Autor de “Emboscada a Navarra. Mitos, falsedades y otras tácticas del panvasquismo”
Fernando José Vaquero Oroquieta: “El nacionalismo vasco siempre se ha caracterizado por una voluntad totalitaria de eliminación de cualquier disidencia interna y externa”
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Acaba de ver la luz el nuevo libro del colaborador de La Tribuna del País Vasco Fernando José Vaquero Oroquieta, titulado Emboscada a Navarra. Mitos, falsedades y otras tácticas del panvasquismo (*).
Fernando Vaquero, funcionario de profesión y reconocido analista y escritor, ha publicado dos populares títulos en Ediciones La Tribuna: De Navarra a Nafarroa. La otra conquista y La constelación masónica. También ha colaborado en diversos números de nuestra revista cultural impresa Naves en Llamas, especialmente en los monográficos Catolicismo: fin de ciclo o ciclo final y Las nuevas derechas sacuden Europa.
Este libro culmina la trilogía sobre el nacionalismo vasco que iniciara con Biografía no autorizada del PNV, al que siguió De ETA a EH Bildu. Las pieles de la serpiente. ¿Qué novedades presenta, en esta ocasión, a sus posibles lectores?
Modestamente, creo que muchas. Ante todo, responder a buena parte de los interrogantes que me vienen planteando los lectores en las presentaciones públicas de estos libros, así como a tantos mitos vasquistas en circulación acríticamente y asumidos en la propia Navarra casi sin respuesta alternativa. Y todo ello exponiendo y analizando en profundidad cuestiones muy concretas y actuales. De ahí que, por ejemplo, de las 330 notas a pie de página, dos tercios se remitan a artículos de actualidad. Así hablamos en este libro de la célebre Mano de Irulegui, de lo que realmente acaeció en la batalla de Roncesvalles, del origen del eguzkilore y de la txalaparta, sobre cuál fue realmente la lingua navarrorum, las tramas compartidas por navarristas y nacionalistas, el papel de los euskaros navarros y de algunas de sus figuras más significativas como Arturo Campión, acerca de los títulos de conquista de Navarra por Fernando el Católico y sus supuestas falsificaciones, desmentimos que Navarra sufriera un genocidio tras la batalla de Noáin, despejamos las mentiras sobre un castillo navarro en Arrigorriaga, pero también hablamos de cuestiones mucho más dolorosas y problemáticas como fue el papel de los terroristas navarros de ETA, quiénes fueron asesinados por ETA en Navarra, las culturas políticas de la izquierda abertzale, el papel del PNV y las diversos actores de Geroa Bai, los supuestos paralelismos con el Úlster, el origen y desarrollo de las ikastolas en Navarra, la situación del euskera durante el franquismo, las líneas rojas entre foralismo, tradicionalismo y nacionalismo vasco, hablamos también de alguno de los intelectuales orgánicos de la izquierda abertzale en Navarra y de las empresas culturales nacionalistas más significativas, de las razones por las que el nacionalismo pretende demoler el Monumento a los Caídos de Pamplona, de las andanzas de los ultras de Indar Gorri, denunciamos otras expresiones actuales de violencia abertzale, exponemos las más que peculiares relaciones entre guipuzcoanos y Navarra, entramos en las problemáticas relaciones entre nacionalismo y religión, etc., etc. En definitiva, mitos, falsedades, terrorismo y demás tácticas nacionalistas contra Navarra.
¿Por qué Navarra es tan importante para el nacionalismo vasco?
Si bien el nacionalismo vasco nace bizkaitarra, entre los autores prenacionalistas hubo no pocos y muy relevantes autores navarros, especialmente en el entorno de ciertas órdenes religiosas y de los investigadores del vascuence, el estudio de los fueros y la defensa de la identidad del que entonces se entendía como “ser vasco”, o “vasco-navarro”. Fue el caso -aunque no fueran ni nacionalistas ni mucho menos independentistas, es más, se sentían en general profundamente españoles-, de los miembros de la Asociación Euskara de Navarra y de otros como el tradicionalista Navarro Villoslada, autor de una novela fundamental en el desarrollo del nacionalismo vasco como fue Amaya o los vascos en el siglo VIII. Tan importante fue Amaya que 150 años después una reciente película de gran éxito de crítica y público, Irati, recurre a buena parte de sus tramas, pero con la consiguiente inversión de valores propia de la posmodernidad. Mientras que en Amaya se opta por la unión de los vascos con los demás pueblos hispanos –todos ellos cristianos- frente al Islam, en Irati, por el contrario, se deriva hacia el conflicto con los demás pueblos cristianos y por un retorno al paganismo… También tratamos muy extensamente esta cuestión en nuestro libro. De esta manera, las obras de aquellos autores prenacionalistas son adulteradas y vampirizadas por el nacionalismo.
