Imanol Pradales Gil ha decidido que Vox no es vasco
Dedicado a Amaia Martínez
Imanol Pradales Gil, el primer lendacary maqueto del PNV, al no querer recibir, según lo ha anunciado esta semana, a la única representante de Vox en la ronda de conversaciones que mantendrá con todos los demás partidos presentes en el Parlamento vasco salido de las elecciones autonómicas del pasado 21 de abril, lo que en realidad ha decidido es, ni más ni menos, que Vox no es vasco. Es una decisión que hasta ahora, y desde los inicios de la Transición, no la habíamos visto tomar al partido fundado por Sabino Arana. Pero no la habíamos visto, no porque el PNV no haya practicado antes esa discriminación, sino porque hasta ahora, desde la legislatura de 2020, al empezar a estar presente Vox en el Parlamento vasco, no había tenido ocasión de ponerla en práctica, que es muy distinto.
Su antecesor en el cargo, Iñigo Urkullu, fue más taimado. Desde que Vox estuvo presente en el Parlamento vasco en 2020 lo que hizo fue no dejar de recibirles, pero, al mismo tiempo, levantar un cordón sanitario reduciéndole a este partido tiempo y recursos. Para cuando el Tribunal Constitucional resolvió que dichas medidas eran inconstitucionales, ya casi había pasado la legislatura. Pradales, en cambio, ha optado por marcar distancias desde el principio con Vox. Ahí se ve la diferencia entre un lendacary pata negra y un lendacary maqueto. El primero no tiene miedo a que le confundan con la representante de Vox. El segundo, en cambio, apellidándose Pradales Gil, no las tiene todas consigo y prefiere no dar lugar a confusiones.
La explicación oficial que han dado desde el PNV para intentar justificar esta muestra evidente de xenofobia y antiespañolismo es que Vox no comparte el “marco ético” del resto de partidos, englobando con dicha etiqueta “valores democráticos”, “derechos humanos” y “desarrollo del autogobierno”. Y esto se dice desde un partido, el PNV, que ha gobernado el País Vasco durante los últimos cincuenta años mientras una banda terrorista de corte nacionalista actuaba a discreción para conseguir lo que ellos llamaban la liberación del pueblo vasco y para la que uno de sus principales referentes políticos siempre ha sido Sabino Arana, es decir, el fundador del propio PNV. Y nadie desde ese gobierno ha visto nunca ninguna contradicción en ello ni ha encontrado nunca nada de orden “moral” o “ético” que reprocharse al respecto. En cambio, un partido con un solo representante en el Parlamento vasco, como es Vox, puede poner en cuestión el desarrollo del autogobierno. Y eso que los nacionalistas, cuando hablan de “desarrollo del autogobierno” hablan de todo menos de lo que marca el estatuto de autonomía en vigor.
En resumidas cuentas, estamos ante una decisión de parte, xenófoba y antiespañola, llevada a cabo por el nuevo lendacary del PNV, Imanol Pradales Gil, y sin que ningún otro partido del arco parlamentario vasco haya mostrado una repulsa o reparo contundente, lo cual incrementa la ignominia del Parlamento vasco en este tema del “cordón sanitario” a Vox, sobre el que ya llueve sobre mojado, desde la legislatura anterior y con sentencia del Tribunal Constitucional paliando en parte la cacicada.
Puesto que ese partido al que se excluye nunca ha renunciado a actuar conforme a las reglas democráticas, nunca ha empleado otras vías que las electorales y parlamentarias para alcanzar su representación política y cuenta con más de 21000 ciudadanos que le han dado su voto en el País Vasco y que merecen un respeto, es por lo que podemos afirmar que estamos ante un claro caso de xenofobia antiespañola, por tratarse de un partido inequívocamente español. Una reacción que, por otra parte, no nos extraña en absoluto, puesto que es típica del PNV desde su mismo origen, como tantas veces hemos escrito en estas páginas.
Sabino Arana, desde que empezó su actividad política –o, por mejor decir, como algo que fue consustancial desde el principio a su propia actividad política–, ejerció la división entre vascos, hablando de vascos auténticos, verdaderos, por tener ascendencias vascas reflejadas en sus apellidos, y vascos falsos, impostados, sobrevenidos y que estaban aquí de más, cuyos apellidos les delataban y a los que llamó con profusión, concentrada en sus escritos publicados entre 1891 y 1898, maquetos (él escribía “maketos”). En este trabajo de clasificación humana, al que era tan dado el fundador del nacionalismo vasco, había un aspecto que consistía en crear nuevos términos. Y del mismo modo que aprovechó uno que ya existía, para darle una connotación ideológica fuerte, como era el de maketo, también quiso aprovechar el término de “vasco” y lo quiso transformar a su gusto. Sobre esto no se ha reparado ni mucho ni poco por parte de los especialistas, pero ahí estuvo el intento con el término de “vasko”, como vamos a ver. Aunque, a diferencia del término “maketo”, con este otro caso de “vasko” no tuvo tanta suerte y no fructificó como él hubiera querido.
