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Pedro Chacón
Jueves, 20 de Junio de 2024 Tiempo de lectura:

Lo que cambia con Imanol Pradales Gil

Entiendo que desde el nacionalismo vasco se quiera contextualizar la obra del fundador Sabino Arana y se prefiera no acudir a sus escritos. Como si no existieran. Entiendo que se quiera explicar todo aquello como algo propio de su época, aunque Sabino Arana fuera el único en su época que convirtiera esas cosas que se decían –suponiendo (lo cual no es cierto) que entonces se dijeran por todo el mundo– en una ideología política. Lo puedo entender. Pero, del mismo modo, lo que no se podrá negar es que la elección, en estos tiempos, desde ese propio partido, de alguien con el perfil de Imanol Pradales Gil para ser lendacary, ha constituido una auténtica revolución en la trayectoria de dicha ideología. Basta acudir a todos los que ejercieron de lendacarys efectivos por el PNV hasta ahora (quitando a Jesús María Leizaola, que pertenece más a la historia interna del partido): José Antonio Aguirre Lecube, Carlos Garaikoetxea Urriza, José Antonio Ardanza Garro, Juan José Ibarretxe Markuartu e Iñigo Urkullu Renteria. ¿De verdad que no aprecian ninguna diferencia respecto del que les sigue en esta lista, Imanol Pradales Gil?

 

Y si les digo que nació en Santurce, pero que sus abuelos y bisabuelos eran de la Ribera del Duero en Burgos y de Valladolid y de Cantabria, ¿tampoco aprecian ninguna diferencia reseñable respecto de los anteriores lendacarys del PNV?

 

Si hay gente que no considera que ahí hay una diferencia sustancial es, con perdón, porque no tiene ni idea de la historia del nacionalismo vasco. Y conste que no me parece mal que se ignore ese pasado. Más que nada porque así nos evitamos muchos bochornos y vergüenzas propias y ajenas. Pero ese pasado es el que ha definido a este rincón del país y a su historia contemporánea y eso, por mucho que ahora la realidad sea otra, no hay forma de quitárnoslo de encima.

 

También puede ser que todo el mundo sepa que ahí hay una diferencia pero que en aras de la normalidad con la que se quiere llevar el cambio, pues se haga como si eso no significara nada y ya está. Acepto también que así sea. Pero, ojo, que se lleve con naturalidad el cambio no quiere decir que no haya habido cambio.

 

Porque cambio ha habido. Lo que entiendo menos es que todos los demás partidos, sobre todo los no nacionalistas, no hayan hecho notar ese cambio. Como si hacerlo notar les restara votos. Esa sí que es una señal de hasta qué punto el nacionalismo tiene maniatada a nuestra sociedad.

 

Insistir en que ha habido un cambio y buscar la razón del mismo, como hacemos aquí, y aunque nadie (o más bien porque nadie) lo quiera advertir, resulta necesario para entender la realidad social que vivimos y también hasta para cuidar nuestra salud mental. Desde fuera se puede pensar, y me consta que se piensa, que el acceso de Imanol Pradales Gil a la lendacarycha significa un giro hacia la inclusión, la moderación y el mestizaje en el nacionalismo vasco. Y eso es exactamente lo que quieren reflejar quienes le han nombrado. Pero también hay otra forma de verlo: la capacidad del nacionalismo para abducir todo lo que se mueve a su alrededor sin que nada altere su posición de poder.

 

Porque, ¿dónde queda, en toda esta historia, lo que Imanol Pradales Gil y tantos como él –la mayoría de este País Vasco nuestro en realidad–, realmente son? Si el vasco nacionalista ha tenido siempre tan claro en qué consiste su propia identidad, tan anclada a sus orígenes, ¿por qué no deja que los demás encuentren la suya?

 

Que, con todo el banquillo que tiene el PNV, no hayan buscado a nadie con el perfil identitario de los anteriores lendacarys, significa que se ha ido expresamente a un perfil que responda mejor a lo que la sociedad vasca actual realmente es.

 

Por eso no es creíble que quienes le han elegido y la mayoría de la militancia de ese partido, por no decir toda, digan que el tema apellidístico ha sido un elemento más, que forma parte de la personalidad del elegido, pero que no ha influido en su elección. No, no. Han ido expresamente a buscar ese perfil porque les interesa para abrir definitivamente el partido a amplios sectores de la sociedad vasca que llevan décadas llamando a la puerta de la igualdad efectiva dentro del partido, por encima de apellidos y genealogías. No se le pueden poner puertas al campo. Pero, al mismo tiempo, qué decir de quienes tienen todos sus abuelos de Burgos y se consideran solo vascos: pues que la naturaleza humana tiene estas cosas, tanto en un sentido como en otro. Que la vida es dura. Que si te ofrecen un buen vivir no lo vas a sacrificar por una simple cuestión de apellidos y que desde España han legitimado durante mucho tiempo al nacionalismo vasco (a diferencia de lo que ocurre en Francia) y este es el resultado.

