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Viernes, 05 de Julio de 2024 Tiempo de lectura:
Autor de “La fuerza del relato: cómo se construye el discurso ideológico en la batalla cultural”

Luis María: "Hoy, la verdad es una molestia"

[Img #26244]Luis María (Madrid, 1977), es doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y licenciado en Comunicación Audiovisual por la misma universidad. Miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, desarrolla su carrera cinematográfica como guionista, productor y director, realizando películas y series, además de desarrollar contenidos de ficción para plataformas y televisiones. Es uno de los “script doctor” más reconocidos del país, habiendo asesorado más de medio centenar de proyectos audiovisuales. CEO fundador de FikticiaKorner e ideólogo y coordinador de las “Nuevas conversaciones cinematográficas de cine español, ha escrito y dirigido las películas 249, la noche en que una becaria encontró a Emiliano Revilla y La pantalla herida, además de trabajar en los equipos de dirección de varias películas compaginando su carrera de guionista, articulista y escritor. Su carrera docente tiene más de 20 años de experiencia, impartiendo clases en algunas de las más prestigiosas instituciones y universidades nacionales e internacionales como la escuela de artes y espectáculos, UFV, Pontificia de Salamanca UPSA, UDIMA o Rome University of fine Arts en diferentes materias relacionadas con los nuevos modelos de comunicación, el cine y la narrativa audiovisual.

 

Luis María acaba de publicar el ensayo La fuerza del relato: cómo se construye el discurso ideológico en la batalla cultural en el que revela las claves ocultas detrás de la construcción de relatos ideológicos que pretenden dominar nuestra era digital en el campo de la batalla cultural. Para María, “se trata de la narrativa de la seducción, un terreno donde la ficción tiene un poder transformador, moldeando nuestra percepción del entorno y de la realidad misma. La expansión masiva y rápida de las plataformas de contenido hacia todos los rincones del mundo ha generado lo que podríamos llamar una «netflixización» social. Esto implica que la narrativa ficticia se internaliza de tal manera en nuestra cotidianidad que llega a dominar nuestro lenguaje y, en consecuencia, distorsiona nuestra percepción de la realidad, creando una especie de falsa realidad”.

 

Para Luis María, “el poder del relato se ha convertido en una fuerza dominante que moldea la vida de los ciudadanos. A través de narrativas cuidadosamente construidas, se imponen necesidades, ideas, comportamientos y acciones que conducen a una ilusión ficticia y superficial. En este escenario, los individuos se sienten comprendidos y, en consecuencia, experimentan una sensación de felicidad, aunque sea efímera. En la era de la cultura woke, el poder del discurso se ha erigido como el lenguaje dominante que permea todos los ámbitos de la vida cotidiana: desde lo político, lo institucional y lo cultural, hasta lo empresarial, mediático y social, tanto en los espacios públicos como en los privados de la civilización occidental. La estrategia es clara: generar un discurso hegemónico, hipnótico, mágico y emocional que pueda ejercer un dominio sobre las masas en la era de la comunicación global”.

 

¿Pero cómo se construye un discurso de tal envergadura? Luis María lo desglosa meticulosamente, analizando cada parte de los escenarios más comunes, y muestra de dónde provienen los mensajes para que terminemos interiorizándolos como ideas propias. “En el mundo de la comunicación ideológica, el éxito pertenece a aquel que narra la historia más cautivadora, y la victoria es para quien domina el relato con maestría. Nos encontramos en la era de la narrativa ficcional, donde algunos triunfan mientras que los demás quedan relegados al fracaso”.

 

[Img #26243]¿Qué le llevó a escribir "La fuerza del relato…"?