La empanada mental que tenía Sabino Arana con el tema vasco en general y el hecho de que escribiera desde el principio en su lengua materna, que no era otra que el castellano, le llevó a inventar, como sabemos, infinidad de términos en eusquera. Muchos de ellos prosperaron y hoy en día son de uso habitual, tanto en eusquera como en castellano. Para ello no hay más que consultar la tesis de Inés Pagola titulada Neologismos en la obra de Sabino Arana Goiri, publicada por Euscalchaindía en un libro de 480 páginas. Sin embargo, con alguna que otra de sus propuestas pegó un buen patinazo.
Y entre estas últimas está la de “vasko”, con “k”, en lugar de “vasco”, con “c”, que era como todo el mundo lo escribía entonces y lo escribe ahora. Este ejemplo en concreto lo que además puso de manifiesto fue la arraigada querencia en Sabino Arana por decidir quién era vasco y quién no. Postular la grafía “vasko” le daba la opción de que, una vez definida a su convenio, podía, como de hecho así lo hizo, decidir a quién se la aplicaba y a quién no, de entre sus coetáneos y paisanos.
Pero en este caso de “vasko”, tras múltiples intentos frustrados de imponerlo, no tuvo más remedio que recular. Este episodio no se ha destacado luego, como ya hemos dicho, por sus estudiosos, acostumbrados a ensalzar solo las palabras que triunfaron: Euskadi, abertzale, ikurriña y tantas otras. También hubo otro ejemplo en el que Sabino Arana se salió con la suya, pero no para imponer un término sino para evitar que se usara. Hablamos de la postergación de un término tan reconocido en su época y de tanta solera cultural como era el de “euskaro”, al que Sabino Arana le cogió una manía indecible y que no paró hasta hacerlo desaparecer, como así de hecho ocurrió, que nunca más volvió a ser empleado para referirse a los intelectuales fueristas que amaban la patria chica vasca dentro de la patria grande española, así como a todas sus manifestaciones culturales: lo que se llamó la cultura euskara, predominante en el País Vasco durante buena parte del siglo XIX y hasta entrado el siglo XX.
La batalla del nacionalismo vasco contra España es, en muy buena medida, una batalla por el lenguaje, por las palabras, por la grafía de las mismas, con cambios que a veces incluso pueden resultar nimios, que aparentemente no tienen ninguna importancia, pero que en el fondo la tienen, y mucha, para la convivencia, para el establecimiento de las reglas del juego en las que nos tenemos que desenvolver todos si queremos vivir en comunidad y, sobre todo, para la imposición de un modelo ideológico-cultural. En El balle del ziruelo hemos aceptado el desafío y estamos intentando desmontar el edificio nacionalista de las palabras desde sus mismos cimientos.
Fue en uno de sus pliegos de la llamada etapa barcelonesa, concretamente el titulado Etimologías euskéricas (cuyo cuerpo principal había conseguido publicarlo en la Revista de Vizcaya en dos partes), y al que, cuando después lo volvió a imprimir por su cuenta en Barcelona, con el título ya indicado, le añadió una adenda de fecha de diciembre de 1887 donde dice: “No debe escribirse ni VASCO ni BASCO. No VASCO, porque su último sonido consonante nació en el Euskera y este idioma no lo representa con C sino con K; no BASCO, porque además de la anterior razón, su consonante labial no procede directamente del Euskera, sino que es consonificación de la vocal U, transcrita en V por los latinos. Por donde se ve que los literatos euskeráfilos vieron manchas donde no las había, y por querer mejorar la transcripción de dicha voz, la hicieron más defectuosa. Su ortografía legítima será, pues, VASKO, y en la misma forma la de sus derivados VASKUENCE, VASKONGADO, VASKÓFILO, VASKÓFOBO, VASKONIA, etc.” (Obras Completas de Sabino Arana Goiri, I, p. 41).
Estamos ante la idea sabiniana de hacer proceder a vasco de “euzko” y, por tanto, de reclamar para vasco la escritura “vasko” como más correcta. Esto ya lo vimos en parte en otro artículo anterior de esta serie titulado “La secta sabiniana de los euzkos adoradores de la cruz gamada”. Sabino Arana opta por la etimología de “euzko” para explicar el origen de la palabra “vasko”: “Con una claridad no común en las etimologías, en efecto, nos está diciendo a voces que es el nombre étnico o nacional del vasko; por manera que euzkera fue euzko-era, es decir, lengua de la gente vaska, lengua de la nación vaska, lengua del VASKO: lengua del EUZKO” (OC, III, p. 1785. Las negritas, cursivas y mayúsculas son de Sabino Arana).
En la “Advertencia” que le sirve de prólogo a su primer libro Bizkaya por su independencia, que es de 1892, utiliza por primera vez el término “vasko”, cuando dice: “Todos se llaman patriotas; mas los periódicos, por ejemplo, titulándose de continuo defensores de los intereses vasko-nabarros y amantes de nuestras instituciones, se dan tal maña para conducirse como tales, que... lo mismo que publicaciones bizkainas, pudieran ser riojanas o burgalesas...” (OC, I, 108).
