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![[Img #26352]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/08_2024/3976_cas-def.jpg)
A veces las noticias aparentemente irrelevantes nos dan mucha más información sobre la naturaleza que los ensayos de sesudos expertos.
Hace pocos días me encontré con una información, que reproduzco resumida, sobre el debate existente respecto a una peculiar costumbre de una localidad californiana que tiene los días contados por las exigencias de la sociedad moderna: la ausencia de direcciones postales.
El pueblo en cuestión es Carmel-by-the-Sea, una atractiva ciudad costera de California. Seguramente muchos de los lectores hayan oído hablar de ella, pues en ella vive Clint Eastwood y llegó a ser su alcalde.
No numerar sus casas y edificios se trata allí de una tradición centenaria. Que yo sepa la población local no sufre de discalculia ni de un odio específico hacia los números, sino de un culto llevado hasta el absurdo de las costumbres, el "mos maiorum" que decía Cicerón.
Hasta ahora Carmel by the Sea se caracterizaba sobre todo por sus calles sin números y por la ausencia de direcciones postales, lo que significa para sus vecinos un símbolo distintivo, casi un orgullo.
Durante años, los residentes y negocios en esta pequeña y exclusiva comunidad se adaptaron a un sistema donde las direcciones se describían en términos de ubicaciones y puntos de referencia, como
"el Ayuntamiento en el lado este de la calle Monte Verde entre Ocean y 7th".
La mayoría, hasta ahora argumentaba que la falta de numeración contribuía al “carácter de pueblo”, junto con otras dos sorprendentes características de Carmel by the Sea: la ausencia de alumbrado público y de aceras en áreas residenciales, características que también se consideran parte del "encanto" de la pequeña ciudad.
No obstante, la modernidad llama a la puerta de los residentes de Carmel: la falta de direcciones postales ha presentado varios desafíos los últimos años.
Careciendo de dirección postal, algunos residentes enfrentaron problemas al intentar recibir paquetes, reclamar servicios públicos y acceder a servicios médicos y de emergencia.
Más aún, con la pandemia se intensificaron estos problemas, ya que el aumento de las compras en línea hizo que la falta de direcciones postales se convirtiera en un obstáculo, casi insalvable.
Así que acaba de llegar el cambio "radical" y la introducción de direcciones postales en este pueblo de California. De la dotación de alumbrado público y aceras en áreas residenciales, parece que aún no se ve su necesidad.
A principios de este mes, el Ayuntamiento de Carmel-by-the-Sea aprobó, por los pelos, con una votación de 3 a 2, la implementación de un sistema de direcciones postales, argumentando los promotores "la creciente frustración de muchos residentes debido a la dificultad de recibir paquetes, la necesidad de cumplir con el Código de Incendios de California y preocupaciones de seguridad pública".
Por lo visto, algunos vecinos temen que esto pueda comprometer el carácter "único" del pueblo. Por suerte, aun les queda el consuelo de la voluntaria falta de aceras y de alumbrado público en áreas residenciales.
¿Y por qué les cuento está historia de un lejano pueblecito de California? Parecen cosas propias de americanos excéntricos.
Pues porque aquí, en nuestro País Vasco tuvimos una situación muy parecida.
Y si no me creen la pueden leer en una Revista Euzkadi de 1977. Para que la disfruten se la transcribo íntegramente:
"DESVASQUIZAR NUESTRO ENTORNO
NÚMEROS EN NUESTROS CASERIOS
Tenemos que denunciar la torpe y falaz maniobra que, al menos en el Municipio de Urduliz, se ha llevado a cabo últimamente al obligar, pretextando la necesidad de un mejor y más rápido servicio de Correos, a poner números en nuestros caseríos advirtiéndose que en lo sucesivo, si queremos que dicho servicio sea eficiente, eliminemos el nombre del caserío y lo sustituyamos por el nombre del barrio y el número del barrio y el número asignado a cada uno, es un intento descarado de despersonalizarlos y darles un sentido general, como si se tratasen de una casa cualquiera en una calle de un barrio cualquiera.
