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Pedro Chacón
Martes, 20 de Agosto de 2024 Tiempo de lectura:

Zamorano, pero más que nada vasco y sobre todo antiespañol

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Un tal Dan Alvarez Prieto, originario de Zamora, se ha erigido, con un par de artículos publicados recientemente en el digital Naiz (del periódico Gara), titulados respectivamente “«Quo vadis» Anasagasti” y “Con reiteración, pero sin odio: «Quo vadis» Anasagasti”, aparecidos los pasados días 7 y 14 de agosto (disponibles en Internet), en el representante más significativo de la inmigración española de las décadas centrales del siglo pasado que, por su apoyo incondicional al nacionalismo vasco, ha hecho de este sector sociopolítico el dominante en el País Vasco actual.

 

Yo no sé si sabrá Dan Alvarez Prieto que, gracias al apoyo que él –y otros muchísimos como él, cortados por su mismo patrón originario o identitario– presta al nacionalismo vasco, esta ideología es hoy dominante en el territorio donde se presenta. Pero convendría que lo supiera para que se empoderara aún más de lo que ya le veo que está. Hasta el punto de atreverse a enmendarle la plana y llamar al orden averchale a un patanegra peneuvista como Iñaki Anasagasti Olabeaga.

 

La misma aparición del personaje de Imanol Pradales Gil, originario de la Ribera del Duero burgalesa y hoy lendacari vasco, ya nos dice que las cosas están cambiando en el País Vasco de un modo que se podía prever, pero no en el sentido que se está dando, vive Dios. Lo de que podían cambiar las cosas se veía venir, como digo, dada la mayoritaria presencia en el País Vasco –siempre disimulada de mil maneras por el nacionalismo en el poder–, de los descendientes de inmigrantes de otras partes de España que vinieron por cientos de miles al País Vasco en las décadas centrales del siglo XX. Y eso sin contar con los que ya vinieron desde finales del siglo XIX y que dieron lugar, por reacción xenófoba contra ellos, a la aparición del nacionalismo vasco.

 

Porque yo no sé si Dan Alvarez Prieto sabe que el fundador del nacionalismo vasco decía verdaderas perrerías contra los que venían de otras partes de España, como Zamora mismamente, a trabajar al País Vasco. Y tampoco sé si sabe que la ideología nacionalista izquierdista radical, bildutarra para entendernos, que le permite escribir en el Naiz, se originó también de la misma raíz xenófoba y discriminatoria contra lo español, solo que barnizada con lo de extrema izquierda, que permite establecer un canal de comunicación directo entre las izquierdas españolas y las vascas, para meter a las primeras en el redil del nacionalismo vasco y convertirlas así en carne de cañón y ariete de los intereses independentistas vascos contra España. Porque por eso es por lo único y para lo único que quiere el nacionalismo vasco a los que son como Dan Alvarez Prieto. Porque les hacen el caldo gordo, porque siguen sus indicaciones como fieles seguidores, despotricando contra España y considerando todo lo español como lo peor de lo peor. Menudo servicio que les está haciendo usted, sin llevarse a cambio más que la posibilidad de recordar, como hace en estos dos artículos, a sus familiares represaliados por el franquismo de su pueblo zamorano, Torres del Carrizal. ¿Verdaderamente cree usted que a los de Bildu que le dejan escribir en el Naiz les importan una higa sus antepasados, que seguramente –mejor dicho, fijo– no tenían ni idea de que existía la causa vasca, sino que se sentían todos más españoles que la pata del Cid?

 

Desde luego que para mí no resulta ninguna sorpresa que gente como Dan Alvarez Prieto aparezca en el Naiz considerándose a sí mismo, como dice debajo de su nombre con el que firma, “vasco por merecimiento propio”. ¿Pero por qué por merecimiento propio? ¿Porque es averchale, porque sabe eusquera? ¿Por qué necesita reforzar su condición de vasco? ¿No le vale con ser simplemente ciudadano vasco? ¿No atesoramos todos los que vivimos aquí la condición de vascos tan solo por estar empadronados, según declara el Estatuto de Autonomía? ¿Por qué convierte su condición de vasco en un merecimiento, en algo conseguido con el esfuerzo? Vasco por merecimiento propio, dice.