Pero luego, en los treinta y tantos números del periódico Bizkaitarra (que salió entre junio de 1893 y septiembre de 1895), compendio de la doctrina sabiniana en sus aspectos más descarnados, que ocupa 540 páginas, o lo que es lo mismo, una quinta parte de sus Obras Completas, Sabino Arana ni una sola vez emplea el término vasko o derivados, salvo para repetir justamente lo que hemos visto en la “Advertencia” de Bizkaya por su independencia. En cambio “vasco” o derivados aparece por doquier.
Tenemos que esperar a la aparición del folleto El Partido Carlista y los Fueros Vasko-Nabarros, que salió el 20 de febrero de 1897, en el que Sabino Arana disputó ideológicamente con el carlista Echave-Sustaeta, para asistir a la consagración, digamos así, de la grafía de “vasko”. Pero, a pesar de que el empleo de la “k” con “vasko” y sus derivados aquí es ampliamente mayoritaria, todavía se deja ver la no total desaparición de la forma “vasco”, presente aquí y allá en el texto, de lo que puede dar ejemplo el último párrafo del opúsculo, que reproducimos: “Por instruir, pues, al vasko y evitar así su extravío y las terribles calamidades morales y físicas que son efecto inmediato y necesario de la guerra, y más de una guerra injusta como sería la carlista en el Pueblo Vasko, he tomado la pluma. Mas si eso no lo consigo (tengo la triste convicción de ello como esté acordado el alzamiento), y si D. Carlos, ya por medio de las armas, ya de otra cualquier manera, llega a sentarse en el Trono de España, poniendo su planta soberana sobre el Pueblo Vasco para uncirlo al yugo del Poder Español, sirva de previa protesta del espíritu de mi raza el presente escrito” (OC, II, p. 1104).
En la siguiente publicación importante de Sabino Arana, el periódico Baserritarra, cuyos dieciocho números salen entre el 2 de mayo y el 28 de agosto de 1897, aparece vasko, vaskongado, vaskuence, vaskonismo, pueblo vasko y fueros vasko-nabarros. Pero el caso es que también aparecen a veces, y dejando aparte lo que puedan ser citas de periódicos o títulos de partidos políticos, expresiones como pueblo vasco, instituciones vascongadas, vascófilo y fueros vascongados. Sigue sin haber una opción clara por una forma sobre otra.
Y luego viene el ejemplo palmario de la derrota del término “vasko”, cuando resulta que la tercera publicación periódica de Sabino Arana, El Correo Vasco, se va a titular precisamente así y no El Correo Vasko, como habría sido lo coherente con sus propias teorías. Aquí el término “vasko” y derivados se presenta en clara regresión, frente a la omnipresencia de la forma “vasco” y derivados. Y en los artículos que Sabino Arana escribe en la última de sus publicaciones periódicas, La Patria, ya no va a aparecer la forma “vasko” y sí, en cambio, solo “vasco” y derivados. La Patria, cuya cabecera luego quedará reducida a Patria por una cuestión judicial, aparece por primera vez el 27 de octubre de 1901. Lo cual no deja de sorprender, puesto que desde un principio parecía que “vasko” iba a ser adoptado para siempre por el fundador del nacionalismo, habida cuenta de la etimología que caracterizaba a este término, directamente procedente, según él, de “euzko”.
En efecto, su estudio de la etimología del “vasko” a partir de “euzko”, que recogimos en el artículo de los adoradores de la cruz gamada de esta serie de El balle del ziruelo, ya citado antes, protagonizaba precisamente el primer número de la revista Euzkadi (que sale en marzo de 1901), pero se trataba de una teoría que Sabino Arana venía rumiando, como vimos, desde las Etimologías Euskéricas, que son de 1887. En dicho artículo de la revista Euzkadi aparece la grafía “vasko” de manera profusa, y esta particularidad también se refleja, entre abril y junio de ese año, con ocasión de la polémica que Sabino Arana sostuvo en las páginas del diario nacionalista rival, el Euskalduna, con un redactor de este último que, según todos los indicios, era Nicolás Viar Egusquiza. Fue esta polémica el auténtico canto del cisne del uso de “vasko” por Sabino Arana. Después de este encontronazo, que tan mal terminó para él, ya no volvió a usar más el término “vasko” y en los demás artículos que escribió (que dijimos antes que fueron los de La Patria y Patria) ya no lo volvió a emplear.