Nuestros caseríos, raiz y base de un pueblo milenario, depositarios perpetuos de uno de los idiomas más antiguos de la Tierra, cuna y procedencia de todos los grandes hombres que el pueblo vasco ha repartido por todo el mundo, y garantia presente de que el euskera se conserve para el futuro, con sus toponímicos nombres por los que han sido conocidas desde un origenes que se pierden en la noche de los tiempos, noche en que nadie ha podido hurgar todavia, corren el peligro, por premeditado capricho de los habituales causantes de los males del pueblo vasco y también, porqué no decirlo secundados por colaboración vergonzosa de quienes, siendo hijos de esta tierra vasca, no han tenido el suficiente coraje para oponerse públicamente, aunque solo fuese por un poco de pudor, a la consumación del hecho, corren el peligro, repetimos, de caer en el más vulgar de los anonimatos, convirtiéndose en un simple e impersonal número.
Pero nuestra obligación es rebelarse contra esa maniobra seguir poniendo en nuestra correspondencia y en toda clase documentos, el nombre de nuestros caseríos, puesto que hasta ahora dicha correspondencia ha llegado con regularidad a su destino, no hay razón para que en lo sucesivo no lo siga haciendo.
Nosotros no tenemos la culpa de que destinen a Euzkadi, y particular a nuestros pueblos del área euskeldún, a funcionarios que no posean el euskera, ni sepan pronunciar ni leer apellidos ni nombres vascos, ni conozcan la topominia de nuestra Patria.
Nuestro deber de vascos y abertzales es denunciar este hecho y procurar por todos los medios de que este intento, uno más de diluir todo lo vasco en el más vulgar y exótico de los marasmos no prospere y fracase estrepitosamente."
Vamos, que Clint Eastwood, de haberlo sabido, podría haber sido aquellos días un feliz "alkate jauna" de Urduliz, defendiendo las esencias patrias subyacentes a la falta de direcciones postales.
Y cuando llegara el cartero seguramente le soltaría aquello de "Venga, alégrame el día".
Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado de las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019
A veces las noticias aparentemente irrelevantes nos dan mucha más información sobre la naturaleza que los ensayos de sesudos expertos.
Hace pocos días me encontré con una información, que reproduzco resumida, sobre el debate existente respecto a una peculiar costumbre de una localidad californiana que tiene los días contados por las exigencias de la sociedad moderna: la ausencia de direcciones postales.
El pueblo en cuestión es Carmel-by-the-Sea, una atractiva ciudad costera de California. Seguramente muchos de los lectores hayan oído hablar de ella, pues en ella vive Clint Eastwood y llegó a ser su alcalde.
No numerar sus casas y edificios se trata allí de una tradición centenaria. Que yo sepa la población local no sufre de discalculia ni de un odio específico hacia los números, sino de un culto llevado hasta el absurdo de las costumbres, el "mos maiorum" que decía Cicerón.
Hasta ahora Carmel by the Sea se caracterizaba sobre todo por sus calles sin números y por la ausencia de direcciones postales, lo que significa para sus vecinos un símbolo distintivo, casi un orgullo.
Durante años, los residentes y negocios en esta pequeña y exclusiva comunidad se adaptaron a un sistema donde las direcciones se describían en términos de ubicaciones y puntos de referencia, como
"el Ayuntamiento en el lado este de la calle Monte Verde entre Ocean y 7th".
La mayoría, hasta ahora argumentaba que la falta de numeración contribuía al “carácter de pueblo”, junto con otras dos sorprendentes características de Carmel by the Sea: la ausencia de alumbrado público y de aceras en áreas residenciales, características que también se consideran parte del "encanto" de la pequeña ciudad.
No obstante, la modernidad llama a la puerta de los residentes de Carmel: la falta de direcciones postales ha presentado varios desafíos los últimos años.
Careciendo de dirección postal, algunos residentes enfrentaron problemas al intentar recibir paquetes, reclamar servicios públicos y acceder a servicios médicos y de emergencia.
