puramente política. Ambas están cortadas por el mismo patrón. Y ello es así desde finales del siglo XIX en adelante. Con algunas diferencias no demasiado importantes para abordar su análisis y deducir el principal problema que tienen allí, así como la única solución posible para ambas.
Obviamente ambas se parecen en una cuestión fundamental que está en el origen de sus nacionalismos respectivos y del actual panorama político y social de las dos regiones: el enorme flujo de población inmigrante procedente de todos los rincones españoles que acudió allí con motivo de la primera industrialización de finales del siglo XIX y sobre todo desde mediados del XX, en pleno desarrollismo franquista.
En cuanto a origen de procedencias, mientras en Cataluña llegaron de todas partes, desde Finisterre hasta Barbate o desde Asturias hasta Murcia, con especial incidencia desde la vertiente aragonesa y levantina, por puras razones de proximidad, en cambio a País Vasco llegaron desde toda Castilla, Extremadura, Andalucía y la cornisa cantábrica, pero menos desde Aragón, Valencia o Murcia. El caso es que los nacionalismos respectivos construyeron una historia de naciones sometidas que hundirían sus orígenes respectivos en Wilfredo el Peloso para el caso catalán o en un pueblo de 7000 años de antigüedad, como decía el lendacari Ibarreche, para el caso vasco, con los primeros vascos hablando ya eusquera en las cuevas. Y todo eso lo hicieron como una forma de buscar un protagonismo para la ocasión que convirtiera a los recién llegados, compatriotas españoles, en personas extrañas y desubicadas en su tierra.
Los nacionalismos vasco y catalán tendrán siempre sobre sus orígenes esa deslealtad, ese supremacismo, esa animadversión, esa profunda bocanada de desprecio hacia gentes como ellos, que habían vivido siempre con ellos en el mismo país y a los que a partir de un momento dado empezaron a discriminar, solo porque llegaron donde ellos ya estaban, solo porque querían mejorar su vida.
Los nacionalistas vascos y catalanes siempre llevarán a cuestas la mochila de haber pervertido la historia de un modo rocambolesco, a veces inaudito, otras imaginativo, pero siempre falso.
Los nacionalismos vasco y catalán, como decía Sabino Arana de él mismo y sus primeros seguidores, son todos conversos, que es una forma suave de decir que son todos traidores, desleales, perjuros, renegados de su nación española por puro afán de superioridad con respecto a sus congéneres españoles de todas partes de España, los que llegaron a Cataluña y País Vasco por razones económicas y allí se quedaron, contribuyendo al desarrollo, modernización y transformación completa de sus sociedades respectivas. Los nacionalismos vasco y catalán son una pura reacción xenófoba y supremacista respecto de los demás españoles que acudieron allí.
Pero los demás españoles son mayoría en País Vasco y Cataluña. Y ahí, precisamente en eso, está la única solución posible para esas dos comunidades. En que algún día esas mayorías supieran que son mayoría y cogieran el toro por los cuernos y acabaran de una vez con esta farsa en la que vivimos. Y justamente eso es lo que no ven, eso es lo que no saben. O quizás es que no lo quieran saber. A lo mejor les daría vergüenza saberlo. Son mayoría en País Vasco y Cataluña y además son mejores que quienes les llevan más de un siglo ya minorizando, humillando, marginando, excluyendo. Moralmente la mayoría del País Vasco y Cataluña es mucho mejor que esa minoría sobreactuada de autóctonos nacionalistas que solo presumen de algo que nunca tuvieron que esforzarse por tener: unos apellidos sobrevenidos, producto de un registro civil que no hunde su historia en la noche de los tiempos, sino que es algo más bien reciente, hasta no hace mucho de lo más azaroso, porque hasta 1841 en que se regularizó, la gente se podía poner los apellidos como quisiera, sin respetar un orden, sin tener que ponerse obligatoriamente el de sus padres e incluso cambiándoselos en vida. Qué clase de origen irrefutable es ese. Qué clase de broma genealógica es la que fundamenta la diferencia actual entre apellidos.
Vivimos en País Vasco y Cataluña sobre una vergüenza nacional, sobre una discriminación entre compatriotas, sobre una perversión moral e intelectual, sobre un auténtico despropósito. En Cataluña este 12 de mayo tendremos más de lo mismo. Allí están llegando a un callejón sin salida. Aquí en el País Vasco está pasando tres cuartos de lo mismo.
En el País Vasco ya lo estamos viendo: cien años de nacionalismo están ahogando la sociedad. Una sociedad envejecida, sin proyectos de ilusión, amargada de la vida, con imposiciones, deberes nacionales y patrióticos, ruedas de molino con las que hay que desayunarse todas las mañanas.
Pero todo tiene un límite. El nacionalismo irá poco a poco ahogando las dos sociedades, la vasca ya lo está, la catalana lo estará más pronto que tarde. Y las grandes mayorías de vascos y catalanes siguen sin enterarse. Abducidas, acomplejadas, pradalizadas, convertidas en lo que no son, pero además convertidas en algo sin grandeza, en algo que es fruto de una deslealtad, de una traición. Y algo que empieza así, traicionando, discriminando a los demás, no puede acabar bien. Nunca podría acabar bien. Algo que tiene un origen tan innoble, tan deleznable, tiene que vivir también de modo innoble y acabar también del mismo modo que empezó.
La única baza de estos nacionalismos infames es tener secuestrada a la sociedad vasca y catalana, tener abducido a lo mejor de esas dos sociedades, haciéndoles creer que todo lo bueno que tienen los vascos y los catalanes tiene que pasar necesariamente por el aro nacionalista. Y no es verdad. Esa es la gran mentira, esa es su gran falsedad: hacernos creer que lo vasco y lo catalán solo puede ser nacionalista, identificar lo vasco y lo catalán con los nacionalismos respectivos. Esa es su gran mentira, esa es su gran estafa, ese es su gran fraude, esa es su gran traición a la convivencia y a la historia colectivas.