Ortuzar-Obélix en el día del partido
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Este domingo se celebra en las campas de Foronda el día del partido, del PNV se entiende, lo que ellos llaman el Alderdi Eguna. En esta ocasión las trompetas (bueno, en este caso los chistus, o las bocinas mejor) tocan arrebato porque el partido no va bien y hay que recargar las pilas. Se anunciarán, parece ser, las fechas de la próxima asamblea general en la que habrá una reestructuración profunda según un orden de prioridades que empezará por aprobar un nuevo proyecto, a lo que seguirá una renovación de la organización y terminará por el nombramiento de las personas que dirigirán la nave. Desde finales del verano se oye un runrún que sitúa a Aitor Esteban, el actual portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, como sustituto de Andoni Ortuzar al frente del partido. Sería como el cierre del bucle abierto con el nombramiento de Imanol Pradales para sustituir a Iñigo Urkullu y que significará, ni más ni menos, que los maquetos se harán definitivamente con todo el poder del partido. Si Sabino Arana levantara la cabeza asistiría así a la peor de sus pesadillas.
En esta ocasión del día del partido, en la que todo ese mundo se pone muy solemne para proclamar sus intenciones, viene como que al pelo traer a colación la consabida afición del actual presidente del PNV Andoni Ortuzar por los disfraces. Ortuzar, como se sabe, es muy aficionado a disfrazarse en carnavales. Ya sé que no estamos ahora en época de carnavales, pero precisamente por eso, por la distancia con la que podemos ver ahora el tema, que quizás seamos capaces de captar así mejor el significado de esa afición. Es el único político vasco, y creo que también español, de ese nivel me refiero, que hace algo semejante. Nadie, ni en su partido ni fuera de él, se atreve a salir disfrazado en carnavales. Y no es una sola vez la que lo ha hecho, sino muchas, desde 2009 en que salió disfrazado de Míster Spock, para reírse de quienes se burlaban del entonces lendacari Ibarretxe, por su parecido con el personaje de la saga Star Treck.
Estoy, por eso, en que semejante afición tiene que tener un significado político. Y por eso quizás sea más apropiado abordar el tema lejos de la fecha en la que se produce, para así poder quizás desentrañar mejor su significado. Que es un significado político, como digo. Tiene que serlo, porque el personaje es un político y ahora probablemente es el político vasco más importante, por su capacidad de influencia y decisión, una vez retirado Iñigo Urkullu de la escena.
Por eso cuando se plantea si Ortuzar seguirá como presidente del PNV, tras el proceso que se va a abrir a partir de este Alderdi Eguna, conviene recordar el tema de los disfraces, porque ahí tenemos la ocasión perfecta para comprobar cómo la ideología de ese partido, desde su fundación, permanece. Estos del PNV se piensan que haciéndolo entre bromas, en Carnaval, se disimula mejor lo que verdaderamente piensan. Y no. No se disimula. Ahí es donde mejor se comprueba lo que tenemos delante, lo que piensan de verdad desde el partido que encabeza en la actualidad tanto el gobierno vasco como el de las tres diputaciones y la mayoría de las grandes ciudades del País Vasco, como Bilbao y San Sebastián.
De los muchos disfraces que ha lucido en carnavales el actual presidente del PNV, el que más comentario tuvo, por sus tintes abiertamente racistas, fue el que sacó en 2010 y que ilustra este artículo. Se disfrazó de Obélix, el personaje del comic francés Astérix.
Estábamos entonces en el primer año de gobierno del PSE de Patxi López y Ortuzar no era todavía presidente del PNV, sino del partido en Vizcaya. De todo el PNV lo era Iñigo Urkullu, a quien jamás se le hubiera ocurrido disfrazarse de nada, como era de suponer, conociendo mínimamente al personaje. Solo Ortuzar tenía capacidad en ese momento para hacer tal cosa, lo cual era y es un factor político de primerísimo orden a su favor, pienso, y como el paso del tiempo ha demostrado, además. En el PNV estaban entonces rabiosos por haberse quedado fuera del gobierno vasco, una institución que consideran como de su propiedad.
De unos años después, de 2015, es otra foto en la que también se hace referencia a aquel carnaval de 2010, en una retrospectiva donde salían todos los disfraces de Andoni Ortuzar desde 2009, que fue el primero, hasta entonces. Luego ha habido más. El de 2011, en particular, donde se disfrazó de indio, también tuvo su guasa.
