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Pedro Chacón
Sábado, 18 de Mayo de 2024 Tiempo de lectura:

12 años de invisibilidad

[Img #25984]

 

Son los que hemos vivido bajo la égida de Iñigo Urkullu, lendacari del gobierno vasco durante tres legislaturas seguidas que ahora terminan.

 

Qué alivio que se haya marchado o que se vaya a marchar dentro de poco. Y qué largos se nos han hecho también tantos años de hegemonía nacionalista, de cara de plato permanente, de sonsonete monocorde, de busto parlante.

 

Y cuando decimos invisibilidad no nos referimos a que, como no pasamos ni una al nacionalismo, pues este, en justa correspondencia, nos somete a un régimen de silencio y de ninguneo. No es eso. O no es solo eso. Eso sería lo de menos en realidad. Ahora, sí tenemos el recuerdo de cómo, de vez en cuando, a la mínima oportunidad que han tenido sus corifeos y soplagaitas, al mínimo despiste, eso sí, han entrado a saco para intentar desmontar todo lo que decimos. Porque nos leen. De eso no hay duda. Y no pierden la oportunidad, cuando se les presenta, de entrar con todo para aprovechar el mínimo desliz y así intentar desmontar de la misma todo lo que decimos. Y entonces se les ve babear de satisfacción ante la presa propicia e indefensa, como lobos hambrientos. Pero, por lo demás, nada, silencio sepulcral.

 

A Sabino Arana también le pasaba lo mismo en su tiempo. Que nadie le hacía caso o hacían como que no le hacían caso, aunque también le leían. El “malicioso silencio” decía él, o el “sueco silencio”, “esa arma que tienen por terrible y eficacísima”, decía, y que es el ataque “más sañoso y menos perceptible”. Y mira ahora. El partido que fundó es el que nos tiene a los demás acogotados. Y eso que ya sus seguidores ni le leen siquiera. Y si le leen se lo callan, porque no tiene ni por dónde cogerse todo aquello que dijo de los inmigrantes que llegaban por entonces a Bilbao, a finales del siglo XIX, y los que llegaron después, contra los que dijeron de todo, estos nacionalistas que ahora tenemos. A los que maltrataron, humillaron y despreciaron sin medida y sin miramiento alguno.

 

Pero no. No me refería con lo de la invisibilidad al silencio ensordecedor que se practica con los que criticamos un movimiento tan sectario y dominante como es el nacionalismo. Que se puede permitir ignorar supinamente a los que le critican.

 

No. Es algo más estructural, más de concepción de la realidad que tienen del País Vasco en el que vivimos. Y que en el régimen de Iñigo Urkullu se ha puesto una vez más de manifiesto.

 

Miren, hasta ahora no nos hemos referido aquí a una cosa que se llama “diáspora vasca” y que en el nacionalismo tiene una acepción concreta, referida a lo que fue la emigración vasca a América, sobre todo, tanto del norte como la más abundante del sur, así como a otras latitudes, como Australia, por ejemplo, u otros países de Europa. Pero, sobre todo, la americana. Con esa diáspora el nacionalismo lleva años, desde 1978 para acá sobre todo, antes no, queriendo construir una imagen ideal del País Vasco al que ellos aspiran, con todos los vascos recordando su pasado de una manera bucólica e idealizada, todos los vascos que se consideran a sí mismos vascos porque tienen un apellido eusquérico, básicamente. No por otra cosa. Y hablan de diáspora vasca de una manera compulsiva, sobreabundante, obsesiva, continua. Celebran un congreso cada cuatro años, donde convocan a las colectividades vascas en el exterior, que son la totalidad de las casas vascas (euskal etxeak) repartidas por el mundo, la mayoría en Argentina, seguido de Estados Unidos y luego la mayoría de países de América, algunas en Europa, también hay alguna hasta en China, Japón y Australia. Y también en España, dicen, como si el País Vasco no fuera España. En esas casas vascas se aglutinan muchos vascos y sobre todo descendientes de vascos, donde recuerdan costumbres, bailes, intentan aprender eusquera, algunos incluso dicen que lo consiguen, y no sé muy bien luego cómo lo mantienen, allá tan lejos, con quién lo hablan, con lo que nos cuesta mantenerlo a los que lo hablamos aquí. Para que nos hagamos idea de lo que tenemos, de 2002 hay el dato de que el Gobierno vasco brinda su apoyo a los centros vascos, que cuentan con 9.490 socios, de los que sólo 600 mantienen la nacionalidad española. Estas cifras son para que nos hagamos idea de lo que hablamos aquí por diáspora vasca.