Navarra proporciona, en todo caso, territorio, población y, lo que es más importante, la historia de un reino medieval que llega casi hasta nuestros días y que, según ciertos autores, prefiguraba un Estado entendido en sentido moderno. Su último vestigio serían los fueros, un residuo, conforme su criterio, de la vieja soberanía de aquel reino-estado. De tal modo, desde esa Navarra imaginaria provista a su entender de una soberanía foral residual, las creativas mitologías y distorsiones nacionalistas pretenden construir la coartada ideológica de una nación vasca en el marco de una “Europa de los pueblos” que está por ver.
¿Puede hablarse de diversas «familias ideológicas» en el seno del panvasquismo?
Sí, sin duda. Siempre las ha tenido. Nacionalistas integristas del primer momento y liberales de los Sota y compañía ya en sus inicios. Comunión Nacionalista y Aberri a partir de 1916; PNV, mendigoizales y ANV en la República; hasta llegar a la fractura brutal entre los jeltzales y el mundo procedente de ETA. De hecho, las dos formaciones nacionalistas vascas más relevantes en las últimas décadas, PNV y Sortu, han logrado que todas las demás pequeñas culturas políticas nacionalistas terminen orbitando en su entorno. Así, buena parte de los más alejados de la cultura militarista de ETA y Sortu, aun procediendo de este sector, se han incorporado al PNV.
El PNV en Navarra siempre ha sido muy pequeño, ¿no?
Sí. En 1936 obtuvo un 9`5% de los votos, lo que no estaba nada mal. Ya en la democracia sufriría la escisión de Carlos Garaikoetxea y EA, que lo dejó en un grupo testimonial con apenas un par de centenares de afilados. Pero ha sabido remar contracorriente y atraer a su órbita al resto de actores de la coalición Geroa Bai, en gran medida procedentes a su vez de diversas escisiones de la izquierda abertzale como EE, Auzolan, LAIA, etc. Pero sí, puede afirmarse que son dos las culturas nacionalistas: la arraigada entre la burguesía y en línea con la Agenda 2030 y el federalismo europeo, antaño católico, es decir el PNV, si bien ya despojado de cualquier modalidad de cristianismo, y la radical-progresista, post-comunista, de Sortu y la antigua ETA, eco-feminista y de tan intensa proyección comunitaria, derivada de su seguidismo acrítico del terrorismo de vanguardia. Ambas en disputa y choque de intereses, con profundas divergencias ideológicas… Y con la voluntad indisimulada de Sortu de relevar a la élite social y política jeltzale por la suya propia de una vez por todas.
En sus libros y artículos se sirve mucho del término «panvasquismo». ¿No es un término un tanto excesivo?
No, para nada. Es más, seguramente a algunos lectores les recordará el de pangermanismo, sinónimo de racismo, imperialismo, militarismo… supremacismo y expansionismo en definitiva. Y no van mal encaminados. El panvasquismo -de pan, totalidad, y vasquismo- mantiene no pocos paralelismos con el pangermanismo y otros nacionalismos agresivos. De hecho, Sabino Arana, entre sus escritos, tiene uno muy significativo sobre la esvástica, del que hablamos en Biografía no autorizada del PNV, por completo deudor de los “mitos arios” de aquel romanticismo común a tantos nacionalismos entonces de moda. Y no se trata de una anécdota: es, por el contrario, una expresión muy precisa de aquella cosmovisión que los actuales jeltzales quisieran borrar.
Pero, entonces, ¿no se trata de una cuestión algo lejana o irrelevante?
