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Pedro Chacón
Jueves, 06 de Junio de 2024 Tiempo de lectura:

La delirante “Europa de los pueblos” del nacionalismo vasco

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Ya saben de sobra los amables y pacientes lectores que siguen esta serie de El balle del ziruelo lo que pensamos por aquí del nacionalismo vasco, como ideología: que no tiene por dónde cogerse, en cuanto a la debilidad mental, parcialidad documental, tergiversación de ideas y conceptos, confusión en suma y, sobre todo, ante todo y en el fondo, el enorme supremacismo antiespañol que rezuma su propuesta.

 

Estamos leyendo los trabajos de los dos únicos autores que se ocupan de lo que pudo ser y no fue el nacionalismo vasco en el País Vasco francés. Dichos autores son Igor Ahedo Gurrutxaga y Eguzki Urteaga Olano. Empezamos por el primero y por su libro en dos volúmenes El viaje de la identidad y el nacionalismo vasco en Iparralde (1789-2005), publicado en 2006 por el Servicio de Publicaciones del Gobierno Vasco y que obtuvo el premio “Realidad Social Vasca” en 2005, el mismo premio, por cierto, que había obtenido en la edición del año anterior, 2004, el libro del próximo lendacari vasco Imanol Pradales Gil, titulado “Estructura social del empleo en la CAV”, que lo podría haber escrito cualquiera que no fuera del PNV, por su carácter abiertamente aséptico en materia ideológica. En cambio, este otro libro del que ahora nos ocupamos, el de Iparralde de Ahedo, respira nacionalismo desde la primera línea hasta la última. Su visión histórica es como que está todo el rato proponiéndonos una meta y contándonos los obstáculos que aparecen para conseguirla, dando por supuesto que lo ideal sería que Iparralde fuera independiente y que con Hegoalde formara por fin el ansiado Estado vasco. No hay línea de la argumentación que no transpire esa ansiedad, esa necesidad.

 

Nos interesa especialmente traerlo aquí este fin de semana porque coincide con la celebración de las elecciones europeas y en este libro aparece constantemente una idea que recorre toda la descripción histórica de las vicisitudes del nacionalismo en el País Vasco francés: su encaje en la llamada, por ellos, Europa de los pueblos.

 

¿Por qué aparece esta “Europa de los pueblos” constantemente en las argumentaciones de este pseudonacionalismo vasco del norte? Pues porque nunca se atrevieron a romper amarras con Francia. Fueron unos cobardicas para hacerlo. En España se atrevían a todo. Pero en Francia nunca llegaron ni remotamente a algo parecido.

 

El que pasa por ser el principal, o único para bien decir, representante de lo que ellos consideran nacionalismo vasco en Francia, fue un tal Marc Légasse (París, 1918 – Ciboure, 1997), amigo y coetáneo de Federico Krutwig (Guecho, 1921 – Bilbao, 1998). ¿Por qué nombro ahora a Krutwig?, pues porque este es el primero que dejó dibujado en su libro Vasconia el mapa de la “Europa de los pueblos” que protagoniza este artículo de El balle del ziruelo y porque Krutwig y Légasse fueron como dos almas gemelas que están en la base del desarrollo de ETA en el País Vasco francés y que tienen la culpa de mucho de lo que pasó después con esta organización terrorista, porque le dieron alas desde el principio.

 

Estamos hablando de dos señoritos ociosos que no tenían otra cosa mejor que hacer que hablar del pueblo vasco oprimido y de los Estados opresores español y francés. Aunque, ojo, a lo más que llegó Légasse en cuanto a su pretendido nacionalismo vasco en Iparralde fue a proponer esto: “El País Vasco, formado por el arrondissement de Baiona y los cantones de Maule y Tardets (antiguas provincias de Lapurdi, Baja-Navarra y Zuberoa), constituye una entidad natural y jurídica con personalidad política propia, y como tal se le reconoce el derecho a formar un departamento particular en la unidad de la República francesa, con la que convivirá según las reglas concertadas en el presente Estatuto. El presente estatuto tiene como objeto establecer, de común acuerdo con el parlamento francés, las modalidades jurídicas que permitirán consagrar en la ley dicha personalidad natural y asegurar la prosperidad del País Vasco, la libertad y el bienestar material y espiritual de sus habitantes”. O sea, el autor, Ahedo, llama a esto nacionalismo, cuando esto no llegaría ni a autonomismo en España. Vamos, el régimen político que tienen hoy en España comunidades autónomas como La Rioja o Cantabria es a lo que llama Ahedo nacionalismo de Légasse en el País Vasco francés.

