Obedecer: ¿a quién?
La democracia supone participación y representación del pueblo y para el pueblo. Es más que poder ejercer el voto en las urnas cuando toca. Es tan importante como la independencia entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, hoy en crisis total preñada con enfrentamientos casi escandalosos que el ciudadano no acepta. Las cámaras parlamentarias se han convertido en patios vecinales donde el insulto, la carencia de argumentos o la falta de respeto no sólo al convecino del continente institucional, también a la persona en esos parámetros que son educativos y ejemplarizadores. ¡Qué sainetes más vergonzosos transmitidos por los grades medios audiovisuales!
De vez en cuando surge algo mucho más profundo. Expedientan a un exdirigente socialista aragonés por no votar lo que la "curia partitocrática" le señaló con el dedo. Unos lo han tachado de indisciplina. Otros lo han tachado de traidorzuelo. Otros como venganza por no haber logrado repetir mando en la comunidad con capital en la inmortal Zaragoza que luchó contra la francesada. Y se abre un debate, me temo que estéril, entre los que asientan que ha pecado gravemente y los que defienden como aquel obispo gallego, Prisciliano, que por decir verdad contra el sínodo episcopal en Tréveris fue decapitado y condenado por hereje.
Representar desde un partido político a una circunscripción electoral en una institución que gestiona poder democrático requiere siempre de una reflexión a estilo Guadiana. ¿A quién se debe el Diputado? Para mí, que soy un romántico y amante de los viejos conceptos para la democracia, creo que representa a su pueblo, a sus gentes, a los ciudadanos de la circunscripción por la que se ha presentado, y las listas partidarias sólo son un instrumento. Y además, por ser hombre de honor, se debe a su conciencia.
Los enjuagues de la política han llegado al máximo imaginable. Saber que aún quedan versos libres me devuelve la esperanza en el sistema. Más si cabe en estos momentos donde el predicador envuelve al pueblo con sus mentiras y establece la subcultura de: "yo puedo cambiar de opinión cada vez que se me antoje". Y se me antoja a inventario de mis propias indecentes vanidades. No importa que el pueblo soberano se quede huérfano. No importa que una vez celebradas las elecciones, los mandarines impongan sus inconfesables ambiciones y hagan uso personal del poder que les han dado desde las urnas los "inocentes" ciudadanos, ilusionados o emocionados por el discurso teatral del divo.
En palabras del insigne Marañón: por muy claros y comprobados que queden los hechos, siempre quedará también el tortuoso camino de las interpretaciones. Muy evidentemente, las dos Españas, nuestro secular y trágico dilema, están ya en la calle. Solapamiento de una doble estructura de partidos, la nacional y la regional. Y sobre todos los debates, el indiscutible valor del sufragio y la posibilidad tanto de elegir gobernantes cuanto de exigirles responsabilidad política por su actuación.
Y aquí llega el colmo de la incoherencia. Se pretende juzgar y castigar a un representante del pueblo que como tantos ciudadanos abominan del precio que un tal Sánchez pretende pagar a esos catalanes independentistas y chantajistas que además de amnistía para graves delitos de sedición y malversación, ahora pretenden seguir con el proceso de independentismo. Y claro está, Aragón es la comunidad española más próxima a esa Cataluña del procónsul que se instaló en Waterloo, mientras sus compañeros de hazañas pagaban con prisión los actos que todos pudimos seguir en directo desde la televisión.
Alguno de esos tertulianos -"tolosa"- todo lo saben. Han llegado a defender la conducta del sanchismo que se dispone a castigar severamente al español Lambán. ¨Cuando aceptó ir en las listas del PSOE ya sabía a qué se debía". No se tiene de pie tal simple argumento. En ningún momento el sumo pontífice con sede en Madrid aseguró que habría toda suerte de concesiones al nacionalismo catalán. Y además, si la nueva teoría política del cambio de opinión se instala, también los dirigentes y representantes de menor cuantía tendrán derecho a envolverse en tal bandera pirata.
A no ser que de tanto regresar al pasado con el vehículo de la denominada memoria democrática, algunos estén descubriendo los métodos autocráticos de la oprobiosa. Donde se juraban los principios fundamentales del Movimiento y se exigían por escrito para ser funcionario en la toma de posesión, y ya no digamos para operar como padre de la patria desde las Cortes dónde se podían ver aquellos uniformes de chaqueta blanca que dejaba ver la camisa -nueva o vieja- azul; o aquellas demostraciones sindicales en el Bernabéu, cuando las clases trabajadoras bailaban en honor a sus excelencias y les mostraban su adhesión inquebrantable. Han desenterrado a la momia, pero se han quedado con su espíritu.
No vale disfrazarse de progres con subvenciones, ayudas al parado o desocupado, y otras maniobras que organiza la vicepresidenta, que camina de victoria en victoria hasta la derrota final. También Girón de Velasco, "el león de Fuengirola", desarrolló haciendo residencias sanitarias e impulsando las prestaciones del Instituto Nacional de Previsión. Cuanto más sabemos, más nos preocupan los tics del presente con su parecido con los tics del pasado.
Y llega el momento cumbre en el proceso sanchista de obediencia debida. Cabe la duda razonable que entre Puigdemont y Sánchez intercambien apoyos. Puigdemont presidente de la Generalidad con la abstención en segunda vuelta del Partido Socialista de Cataluña y Sánchez se mantiene de presidente del Gobierno de España con el apoyo de los nacionalistas catalanes, que además de alcanzar la amnistía total para los condenados por el "proceso", ponga sobre calendario un referéndum sobre la salida de Cataluña del Estado español.
Todos los socialistas dirían amén.