 

No es verdad que el País Vasco actual no tenga nada que ver con el que era hace 129 años, cuando se fundó el PNV. En aquella época llegaron los primeros inmigrantes procedentes de otras partes de España a los que se rechazó porque no eran vascos de raza y así se inició el nacionalismo: por el rechazo visceral a lo no vasco de raza, que se concretaba en no tener apellidos eusquéricos. Ninguna otra ideología sostenía este principio o, dicho de otro modo, este principio era el único que distinguía al nacionalismo emergente de todas las demás ideologías. Ahora vamos a tener un lendacary sin apellidos eusquéricos y se pretende, desde el partido y desde la sociedad entera, que no pasa nada, que todo es normal. Pero cómo es posible que se le tome el pelo de esta manera a toda una sociedad. Cómo es posible que en el año 2024 tengamos que tragar con semejantes ruedas de molino. Y seguro que habrá –no lo pongan en duda– quien, ante semejante desvergüenza, se fije solo en que en este artículo pongo lendacary en lugar de lehendakari.

 

Aquel País Vasco de 1895 era similar a este en sus fundamentos identitarios. Con una diferencia, que desde entonces hasta hoy han sido muchos más los inmigrantes que vinieron de otras partes de España, sobre todo durante el llamado desarrollismo franquista del siglo XX, mientras que la población autóctona (que era formada por gentes con apellidos eusquéricos y también por quienes no los tenían desde el inicio de los tiempos en que se empezó la gente a apellidar) fue quedando cada vez más reducida en proporción. Hasta el punto de llegar a haber muchos más vascos sin apellidos eusquéricos que con ellos. Esa es la razón por la que el PNV no ha podido aguantar más y ha acabado nombrando lendacary a alguien como Imanol Pradales Gil. Porque ya no hay forma humana de contener la marea de militantes sin apellidos eusquéricos que dicen que son solo vascos, más vascos que la pata de Sabino.

 

Entonces, ¿cómo explicar el nexo que, sin duda, une este País Vasco de hoy con aquella Euscady que empezó a llamar así Sabino Arana como la única patria de los vascos?

 

Pues ese nexo solo puede ser la definición de vasco. Según el nacionalismo actual, vascos son los que aquí había de siempre y también los que se han sumado a esa idea, vinieran de donde vinieran, y entre ellos Pradales. Con lo que, por muchos esfuerzos que se hagan con la definición, sigue sin evitarse el principio esencial de que solo los primeros –los que había aquí de siempre– resulten imprescindibles para definir lo vasco, mientras que los segundos, los que llegaron luego, como Pradales, resulten accesorios, prescindibles, intrascendentes. Y con todo y con eso, Pradales ha sido elegido para el puesto que, según Urkullu, es el más alto al que puede aspirar un nacionalista.

 

Urkullu venía de presidir el Euscady Vuru Vachar y, por tanto, solo se obedecía a sí mismo cuando fue elegido. Ahora, en cambio, se pretende que el nuevo lendacary sea el revulsivo que necesita el partido. Pero pasar de ser un bien mandado, como es a día de hoy Imanol Pradales Gil, a tener carisma, hay un largo trecho en el que, para atravesarlo algún día, si es que se consigue, contarán dos factores como mínimo. Uno, que la gente no tenga en cuenta lo que Pradales realmente es, es decir, un señor originario de Burgos, de la parte más meridional de la provincia, con añadidos vallisoletanos y cántabros. Con esto no habrá mayor problema, porque la mayoría de los que le van a votar (y por eso le han elegido en su partido, no lo olvidemos) son como él. Pero lo segundo que contará aquí y que será lo más fascinante de todo, y eso sí que escapará al control del partido, es lo que Pradales vaya a querer ser a partir de ahora. Porque nosotros, desde aquí, confiamos en el individuo, en el poder transformador del ser humano, individualmente considerado, y Pradales, no lo olvidemos, también es humano, y aunque sea un bien mandado y aunque ahora diga que solo es vasco, una vez que tenga el poder en su mano no descartemos nada. La gente con poder cambia mucho y esto es una regla del comportamiento humano que nadie, por muy adorador de la cruz gamada que sea, puede esquivar.

 

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