En absoluto. Entiendo que el nacionalismo vasco, dada su naturaleza, siempre se ha caracterizado por una voluntad totalitaria de imposición y eliminación de cualquier disidencia interna y externa. Por ello, cara a desentrañar su naturaleza, compleja y problemática, el término habitualmente empleado de “nacionalismo” se queda corto; de ahí que deba emplearse otro con pretensiones didácticas más globales, u holísticas, tal y como se dice ahora. Ello nos permite enmarcar mejor la problemática. De tal modo, quiero destacar aquí que, tal y como ha afirmado recientemente el historiador catalán Javier Barraycoa, los nacionalismos, desde su indisimulado narcisismo, siempre se han presentado como más “modernos” que sus demás contemporáneos. En sus momentos iniciales, lo moderno era el romanticismo germánico; ahora, el radical-progresismo. El nacionalismo siempre ha buscado insertarse en las corrientes sociales e ideológicas de moda.
¿No es muy fuerte calificarlo como totalitario?
No, para nada. El nacionalismo vasco siempre ha representado para sus adeptos mucho más que una mera ideología política al uso. El nacionalismo, el panvasquismo, es, ante todo, una concepción total de la vida y de la muerte, una modalidad de respuesta integral e ideológica muy concreta a las relaciones familiares, sociales y políticas, una actitud de permanente beligerancia ante cualquier expresión cultural o social que no sea la propia. De ahí que el nacionalismo vasco siempre se muestre hipermilitante, invasivo y problemático, incluso desde una perspectiva religiosa. Y si llegó a perpetrar el terrorismo sin miramientos de ningún tipo, fue gracias a esa mentalidad supremacista y a contar con el asentimiento de la inmensa mayoría de la comunidad nacionalista; sin autocrítica ni compasión. “Los propios” merecen todos los derechos, “los otros”, o se adaptan o deben ser eliminados, incluso llegado el caso, físicamente. Y todo ello en nombre de su ideología: un ejercicio de totalitarismo, por tanto.
En este nuevo libro también se sirve de otras palabras un tanto extrañas, como racialismo, resistencialismo, navarridad… Términos que, al igual que otros que recoge en su texto, no vienen recogidos en el diccionario de la RAE. Entonces, ¿por qué se sirve de los mismos?
Bien visto. Lo hago como vía de acceso a la cosmovisión nacionalista, es decir, a la estructura mental y a los tópicos y mitos propios del panvasquismo. Sus propias palabras, los términos de los que se sirven sus teóricos y analistas son muy importantes, dada su pretensión de construir un mundo ideal al que ajustar, forzando la realidad. De todo ello se deriva la estrategia y sucesivas tácticas de su acción política, su sorprendente y aparentemente contradictoria evolución ideológica, su constructivismo, voluntarismo y militantismo característicos. Todas y cada una de esas palabras las explico en el texto y en sus diversos sentidos de tenerlos.
¿Cómo explica el cambio estratégico del socialismo navarro ante el nacionalismo?
Antes que nada, debo señalar que era de una enorme ingenuidad pretender, tal y como entendían Miguel Sanz Sesma y sus amigos socialistas, que el PSN-PSOE se conformara eternamente siendo muleta de UPN. En primer lugar, se ha producido un relevo generacional entre sus líderes y militantes, quienes entendían que ya era hora de “tocar poder” y de dar una patada a la, por ellos, odiada clase dirigente “caciquil” encarnada en UPN, según su terminología. En segundo lugar, esta aproximación se produce al tiempo que el resto del socialismo español se radicalizaba, alejándose de la socialdemocracia clásica, dando espacio de Gobierno a los otros partidos separatistas y de extrema izquierda, tanto por cálculos a corto como a resultas de una evolución ideológica acorde a la agenda LGTBQ+, la ampliación de nuevos derechos subjetivos, y la profundización en la deconstrucción de cualquier fórmula tradicional familiar. En suma, a todos ellos les une una voluntad de poder total y una concordancia ideológica de fondo que señala que navarrismo, derecha españolista, viejas élites y los restos del catolicismo tradicional sean entendidos como los enemigos a eliminar en ese proyecto de edificación de una sociedad socialista.
Lleva ya varios libros dedicados a la cuestión del nacionalismo vasco. ¿No se siente saturado?