 

[Img #25982]Con ese número nimio, en relación al total de la población vasca actual, el nacionalismo vasco construye un mundo de vascos repartidos por los cinco continentes, que le permite a Ibarretxe, en una expansión de las suyas, decir que son no sé cuántos millones de vascos repartidos por el mundo, metiendo a descendientes, ascendientes, presentes, pasados y futuros.

 

También hay otra diáspora vasca, pero de esta se habla menos, y el nacionalismo vasco por supuesto no habla nada. Y es la que fue obligada por ETA a abandonar el País Vasco debido a los asesinatos, secuestros y extorsiones y que en número viene a ser tanta o más que la que integra la diáspora vasca nacionalista. Desde aquí nuestro homenaje a José María Calleja, que fue quien publicó el libro del mismo título cuya portada reproducimos aquí. Siempre que hablemos de la diáspora nacionalista tenemos la obligación moral de recordar este libro del tristemente ya fallecido José María Calleja.

 

[Img #25983]En fin, en estas estábamos cuando nos damos cuenta de que el nacionalismo vasco ha construido con el tema de la diáspora vasca una ensoñación de identidad, de realidad nacional global, sustentada en las redes sociales, en Internet, y donde resulta relativamente fácil construir la ensoñación que pretenden, en la que su mundo ideal de vascos con apellido se superpone a la realidad del propio País Vasco en el que vivimos, donde, recordemos, desde 1998 contamos con la única estadística oficial que vale para describir esta realidad: 55% de personas sin ningún apellido eusquérico, 25% con uno sí y otro no, y un escaso 20% con los  dos primeros apellidos eusquéricos. Esto es lo que hay.

 

Pues bien, con esta realidad, el nacionalismo lo que hace son dos cosas: primero negarla, porque no hay artículo científico menos reconocido por el nacionalismo vasco que el del estadístico ya fallecido José Aranda Aznar, que en 1998 escribió “La mezcla del pueblo vasco”, donde cruzó el padrón de habitantes del País Vasco con el nomenclátor de apellidos de Euskaltzaindia y salieron las proporciones que les acabamos de dar y que ya conocen por esta serie.

 

Y segundo, aplicarnos dosis permanentes de “diáspora vasca”, donde el País Vasco se entiende en su conexión con las colectividades vascas del exterior, representadas por las Euskal Etxeak, ensalzando el elemento eusquérico e invisibilizando al resto. Cada cuatro años un Congreso de colectividades vascas, y ya van ocho. El último fue en diciembre de 2023. Luego están las celebraciones que hacen las propias colectividades en el exterior, a las que van solícitos y en plan masivo el Gobierno Vasco, las diputaciones y el propio Partido Nacionalista Vasco por medio de sus dirigentes. Así, están las Jaialdis de Boise, en el estado de Idaho (Estados Unidos) que se celebran cada cinco años y el año que viene, 2025, toca. Allí veremos ir a Imanol Pradales. Será fantástico ver cómo el nuevo lendacari asume los principios y valores de la diáspora, a pesar de no tener ni un solo apellido eusquérico en su árbol genealógico, y cuando hoy en día las casas vascas, a la hora de admitir socios, siguen pidiendo que tengan algún apellido vasco: “La mayor parte de los centros exige como requisito de ingreso poseer al menos un abuelo con apellido” (esto lo dice Gloria Totoricagüena, una de las mayores especialistas en el tema de los centros de la diáspora vasca, en su principal libro sobre el tema que está en la red y es de 2003).