 

Cuando leo eso y lo que luego dice en sus dos artículos, resulta que ser vasco para usted, más que una condición geográfica o social, socio-política si se quiere, dada la condición política de la ciudadanía, se convierte en una condición ideológica. Uno es vasco si piensa de determinada manera, o sea, si es de izquierdas y averchale. Si no, no lo es. Lo cual supone un reduccionismo increíble. Así que nos considera, a los de la carta en la que pedimos que en la placa de los represaliados de San Sebastián se incluyan también los represaliados por los republicanos (y que es el origen de toda esta historia), como personas definitivamente no vascas por merecimientos propios, se entiende, dada nuestra condición de no nacionalistas vascos y además de no izquierdistas, como usted.

 

¿Ha pensado, si todos actuáramos así, dando ciudadanías por merecimiento, qué sería de nuestra sociedad?

 

Usted forma parte de un colectivo vasco, como digo, muy mayoritario, que con su apoyo explícito le da el poder al nacionalismo vasco en el País Vasco. Porque si solo fuera por los Anasagastis Olabeagas, el nacionalismo aquí no alcanzaba más del 20%, siendo muy generosos. Y es una pena que no lo sepa ni lo asuma, porque eso le daría mucha más tranquilidad y, como decía antes, más empoderamiento del que ya ostenta, que parece que es bastante, por lo que se lee en sus dos artículos. Pero el problema es que usted sigue necesitando que estén los Anasagastis Olabeagas de por medio, porque sin ellos su identidad de seguidor acérrimo de los nacionalistas se quedaría en nada. Ese colectivo al que pertenece, por ascendiente geográfico heredado y por ideología adquirida, es el mismo que el del actual lendacari Imanol Pradales Gil. Pero, a diferencia de este, en lugar de haber sido nombrado para dicho cargo por el sanedrín patanegra que controla al PNV, en su caso lo vemos ubicado en el sector izquierdo-radical batasuno, supongo que de San Sebastián y alrededores, y en lugar de medrar en los bachoquis peneuvistas, como hizo el actual lendacari, ha estado rondando las herrico tabernas averchales de Donostia y alrededores y ha vivido honradamente de dar clases –dice que en eusquera, lo cual le ha debido suponer un sacrificio y un esfuerzo, como me ha pasado a mí mismo también–, no parece que en Universidad, en su caso, quizás en un instituto de enseñanza media o en una ikastola.

 

En cualquier caso, por lo que respecta a la identidad política, vidas paralelas, la de Dan Alvarez Prieto y la de Imanol Pradales Gil, como sobrevenidos al País Vasco por sí o por sus familias y que se convirtieron en vascos nacionalistas y sobre todo en antiespañoles acérrimos, aunque mantuvieran su querencia por la tierra natal, Zamora en su caso, Burgos en el otro. Pero, por una peculiar e inexplicada mutación del gen identitario que todos llevamos dentro, los nacionalistas vascos sobrevenidos, como ustedes, son capaces de ser amantes de su tierra natal y, al mismo tiempo, sentirse sobre todo solo vascos y ante todo antiespañoles furibundos. Así funciona su psicología. A ustedes les da igual que el 99% de los zamoranos o el 99% de los burgaleses se consideren ante todo y sobre todo españoles. Ustedes son de una casta aparte, algo novedoso en el catálogo identitario de la península ibérica. Para ustedes se puede ser del Bierzo y por eso antiespañol y al mismo tiempo muy vasco. O de la comarca zamorana de la Sanabria, por poner otro caso, y al mismo tiempo vasco acérrimo y sobre todo antiespañol furibundo.