 

Hoy vivimos en una sociedad absolutamente adicta y expuesta a un exceso de información. Una sociedad escaparatizada que, sobre todo, ve el mundo desde una perspectiva cinematográfica asumiendo el lenguaje de la narrativa de ficción como la manera normal de comunicarse y de entender su entorno cotidiano. Esto hace que haya una enorme proliferación de canales de información y de maneras de relacionarse en las que el lenguaje se ha convertido en un arma primordial para amoldar la realidad a nuestros propios intereses, ya sean ideológicos, profesionales o personales. Por eso hoy, cada vez más gente quiere que le cuenten una historia o buscan ser los protagonistas de una historia sacrificando el dato por las emociones, el valor de la verdad y el de una información de calidad, contrastada y veraz. Es la fuerza del relato en una sociedad que se mueve por el sentimiento, sus filias y fobias y que ha dejado atrás la reflexión, el discernimiento y el análisis. Es la era de la ficción emocional.

 

¿Cómo surgió la idea de explorar la construcción de relatos ideológicos en la era digital?

 

Desde hace ya mucho tiempo, la cultura occidental se desangra a través de sus discursos. Unos discursos cada vez más emocionales, pero muy alejados del rigor y del contraste. Hoy, la verdad es una molestia. Todos los discursos como el político, el comercial, el social, el institucional, el mediático o el cultural, se han visto colonizados por un único pensamiento que intenta imponer imponerse a través del lenguaje y de lo que yo llamo la “terminología del bien común”, que no son más que una serie construida en frases que moldean un discurso ficticio, pero que es asumido por el imaginario colectivo como un relato que ha caído en el lado correcto de la historia y, por tanto, todo lo demás debe ser apartado, cancelado, suprimido y condenado a un ostracismo social. Vivimos en una época cada vez más polarizada y, esa polarización se construye con el lenguaje de la narrativa de la ficción emocional.  Cada vez es más común ver lo que ahora se denominan bulos, que en realidad no son nada más que difamaciones construidas con información sesgada y no contrastada que se utilizan para destruir a quien no piensa como nosotros y crear un desprestigio social que lo condene y lo cancele. Esto es una forma de censura ideológica a través de la utilización del lenguaje y de los medios de comunicación, una práctica peligrosísima que cada vez es más utilizada para imponer el relato único.

 

En su libro, usted habla sobre la "netflixización" social. ¿Podría explicar este concepto y su impacto en nuestra percepción de la realidad?

 

El término netflixización es un término que se ha construido para describir cómo nos hemos acostumbrado a que el lenguaje de la ficción, el de la narrativa propia de la dramaturgia, de las series o de las películas, se haya convertido en el lenguaje común que utilizamos en la vida cotidiana. Esto es debido a que la gran mayoría de los hogares del mundo tienen varias plataformas en las que consumir ficción o contenidos de ficción de manera ilimitada y sin control. Antes nos contaban cuentos para dormir, después íbamos alguna vez al cine, más tarde esperábamos una semana para ver el próximo capítulo de nuestra serie favorita, pero hoy la gente consume ficción como nunca se ha visto en la historia hasta tal punto que, generaciones enteras sólo entienden esa narrativa y con ella crean su propia vida, generando una especie de sociedad Lumiere o una sociedad cinematográfica que es incapaz de distinguir ya la realidad de la ficción. El dato viene del relato. La verdad, de la mentira.

 

¿Qué técnicas se están utilizando actualmente para construir un discurso hegemónico y emocional que pueda dominar política y culturalmente a las masas?

 

Utilizar la retórica para construir un imaginario colectivo o para dominar a las masas sociales es tan antiguo como la posibilidad de comunicarse. Pero nunca se había utilizado tanto ya que ahora somos seres absolutamente comunicativos y tenemos miles de formas de llegar a la información, aunque sea falsa, sesgada o de baja calidad.

 

Ahora los modelos que más se imponen son utilizar la narrativa de la política-ficción para construir discursos con los que nos quieran gobernar, también se utiliza la narrativa apocalíptica del miedo, que construye los relatos con los que nos quieren asustar. La narrativa del espectáculo, que se construye a través de lo que yo llamo las “Ficcioticias” y las psicoticias, el nuevo lenguaje de los medios de comunicación. La narrativa de la victimización y los discursos de la cancelación, la construcción de la narrativa de la ficción emocional para destruir el dato y sobreponer el sentimiento, la narrativa del consumo automático, que trabaja con la teoría de las 5 “ces”: Consumo, control confusión, censura y coerción o la utilización de la terminología del bien común, una serie de términos que, aunque son vacíos en su significado la gran mayoría de las veces, han caído en el imaginario colectivo como algo bueno, siendo utilizados continuamente por el relato político para vender cualquier cosa, aunque esto no tenga ninguna relevancia o sea directamente mentira.

