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Pablo Mosquera
Sábado, 29 de Junio de 2024 Tiempo de lectura:

La democracia se construye cada día

"Sesenta años después de la última guerra -un instante a la luz de la historia- 25 naciones europeas, incluidos casi todos los países del continente, están unidas en un proyecto común que garantiza una paz definitiva. La institucionalización de Europa hace que la guerra sea imposible y motiva la reconciliación: entre Francia y Alemania, entre católicos y protestantes en Irlanda y pronto entre húngaros y rumanos. Al mismo tiempo, una integración económica profunda y una política comercial común hacen de la Unión Europea una zona de prosperidad que está relativamente bien protegida contra las crisis financieras contemporáneas". Lo escribió un gran político francés, Michel Rocard, en La democratización de Europa.


Lamentablemente en Europa vuelven a sonar las armas. Un Estado soberano cual es Ucrania necesita las armas que le proporcionan naciones europeas para defender sus fronteras, soberanía y democracia, frente al "imperialismo" ruso de Putin. Los enemigos íntimos de la democracia denuncia que los peligros que acechan a las democracias occidentales no son tanto externos, como se nos ha querido hacer creer invocando el terrorismo islamista, los extremismos religiosos o los regímenes dictatoriales, sino internos.


Tzvetan Todorov argumenta que nadie pone tanto en peligro la democracia como tres tendencias crecientes en el mundo occidental, empezando por los Estados Unidos: el mesianismo (que dio lugar a la invasión de Irak y a otros intentos de imponer por la fuerza la democracia en el mundo), el ultraliberalismo (el imperio de la economía por encima de la política, el poder de los medios de comunicación, el desmantelamiento del estado del bienestar) y el populismo y la xenofobia (el miedo al extranjero, el aumento del nacionalismo excluyente).


Recién celebradas las elecciones al Parlamento de Bruselas y pendientes de la configuración de los órganos para la gestión del poder compartido, hay motivos sobrados para percibir una negra sombra sobre la vida de los ciudadanos europeos. Y no digamos, a la espera de los resultados en la reciente convocatoria de las elecciones francesas
 

La democracia está hoy en crisis también en los países donde, hasta hace poco, parecía irreversible. Frente a la idea de que no existen alternativas a la crisis. La expansión del paradigma normativo del constitucionalismo democrático, configurado como paradigma formal, no es una simple opción progresista, sino una actuación impuesta por las cartas de derechos y la única alternativa realista a un futuro de catástrofes.


Como escribe Luigi Ferrajoli, la democracia no es solo una construcción jurídica, sino sobre todo una construcción social y política, dependiente de presupuestos extrajurídicos que el derecho puede tanto promover como desalentar. De esa construcción son elementos indispensables la participación ciudadana, la formación de su sentido cívico, la maduración de una opinión pública que tome en serio el nexo entre paz, democracia, igualdad y derechos fundamentales, y el desarrollo, en el sentido común, de la consciencia de las dimensiones cada vez mayores de los intereses públicos, comunes a toda la humanidad.


No tenemos que ir muy lejos. O señalar a nuestros vecinos. España es una nación con un Estado en grave crisis. Y algo perverso. Ser la frontera sur de la OTAN puede convertirse en el objetivo para que los enemigos de la democracia occidental busquen fórmulas desestabilizadoras y como siempre puedo señalar dos territorios: Cataluña y el País Vasco.


Estas mesnadas que rinden pleitesía debida al partido político son causa para el deterioro que sufre alarmantemente el sistema democrático. No saben y no aprenden. Lo suyo es obedecer a la cúpula de la empresa como funcionarios de aquella rancia nomenclatura.


Mientras tanto. el país está paralizado. Entretenido con el comportamiento de la clase política cuya estupidez raya en el paroxismo. Llegan a un acuerdo de Estado para un problema de Estado cual era y es la renovación de poder judicial, pero los sanchistas no resisten las críticas de unos miserables políticos enemigos de la democracia y del Estado de Derecho, por lo que ya amenazan con incumplir lo firmado.


Si los sanchistas aceptan entregar al nacionalismo catalán algo similar a un Concierto Económico tipo vasco-navarro, pueden promover una oleada de sublevaciones desde las comunidades autónomas, creando más desigualdad, desequilibrio y asimetría en el Estado de Derecho y el ejercicio real de la ciudadanía. Es más, debería ser la sociedad civil con sus órganos especializados quienes promovieran la toma de conciencia y la disidencia con un modelo perverso que además es contrario a los postulados fundacionales del propio socialismo.

 

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