 

Federico Krutwig fue expulsado de la España de Franco en 1956 y marchó a Francia, de donde también fue expulsado en 1964 y marchó a Bélgica (dónde si no). Cuando estuvo en Francia coincidió con Légasse y ambos señoritos anduvieron haciendo de las suyas enredando todo lo que pudieron en el nacionalismo vasco-español del exilio y en los círculos en los que este se refugiaba en el País Vasco francés. Krutwig publicó su libro Vasconia en 1962 y ahí aparece una sección dedicada a cómo organizar guerrillas urbanas y rurales, algo que ya había propuesto en conferencias como la que dio en el Primer Congreso Mundial vasco celebrado en París en 1956. En fin, un elemento de cuidado. Pero, en el fondo y en la forma, como decimos, un señorito ocioso. Como Légasse. O como Telesforo Monzón. Es esa la tipología. O como el propio José Antonio Aguirre, hijo de empresario también. Y antes como los hermanos Arana Goiri. Toda esta es gente así. Profundamente conservadora en lo social, de un nivel económico desahogado, dispuestos a darles consignas a los sectores más humildes de la sociedad con las que engañarles y llevarles a hacer lo que ellos mismos nunca harían. La historia de ETA es el ejemplo más evidente de cómo una tropa de desgraciados acabó amargándonos la vida a todos por culpa de unos pocos señoritos ociosos que les comieron el coco con sus elucubraciones ociosas.

 

Veamos cómo aparecen relacionados Krutwig y Légasse, con el trasfondo de ETA, en el libro de Ahedo: “Como decimos, la influencia de Vasconia en las nuevas generaciones abertzales es determinante, y en parte explica la posterior y definitiva ruptura entre ETA y el PNV. Además de realizar una demoledora crítica de la actitud del nacionalismo tradicional, Krutwig explora una nueva historia de Vasconia a partir de los principios metodológicos del marxismo. Finalmente, en su último capítulo, Bellica, presenta una estructura de lo que debería ser un movimiento guerrillero urbano, y que, a grandes rasgos, es asumida por ETA en Insurrección en Euskadi, editada tras la asamblea celebrada en el local adquirido por Legasse, en el número 14 de la rue Cordeliers de Baiona” (Ahedo, Iparralde, vol. 1, p. 284). O sea, Krutwig escribiendo el libro de cabecera de los futuros primeros terroristas de ETA y Légasse ofreciéndoles sus locales para reunirse. Fantástico.

 

Y en cuanto a lo de la Europa de los pueblos, que encabeza este artículo, estamos ante el artilugio mental utilizado por el nacionalismo vasco en Francia para no tener que enfrentarse a la propia Francia y así, refiriéndose a Europa, evitar el gran escollo de tener que cuestionar la soberanía francesa en territorio francés, cosa que en España no tienen ningún empacho en abordar cada vez que se les presenta la ocasión.

 

Veamos cómo lo expresa Enbata, que es el organismo más avanzado en cuanto a nacionalismo en el País Vasco francés y en el momento histórico que escribe la llamada “Carta de Itsasu”:

 

“ENBATA, reunida el 15 de abril de 1963 en Itsasu propone a los vascos:

 

— En una primera etapa, bajo la ley Francesa, la puesta en marcha de un departamento que integre a Lapurdi, Baja-Navarra y Zuberoa, junto con una ley que oficialice el euskera.

 

— En una segunda fase, y en el marco de la unidad Europea, una Región que una a las siete provincias vascas, con sus competencias en política, administración y cultura, tal y como les corresponden a todos los pueblos de Europa” (Ahedo, Iparralde, II, p. 310).

 

El propio Ahedo no puede evitar reconocer la contradicción latente en este manifiesto. Y es que vemos constantemente, en la redacción de su libro, cómo, cada vez que se exalta una manifestación de nacionalismo en el País Vasco francés, se echa luego encima un jarro de agua fría reconociendo la realidad política al norte de los Pirineos. Empieza hablando del mapa que reproducimos aquí: “El primer número de Enbata [que es también el nombre de la revista que ejerce como órgano de expresión de ese grupúsculo integrado por los más avanzados en cuanto a nacionalismo en Francia, que escriben la “carta de Itsasu”] es distribuido en la Asamblea de Euskaltzaleen Biltzarra de 1962, reflejando en sus páginas una concepción romántica y hasta dramática de la realidad que se estaba viviendo en esa época en Iparralde: Euzkadi… eres mi madre y te has transformado en una prostituta. Ese mismo año, el semanario publica un mapa bajo el título de «la Europa que preconizamos». En ella se ve reflejada Euskal Herria (y no la Vasconia de Krutwig)” (Ahedo, Iparralde, II, p. 305).

