Memoria histórica de Bambi
![[Img #26162]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/06_2024/4767_image.jpg)
Hace unos cuantos años tuvimos la desgracia en España de estar gobernados por Bambi. Y así nos lució el pelo: el país casi acaba en la ruina e intervenido por Europa.
Conviene hacer un análisis de sus dos legislaturas al frente del Gobierno, un periodo que parece que hoy muchos han olvidado: elegido mediante el sistema de primarias, del que tantos personajes nefastos han surgido, y envuelto en un aura de “buenismo” inició Bambi su mandato tras la tragedia del 11M, auspiciado por publicistas y coreado como el “aire renovado” que el país demandaba en un momento en el que la sociedad española quería exorcizar la terrible experiencia vivida con los atentados.
Como recuerda J.M. Crespo, nos lo presentaron como el campeón del diálogo y el talante y como el único valedor de políticas sociales y de igualdad. Pero muy pronto, Bambi comenzó a enseñar por debajo de la mesa una patita de lobo cubierto bajo la piel de dulce cervatillo. Una auténtica garra dispuesta a reinventar nuestra historia por decreto, a propiciar cordones sanitarios contra quien supusiera una alternativa real a su control del poder, a reducir al olvido los consensos de la Transición o a modificar las reglas de juego sobre la marcha, según conviniese a sus intereses partidarios.
En poco tiempo, Bambi convirtió el talante en imposición; la transparencia en bulo y en mentira; la austeridad en despilfarro; el casi pleno empleo, en millones de parados; transmutó la ilusión de los españoles en desánimo y desesperanza.
Aliado poco fiable, cambió nuestro prestigio exterior en descrédito internacional; trocó nuestra soberanía en tutela exterior.
Con los años, Bambi fue experimentando sucesivas y profundas transformaciones. Sus progresistas políticas sociales se convirtieron en congelación de las pensiones; en más de un millón de familias sin trabajo para ninguno de sus miembros; en la retirada de los 400 euros a los parados sin ningún ingreso; en recortes a la Ley de Dependencia; en bajada de sueldo a los funcionarios; en la retirada del cheque bebé. Todo disfrazado con su verborrea vacía como “avances sociales”.
El transmutado Bambi subió la luz, los impuestos indirectos, el IVA, el IRPF, los combustibles y penalizó a los españoles ahorradores. Mientras, disparó el gasto manteniendo ministerios y organismos inútiles, incrementó su repertorio de asesores, inventó pactos de civilizaciones absurdos para hacerse una foto y, como guinda, llenó los pueblos de España de carteles de propaganda caros e inútiles y de aceras que no llevaban a ninguna parte salvo al vacío y la ruina, como toda su política.
En el “haber” de Bambi durante sus largos años de gobierno destacan la improvisación continua, las contradicciones permanentes, la falta de proyecto, el despilfarro, la nula credibilidad, el comienzo del blanqueamiento de ETA y de su entorno y la creación del llamado problema catalán al prometer lo que no podía cumplir.
Como si el balance de su política no fuera suficientemente desolador, terminó con una modificación exprés de la Constitución tras las llamadas de las principales cancillerías mundiales preocupadas por la delicadísima situación económica provocada por el riesgo de impago y quiebra al que había llevado a nuestra economía.
Y cuando llegó el momento de dar cuentas a los españoles de tantos desastres en su gestión, en unas elecciones generales que lo mandaron a su casa, en el colmo de la desfachatez no dio explicaciones de sus dislates, como si su propia gestión política no fuera con él.
Han pasado quince años y tras una desastrosa “intermediación” en la crisis de Venezuela, alineado con el chavismo, Bambi sigue igual, pues solo sabe sonreír tontamente y decir vaguedades simplonas sobre unos problemas que en muchos casos él mismo creó con su incompetencia.
Esa “joya mediática” nos gobernó y, pese a todo, hay quienes hoy en día le ríen las gracias y jalean como un profundo pensador, en vez de lanzarlo por el sumidero de la historia, que es lo que merece.
Encima se nos presenta como el mayor valedor del actual presidente del gobierno, de cuyos errores y dislates ha sido heraldo, pues el inquilino de la Moncloa que hoy gozamos es no solo un émulo aventajado de Bambi, sino que tiene la personalidad torcida del villano Jafar de Aladdin, y así va este país de cuento que algunos quieren convertir en la tierra del colorín colorado si no ponemos fin a esta película en las próximas elecciones generales.
Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019
Hace unos cuantos años tuvimos la desgracia en España de estar gobernados por Bambi. Y así nos lució el pelo: el país casi acaba en la ruina e intervenido por Europa.
Conviene hacer un análisis de sus dos legislaturas al frente del Gobierno, un periodo que parece que hoy muchos han olvidado: elegido mediante el sistema de primarias, del que tantos personajes nefastos han surgido, y envuelto en un aura de “buenismo” inició Bambi su mandato tras la tragedia del 11M, auspiciado por publicistas y coreado como el “aire renovado” que el país demandaba en un momento en el que la sociedad española quería exorcizar la terrible experiencia vivida con los atentados.
Como recuerda J.M. Crespo, nos lo presentaron como el campeón del diálogo y el talante y como el único valedor de políticas sociales y de igualdad. Pero muy pronto, Bambi comenzó a enseñar por debajo de la mesa una patita de lobo cubierto bajo la piel de dulce cervatillo. Una auténtica garra dispuesta a reinventar nuestra historia por decreto, a propiciar cordones sanitarios contra quien supusiera una alternativa real a su control del poder, a reducir al olvido los consensos de la Transición o a modificar las reglas de juego sobre la marcha, según conviniese a sus intereses partidarios.
En poco tiempo, Bambi convirtió el talante en imposición; la transparencia en bulo y en mentira; la austeridad en despilfarro; el casi pleno empleo, en millones de parados; transmutó la ilusión de los españoles en desánimo y desesperanza.
Aliado poco fiable, cambió nuestro prestigio exterior en descrédito internacional; trocó nuestra soberanía en tutela exterior.
Con los años, Bambi fue experimentando sucesivas y profundas transformaciones. Sus progresistas políticas sociales se convirtieron en congelación de las pensiones; en más de un millón de familias sin trabajo para ninguno de sus miembros; en la retirada de los 400 euros a los parados sin ningún ingreso; en recortes a la Ley de Dependencia; en bajada de sueldo a los funcionarios; en la retirada del cheque bebé. Todo disfrazado con su verborrea vacía como “avances sociales”.
El transmutado Bambi subió la luz, los impuestos indirectos, el IVA, el IRPF, los combustibles y penalizó a los españoles ahorradores. Mientras, disparó el gasto manteniendo ministerios y organismos inútiles, incrementó su repertorio de asesores, inventó pactos de civilizaciones absurdos para hacerse una foto y, como guinda, llenó los pueblos de España de carteles de propaganda caros e inútiles y de aceras que no llevaban a ninguna parte salvo al vacío y la ruina, como toda su política.
En el “haber” de Bambi durante sus largos años de gobierno destacan la improvisación continua, las contradicciones permanentes, la falta de proyecto, el despilfarro, la nula credibilidad, el comienzo del blanqueamiento de ETA y de su entorno y la creación del llamado problema catalán al prometer lo que no podía cumplir.
Como si el balance de su política no fuera suficientemente desolador, terminó con una modificación exprés de la Constitución tras las llamadas de las principales cancillerías mundiales preocupadas por la delicadísima situación económica provocada por el riesgo de impago y quiebra al que había llevado a nuestra economía.
Y cuando llegó el momento de dar cuentas a los españoles de tantos desastres en su gestión, en unas elecciones generales que lo mandaron a su casa, en el colmo de la desfachatez no dio explicaciones de sus dislates, como si su propia gestión política no fuera con él.
Han pasado quince años y tras una desastrosa “intermediación” en la crisis de Venezuela, alineado con el chavismo, Bambi sigue igual, pues solo sabe sonreír tontamente y decir vaguedades simplonas sobre unos problemas que en muchos casos él mismo creó con su incompetencia.
Esa “joya mediática” nos gobernó y, pese a todo, hay quienes hoy en día le ríen las gracias y jalean como un profundo pensador, en vez de lanzarlo por el sumidero de la historia, que es lo que merece.
Encima se nos presenta como el mayor valedor del actual presidente del gobierno, de cuyos errores y dislates ha sido heraldo, pues el inquilino de la Moncloa que hoy gozamos es no solo un émulo aventajado de Bambi, sino que tiene la personalidad torcida del villano Jafar de Aladdin, y así va este país de cuento que algunos quieren convertir en la tierra del colorín colorado si no ponemos fin a esta película en las próximas elecciones generales.
Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019