 

El tema que origina toda esta cuestión es la petición, por carta escrita y enviada el pasado 15 de julio, por un grupo de intelectuales y expolíticos vascos, dirigida al alcalde de San Sebastián, Eneko Goia, para que en el monolito colocado en 2014 por el entonces alcalde, Juan Carlos Izagirre, de Bildu, consten, además de los represaliados por el franquismo, que son los únicos que hay ahora, también los represaliados por la Segunda República entre el 19 de julio y el 13 de septiembre, fecha esta última de la toma de la ciudad por los sublevados. Iñaki Anasagasti se sumó a la iniciativa gracias a su vieja amistad con Guillermo Gortázar –promotor de la carta surgida a raíz de la publicación de su último libro Un veraneo de muerte–, desde que coincidieron durante varias legislaturas en el Congreso de los Diputados, uno por el PNV y el otro por el PP. Y aquí ardió Troya: según Dan Alvarez Prieto, que Anasagasti esté en una iniciativa así es altamente sospechoso y condenable.

 

Dan Alvarez Prieto dice que en el listado que se incluía en la carta, de 250 represaliados, “destacan clarísimos golpistas, entre otros, el capitán del ejército franquista Félix Fernández y el teniente Manuel Pérez, cuyos cuerpos fueron trasladados a Zamora para ser enterrados en septiembre del 1936”. Pero, como me advierte Juan José Dapousa, estudioso del tema de la memoria histórica y que ha estado pendiente de esta polémica, está claro que este hombre no se ha tomado la molestia de leer el listado de represaliados de la República que constan en la carta, porque si lo hubiera hecho se habría dado cuenta de que esas dos personas no están en la misma. Supongo que la razón es que la lista entregada al alcalde de San Sebastián está integrada solamente por quienes están enterrados en el cementerio donostiarra de Polloe. Y en el caso de esos dos militares sublevados y represaliados, por lo visto, fueron llevados desde San Sebastián, donde fueron asesinados, de vuelta a su tierra natal, que era Zamora, parece ser. Pero pongamos que dichos dos asesinados por los republicanos estuvieran incluidos en la lista y que Alvarez Prieto la hubiera leído. Lo que Alvarez Prieto reprocha a esa hipotética inclusión es que “Se obvia que este hecho provocó de inmediato, según hace constar el Foro por la Memoria Histórica de Zamora, la ira y la venganza del falangismo y otros sectores del Movimiento causando tres sacas directas con 28 asesinados por fusilamiento”. El razonamiento de Dan Alvarez Prieto es que como esas dos víctimas provocaron una reacción de venganza en Zamora, de donde eran oriundas, que causó 28 asesinatos, entonces su sola presencia en el listado de víctimas de la Segunda República en San Sebastián ya estaría siendo injusta. La cosa era relacionar como fuera los asesinados por los republicanos en San Sebastián con los asesinados por los sublevados en Zamora. Pero vamos a ver, ¿cómo es posible que esa venganza, a cargo de sus paisanos energúmenos de Zamora, convierta a los asesinados en San Sebastián en algo así como cómplices de los asesinatos ocurridos como reacción tras su muerte? Un planteamiento así es que no tiene ni pies ni cabeza.

 