 

Cuando dice que se ve reflejada Euskal Herria y que no es la Vasconia de Krutwig, Ahedo ya nos había advertido en el tomo I (p. 292) respecto de los dos mapas, el de Enbata y el de Krutwig, “la diferencia de que éste coloca los nombres en castellano, y amplía los límites de Euskal Herria a su antojo”.

 

En dicho mapa, Francia queda reducida a poco más de la actual “Île de France”, es decir, la región que rodea París. Mientras que en el caso de España ni siquiera aparece el nombre de España, subsumido en los de sus regiones históricas, con el añadido además del regalazo a Portugal, a quien se le concede graciosamente el territorio de Galicia. Todo demencial por insustancial.

 

Continúa Ahedo con su disquisición sobre el mapa, tomándolo en el punto en el que Francia se reduce a la mínima expresión: “Como señala Arbelbide, un sacrilegio para muchos que pensaban que Euskal Herria debía ser la patria pequeña, y Francia la gran patria: es decir, para la mayor parte de la población, vasquista o no. Enbata, como veremos, comienza a romper el «sortilegio» que encorsetaba a los vasquistas en la cultura, cerrando las puertas a una acción política que no se orientase sobre la lógica del Estado francés. En cualquiera de los casos, aunque este mapa insinúe los objetivos que el movimiento explicita en 1963 en la Carta de Itsasu (un País Vasco reunificado en una región soberana en el seno de la Europa de los pueblos), ya desde ese momento, los jóvenes militantes de Enbata, marcan las distancias con un independentismo radical. Así, aunque consideran interesante la propuesta del «Manifiesto de Caracas» (redactado en esas fechas), tendente a la creación de una Euskal Herria compuesta por las 7 provincias, con Iruña como capital…, consideran imposible su materialización: En el estado actual de cosas, este programa es irrealizable… su puesta en marcha demanda una disciplina, un esfuerzo tan heroico para el que los vascos no están preparados” (Ahedo, Iparralde, II, p. 305).

 

¿Ven de nuevo lo que les quiero decir? Dice Ahedo que en la Carta de Itsasu aparece configurada una región soberana en la Europa de los pueblos, cuando resulta que más adelante, cuando habla propiamente de la Carta de Itsasu, vemos que nunca se cuestiona la integridad de Francia. Veámoslo para terminar, en las propias palabras del autor (Ahedo, Iparralde, II, p. 310): “Como vemos, al margen de la presentación de una demanda que sigue centralizando hoy en día la estrategia del movimiento abertzale –la institucionalización vasca– en el documento hecho público en Itsasu no se realiza ninguna mención a la independencia. Así, se asocia la voluntad como expresión democrática de la nacionalidad, con el fermento histórico, cultural, territorial y racial del pueblo vasco. Algo sorprendentemente parecido a la infraestructura y la superestructura de la que hablaba Krutwig. De igual forma, se proclama el derecho a la auto-determinación vasca entendida desde una perspectiva universalista. Sin embargo, las llamadas a la autodeterminación y a la creación de una «nacionalidad» vasca no se acompañan de llamamientos a la secesión de Francia, ni siquiera cuando se alude a la unidad de los vascos en una nueva Europa (esta última es una cita de Jacob, J.: Hills of Conflict, Basque nationalism in France. Reno: University of Nevada Press, 1994, p. 146, que, como vemos, es un autor que publica bajo el paraguas de la diáspora americana encabezada por William Douglass, alias “Mister Basque”. Todo queda en casa).

 

Lo dicho, la Europa de los pueblos aparece aquí claramente representada en esta postura del supuesto nacionalismo vasco del País Vasco francés, donde a lo más que se llega es a buscar la carcasa de esa fantasmagórica Europa de los pueblos dibujada por Krutwig como forma de escamotear el inexistente cuestionamiento, por parte del nacionalismo vasco, de la soberanía francesa sobre el territorio de Iparralde. Nunca se atrevieron al norte de los Pirineos a nada ni remotamente parecido a lo que ocurre en España. Y luego España es la mala. ¿Es o no es el nacionalismo vasco en realidad un simple y puro antiespañolismo? Lo que ocurre en el País Vasco francés con el nacionalismo vasco es la prueba evidente. Luego dicen que es estrategia, asegurarse la retaguardia y mil gilipolleces por el estilo. Cuando en el fondo lo único que ocurre es que allí no existe nada parecido a lo que hay al sur de los Pirineos, aunque allí también siempre haya habido vascos de apellidos. Lo cual demuestra que el nacionalismo no es cosa de colectivos culturalmente oprimidos sino un producto histórico y político con unos condicionantes tasados y perfectamente conocidos.

 

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