Pero volviendo al de 2010 con Obélix, veamos cómo concibieron la puesta en escena de aquella ocasión carnavalesca, tomado de la crónica del acto que publicó El Correo de 14-2-2010:
“La sede del partido en Bilbao se transformó, con motivo del Carnaval, en una «aldea gala» rodeada por las «legiones» españolas. En ella, «irreductibles» militantes jeltzales, vestidos de personajes del cómic que protagonizan el orondo constructor de menhires y su inseparable Astérix, asistieron a la lectura de un «conjuro» alrededor de un caldero humeante. En su proclama, Ortuzar rebautizó al lehendakari Patxi López como «el procónsul de Hispaniones en Baskonia Pacus El-pez» y aseguró que «nuestro País Vascorum» está «afectado» por la gripe H o «fiebre hispaniae», una dolencia cuyo principal síntoma es «la piel rojigualda», pero de la que es posible inmunizarse con «nuestra pócima baskona». Entre los «agentes» propagadores del «virus hispalensis» (sic), el dirigente jeltzale citó al presidente del Tribunal Superior, Fernando Ruiz Piñeiro, el «tribuno Rucius Piñeirus», un personaje que «tiene pinta un poco de draculín» y que con sus «edictus y sentencias» pretende «conseguir el ‘domuit vascones’». El responsable del Bizkai Buru Batzar no se olvidó del consejero del Interior, Rodolfo Ares, al que transformó en Rogolfus Aresius Lucenses de Hispan, «un virus peligroso» que trae «malformaciones» y que convierte «nuestras tradicionales txapelas» en «tricornium».”
Resulta curioso, ahora que Imanol Pradales, originario, por su familia, de la Ribera del Duero burgalesa, que le llamaran Pacus al lendacari Patxi López o que reprocharan a Rodolfo Ares, entonces consejero de Interior del gobierno vasco, sus orígenes lucenses. Peor gusto tiene todavía, visto en perspectiva, aludir a una “gripe H”, “fiebre hispaniae”, o “virus expansivo”, como se dice en el siguiente párrafo, habida cuenta de lo que vino unos años después con la pandemia.
La crónica de la proclama carnavalesca del PNV seguía así: “Los jeltzales se convirtieron ayer en «irreductibles» galos y Sabin Etxea fue una «aldea baska» que, si bien está rodeada de «legiones» españolas, todavía «sigue fuerte». Sin embargo, Ortuzar-Obélix lamentó que Ajuria Enea se haya convertido en «el corral de Pacus», un lehendakari conocido como «El-pez» –en lugar de López– y «el atónito». El burukide alertó de que en «Vitoriae-Gasteiz» se ha instalado «un virus expansivo» que viene «del Sur», «trae pereza y vagancia» y cuyos síntomas describió con cierto lujo de detalles: las personas aquejadas tienden a «repantigarse en un triclinum» y, en vez de escuchar «txistus, dulzainas o soinuak», utilizan «una caja pequeña que te entra por las orejas llamada, al parecer, i-Pod». Pacus El-pez –añadió– está tan afectado por la gripe H que «sufre alucinaciones, se pasea por toda Euskadi haciéndose pasar por experto en comunicación y se pone irascible si no le llaman Kalendari». Los políticos del PP fueron presentados como microbios que propagan epidemias. Según Ortuzar, los populares representan «una vieja bacteria que se había afincado en nuestro país hace más de un siglo, la fiebre negurítica». Tal enfermedad, prosiguió, «atrofia la parte izquierda del cuerpo, segrega una cosa pegajosa en el pelo llamada gomina y te obliga a decir compulsivamente: ‘O sea, viva Hispaniae, o sea’». El presidente del BBB invitó a los presentes a divertirse, «a pesar de la gripe H», y se remitió al líder del PNV, Iñigo Urkullu: «Como dice nuestro máximo jefe, Urkúllix, sólo debemos tener miedo a que se nos caiga el cielo encima, pero como él añade, siendo eso así, eso no va a pasar mañana»”.