Más aún, con la pandemia se intensificaron estos problemas, ya que el aumento de las compras en línea hizo que la falta de direcciones postales se convirtiera en un obstáculo, casi insalvable.
Así que acaba de llegar el cambio "radical" y la introducción de direcciones postales en este pueblo de California. De la dotación de alumbrado público y aceras en áreas residenciales, parece que aún no se ve su necesidad.
A principios de este mes, el Ayuntamiento de Carmel-by-the-Sea aprobó, por los pelos, con una votación de 3 a 2, la implementación de un sistema de direcciones postales, argumentando los promotores "la creciente frustración de muchos residentes debido a la dificultad de recibir paquetes, la necesidad de cumplir con el Código de Incendios de California y preocupaciones de seguridad pública".
Por lo visto, algunos vecinos temen que esto pueda comprometer el carácter "único" del pueblo. Por suerte, aun les queda el consuelo de la voluntaria falta de aceras y de alumbrado público en áreas residenciales.
¿Y por qué les cuento está historia de un lejano pueblecito de California? Parecen cosas propias de americanos excéntricos.
Pues porque aquí, en nuestro País Vasco tuvimos una situación muy parecida.
Y si no me creen la pueden leer en una Revista Euzkadi de 1977. Para que la disfruten se la transcribo íntegramente:
"DESVASQUIZAR NUESTRO ENTORNO
NÚMEROS EN NUESTROS CASERIOS
Tenemos que denunciar la torpe y falaz maniobra que, al menos en el Municipio de Urduliz, se ha llevado a cabo últimamente al obligar, pretextando la necesidad de un mejor y más rápido servicio de Correos, a poner números en nuestros caseríos advirtiéndose que en lo sucesivo, si queremos que dicho servicio sea eficiente, eliminemos el nombre del caserío y lo sustituyamos por el nombre del barrio y el número del barrio y el número asignado a cada uno, es un intento descarado de despersonalizarlos y darles un sentido general, como si se tratasen de una casa cualquiera en una calle de un barrio cualquiera.
Nuestros caseríos, raiz y base de un pueblo milenario, depositarios perpetuos de uno de los idiomas más antiguos de la Tierra, cuna y procedencia de todos los grandes hombres que el pueblo vasco ha repartido por todo el mundo, y garantia presente de que el euskera se conserve para el futuro, con sus toponímicos nombres por los que han sido conocidas desde un origenes que se pierden en la noche de los tiempos, noche en que nadie ha podido hurgar todavia, corren el peligro, por premeditado capricho de los habituales causantes de los males del pueblo vasco y también, porqué no decirlo secundados por colaboración vergonzosa de quienes, siendo hijos de esta tierra vasca, no han tenido el suficiente coraje para oponerse públicamente, aunque solo fuese por un poco de pudor, a la consumación del hecho, corren el peligro, repetimos, de caer en el más vulgar de los anonimatos, convirtiéndose en un simple e impersonal número.
Pero nuestra obligación es rebelarse contra esa maniobra seguir poniendo en nuestra correspondencia y en toda clase documentos, el nombre de nuestros caseríos, puesto que hasta ahora dicha correspondencia ha llegado con regularidad a su destino, no hay razón para que en lo sucesivo no lo siga haciendo.
Nosotros no tenemos la culpa de que destinen a Euzkadi, y particular a nuestros pueblos del área euskeldún, a funcionarios que no posean el euskera, ni sepan pronunciar ni leer apellidos ni nombres vascos, ni conozcan la topominia de nuestra Patria.
Nuestro deber de vascos y abertzales es denunciar este hecho y procurar por todos los medios de que este intento, uno más de diluir todo lo vasco en el más vulgar y exótico de los marasmos no prospere y fracase estrepitosamente."
Vamos, que Clint Eastwood, de haberlo sabido, podría haber sido aquellos días un feliz "alkate jauna" de Urduliz, defendiendo las esencias patrias subyacentes a la falta de direcciones postales.
Y cuando llegara el cartero seguramente le soltaría aquello de "Venga, alégrame el día".
Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado de las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019