Más dura será la caída
Nuestra política se parece cada vez más al boxeo por las marrullerías que sufrimos los ciudadanos por parte de muchos de los contendientes en el ring electoral, capaces con el apoyo entusiasta de sus promotores y entorno mediático, de cambiar las leyes sobre la marcha si eso creen que les puede ayudar a conseguir la victoria en las elecciones.
Por eso a nuestra situación actual le va perfectamente como título el de la última película de Humprey Bogart, Más dura será la caída, pues expresa el futuro que posiblemente le viene encima no solo a algunos pesos pesados, sino también medianos y pequeños de nuestros partidos, pues las debacles son como los aludes, acaban arrastrándolo casi todo en cascada.
Es un hecho que el nivel de parte de nuestra clase dirigente ha caído tanto entre ciertas fuerzas políticas en España que es de vergüenza ajena. No solo abundan los líderes (y lideresas) apenas formados y maleducados, sino incluso los vagos y los mentirosos compulsivos, para los que la verdad es solo decir lo que les convenga en ese momento. Naturalmente esos defectos no les restan ni la soberbia ni una desmedida ambición de poder.
Creo que está situación tiene su origen en la confluencia de dos factores nuevos, surgidos en el último decenio, aparte de la habitual existencia en cualquier organización de gentes ambiciosas e impresentables con ganas de medrar.
El primer factor nuevo es la extensión a todas las fuerzas políticas del malhadado sistema de primarias, tan mal planteado en España que ha transformado muy negativamente el proceso de selección de líderes y candidatos en una insensata subasta de apoyos internos de organizaciones de militantes, en la que los electores no tienen ningún papel, propicia para demagogos sin escrúpulos.
El segundo factor, es la irresponsable actitud de muchos medios de comunicación, que les ríen las gracias a los anteriores, y no les piden cuentas de sus falsedades y promesas vacías, con tal de que generen titulares.
Gran parte de nuestra clase política actual me parece nefasta e irrecuperable y por ello me encantaría, como hizo Dante con la de su época, mandarla al infierno.
Pero, ¿cómo sería según Dante el infierno adecuado para los malos políticos actuales? Imaginemos un poco la visita al Hades al estilo del poeta florentino.
De repente, nos encontramos recorriendo una especie de bosque oscuro lleno de árboles cuyas hojas son papeletas de votación.
Al llegar a un claro aparece una figura vestida con túnica, que se presenta como Virgilio Tezanos, y que nos dice que ha venido a buscarnos “por mandato de la Junta Electoral del Destino”, para mostrarnos “el juicio final de los procesos electorales” y revelarnos “el más allá que espera a los malos políticos y líderes mediocres”.
Para ello, nos invita acompañarle a recorrer “el reino de las postrimerías electorales para los políticos condenados” . Le seguimos.
Tras salir del bosque electoral, llegamos al Averno político, una especie de foso cada vez más profundo, que bajo un cartel que pone “abandonad toda esperanza los que entráis aquí, no cabe recurso contencioso”.
Aquel Abismo contiene los nueve círculos infernales, que están llenos de dirigentes y líderes de partidos de todo tipo e ideología, atormentados por sus pecados políticos y electorales incluso en vida, pues el Hades para los malos líderes comienza en nuestro mundo bajo la forma de derrota, cese, dimisión o procesamiento, aunque siga también luego en el otro.
En el primer círculo están los infelices que, a pesar de haber vendido su alma y honor para intentar alcanzar un puesto para el que sabían que carecían de unas mínimas cualidades, aparte de su anhelo de notoriedad nunca lo lograron.
Su condena por su inútil ambición es la eterna irrelevancia, pues nadie les recordará.
En el segundo círculo están los que se aprovecharon de padrinos en el “aparato” para escalar en su organización pisando a compañeros más válidos.
Su condena por aprovechar enchufes y recomendaciones para ascender sin mérito es sentirse eternamente postergados.
En el tercero se encuentran los mentirosos compulsivos para los que el defender una falsedad es admisible para conseguir sus propósitos.
Su condena por mentir era ser incapaces de percibir la verdad de nada y engañarse a sí mismos. Allí reside precisamente nuestro guía.
En el cuarto están los que vendieron a sus compañeros para medrar y trepar en los cargos.
Su condena por traicionar a quienes les rodeaban es estar eternamente solos y rodeados de vacío.
En el quinto están los que por conveniencia egoísta siguieron a sabiendas a líderes incapaces.
Su condena por dejarse guiar por un ciego es la ceguera permanente.
En el sexto se encuentran los corruptos que utilizaron la política para enriquecerse y aumentar su poder.
Su condena es sentir eternamente un ansia de riquezas que nada podría nunca saciar.
En el octavo están los “traidores” a su patria y los que faltaron a su palabra. Su condena es el silencio y el olvido eterno.
En el noveno, el peor de los nueve círculos, están los políticos que cometieron crímenes y utilizaron el terrorismo.
Su condena es sufrir eternamente el dolor que sintieron sus víctimas y anhelar nunca haber existido.
¿Existirá este infierno especial de Dante para malos políticos? Desde luego muchos lo merecen, pues como escribió el poeta, “A quien mucho se le da, mucho se espera de él’. Y está tropa lleva años defraudando nuestras esperanzas y mereciendo una dura caída.