Como vemos, se aprovecha un momento lúdico y desinhibido como es el Carnaval, para colar el mensaje nacionalista más rancio y encarnado visceralmente en el imaginario del PNV originario, singularmente lo de que el virus del sur trae pereza y vagancia, todo un clásico sabiniano. Pero, sobre el consabido racismo peneuvista antiespañol, que se mantiene de siempre en el partido fundado por Sabino Arana, en lo que las crónicas de entonces no repararon fue justamente lo que me parece más significativo de todo. Y es que Ortuzar, presidente del PNV, se disfrazó entonces como un personaje, Obélix, que al fin y al cabo es francés, y más aún, que forma parte de un cómic que representa en Francia una de sus esencias y señas de identidad más arraigadas y queridas. Pero no queda ahí la cosa, sino que en la parodia de Obélix, Andoni Ortuzar coloca como enemigos no ya a las legiones romanas encabezadas por Julio César, como se hace en el cómic, sino concretamente a las venidas de Hispania. Jamás se le ocurriría al presidente del PNV una parodia al revés, que los vascos se identificaran con españoles y que el enemigo fuera francés. Pero sí lo pueden hacer identificándose con un personaje francés donde, por consecuencia, Francia aparece como amiga o aliada o comprensiva cómplice, y España como enemiga, cuando resulta que el País Vasco francés, bajo la férula de Francia, tiene reprimida cualquier manifestación afecta al nacionalismo. Cuando resulta que en Francia el eusquera, ese idioma que considera el nacionalismo vasco en España como de su propiedad exclusiva, no es ni oficial. Y cuando resulta, en fin, que en Francia los territorios considerados vascos no tienen ni limitación administrativa reconocida siquiera: no existen provincias vasco-francesas, sino que están incluidas, sin solución de continuidad, en un departamento que las engloba, diluyendo su identidad, junto con la región histórica del Bearn Y con todo y con eso, en el PNV se atreven a disfrazarse de un personaje genuinamente francés, como es el Obélix del cómic Astérix, y poner a las legiones españolas como enemigas. Cuando el PNV tendría que agradecerle todo a España y nada a Francia, porque si de algo vive ese partido es de su inserción en España, donde es reconocido políticamente, de donde recibe todas las competencias habidas y por haber y donde le tratan con una consideración que en Francia sería absolutamente inimaginable.
Ortuzar-Obélix será este domingo el maestro de ceremonias que abrirá para su partido, el PNV, una fase de renovación que le llevará, si los pronósticos anunciados se cumplen, a maquetizarse completamente, con un Aitor Esteban Bravo, originario de Soria por parte de madre, erigido en presidente del partido fundado por Sabino Arana. Creo que habrá que ir pensando muy seriamente en la afición de Ortuzar a disfrazarse como una querencia que ha impregnado hasta tal punto al PNV que la va a convertir en verdadera fuente de una nueva identidad: la de los maquetos erigidos en sabinianos puros, la de la impostura adquiriendo carta de naturaleza plena en un País Vasco nacionalista integrado por una mayoría de maquetos reconvertidos.
Este domingo se celebra en las campas de Foronda el día del partido, del PNV se entiende, lo que ellos llaman el Alderdi Eguna. En esta ocasión las trompetas (bueno, en este caso los chistus, o las bocinas mejor) tocan arrebato porque el partido no va bien y hay que recargar las pilas. Se anunciarán, parece ser, las fechas de la próxima asamblea general en la que habrá una reestructuración profunda según un orden de prioridades que empezará por aprobar un nuevo proyecto, a lo que seguirá una renovación de la organización y terminará por el nombramiento de las personas que dirigirán la nave. Desde finales del verano se oye un runrún que sitúa a Aitor Esteban, el actual portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, como sustituto de Andoni Ortuzar al frente del partido. Sería como el cierre del bucle abierto con el nombramiento de Imanol Pradales para sustituir a Iñigo Urkullu y que significará, ni más ni menos, que los maquetos se harán definitivamente con todo el poder del partido. Si Sabino Arana levantara la cabeza asistiría así a la peor de sus pesadillas.
En esta ocasión del día del partido, en la que todo ese mundo se pone muy solemne para proclamar sus intenciones, viene como que al pelo traer a colación la consabida afición del actual presidente del PNV Andoni Ortuzar por los disfraces. Ortuzar, como se sabe, es muy aficionado a disfrazarse en carnavales. Ya sé que no estamos ahora en época de carnavales, pero precisamente por eso, por la distancia con la que podemos ver ahora el tema, que quizás seamos capaces de captar así mejor el significado de esa afición. Es el único político vasco, y creo que también español, de ese nivel me refiero, que hace algo semejante. Nadie, ni en su partido ni fuera de él, se atreve a salir disfrazado en carnavales. Y no es una sola vez la que lo ha hecho, sino muchas, desde 2009 en que salió disfrazado de Míster Spock, para reírse de quienes se burlaban del entonces lendacari Ibarretxe, por su parecido con el personaje de la saga Star Treck.