Sí, la verdad. Pero es el tiempo, la tierra y la gente que me ha tocado vivir; no lo he elegido. Y he obrado, creo, honradamente, dando una respuesta a todo ello, tratando de ir más allá de las apariencias y de los tópicos del momento. Es más, los prejuicios todavía tan arraigados, la equidistancia moral, tanta pereza mental que prefiere recurrir a formulitas tranquilizadoras, o el “a mí no me afecta”, y el mismísimo transcurso del tiempo, son todos ellos factores que contribuyen a que el nacionalismo siga siendo en realidad un gran desconocido. Estos libros son mi modesta aportación al actual estado de cosas.
¿Qué respuesta espera a su nueva obra desde el nacionalismo y el navarrismo?
Ahí pone el dedo en la llaga… Mis dos textos anteriores, en los respectivos medios de comunicación de estas familias, han callado por completo. Sí que obtuvieron buenas críticas en algunos digitales nacionales. En redes sociales he recibido algunos ataques muy fuertes, casi siempre desde el anonimato y el nacionalismo. En esta ocasión es posible que no sigan esta táctica de silencio y desprecio público, pues muchos se sentirán irritados y emplazados… Y seguro que, algunos otros, volverán a darme palmaditas en la espalda, felicitándome desde cierta condescendencia, aunque ni adquieran ni lean el libro, especialmente en ambientes navarristas. Son comportamientos ya experimentados e inevitables. Pero no importa: lo que pretendo es conocer la historia, deconstruir mitos supuestamente inamovibles, generar debates siempre que sean constructivos. En cualquier caso, un libro como el que presento ahora, veinte años atrás, hubiera sido imposible. Los riesgos personales y familiares hubieran sido excesivos, lindantes con el heroísmo. Y es que venimos de una sociedad muy enferma en la que durante décadas expresar en público lo que uno realmente pensaba te exponía, cuando menos, a una muerte civil… incluso a la física. Y seguimos en ello, de ahí que comparta por completo el reciente juicio de Iñaki Arteta al afirmar que “la sociedad vasca está enferma de ideología fanática”. Y la navarra también. De ahí fenómenos como la inexistencia de terroristas arrepentidos, o la omertá ante cientos de asesinatos sin resolver, o su blanqueamiento desde las instituciones vascas y navarras, o el antievangélico papel de no pocos jerarcas y eclesiásticos católicos…
* Fernando José Vaquero Oroquieta. Emboscada a Navarra. Mitos, falsedades y otras tácticas del panvasquismo. Con prólogo de Óscar Elía Mañú. Ediciones Pompaelo, 2024, 480 páginas.
Acaba de ver la luz el nuevo libro del colaborador de La Tribuna del País Vasco Fernando José Vaquero Oroquieta, titulado Emboscada a Navarra. Mitos, falsedades y otras tácticas del panvasquismo (*).
Fernando Vaquero, funcionario de profesión y reconocido analista y escritor, ha publicado dos populares títulos en Ediciones La Tribuna: De Navarra a Nafarroa. La otra conquista y La constelación masónica. También ha colaborado en diversos números de nuestra revista cultural impresa Naves en Llamas, especialmente en los monográficos Catolicismo: fin de ciclo o ciclo final y Las nuevas derechas sacuden Europa.
Este libro culmina la trilogía sobre el nacionalismo vasco que iniciara con Biografía no autorizada del PNV, al que siguió De ETA a EH Bildu. Las pieles de la serpiente. ¿Qué novedades presenta, en esta ocasión, a sus posibles lectores?