 

También está la Semana Nacional Vasca en Argentina, a la que van siempre que pueden nuestros nacionalistas. No sé si recordarán uno de esos eventos, el de 2018, en la Euskal Etxea Denak Bat de Mar del Plata, al que asistió Urkullu y se puso a tocar el chistu y el tamboril, de lo que hay fotos, claro, porque el lendacari llevaba a todos sus viajes a su equipo de fotógrafos, para que dieran buena cuenta de todo lo que interesaba transmitir para acá. La foto del lendacari tocando el chistu para esa ocasión es la que encabeza este artículo.

 

Y es que la diáspora vasca es un producto de auténtico consumo interno, pero pensado para emitirlo aquí, no allí. Es una máquina de producir identidad vasca y además con una buena rentabilidad coste/beneficio. Tan solo hay que organizar unos cuantos viajes a América, traer aquí de vez en cuando a miembros de las casas vascas y así se mantiene la ficción de una identidad global que el nacionalismo nos restriega por las narices a la mayoría de la población vasca que no tenemos apellidos y que, por tanto, somos menos que los que sí los tienen: claro que para ello tendrían que traerlos a todos aquí. Sería el sueño de los nacionalistas: conseguir instalar aquí a la diáspora y que así los de apellido eusquérico fueran mayoría abrumadora.

 

Y como esas celebraciones cada cuatro años de los Congresos mundiales de colectividades vascas en el exterior se quedaban como escasas y había que mantener la llama encendida. Y como las Jaialdis son cada cinco años y las demás celebraciones que se hacen allí pillan muy lejos, el Gobierno Vasco saliente, el de Urkullu, decidió en 2018 endosarnos más diáspora vasca, y así se instituyó un “Día de la Diáspora Vasca” anual, a celebrar todos los años el día 8 de septiembre. La elección de la fecha parece que la consensuaron con las casas vascas del exterior y la eligieron porque es la fecha en la que Juan Sebastián Elcano volvió de su viaje alrededor del mundo.

 

Esta sí que es buena. Juan Sebastián Elcano, un marino al servicio del emperador español Carlos V y sin apellido eusquérico, es el que les sirvió de referente. Porque representa la globalidad de lo vasco, creo que dicen, porque era de Guetaria. Y luego el 8 de septiembre. Sí, claro, el 8 de septiembre dieron por concluida la vuelta al mundo con la nao Victoria anclando en… el puerto de Sevilla, 8 de septiembre de 1522. Sevilla, ¿eh? A más de 800 kilómetros de Vitoria, por tomar la capital administrativa del País Vasco como referencia.

 

En fin. Pero a lo que íbamos. Desde que el lendacari Urkullu nos subió la dosis de diáspora vasca, poniéndonosla anual, resulta que ha soltado unos discursitos de justificación de la efeméride que no tienen desperdicio. Y los ha repetido igual en las dos primeras conmemoraciones, la de 2018 fue la primera. La crónica del acto recoge esto (El Correo, 9-9-2018):

 

“El lehendakari proclamó ayer que la sociedad vasca no puede «mirar para otro lado» ante las necesidades de los migrantes que están llamando «a nuestra puerta en busca de un futuro mejor». Iñigo Urkullu lanzó este mensaje de solidaridad durante los actos institucionales organizados en Vitoria, en la sede de Lehendakaritza, con motivo del día de la diáspora vasca. Urkullu recordó, en este sentido, la historia «migrante» de los vascos para insistir en la necesidad de «acoger» a las personas que llegan a Euskadi. «¿Qué habría sido de nuestra diáspora si hubiéramos sido rechazados en los países de destino?», se preguntó.”