Pero vayamos a la polémica del Euskalduna con la que cerraremos esta historia. Aquel periódico estuvo dirigido por los euskalerriacos, a los que Sabino Arana tenía jurado odio eterno porque, siendo nacionalistas como él (aunque, eso sí, más autonomistas que nacionalistas), en cambio no se plegaban a su autoridad y a sus dictados. La polémica se originó porque Nicolás Viar, bajo el pseudónimo Euskaldun bat, salió en las páginas del periódico Euskalduna a cuestionar la preferencia por parte de Sabino Arana del término Euskeria sobre el de Euskaria y del término euskeriano sobre el de euskaro. Fijémonos qué motivo de disputa más nimio en apariencia. Pero cuestiones terminológicas como esas eran las que más hacían enervar al fundador del nacionalismo vasco porque en ellas depositaba la diferenciación lingüística que era la base de su ideología discriminadora. Y sus oponentes lo sabían muy bien. Lo primero que hizo Sabino Arana fue exigirle a Euskaldun bat que diera a conocer su verdadero nombre, cuando el propio Sabino Arana había tenido hasta procesos judiciales e incluso arrostró pena de cárcel por negarse a dar el verdadero nombre de sus colaboradores en los periódicos que eran denunciados. Ante la negativa de Euskaldun bat a hacer lo que le exigía, el fundador del nacionalismo vasco montó en cólera y empleando entonces la forma “vasko” por última vez en sus escritos, le dijo lo siguiente al contestatario polemizador de Euskalduna: “Euskaldun bat no es vasko: no puede ser vasko quien se conduce como él. Podrá poseer el euskera, podrán ser vaskos sus apellidos; pero no está bien la lengua de una raza noble en labios que se complacen en ofender al prójimo sin fundamento ninguno, en detractar sin pruebas los actos de quienes defienden a esa misma raza, en faltar a la verdad sin la menor repugnancia y en calumniar con viles protestas de buena fe a quienes sólo de ésta se guían, no es de sangre vaska rehuir cobardemente, tras de todo esto, el dar cara a los ofendidos, siguiendo oculto, cual áspid venenoso bajo el césped, tras el pseudónimo que sólo es honroso cuando es amparo de la modestia, disculpable cuando es franco el ataque y hay quien responda de éste, pero que es rastrero y aborrecible cuando zahiera y mortifica so pretexto de corregir y con alardes de buena intención, sin que nadie aparezca responsable. Tanta saña, tanta hipocresía, tanta perfidia y cobardía tanta no son propias de pechos vaskos” (Historia del Nacionalismo Vasco en sus Documentos, IV, p. 549).
Como acabamos de ver, Sabino Arana hace con Nicolás Viar lo mismo que Imanol Pradales con Amaia Martínez: recurrir a argumentos de tipo “ético”, más que políticos propiamente dichos, para negar la condición de vasco. O a lo que ellos entienden por éticos, según su muy peculiar interpretación de los comportamientos humanos.
La contestación, con otro artículo en Euskalduna, de Nicolás Viar a esta muestra de furia excomulgadora de Sabino Arana, nos sirve para definir perfectamente cómo era el núcleo de primeros seguidores nacionalistas y en qué consistía ser nacionalista vasco en aquellos momentos iniciales. Definición que puede servir perfectamente para entender lo que es hoy también el nacionalismo vasco de Imanol Pradales Gil, que se comporta de la manera que acabamos de ver con Amaia Martínez, la única representante de Vox en el Parlamento vasco. Empieza Nicolás Viar dándole la puntilla a la ocurrencia de Sabino Arana de emplear “vasko” en lugar de “vasco” (las cursivas son del original):
“¿Yo vasko? ¡que he de serlo! Vasko, así, con V y con K, con esas dos letras que se dan de coces –digan lo que quieran las etimologías– no lo es cualquiera. Para ser vasko hay que pertenecer al grupito, adoptar un vocabulario sui generis, recibir y aceptar un nombre del novísimo santoral del Egutegi [calendario con los nombres en eusquera, como el de Imanol, elaborado por Sabino Arana]; y enseguida ponerse en guardia. Sobre todo, esto; ponerse en guardia; porque el enemigo acecha por todas partes y no pierde ocasión de minar en las sombras la existencia del nacionalismo. Que alguno se permita decir Euskaria en vez de Euskeria: pues ¡ojo con él! y no se haga caso de sus protestas de patriotismo, que esa A está delatando a cien leguas a un maketófilo de tomo y lomo. Y, sobre todo, nada de discutir, ni siquiera intentarlo cuanto afecte a la marcha política del partido, porque sólo es vasko quien renuncia a su individualidad, que es absorbida in continenti por ese mecanismo que, a manera del de los relojes, sólo funciona en recintos herméticamente cerrados. El vasko no ha de tener un criterio propio sobre tal o cual cosa, ni ha de molestarse siquiera en pensar, pues todo se lo darán hecho. Así como le han dicho el nombre que ha de usar en lo sucesivo, le harán comprender también la norma de conducta que ha de seguir en todos los órdenes de la vida social, y recibirá instrucciones precisas sobre las personas a quienes se puede saludar en la calle y aquellas, que serán el mayor número, cuyo contacto debe evitarse como pecaminoso. Todos los problemas referentes a la historia, la legislación y el idioma se le darán resueltos, y así se le evitará que caiga en la tentación de leer opiniones que pudieran discrepar de las que se le inculcan, y, sobre todo, de crearse una propia. Y con esto y con amenazar con cuatro morradas al que no piense absolutamente como él, ya no es uno vasko. Conque ya lo saben los lectores: yo no lo soy. Pero no sólo no soy vasko, sino que soy un ofensor del prójimo, un detractor sin pruebas, un calumniador, un pérfido, un cobarde y hasta un aspid ponzoñoso, que se oculta bajo el césped. (¡Qué figura más original!)” (recogido en Historia del Nacionalismo Vasco en sus Documentos, IV, p. 560).