Modestamente, creo que muchas. Ante todo, responder a buena parte de los interrogantes que me vienen planteando los lectores en las presentaciones públicas de estos libros, así como a tantos mitos vasquistas en circulación acríticamente y asumidos en la propia Navarra casi sin respuesta alternativa. Y todo ello exponiendo y analizando en profundidad cuestiones muy concretas y actuales. De ahí que, por ejemplo, de las 330 notas a pie de página, dos tercios se remitan a artículos de actualidad. Así hablamos en este libro de la célebre Mano de Irulegui, de lo que realmente acaeció en la batalla de Roncesvalles, del origen del eguzkilore y de la txalaparta, sobre cuál fue realmente la lingua navarrorum, las tramas compartidas por navarristas y nacionalistas, el papel de los euskaros navarros y de algunas de sus figuras más significativas como Arturo Campión, acerca de los títulos de conquista de Navarra por Fernando el Católico y sus supuestas falsificaciones, desmentimos que Navarra sufriera un genocidio tras la batalla de Noáin, despejamos las mentiras sobre un castillo navarro en Arrigorriaga, pero también hablamos de cuestiones mucho más dolorosas y problemáticas como fue el papel de los terroristas navarros de ETA, quiénes fueron asesinados por ETA en Navarra, las culturas políticas de la izquierda abertzale, el papel del PNV y las diversos actores de Geroa Bai, los supuestos paralelismos con el Úlster, el origen y desarrollo de las ikastolas en Navarra, la situación del euskera durante el franquismo, las líneas rojas entre foralismo, tradicionalismo y nacionalismo vasco, hablamos también de alguno de los intelectuales orgánicos de la izquierda abertzale en Navarra y de las empresas culturales nacionalistas más significativas, de las razones por las que el nacionalismo pretende demoler el Monumento a los Caídos de Pamplona, de las andanzas de los ultras de Indar Gorri, denunciamos otras expresiones actuales de violencia abertzale, exponemos las más que peculiares relaciones entre guipuzcoanos y Navarra, entramos en las problemáticas relaciones entre nacionalismo y religión, etc., etc. En definitiva, mitos, falsedades, terrorismo y demás tácticas nacionalistas contra Navarra.
¿Por qué Navarra es tan importante para el nacionalismo vasco?
Si bien el nacionalismo vasco nace bizkaitarra, entre los autores prenacionalistas hubo no pocos y muy relevantes autores navarros, especialmente en el entorno de ciertas órdenes religiosas y de los investigadores del vascuence, el estudio de los fueros y la defensa de la identidad del que entonces se entendía como “ser vasco”, o “vasco-navarro”. Fue el caso -aunque no fueran ni nacionalistas ni mucho menos independentistas, es más, se sentían en general profundamente españoles-, de los miembros de la Asociación Euskara de Navarra y de otros como el tradicionalista Navarro Villoslada, autor de una novela fundamental en el desarrollo del nacionalismo vasco como fue Amaya o los vascos en el siglo VIII. Tan importante fue Amaya que 150 años después una reciente película de gran éxito de crítica y público, Irati, recurre a buena parte de sus tramas, pero con la consiguiente inversión de valores propia de la posmodernidad. Mientras que en Amaya se opta por la unión de los vascos con los demás pueblos hispanos –todos ellos cristianos- frente al Islam, en Irati, por el contrario, se deriva hacia el conflicto con los demás pueblos cristianos y por un retorno al paganismo… También tratamos muy extensamente esta cuestión en nuestro libro. De esta manera, las obras de aquellos autores prenacionalistas son adulteradas y vampirizadas por el nacionalismo.
Navarra proporciona, en todo caso, territorio, población y, lo que es más importante, la historia de un reino medieval que llega casi hasta nuestros días y que, según ciertos autores, prefiguraba un Estado entendido en sentido moderno. Su último vestigio serían los fueros, un residuo, conforme su criterio, de la vieja soberanía de aquel reino-estado. De tal modo, desde esa Navarra imaginaria provista a su entender de una soberanía foral residual, las creativas mitologías y distorsiones nacionalistas pretenden construir la coartada ideológica de una nación vasca en el marco de una “Europa de los pueblos” que está por ver.
¿Puede hablarse de diversas «familias ideológicas» en el seno del panvasquismo?
Sí, sin duda. Siempre las ha tenido. Nacionalistas integristas del primer momento y liberales de los Sota y compañía ya en sus inicios. Comunión Nacionalista y Aberri a partir de 1916; PNV, mendigoizales y ANV en la República; hasta llegar a la fractura brutal entre los jeltzales y el mundo procedente de ETA. De hecho, las dos formaciones nacionalistas vascas más relevantes en las últimas décadas, PNV y Sortu, han logrado que todas las demás pequeñas culturas políticas nacionalistas terminen orbitando en su entorno. Así, buena parte de los más alejados de la cultura militarista de ETA y Sortu, aun procediendo de este sector, se han incorporado al PNV.
El PNV en Navarra siempre ha sido muy pequeño, ¿no?