 

Esto fue en Vitoria en 2018. Y el año siguiente, en 2019, esta vez en Ispáster, Vizcaya, de nuevo con ocasión del Día de la Diáspora vasca, volvió a decir algo parecido (El Correo, 9-9-2019):

 

“El lehendakari insistió en que la sociedad vasca y la europea «no pueden mirar para otro lado». En este sentido reclamó «un cambio de raíz» en la política común del continente para dar cobijo «a las personas que buscan refugio y un nuevo futuro en nuestra tierra». «Nos corresponde –continuó– asumir la responsabilidad y construir un compromiso compartido para responder a la realidad de las personas refugiadas y migrantes que se encuentran en situación de vulnerabilidad a las puertas mismas de Europa». El lehendakari se preguntó: «¿Qué habría sido de nuestra diáspora si hubiéramos sido rechazados en los países de destino?». En esta línea instó a «abrir los brazos a esas personas que, sin duda, van a participar en el futuro de nuestro país».”

 

O sea, que para este lendacari todavía en funciones a la espera de que el nuevo tome posesión, en el País Vasco hubo una emigración de vascos, la diáspora vasca, y ahora lo que hay es una inmigración de personas, refugiadas y migrantes dice, “en busca de un futuro mejor”, que vienen a nuestra tierra y a las que debemos acoger, lo mismo que los vascos fueron acogidos cuando fueron a otras tierras.

 

Y de la inmigración que vino de otras partes de España, simultánea con la que salió de aquí hacia América y mucho mayor en número y que transformó por completo el País Vasco que conocemos, ¿de esa no hay nada que decir, esa no existió? La inmigración justamente que provocó la reacción xenófoba y racista del fundador de su partido Sabino Arana, ¿de esa no hay que decir nada?

 

Pues ya se lo contesto desde ahora: no, no existe. Para Urkullu, no. Para él y para los que son como él no existimos. 12 años de invisibilidad son los que nos ha propinado este lendacari chistulari y tamborilero.

 

Veamos Imanol Pradales si dice algo al respecto. En El Correo de 17-3-2024 se nos dice que estuvo “en Sestao, participando en el acto de celebración del Día de Andalucía junto a otros dirigentes jeltzales como Itxaso Atutxa y Aitor Esteban, y el consejero de Cultura, Bingen Zupiria. El candidato a lehendakari recordó que sus abuelos y bisabuelos llegaron desde Burgos a principios del siglo XX «en busca de un futuro mejor», al igual que muchos gallegos y andaluces. «Son personas que han sudado la camiseta por este país y ayudaron a construir Euskadi con sus propias manos. Han enriquecido nuestra sociedad y agradecemos y reconocemos su contribución», se enorgulleció el presidenciable jeltzale. De esta manera, ensalzó que el PNV «ni excluye ni descarta a nadie porque, si lo hacemos, no estaremos respetando a nuestra sociedad, que es a quien nos debemos».”

 

Agradecemos y reconocemos su contribución, dice Pradales. Como si él no fuera parte de ese esfuerzo y de esa contribución, como si estuviera fuera de esa realidad. ¿Cambiará verdaderamente la realidad de los vascos con Imanol Pradales, nos empezarán a tener en cuenta a los que venimos de la emigración de otras partes de España, como él mismo? ¿Hará su mandato que los que somos mayoría silenciada, invisibilizada, empecemos a sentirnos de aquí en pie de igualdad con los que hasta ahora tenían monopolizada la identidad vasca? ¿O será solo una pose más en campaña electoral, aprovechándose de que tienen a un Pradales para hacer exactamente eso y luego si te he visto no me acuerdo?

 

Son preguntas que me quiero responder en el sentido más favorable para mí y para mi presencia aquí y para la de los que son como yo, que somos mayoría. Y que estoy deseando contestármelas en ese sentido positivo. Pero es tal la carcasa de prejuicios y de barreras defensivas, de orden psicológico y discursivo, que ha interpuesto el nacionalismo vasco durante su medio siglo de hegemonía aquí, que me van a permitir que me mantenga ojo avizor hasta ver si de verdad se va empezando a despejar poco a poco el horizonte.

 

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