Dedicado a Amaia Martínez
Imanol Pradales Gil, el primer lendacary maqueto del PNV, al no querer recibir, según lo ha anunciado esta semana, a la única representante de Vox en la ronda de conversaciones que mantendrá con todos los demás partidos presentes en el Parlamento vasco salido de las elecciones autonómicas del pasado 21 de abril, lo que en realidad ha decidido es, ni más ni menos, que Vox no es vasco. Es una decisión que hasta ahora, y desde los inicios de la Transición, no la habíamos visto tomar al partido fundado por Sabino Arana. Pero no la habíamos visto, no porque el PNV no haya practicado antes esa discriminación, sino porque hasta ahora, desde la legislatura de 2020, al empezar a estar presente Vox en el Parlamento vasco, no había tenido ocasión de ponerla en práctica, que es muy distinto.
Su antecesor en el cargo, Iñigo Urkullu, fue más taimado. Desde que Vox estuvo presente en el Parlamento vasco en 2020 lo que hizo fue no dejar de recibirles, pero, al mismo tiempo, levantar un cordón sanitario reduciéndole a este partido tiempo y recursos. Para cuando el Tribunal Constitucional resolvió que dichas medidas eran inconstitucionales, ya casi había pasado la legislatura. Pradales, en cambio, ha optado por marcar distancias desde el principio con Vox. Ahí se ve la diferencia entre un lendacary pata negra y un lendacary maqueto. El primero no tiene miedo a que le confundan con la representante de Vox. El segundo, en cambio, apellidándose Pradales Gil, no las tiene todas consigo y prefiere no dar lugar a confusiones.
La explicación oficial que han dado desde el PNV para intentar justificar esta muestra evidente de xenofobia y antiespañolismo es que Vox no comparte el “marco ético” del resto de partidos, englobando con dicha etiqueta “valores democráticos”, “derechos humanos” y “desarrollo del autogobierno”. Y esto se dice desde un partido, el PNV, que ha gobernado el País Vasco durante los últimos cincuenta años mientras una banda terrorista de corte nacionalista actuaba a discreción para conseguir lo que ellos llamaban la liberación del pueblo vasco y para la que uno de sus principales referentes políticos siempre ha sido Sabino Arana, es decir, el fundador del propio PNV. Y nadie desde ese gobierno ha visto nunca ninguna contradicción en ello ni ha encontrado nunca nada de orden “moral” o “ético” que reprocharse al respecto. En cambio, un partido con un solo representante en el Parlamento vasco, como es Vox, puede poner en cuestión el desarrollo del autogobierno. Y eso que los nacionalistas, cuando hablan de “desarrollo del autogobierno” hablan de todo menos de lo que marca el estatuto de autonomía en vigor.
En resumidas cuentas, estamos ante una decisión de parte, xenófoba y antiespañola, llevada a cabo por el nuevo lendacary del PNV, Imanol Pradales Gil, y sin que ningún otro partido del arco parlamentario vasco haya mostrado una repulsa o reparo contundente, lo cual incrementa la ignominia del Parlamento vasco en este tema del “cordón sanitario” a Vox, sobre el que ya llueve sobre mojado, desde la legislatura anterior y con sentencia del Tribunal Constitucional paliando en parte la cacicada.
Puesto que ese partido al que se excluye nunca ha renunciado a actuar conforme a las reglas democráticas, nunca ha empleado otras vías que las electorales y parlamentarias para alcanzar su representación política y cuenta con más de 21000 ciudadanos que le han dado su voto en el País Vasco y que merecen un respeto, es por lo que podemos afirmar que estamos ante un claro caso de xenofobia antiespañola, por tratarse de un partido inequívocamente español. Una reacción que, por otra parte, no nos extraña en absoluto, puesto que es típica del PNV desde su mismo origen, como tantas veces hemos escrito en estas páginas.
Sabino Arana, desde que empezó su actividad política –o, por mejor decir, como algo que fue consustancial desde el principio a su propia actividad política–, ejerció la división entre vascos, hablando de vascos auténticos, verdaderos, por tener ascendencias vascas reflejadas en sus apellidos, y vascos falsos, impostados, sobrevenidos y que estaban aquí de más, cuyos apellidos les delataban y a los que llamó con profusión, concentrada en sus escritos publicados entre 1891 y 1898, maquetos (él escribía “maketos”). En este trabajo de clasificación humana, al que era tan dado el fundador del nacionalismo vasco, había un aspecto que consistía en crear nuevos términos. Y del mismo modo que aprovechó uno que ya existía, para darle una connotación ideológica fuerte, como era el de maketo, también quiso aprovechar el término de “vasco” y lo quiso transformar a su gusto. Sobre esto no se ha reparado ni mucho ni poco por parte de los especialistas, pero ahí estuvo el intento con el término de “vasko”, como vamos a ver. Aunque, a diferencia del término “maketo”, con este otro caso de “vasko” no tuvo tanta suerte y no fructificó como él hubiera querido.