La democracia supone participación y representación del pueblo y para el pueblo. Es más que poder ejercer el voto en las urnas cuando toca. Es tan importante como la independencia entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, hoy en crisis total preñada con enfrentamientos casi escandalosos que el ciudadano no acepta. Las cámaras parlamentarias se han convertido en patios vecinales donde el insulto, la carencia de argumentos o la falta de respeto no sólo al convecino del continente institucional, también a la persona en esos parámetros que son educativos y ejemplarizadores. ¡Qué sainetes más vergonzosos transmitidos por los grades medios audiovisuales!
De vez en cuando surge algo mucho más profundo. Expedientan a un exdirigente socialista aragonés por no votar lo que la "curia partitocrática" le señaló con el dedo. Unos lo han tachado de indisciplina. Otros lo han tachado de traidorzuelo. Otros como venganza por no haber logrado repetir mando en la comunidad con capital en la inmortal Zaragoza que luchó contra la francesada. Y se abre un debate, me temo que estéril, entre los que asientan que ha pecado gravemente y los que defienden como aquel obispo gallego, Prisciliano, que por decir verdad contra el sínodo episcopal en Tréveris fue decapitado y condenado por hereje.
Representar desde un partido político a una circunscripción electoral en una institución que gestiona poder democrático requiere siempre de una reflexión a estilo Guadiana. ¿A quién se debe el Diputado? Para mí, que soy un romántico y amante de los viejos conceptos para la democracia, creo que representa a su pueblo, a sus gentes, a los ciudadanos de la circunscripción por la que se ha presentado, y las listas partidarias sólo son un instrumento. Y además, por ser hombre de honor, se debe a su conciencia.
Los enjuagues de la política han llegado al máximo imaginable. Saber que aún quedan versos libres me devuelve la esperanza en el sistema. Más si cabe en estos momentos donde el predicador envuelve al pueblo con sus mentiras y establece la subcultura de: "yo puedo cambiar de opinión cada vez que se me antoje". Y se me antoja a inventario de mis propias indecentes vanidades. No importa que el pueblo soberano se quede huérfano. No importa que una vez celebradas las elecciones, los mandarines impongan sus inconfesables ambiciones y hagan uso personal del poder que les han dado desde las urnas los "inocentes" ciudadanos, ilusionados o emocionados por el discurso teatral del divo.
En palabras del insigne Marañón: por muy claros y comprobados que queden los hechos, siempre quedará también el tortuoso camino de las interpretaciones. Muy evidentemente, las dos Españas, nuestro secular y trágico dilema, están ya en la calle. Solapamiento de una doble estructura de partidos, la nacional y la regional. Y sobre todos los debates, el indiscutible valor del sufragio y la posibilidad tanto de elegir gobernantes cuanto de exigirles responsabilidad política por su actuación.
Y aquí llega el colmo de la incoherencia. Se pretende juzgar y castigar a un representante del pueblo que como tantos ciudadanos abominan del precio que un tal Sánchez pretende pagar a esos catalanes independentistas y chantajistas que además de amnistía para graves delitos de sedición y malversación, ahora pretenden seguir con el proceso de independentismo. Y claro está, Aragón es la comunidad española más próxima a esa Cataluña del procónsul que se instaló en Waterloo, mientras sus compañeros de hazañas pagaban con prisión los actos que todos pudimos seguir en directo desde la televisión.
Alguno de esos tertulianos -"tolosa"- todo lo saben. Han llegado a defender la conducta del sanchismo que se dispone a castigar severamente al español Lambán. ¨Cuando aceptó ir en las listas del PSOE ya sabía a qué se debía". No se tiene de pie tal simple argumento. En ningún momento el sumo pontífice con sede en Madrid aseguró que habría toda suerte de concesiones al nacionalismo catalán. Y además, si la nueva teoría política del cambio de opinión se instala, también los dirigentes y representantes de menor cuantía tendrán derecho a envolverse en tal bandera pirata.
A no ser que de tanto regresar al pasado con el vehículo de la denominada memoria democrática, algunos estén descubriendo los métodos autocráticos de la oprobiosa. Donde se juraban los principios fundamentales del Movimiento y se exigían por escrito para ser funcionario en la toma de posesión, y ya no digamos para operar como padre de la patria desde las Cortes dónde se podían ver aquellos uniformes de chaqueta blanca que dejaba ver la camisa -nueva o vieja- azul; o aquellas demostraciones sindicales en el Bernabéu, cuando las clases trabajadoras bailaban en honor a sus excelencias y les mostraban su adhesión inquebrantable. Han desenterrado a la momia, pero se han quedado con su espíritu.
No vale disfrazarse de progres con subvenciones, ayudas al parado o desocupado, y otras maniobras que organiza la vicepresidenta, que camina de victoria en victoria hasta la derrota final. También Girón de Velasco, "el león de Fuengirola", desarrolló haciendo residencias sanitarias e impulsando las prestaciones del Instituto Nacional de Previsión. Cuanto más sabemos, más nos preocupan los tics del presente con su parecido con los tics del pasado.
Y llega el momento cumbre en el proceso sanchista de obediencia debida. Cabe la duda razonable que entre Puigdemont y Sánchez intercambien apoyos. Puigdemont presidente de la Generalidad con la abstención en segunda vuelta del Partido Socialista de Cataluña y Sánchez se mantiene de presidente del Gobierno de España con el apoyo de los nacionalistas catalanes, que además de alcanzar la amnistía total para los condenados por el "proceso", ponga sobre calendario un referéndum sobre la salida de Cataluña del Estado español.
Todos los socialistas dirían amén.