(*) Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado de las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019
Nuestra política se parece cada vez más al boxeo por las marrullerías que sufrimos los ciudadanos por parte de muchos de los contendientes en el ring electoral, capaces con el apoyo entusiasta de sus promotores y entorno mediático, de cambiar las leyes sobre la marcha si eso creen que les puede ayudar a conseguir la victoria en las elecciones.
Por eso a nuestra situación actual le va perfectamente como título el de la última película de Humprey Bogart, Más dura será la caída, pues expresa el futuro que posiblemente le viene encima no solo a algunos pesos pesados, sino también medianos y pequeños de nuestros partidos, pues las debacles son como los aludes, acaban arrastrándolo casi todo en cascada.
Es un hecho que el nivel de parte de nuestra clase dirigente ha caído tanto entre ciertas fuerzas políticas en España que es de vergüenza ajena. No solo abundan los líderes (y lideresas) apenas formados y maleducados, sino incluso los vagos y los mentirosos compulsivos, para los que la verdad es solo decir lo que les convenga en ese momento. Naturalmente esos defectos no les restan ni la soberbia ni una desmedida ambición de poder.
Creo que está situación tiene su origen en la confluencia de dos factores nuevos, surgidos en el último decenio, aparte de la habitual existencia en cualquier organización de gentes ambiciosas e impresentables con ganas de medrar.
El primer factor nuevo es la extensión a todas las fuerzas políticas del malhadado sistema de primarias, tan mal planteado en España que ha transformado muy negativamente el proceso de selección de líderes y candidatos en una insensata subasta de apoyos internos de organizaciones de militantes, en la que los electores no tienen ningún papel, propicia para demagogos sin escrúpulos.
El segundo factor, es la irresponsable actitud de muchos medios de comunicación, que les ríen las gracias a los anteriores, y no les piden cuentas de sus falsedades y promesas vacías, con tal de que generen titulares.
Gran parte de nuestra clase política actual me parece nefasta e irrecuperable y por ello me encantaría, como hizo Dante con la de su época, mandarla al infierno.
Pero, ¿cómo sería según Dante el infierno adecuado para los malos políticos actuales? Imaginemos un poco la visita al Hades al estilo del poeta florentino.
De repente, nos encontramos recorriendo una especie de bosque oscuro lleno de árboles cuyas hojas son papeletas de votación.
Al llegar a un claro aparece una figura vestida con túnica, que se presenta como Virgilio Tezanos, y que nos dice que ha venido a buscarnos “por mandato de la Junta Electoral del Destino”, para mostrarnos “el juicio final de los procesos electorales” y revelarnos “el más allá que espera a los malos políticos y líderes mediocres”.
Para ello, nos invita acompañarle a recorrer “el reino de las postrimerías electorales para los políticos condenados” . Le seguimos.
Tras salir del bosque electoral, llegamos al Averno político, una especie de foso cada vez más profundo, que bajo un cartel que pone “abandonad toda esperanza los que entráis aquí, no cabe recurso contencioso”.
Aquel Abismo contiene los nueve círculos infernales, que están llenos de dirigentes y líderes de partidos de todo tipo e ideología, atormentados por sus pecados políticos y electorales incluso en vida, pues el Hades para los malos líderes comienza en nuestro mundo bajo la forma de derrota, cese, dimisión o procesamiento, aunque siga también luego en el otro.
En el primer círculo están los infelices que, a pesar de haber vendido su alma y honor para intentar alcanzar un puesto para el que sabían que carecían de unas mínimas cualidades, aparte de su anhelo de notoriedad nunca lo lograron.
Su condena por su inútil ambición es la eterna irrelevancia, pues nadie les recordará.
En el segundo círculo están los que se aprovecharon de padrinos en el “aparato” para escalar en su organización pisando a compañeros más válidos.
Su condena por aprovechar enchufes y recomendaciones para ascender sin mérito es sentirse eternamente postergados.
En el tercero se encuentran los mentirosos compulsivos para los que el defender una falsedad es admisible para conseguir sus propósitos.
Su condena por mentir era ser incapaces de percibir la verdad de nada y engañarse a sí mismos. Allí reside precisamente nuestro guía.
En el cuarto están los que vendieron a sus compañeros para medrar y trepar en los cargos.
Su condena por traicionar a quienes les rodeaban es estar eternamente solos y rodeados de vacío.
En el quinto están los que por conveniencia egoísta siguieron a sabiendas a líderes incapaces.
Su condena por dejarse guiar por un ciego es la ceguera permanente.
En el sexto se encuentran los corruptos que utilizaron la política para enriquecerse y aumentar su poder.
Su condena es sentir eternamente un ansia de riquezas que nada podría nunca saciar.
En el octavo están los “traidores” a su patria y los que faltaron a su palabra. Su condena es el silencio y el olvido eterno.
En el noveno, el peor de los nueve círculos, están los políticos que cometieron crímenes y utilizaron el terrorismo.
Su condena es sufrir eternamente el dolor que sintieron sus víctimas y anhelar nunca haber existido.
¿Existirá este infierno especial de Dante para malos políticos? Desde luego muchos lo merecen, pues como escribió el poeta, “A quien mucho se le da, mucho se espera de él’. Y está tropa lleva años defraudando nuestras esperanzas y mereciendo una dura caída.
(*) Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado de las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019