La empanada mental que tenía Sabino Arana con el tema vasco en general y el hecho de que escribiera desde el principio en su lengua materna, que no era otra que el castellano, le llevó a inventar, como sabemos, infinidad de términos en eusquera. Muchos de ellos prosperaron y hoy en día son de uso habitual, tanto en eusquera como en castellano. Para ello no hay más que consultar la tesis de Inés Pagola titulada Neologismos en la obra de Sabino Arana Goiri, publicada por Euscalchaindía en un libro de 480 páginas. Sin embargo, con alguna que otra de sus propuestas pegó un buen patinazo.
Y entre estas últimas está la de “vasko”, con “k”, en lugar de “vasco”, con “c”, que era como todo el mundo lo escribía entonces y lo escribe ahora. Este ejemplo en concreto lo que además puso de manifiesto fue la arraigada querencia en Sabino Arana por decidir quién era vasco y quién no. Postular la grafía “vasko” le daba la opción de que, una vez definida a su convenio, podía, como de hecho así lo hizo, decidir a quién se la aplicaba y a quién no, de entre sus coetáneos y paisanos.
Pero en este caso de “vasko”, tras múltiples intentos frustrados de imponerlo, no tuvo más remedio que recular. Este episodio no se ha destacado luego, como ya hemos dicho, por sus estudiosos, acostumbrados a ensalzar solo las palabras que triunfaron: Euskadi, abertzale, ikurriña y tantas otras. También hubo otro ejemplo en el que Sabino Arana se salió con la suya, pero no para imponer un término sino para evitar que se usara. Hablamos de la postergación de un término tan reconocido en su época y de tanta solera cultural como era el de “euskaro”, al que Sabino Arana le cogió una manía indecible y que no paró hasta hacerlo desaparecer, como así de hecho ocurrió, que nunca más volvió a ser empleado para referirse a los intelectuales fueristas que amaban la patria chica vasca dentro de la patria grande española, así como a todas sus manifestaciones culturales: lo que se llamó la cultura euskara, predominante en el País Vasco durante buena parte del siglo XIX y hasta entrado el siglo XX.
La batalla del nacionalismo vasco contra España es, en muy buena medida, una batalla por el lenguaje, por las palabras, por la grafía de las mismas, con cambios que a veces incluso pueden resultar nimios, que aparentemente no tienen ninguna importancia, pero que en el fondo la tienen, y mucha, para la convivencia, para el establecimiento de las reglas del juego en las que nos tenemos que desenvolver todos si queremos vivir en comunidad y, sobre todo, para la imposición de un modelo ideológico-cultural. En El balle del ziruelo hemos aceptado el desafío y estamos intentando desmontar el edificio nacionalista de las palabras desde sus mismos cimientos.
Fue en uno de sus pliegos de la llamada etapa barcelonesa, concretamente el titulado Etimologías euskéricas (cuyo cuerpo principal había conseguido publicarlo en la Revista de Vizcaya en dos partes), y al que, cuando después lo volvió a imprimir por su cuenta en Barcelona, con el título ya indicado, le añadió una adenda de fecha de diciembre de 1887 donde dice: “No debe escribirse ni VASCO ni BASCO. No VASCO, porque su último sonido consonante nació en el Euskera y este idioma no lo representa con C sino con K; no BASCO, porque además de la anterior razón, su consonante labial no procede directamente del Euskera, sino que es consonificación de la vocal U, transcrita en V por los latinos. Por donde se ve que los literatos euskeráfilos vieron manchas donde no las había, y por querer mejorar la transcripción de dicha voz, la hicieron más defectuosa. Su ortografía legítima será, pues, VASKO, y en la misma forma la de sus derivados VASKUENCE, VASKONGADO, VASKÓFILO, VASKÓFOBO, VASKONIA, etc.” (Obras Completas de Sabino Arana Goiri, I, p. 41).
Estamos ante la idea sabiniana de hacer proceder a vasco de “euzko” y, por tanto, de reclamar para vasco la escritura “vasko” como más correcta. Esto ya lo vimos en parte en otro artículo anterior de esta serie titulado “La secta sabiniana de los euzkos adoradores de la cruz gamada”. Sabino Arana opta por la etimología de “euzko” para explicar el origen de la palabra “vasko”: “Con una claridad no común en las etimologías, en efecto, nos está diciendo a voces que es el nombre étnico o nacional del vasko; por manera que euzkera fue euzko-era, es decir, lengua de la gente vaska, lengua de la nación vaska, lengua del VASKO: lengua del EUZKO” (OC, III, p. 1785. Las negritas, cursivas y mayúsculas son de Sabino Arana).
En la “Advertencia” que le sirve de prólogo a su primer libro Bizkaya por su independencia, que es de 1892, utiliza por primera vez el término “vasko”, cuando dice: “Todos se llaman patriotas; mas los periódicos, por ejemplo, titulándose de continuo defensores de los intereses vasko-nabarros y amantes de nuestras instituciones, se dan tal maña para conducirse como tales, que... lo mismo que publicaciones bizkainas, pudieran ser riojanas o burgalesas...” (OC, I, 108).