 

¿Puede compartir algún ejemplo de un relato ideológico exitoso en la actualidad y las estrategias utilizadas para su construcción?

 

Son muchos los ejemplos que podríamos poner continuos y constantes. Muchos de ellos se dan en el ámbito político, porque ahora mismo el relato político es el que se quiere imponer para gobernarlo todo. Pero también hay muchos que se dan en el ámbito comercial o en las estrategias de marketing. Cuando he hablado de la terminología del bien común, me refiero a términos como diversidad, inclusión, transversalidad progresismo o justicia social, son términos continuamente manoseados en el discurso político, institucional, empresarial, social o cultural, pero que la gran mayoría de las veces construyen frases vacías de significado y de intenciones, pero estos términos junto con otros puestos en cualquier frase, hacen que el ciudadano piense que sea lo que sea lo que le están contando o vendiendo, tiene que ser bueno por naturaleza. Otro ejemplo es la utilización torticera continua y constante de la palabra democracia. Vemos como todo el mundo quiere arrogarse un supremacismo moral e intelectual a través de sentirse el más demócrata o representante de la misma. Ahora, auto-identificarse con esa palabra o ejercer de garante de la misma, te coloca en el lado correcto de la historia de manera automática. En nombre de la democracia se han cometido algunos de los crímenes y de las aberraciones más abyectas, y es cierto que es nuestro mejor modelo para ser gobernados, el que más libertades da, pero tiene que ser a través de un modelo garantista, plural, de derecho y de respeto a la separación de poderes, justo todo lo contrario a lo que está ocurriendo en nuestras democracias occidentales, las cuales se están muriendo al ser utilizadas de facto por los poderes argumentando que las defienden y las potencian mientras que al mismo tiempo y, haciéndolo en su nombre, se dedican a destruir al disidente, a quien no piensa igual que ellos, a todo aquello que pueda hacer sombra al discurso único eliminando cualquier tipo de contra argumento capaz de oponerse al relato opresor y descubrir sus debilidades.

 

¿Cuál es su opinión sobre el papel del discurso woke en la comunicación global y su influencia en los distintos ámbitos de la vida cotidiana?

 

El discurso woke es la nueva arma de destrucción masiva y se hace a través del lenguaje de la narrativa de la ficción emocional. Ahora todo aquel que se oponga al discurso único o al único pensamiento ideológico institucional cultural o social es condenado a una especie de leprosería social quedando proscrito, apartado y manchado gracias a la construcción de un relato que lo coloca de manera sesgada e injusta en el lado incorrecto de la historia. Por eso, ahora lo importante es estar en el lado correcto y, estar en el lado correcto significa ser políticamente correcto, arrodillarse al discurso único, adorar ese relato omnipresente que se impone desde lo emocional, El discurso woke es el gran enemigo de las libertades occidentales y de las democracias garantistas y los estados de derecho. El discurso woke es una construcción de la censura en la era de la comunicación digital. Es la nueva Inquisición, la que señala, la que condena, la que sube al cadalso mediático a todos los ciudadanos que han decidido pensar por sí mismos, hacer contraargumento, reflexionar y no arrodillarse ante las grandes falacias que se están construyendo con el discurso de la narrativa de ficción. Son los nuevos Torquemada disfrazados con las togas de un catecismo único y que, arrogándose un supremacismo moral e intelectual que ni tienen ni les corresponde, han decidido a quién tienen que enviar a la hoguera. La historia se repite. A pesar del paso de los siglos, seguimos empecinados en imponer nuestras doctrinas señalando a quienes no piensan como nosotros y, lo peor de todo, es que quien lo hace está absolutamente convencido de defender el bien común cuando, en realidad, no es más que defender su propio bien. Todos tenemos una responsabilidad en ello. Y todos estamos llamados a enfrentarnos a esta plaga que destruye los cimientos y lo valores de la sociedad occidental, la más avanzada de la historia, a pesar de sus defectos. La arenga de la cancelación a través de lo woke es el mayor enemigo de la convivencia, de la razón y del verdadero progreso.