Sí. En 1936 obtuvo un 9`5% de los votos, lo que no estaba nada mal. Ya en la democracia sufriría la escisión de Carlos Garaikoetxea y EA, que lo dejó en un grupo testimonial con apenas un par de centenares de afilados. Pero ha sabido remar contracorriente y atraer a su órbita al resto de actores de la coalición Geroa Bai, en gran medida procedentes a su vez de diversas escisiones de la izquierda abertzale como EE, Auzolan, LAIA, etc. Pero sí, puede afirmarse que son dos las culturas nacionalistas: la arraigada entre la burguesía y en línea con la Agenda 2030 y el federalismo europeo, antaño católico, es decir el PNV, si bien ya despojado de cualquier modalidad de cristianismo, y la radical-progresista, post-comunista, de Sortu y la antigua ETA, eco-feminista y de tan intensa proyección comunitaria, derivada de su seguidismo acrítico del terrorismo de vanguardia. Ambas en disputa y choque de intereses, con profundas divergencias ideológicas… Y con la voluntad indisimulada de Sortu de relevar a la élite social y política jeltzale por la suya propia de una vez por todas.
En sus libros y artículos se sirve mucho del término «panvasquismo». ¿No es un término un tanto excesivo?
No, para nada. Es más, seguramente a algunos lectores les recordará el de pangermanismo, sinónimo de racismo, imperialismo, militarismo… supremacismo y expansionismo en definitiva. Y no van mal encaminados. El panvasquismo -de pan, totalidad, y vasquismo- mantiene no pocos paralelismos con el pangermanismo y otros nacionalismos agresivos. De hecho, Sabino Arana, entre sus escritos, tiene uno muy significativo sobre la esvástica, del que hablamos en Biografía no autorizada del PNV, por completo deudor de los “mitos arios” de aquel romanticismo común a tantos nacionalismos entonces de moda. Y no se trata de una anécdota: es, por el contrario, una expresión muy precisa de aquella cosmovisión que los actuales jeltzales quisieran borrar.
Pero, entonces, ¿no se trata de una cuestión algo lejana o irrelevante?
En absoluto. Entiendo que el nacionalismo vasco, dada su naturaleza, siempre se ha caracterizado por una voluntad totalitaria de imposición y eliminación de cualquier disidencia interna y externa. Por ello, cara a desentrañar su naturaleza, compleja y problemática, el término habitualmente empleado de “nacionalismo” se queda corto; de ahí que deba emplearse otro con pretensiones didácticas más globales, u holísticas, tal y como se dice ahora. Ello nos permite enmarcar mejor la problemática. De tal modo, quiero destacar aquí que, tal y como ha afirmado recientemente el historiador catalán Javier Barraycoa, los nacionalismos, desde su indisimulado narcisismo, siempre se han presentado como más “modernos” que sus demás contemporáneos. En sus momentos iniciales, lo moderno era el romanticismo germánico; ahora, el radical-progresismo. El nacionalismo siempre ha buscado insertarse en las corrientes sociales e ideológicas de moda.
¿No es muy fuerte calificarlo como totalitario?
No, para nada. El nacionalismo vasco siempre ha representado para sus adeptos mucho más que una mera ideología política al uso. El nacionalismo, el panvasquismo, es, ante todo, una concepción total de la vida y de la muerte, una modalidad de respuesta integral e ideológica muy concreta a las relaciones familiares, sociales y políticas, una actitud de permanente beligerancia ante cualquier expresión cultural o social que no sea la propia. De ahí que el nacionalismo vasco siempre se muestre hipermilitante, invasivo y problemático, incluso desde una perspectiva religiosa. Y si llegó a perpetrar el terrorismo sin miramientos de ningún tipo, fue gracias a esa mentalidad supremacista y a contar con el asentimiento de la inmensa mayoría de la comunidad nacionalista; sin autocrítica ni compasión. “Los propios” merecen todos los derechos, “los otros”, o se adaptan o deben ser eliminados, incluso llegado el caso, físicamente. Y todo ello en nombre de su ideología: un ejercicio de totalitarismo, por tanto.
En este nuevo libro también se sirve de otras palabras un tanto extrañas, como racialismo, resistencialismo, navarridad… Términos que, al igual que otros que recoge en su texto, no vienen recogidos en el diccionario de la RAE. Entonces, ¿por qué se sirve de los mismos?
Bien visto. Lo hago como vía de acceso a la cosmovisión nacionalista, es decir, a la estructura mental y a los tópicos y mitos propios del panvasquismo. Sus propias palabras, los términos de los que se sirven sus teóricos y analistas son muy importantes, dada su pretensión de construir un mundo ideal al que ajustar, forzando la realidad. De todo ello se deriva la estrategia y sucesivas tácticas de su acción política, su sorprendente y aparentemente contradictoria evolución ideológica, su constructivismo, voluntarismo y militantismo característicos. Todas y cada una de esas palabras las explico en el texto y en sus diversos sentidos de tenerlos.