Pero luego, en los treinta y tantos números del periódico Bizkaitarra (que salió entre junio de 1893 y septiembre de 1895), compendio de la doctrina sabiniana en sus aspectos más descarnados, que ocupa 540 páginas, o lo que es lo mismo, una quinta parte de sus Obras Completas, Sabino Arana ni una sola vez emplea el término vasko o derivados, salvo para repetir justamente lo que hemos visto en la “Advertencia” de Bizkaya por su independencia. En cambio “vasco” o derivados aparece por doquier.
Tenemos que esperar a la aparición del folleto El Partido Carlista y los Fueros Vasko-Nabarros, que salió el 20 de febrero de 1897, en el que Sabino Arana disputó ideológicamente con el carlista Echave-Sustaeta, para asistir a la consagración, digamos así, de la grafía de “vasko”. Pero, a pesar de que el empleo de la “k” con “vasko” y sus derivados aquí es ampliamente mayoritaria, todavía se deja ver la no total desaparición de la forma “vasco”, presente aquí y allá en el texto, de lo que puede dar ejemplo el último párrafo del opúsculo, que reproducimos: “Por instruir, pues, al vasko y evitar así su extravío y las terribles calamidades morales y físicas que son efecto inmediato y necesario de la guerra, y más de una guerra injusta como sería la carlista en el Pueblo Vasko, he tomado la pluma. Mas si eso no lo consigo (tengo la triste convicción de ello como esté acordado el alzamiento), y si D. Carlos, ya por medio de las armas, ya de otra cualquier manera, llega a sentarse en el Trono de España, poniendo su planta soberana sobre el Pueblo Vasco para uncirlo al yugo del Poder Español, sirva de previa protesta del espíritu de mi raza el presente escrito” (OC, II, p. 1104).
En la siguiente publicación importante de Sabino Arana, el periódico Baserritarra, cuyos dieciocho números salen entre el 2 de mayo y el 28 de agosto de 1897, aparece vasko, vaskongado, vaskuence, vaskonismo, pueblo vasko y fueros vasko-nabarros. Pero el caso es que también aparecen a veces, y dejando aparte lo que puedan ser citas de periódicos o títulos de partidos políticos, expresiones como pueblo vasco, instituciones vascongadas, vascófilo y fueros vascongados. Sigue sin haber una opción clara por una forma sobre otra.
Y luego viene el ejemplo palmario de la derrota del término “vasko”, cuando resulta que la tercera publicación periódica de Sabino Arana, El Correo Vasco, se va a titular precisamente así y no El Correo Vasko, como habría sido lo coherente con sus propias teorías. Aquí el término “vasko” y derivados se presenta en clara regresión, frente a la omnipresencia de la forma “vasco” y derivados. Y en los artículos que Sabino Arana escribe en la última de sus publicaciones periódicas, La Patria, ya no va a aparecer la forma “vasko” y sí, en cambio, solo “vasco” y derivados. La Patria, cuya cabecera luego quedará reducida a Patria por una cuestión judicial, aparece por primera vez el 27 de octubre de 1901. Lo cual no deja de sorprender, puesto que desde un principio parecía que “vasko” iba a ser adoptado para siempre por el fundador del nacionalismo, habida cuenta de la etimología que caracterizaba a este término, directamente procedente, según él, de “euzko”.
En efecto, su estudio de la etimología del “vasko” a partir de “euzko”, que recogimos en el artículo de los adoradores de la cruz gamada de esta serie de El balle del ziruelo, ya citado antes, protagonizaba precisamente el primer número de la revista Euzkadi (que sale en marzo de 1901), pero se trataba de una teoría que Sabino Arana venía rumiando, como vimos, desde las Etimologías Euskéricas, que son de 1887. En dicho artículo de la revista Euzkadi aparece la grafía “vasko” de manera profusa, y esta particularidad también se refleja, entre abril y junio de ese año, con ocasión de la polémica que Sabino Arana sostuvo en las páginas del diario nacionalista rival, el Euskalduna, con un redactor de este último que, según todos los indicios, era Nicolás Viar Egusquiza. Fue esta polémica el auténtico canto del cisne del uso de “vasko” por Sabino Arana. Después de este encontronazo, que tan mal terminó para él, ya no volvió a usar más el término “vasko” y en los demás artículos que escribió (que dijimos antes que fueron los de La Patria y Patria) ya no lo volvió a emplear.