 

¿Cómo cree que la cultura woke ha transformado el panorama de la narrativa y la comunicación ideológica?

 

La mal llamada cultura woke, pues no puede ser cultura algo tan terrible para el ser humano, ha destruido la política real para convertirla en la política de la ficción, una especie de circo al servicio de sus propios intereses que hipnotiza al ciudadano convirtiéndole en una especie de zombi social. En realidad, la cultura woke desprecia la capacidad individual de cada uno de nosotros y lo que busca es unificar en una ideología única a toda la sociedad para que seamos incapaces de pensar por nosotros mismos, no sea que nos dé por pensar y nos iluminemos. Por eso, hay que generar nuevas hogueras mediáticas. Todo esto se construye de dos maneras: a través de las ficcioticias y las psicotícias, las dos nuevas maneras de construir un lenguaje emocional para pervertir la realidad y destruir a quien algunos consideran prescindibles. Esa es la clave de la batalla cultural, la que se está dando a través del nuevo relato.

 

¿El discurso woke es el puntal fundamental de un nuevo totalitarismo político?

 

Absolutamente. Tal y como lo he comentado antes, el totalitarismo político tiene varios pilares fundamentales: primero, disfrazarse de demócrata y por supuesto hacerse un falso garante de la misma. Seguidamente, la utilización del lenguaje del bien común para generar un discurso de ficción emocional que se incruste en el pensamiento social y monopolice y zombifique los movimientos de las masas sociales. Por último, anular y destruir la capacidad individual de cada uno de nosotros como seres humanos para que nos terminemos colectivizando, creyéndonos vulnerables y débiles y generar así cada vez una dependencia más fuerte de estados cada vez más grandes y anquilosados que consiguen empobrecer al individuo desde el punto de vista económico, intelectual e informativo generando una masa social que solo piensa de una manera y creyendo que solo un supraestado puede darnos el nuevo bienestar. Hay que despertar ante todo esto y darnos cuenta de nuestra capacidad como seres humanos y de cómo cada vez más  en Occidente tenemos gobiernos más restrictivos, intervencionistas y autoritarios que nos imponen no solamente una forma de pensar, sino una forma de vivir, regulándolo absolutamente todo. Esto se hace porque piensan que el individuo es incapaz de prosperar por sí mismo. De ahí, la colectivización continua y constante, la pérdida de libertades individuales y la gran cantidad de leyes que se aprueban con el único fin de restringir los movimientos, las libertades y las posibilidades de cada uno de nosotros Todo esto se hace siempre con el mismo discurso: el de la terminología del bien común, al mismo tiempo que se nos considera culpables de todo lo malo que puede pasar en la sociedad construyendo relatos y narrativas que nos hacen vulnerables y responsables de todo lo que la política es incapaz de resolver

 

¿Cómo ha influido su carrera como guionista, productor y director en su visión sobre la construcción de relatos ideológicos?

 

Trabajar continuamente desde hace décadas con el lenguaje de la narrativa de ficción da una perspectiva mucho más amplia y da sobre todo herramientas para descubrir, descifrar y desenmascarar el nuevo lenguaje de la mentira, del engaño, del sesgo, de la difamación y de la imposición. Gracias a mi trabajo como guionista intento descifrar cada día todos los mensajes que nos llegan y deconstruirlos para quitarles ese disfraz en el que se recubren de una falsa capa de chocolate democrático. Esa capa, una vez sacada, nos descubre su verdadera vocación y sus verdaderas intenciones. Por eso, en esta época donde todo el mundo consume ficción, deberíamos ser capaces de quitarle la máscara a este tipo de relatos qué están destruyendo nuestro mundo, empobreciendo nuestra existencia y arrasando con todo lo que nuestras generaciones anteriores, a través del esfuerzo, el mérito y muchísimo sacrificio, construyeron para nosotros: Un estado de bienestar y de libertades inimaginable hace ochenta años cuando acabó la Segunda Guerra Mundial.