¿Cómo explica el cambio estratégico del socialismo navarro ante el nacionalismo?
Antes que nada, debo señalar que era de una enorme ingenuidad pretender, tal y como entendían Miguel Sanz Sesma y sus amigos socialistas, que el PSN-PSOE se conformara eternamente siendo muleta de UPN. En primer lugar, se ha producido un relevo generacional entre sus líderes y militantes, quienes entendían que ya era hora de “tocar poder” y de dar una patada a la, por ellos, odiada clase dirigente “caciquil” encarnada en UPN, según su terminología. En segundo lugar, esta aproximación se produce al tiempo que el resto del socialismo español se radicalizaba, alejándose de la socialdemocracia clásica, dando espacio de Gobierno a los otros partidos separatistas y de extrema izquierda, tanto por cálculos a corto como a resultas de una evolución ideológica acorde a la agenda LGTBQ+, la ampliación de nuevos derechos subjetivos, y la profundización en la deconstrucción de cualquier fórmula tradicional familiar. En suma, a todos ellos les une una voluntad de poder total y una concordancia ideológica de fondo que señala que navarrismo, derecha españolista, viejas élites y los restos del catolicismo tradicional sean entendidos como los enemigos a eliminar en ese proyecto de edificación de una sociedad socialista.
Lleva ya varios libros dedicados a la cuestión del nacionalismo vasco. ¿No se siente saturado?
Sí, la verdad. Pero es el tiempo, la tierra y la gente que me ha tocado vivir; no lo he elegido. Y he obrado, creo, honradamente, dando una respuesta a todo ello, tratando de ir más allá de las apariencias y de los tópicos del momento. Es más, los prejuicios todavía tan arraigados, la equidistancia moral, tanta pereza mental que prefiere recurrir a formulitas tranquilizadoras, o el “a mí no me afecta”, y el mismísimo transcurso del tiempo, son todos ellos factores que contribuyen a que el nacionalismo siga siendo en realidad un gran desconocido. Estos libros son mi modesta aportación al actual estado de cosas.
¿Qué respuesta espera a su nueva obra desde el nacionalismo y el navarrismo?
Ahí pone el dedo en la llaga… Mis dos textos anteriores, en los respectivos medios de comunicación de estas familias, han callado por completo. Sí que obtuvieron buenas críticas en algunos digitales nacionales. En redes sociales he recibido algunos ataques muy fuertes, casi siempre desde el anonimato y el nacionalismo. En esta ocasión es posible que no sigan esta táctica de silencio y desprecio público, pues muchos se sentirán irritados y emplazados… Y seguro que, algunos otros, volverán a darme palmaditas en la espalda, felicitándome desde cierta condescendencia, aunque ni adquieran ni lean el libro, especialmente en ambientes navarristas. Son comportamientos ya experimentados e inevitables. Pero no importa: lo que pretendo es conocer la historia, deconstruir mitos supuestamente inamovibles, generar debates siempre que sean constructivos. En cualquier caso, un libro como el que presento ahora, veinte años atrás, hubiera sido imposible. Los riesgos personales y familiares hubieran sido excesivos, lindantes con el heroísmo. Y es que venimos de una sociedad muy enferma en la que durante décadas expresar en público lo que uno realmente pensaba te exponía, cuando menos, a una muerte civil… incluso a la física. Y seguimos en ello, de ahí que comparta por completo el reciente juicio de Iñaki Arteta al afirmar que “la sociedad vasca está enferma de ideología fanática”. Y la navarra también. De ahí fenómenos como la inexistencia de terroristas arrepentidos, o la omertá ante cientos de asesinatos sin resolver, o su blanqueamiento desde las instituciones vascas y navarras, o el antievangélico papel de no pocos jerarcas y eclesiásticos católicos…
* Fernando José Vaquero Oroquieta. Emboscada a Navarra. Mitos, falsedades y otras tácticas del panvasquismo. Con prólogo de Óscar Elía Mañú. Ediciones Pompaelo, 2024, 480 páginas.