Por no hablar de todo el planteamiento memorialístico en su conjunto. A mí me parece muy bien que se recuerde a los antepasados represaliados y que se les restituya, ya que no a la vida (primero porque, desgraciadamente para un asesinado eso ya es imposible; y segundo porque, ya a estas alturas, estarían todos fallecidos si hubieran seguido el curso de sus días con la naturalidad que les robaron), al menos sí en sus derechos ciudadanos e ideológicos, laminados por los que les asesinaron. Pero lo que más me chirría de todo esto es el tema de la legitimidad de la violencia, que Dan Alvarez Prieto dice que pertenece a quienes defendían la República, que era un régimen democrático, pero no a quienes la atacaron. Y saca los ejemplos de violencias que ha habido a lo largo de la historia y que sí resultaron legítimas porque sirvieron para conseguir derechos. Desde luego, en el caso de Dan Alvarez Prieto, la violencia franquista (ojo con el adjetivo, porque en la época de la que hablamos, Franco todavía no había tomado el mando de la sublevación) no es legítima, mientras que la de quienes actúan en nombre de la Segunda República sí lo es. Y yo le planteo esta pregunta: y la violencia de quienes organizaron una revolución en el año 1934 contra el régimen republicano, con episodios extremadamente violentos en Asturias y también otros en Cataluña y País Vasco, ¿esos actuaban legítimamente contra la Segunda República o no? En Asturias intervino el propio Franco, al mando de tropas del ejército de la República, para sofocar duramente a los mineros amotinados. Franco, defendiendo el orden republicano en Asturias: ¿actuó legítimamente, según Dan Alvarez Prieto, reprimiendo a los mineros en nombre de la República? La Segunda República, según considera la mayoría de expertos, perdió toda su legitimidad como Estado democrático en los primeros compases de la sublevación militar, cuando el gobierno, en lugar de hacer frente a los militares sublevados por los cauces establecidos, decidió entregar las armas a los sindicatos y organizaciones obreras, con lo que automáticamente se convirtió en un régimen de parte, si no lo era ya desde tiempo atrás, quizás desde su mismo origen, desde cuando, por ejemplo, venía dejando desprotegida a la Iglesia católica y a sus representantes, que vieron cómo el régimen les ponía a los pies de los caballos de saqueadores e incendiarios.

 

¿Por qué gente como Dan Alvarez Prieto se obstina en confundir sus deseos con la realidad y en seguir con esa historia de buenos y malos que pasó hace ya casi un siglo, trasladándola a la actualidad y considerándonos, a quienes no pensamos igual que los nacionalistas o que los izquierdistas de ahora, poco menos que conspiradores antidemócratas y sublevados en potencia en nombre del fascismo? En los dos artículos que escribe en el Naiz, Dan Alvarez Prieto le pide a Anasagasti que se aleje de nosotros, como si fuéramos unos apestados. Es lo que más me ha dolido. Que un señor de Zamora escriba dos largos artículos básicamente para pedirle a un vasco patanegra que se aleje de mí. Nunca lo hubiera imaginado. ¿Se fija usted, Dan Alvarez Prieto, que está actuando conmigo como lo haría Sabino Arana? ¿Por qué no lee un poco lo que decía el fundador del nacionalismo vasco, ese al que usted vota en versión bildutarra? Tiene sus obras a mano, en cualquier biblioteca pública vasca. Lo puede comprobar por usted mismo. Cójase el primer volumen de los tres que componen sus Obras Completas y abra el Bizkaitarra por cualquier página. Comprobará así lo que le digo. Yo soy nacido en Bilbao pero, como usted, Dan Alvarez Prieto, tengo a mis padres enterrados en su pueblo de origen, en mi caso en la provincia de Sevilla, porque nos lo pidieron así a sus hijos. Mis padres se murieron de viejos, aunque al final lo pasaron mal, les pilló el Covid. Pero en mi familia, como en la suya, hubo de todo. En la Guerra Civil, a un primo de mi madre le mataron de un tiro por la espalda, dijeron luego que porque había salido corriendo. Y a otro le mataron a palazos, junto a la tapia del cementerio. Me importa un rábano la ideología que tenían. Si fueron republicanos –como de hecho lo eran–, qué cambia eso a estas alturas. Mis padres siempre relativizaron todo aquello. Repartieron culpas entre todos. Porque no querían que volviéramos a aquello, por nuestro bien. Pero que un señor ya jubilado, como usted, y que, ya solo por eso, para mí siempre merece un respeto, piense de quienes no pensamos como usted y sin conocernos de nada, que somos mala gente, de verdad que es como para echarse a llorar. Por eso estoy aquí, para mostrarle lo que pienso y para intentar razonar y para decirle, como escribía Camilo José Cela al comienzo de su Pascual Duarte: “Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo”.

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