 

¿Qué libros o películas recomendaría a quienes desean profundizar en el estudio de la narrativa y la ideología?

 

Actualmente, cada vez son más los libros y las películas, las obras de teatro o cualquier tipo de expresión artística, que se han preocupado sobre todo lo que estamos hablando, dejando su pequeña huella en el imaginario colectivo. No hay nada más que darse una vuelta por las plataformas o por las librerías o las ferias de los libros para ver cómo empieza a existir un contraargumento, lo que yo llamo el relato de la esperanza, que se opone a toda esta maquinaria opresora del único discurso. Incluso ya desde la propia industria de la cultura se empieza a poner en cuestión todo este tipo de acciones.

 

El discurso woke es el gran enemigo de las libertades occidentales y de las democracias

 

Son tantos que invito a nuestros lectores a que busquen en las librerías y en las plataformas de contenidos obras que nos hacen pensar y que luchando contra la maquinaria de la censura, de lo políticamente correcto y a pesar de todas las trabas y dificultades económicas con las que se encuentran, consiguen salir a la luz para abrir una brecha llena de esperanza y con la que intentamos llegar al espectador y al consumidor para contarle que hay otra forma de vivir, pero para llegar a ella es necesario dar la cara, ser valiente y decir basta.

 

¿Hay algo más que le gustaría agregar sobre "La fuerza del relato" que no hayamos cubierto en este cuestionario?

 

Animar a nuestros lectores a que compren el libro y a que éste les deje inquietos. No sé si lo van a disfrutar o no, pero al menos que les remueva y les haga preguntarse muchas cosas de lo que estamos viviendo, cosas que intuimos, pero con muchas veces no podemos verbalizar. No es un libro político y tampoco es un libro ideológico. Es un ensayo filosófico que incide en cómo se está destruyendo Occidente, cómo se construye la decadencia de nuestro sistema de valores y cómo podríamos ser capaces de revertirlo si entendemos que ahora se hace a través del lenguaje, de las emociones y de la imposición autoritaria de discursos que se disfrazan de falsas poesías democráticas

 

¿Qué mensaje final le gustaría compartir con nuestros lectores sobre la importancia de entender y cuestionar los relatos que nos rodean?

 

Entender y cuestionar los relatos que nos rodean es entender nuestra relación con nuestro entorno global y el más cercano. Es darse cuenta de cómo nos manipulan y de cómo nos quieren convertir en una especie de zombis incapaces de pensar por nosotros mismos. Entender y cuestionar los relatos que nos rodean es darnos valor como seres humanos y sacar todo nuestro potencial para convertir la vida en algo que merezca la pena ser vivido en las mejores condiciones y de la manera más digna posible. Entender y cuestionar los relatos autoritarios que nos quieren imponer es luchar por la verdadera libertad, por el verdadero progreso y, sobre todo, por una sociedad que, en realidad, es el préstamo de las generaciones que están por venir. Como digo en el libro, somos los últimos beneficiarios del desembarco de Normandía y sí no queremos repetir los errores de la historia, hay que entender cómo el relato puede fabricar una realidad tan falsa como todo lo que vemos en una ficción cinematográfica. Si queremos distinguir lo real de lo falso, más nos vale entender y cuestionar los relatos que nos rodean. Es una responsabilidad individual de la que no podemos hacernos ajenos. Somos seres comunicativos, pero sobre todo somos seres con una enorme responsabilidad individual y social. Aspiro y deseo que la Humanidad se convierta en algo mucho más espiritual y mucho más renacentista. Mucho menos dependiente de los estados regulatorios e intervencionistas y que se desprenda de sus complejos para empezar a vivir en una verdadera libertad. Se lo debemos a quienes construyeron la Europa de la que hemos disfrutado y a quienes están por venir a ella. Nos lo debemos a nosotros mismos. Porque aún hay tiempo y espacio para la narrativa de la esperanza.

 

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