Estoy, por eso, en que semejante afición tiene que tener un significado político. Y por eso quizás sea más apropiado abordar el tema lejos de la fecha en la que se produce, para así poder quizás desentrañar mejor su significado. Que es un significado político, como digo. Tiene que serlo, porque el personaje es un político y ahora probablemente es el político vasco más importante, por su capacidad de influencia y decisión, una vez retirado Iñigo Urkullu de la escena.
Por eso cuando se plantea si Ortuzar seguirá como presidente del PNV, tras el proceso que se va a abrir a partir de este Alderdi Eguna, conviene recordar el tema de los disfraces, porque ahí tenemos la ocasión perfecta para comprobar cómo la ideología de ese partido, desde su fundación, permanece. Estos del PNV se piensan que haciéndolo entre bromas, en Carnaval, se disimula mejor lo que verdaderamente piensan. Y no. No se disimula. Ahí es donde mejor se comprueba lo que tenemos delante, lo que piensan de verdad desde el partido que encabeza en la actualidad tanto el gobierno vasco como el de las tres diputaciones y la mayoría de las grandes ciudades del País Vasco, como Bilbao y San Sebastián.
De los muchos disfraces que ha lucido en carnavales el actual presidente del PNV, el que más comentario tuvo, por sus tintes abiertamente racistas, fue el que sacó en 2010 y que ilustra este artículo. Se disfrazó de Obélix, el personaje del comic francés Astérix.
Estábamos entonces en el primer año de gobierno del PSE de Patxi López y Ortuzar no era todavía presidente del PNV, sino del partido en Vizcaya. De todo el PNV lo era Iñigo Urkullu, a quien jamás se le hubiera ocurrido disfrazarse de nada, como era de suponer, conociendo mínimamente al personaje. Solo Ortuzar tenía capacidad en ese momento para hacer tal cosa, lo cual era y es un factor político de primerísimo orden a su favor, pienso, y como el paso del tiempo ha demostrado, además. En el PNV estaban entonces rabiosos por haberse quedado fuera del gobierno vasco, una institución que consideran como de su propiedad.
De unos años después, de 2015, es otra foto en la que también se hace referencia a aquel carnaval de 2010, en una retrospectiva donde salían todos los disfraces de Andoni Ortuzar desde 2009, que fue el primero, hasta entonces. Luego ha habido más. El de 2011, en particular, donde se disfrazó de indio, también tuvo su guasa.
Pero volviendo al de 2010 con Obélix, veamos cómo concibieron la puesta en escena de aquella ocasión carnavalesca, tomado de la crónica del acto que publicó El Correo de 14-2-2010:
“La sede del partido en Bilbao se transformó, con motivo del Carnaval, en una «aldea gala» rodeada por las «legiones» españolas. En ella, «irreductibles» militantes jeltzales, vestidos de personajes del cómic que protagonizan el orondo constructor de menhires y su inseparable Astérix, asistieron a la lectura de un «conjuro» alrededor de un caldero humeante. En su proclama, Ortuzar rebautizó al lehendakari Patxi López como «el procónsul de Hispaniones en Baskonia Pacus El-pez» y aseguró que «nuestro País Vascorum» está «afectado» por la gripe H o «fiebre hispaniae», una dolencia cuyo principal síntoma es «la piel rojigualda», pero de la que es posible inmunizarse con «nuestra pócima baskona». Entre los «agentes» propagadores del «virus hispalensis» (sic), el dirigente jeltzale citó al presidente del Tribunal Superior, Fernando Ruiz Piñeiro, el «tribuno Rucius Piñeirus», un personaje que «tiene pinta un poco de draculín» y que con sus «edictus y sentencias» pretende «conseguir el ‘domuit vascones’». El responsable del Bizkai Buru Batzar no se olvidó del consejero del Interior, Rodolfo Ares, al que transformó en Rogolfus Aresius Lucenses de Hispan, «un virus peligroso» que trae «malformaciones» y que convierte «nuestras tradicionales txapelas» en «tricornium».”
Resulta curioso, ahora que Imanol Pradales, originario, por su familia, de la Ribera del Duero burgalesa, que le llamaran Pacus al lendacari Patxi López o que reprocharan a Rodolfo Ares, entonces consejero de Interior del gobierno vasco, sus orígenes lucenses. Peor gusto tiene todavía, visto en perspectiva, aludir a una “gripe H”, “fiebre hispaniae”, o “virus expansivo”, como se dice en el siguiente párrafo, habida cuenta de lo que vino unos años después con la pandemia.