Pero vayamos a la polémica del Euskalduna con la que cerraremos esta historia. Aquel periódico estuvo dirigido por los euskalerriacos, a los que Sabino Arana tenía jurado odio eterno porque, siendo nacionalistas como él (aunque, eso sí, más autonomistas que nacionalistas), en cambio no se plegaban a su autoridad y a sus dictados. La polémica se originó porque Nicolás Viar, bajo el pseudónimo Euskaldun bat, salió en las páginas del periódico Euskalduna a cuestionar la preferencia por parte de Sabino Arana del término Euskeria sobre el de Euskaria y del término euskeriano sobre el de euskaro. Fijémonos qué motivo de disputa más nimio en apariencia. Pero cuestiones terminológicas como esas eran las que más hacían enervar al fundador del nacionalismo vasco porque en ellas depositaba la diferenciación lingüística que era la base de su ideología discriminadora. Y sus oponentes lo sabían muy bien. Lo primero que hizo Sabino Arana fue exigirle a Euskaldun bat que diera a conocer su verdadero nombre, cuando el propio Sabino Arana había tenido hasta procesos judiciales e incluso arrostró pena de cárcel por negarse a dar el verdadero nombre de sus colaboradores en los periódicos que eran denunciados. Ante la negativa de Euskaldun bat a hacer lo que le exigía, el fundador del nacionalismo vasco montó en cólera y empleando entonces la forma “vasko” por última vez en sus escritos, le dijo lo siguiente al contestatario polemizador de Euskalduna: “Euskaldun bat no es vasko: no puede ser vasko quien se conduce como él. Podrá poseer el euskera, podrán ser vaskos sus apellidos; pero no está bien la lengua de una raza noble en labios que se complacen en ofender al prójimo sin fundamento ninguno, en detractar sin pruebas los actos de quienes defienden a esa misma raza, en faltar a la verdad sin la menor repugnancia y en calumniar con viles protestas de buena fe a quienes sólo de ésta se guían, no es de sangre vaska rehuir cobardemente, tras de todo esto, el dar cara a los ofendidos, siguiendo oculto, cual áspid venenoso bajo el césped, tras el pseudónimo que sólo es honroso cuando es amparo de la modestia, disculpable cuando es franco el ataque y hay quien responda de éste, pero que es rastrero y aborrecible cuando zahiera y mortifica so pretexto de corregir y con alardes de buena intención, sin que nadie aparezca responsable. Tanta saña, tanta hipocresía, tanta perfidia y cobardía tanta no son propias de pechos vaskos” (Historia del Nacionalismo Vasco en sus Documentos, IV, p. 549).
Como acabamos de ver, Sabino Arana hace con Nicolás Viar lo mismo que Imanol Pradales con Amaia Martínez: recurrir a argumentos de tipo “ético”, más que políticos propiamente dichos, para negar la condición de vasco. O a lo que ellos entienden por éticos, según su muy peculiar interpretación de los comportamientos humanos.
La contestación, con otro artículo en Euskalduna, de Nicolás Viar a esta muestra de furia excomulgadora de Sabino Arana, nos sirve para definir perfectamente cómo era el núcleo de primeros seguidores nacionalistas y en qué consistía ser nacionalista vasco en aquellos momentos iniciales. Definición que puede servir perfectamente para entender lo que es hoy también el nacionalismo vasco de Imanol Pradales Gil, que se comporta de la manera que acabamos de ver con Amaia Martínez, la única representante de Vox en el Parlamento vasco. Empieza Nicolás Viar dándole la puntilla a la ocurrencia de Sabino Arana de emplear “vasko” en lugar de “vasco” (las cursivas son del original):
“¿Yo vasko? ¡que he de serlo! Vasko, así, con V y con K, con esas dos letras que se dan de coces –digan lo que quieran las etimologías– no lo es cualquiera. Para ser vasko hay que pertenecer al grupito, adoptar un vocabulario sui generis, recibir y aceptar un nombre del novísimo santoral del Egutegi [calendario con los nombres en eusquera, como el de Imanol, elaborado por Sabino Arana]; y enseguida ponerse en guardia. Sobre todo, esto; ponerse en guardia; porque el enemigo acecha por todas partes y no pierde ocasión de minar en las sombras la existencia del nacionalismo. Que alguno se permita decir Euskaria en vez de Euskeria: pues ¡ojo con él! y no se haga caso de sus protestas de patriotismo, que esa A está delatando a cien leguas a un maketófilo de tomo y lomo. Y, sobre todo, nada de discutir, ni siquiera intentarlo cuanto afecte a la marcha política del partido, porque sólo es vasko quien renuncia a su individualidad, que es absorbida in continenti por ese mecanismo que, a manera del de los relojes, sólo funciona en recintos herméticamente cerrados. El vasko no ha de tener un criterio propio sobre tal o cual cosa, ni ha de molestarse siquiera en pensar, pues todo se lo darán hecho. Así como le han dicho el nombre que ha de usar en lo sucesivo, le harán comprender también la norma de conducta que ha de seguir en todos los órdenes de la vida social, y recibirá instrucciones precisas sobre las personas a quienes se puede saludar en la calle y aquellas, que serán el mayor número, cuyo contacto debe evitarse como pecaminoso. Todos los problemas referentes a la historia, la legislación y el idioma se le darán resueltos, y así se le evitará que caiga en la tentación de leer opiniones que pudieran discrepar de las que se le inculcan, y, sobre todo, de crearse una propia. Y con esto y con amenazar con cuatro morradas al que no piense absolutamente como él, ya no es uno vasko. Conque ya lo saben los lectores: yo no lo soy. Pero no sólo no soy vasko, sino que soy un ofensor del prójimo, un detractor sin pruebas, un calumniador, un pérfido, un cobarde y hasta un aspid ponzoñoso, que se oculta bajo el césped. (¡Qué figura más original!)” (recogido en Historia del Nacionalismo Vasco en sus Documentos, IV, p. 560).