La crónica de la proclama carnavalesca del PNV seguía así: “Los jeltzales se convirtieron ayer en «irreductibles» galos y Sabin Etxea fue una «aldea baska» que, si bien está rodeada de «legiones» españolas, todavía «sigue fuerte». Sin embargo, Ortuzar-Obélix lamentó que Ajuria Enea se haya convertido en «el corral de Pacus», un lehendakari conocido como «El-pez» –en lugar de López– y «el atónito». El burukide alertó de que en «Vitoriae-Gasteiz» se ha instalado «un virus expansivo» que viene «del Sur», «trae pereza y vagancia» y cuyos síntomas describió con cierto lujo de detalles: las personas aquejadas tienden a «repantigarse en un triclinum» y, en vez de escuchar «txistus, dulzainas o soinuak», utilizan «una caja pequeña que te entra por las orejas llamada, al parecer, i-Pod». Pacus El-pez –añadió– está tan afectado por la gripe H que «sufre alucinaciones, se pasea por toda Euskadi haciéndose pasar por experto en comunicación y se pone irascible si no le llaman Kalendari». Los políticos del PP fueron presentados como microbios que propagan epidemias. Según Ortuzar, los populares representan «una vieja bacteria que se había afincado en nuestro país hace más de un siglo, la fiebre negurítica». Tal enfermedad, prosiguió, «atrofia la parte izquierda del cuerpo, segrega una cosa pegajosa en el pelo llamada gomina y te obliga a decir compulsivamente: ‘O sea, viva Hispaniae, o sea’». El presidente del BBB invitó a los presentes a divertirse, «a pesar de la gripe H», y se remitió al líder del PNV, Iñigo Urkullu: «Como dice nuestro máximo jefe, Urkúllix, sólo debemos tener miedo a que se nos caiga el cielo encima, pero como él añade, siendo eso así, eso no va a pasar mañana»”.
Como vemos, se aprovecha un momento lúdico y desinhibido como es el Carnaval, para colar el mensaje nacionalista más rancio y encarnado visceralmente en el imaginario del PNV originario, singularmente lo de que el virus del sur trae pereza y vagancia, todo un clásico sabiniano. Pero, sobre el consabido racismo peneuvista antiespañol, que se mantiene de siempre en el partido fundado por Sabino Arana, en lo que las crónicas de entonces no repararon fue justamente lo que me parece más significativo de todo. Y es que Ortuzar, presidente del PNV, se disfrazó entonces como un personaje, Obélix, que al fin y al cabo es francés, y más aún, que forma parte de un cómic que representa en Francia una de sus esencias y señas de identidad más arraigadas y queridas. Pero no queda ahí la cosa, sino que en la parodia de Obélix, Andoni Ortuzar coloca como enemigos no ya a las legiones romanas encabezadas por Julio César, como se hace en el cómic, sino concretamente a las venidas de Hispania. Jamás se le ocurriría al presidente del PNV una parodia al revés, que los vascos se identificaran con españoles y que el enemigo fuera francés. Pero sí lo pueden hacer identificándose con un personaje francés donde, por consecuencia, Francia aparece como amiga o aliada o comprensiva cómplice, y España como enemiga, cuando resulta que el País Vasco francés, bajo la férula de Francia, tiene reprimida cualquier manifestación afecta al nacionalismo. Cuando resulta que en Francia el eusquera, ese idioma que considera el nacionalismo vasco en España como de su propiedad exclusiva, no es ni oficial. Y cuando resulta, en fin, que en Francia los territorios considerados vascos no tienen ni limitación administrativa reconocida siquiera: no existen provincias vasco-francesas, sino que están incluidas, sin solución de continuidad, en un departamento que las engloba, diluyendo su identidad, junto con la región histórica del Bearn Y con todo y con eso, en el PNV se atreven a disfrazarse de un personaje genuinamente francés, como es el Obélix del cómic Astérix, y poner a las legiones españolas como enemigas. Cuando el PNV tendría que agradecerle todo a España y nada a Francia, porque si de algo vive ese partido es de su inserción en España, donde es reconocido políticamente, de donde recibe todas las competencias habidas y por haber y donde le tratan con una consideración que en Francia sería absolutamente inimaginable.
Ortuzar-Obélix será este domingo el maestro de ceremonias que abrirá para su partido, el PNV, una fase de renovación que le llevará, si los pronósticos anunciados se cumplen, a maquetizarse completamente, con un Aitor Esteban Bravo, originario de Soria por parte de madre, erigido en presidente del partido fundado por Sabino Arana. Creo que habrá que ir pensando muy seriamente en la afición de Ortuzar a disfrazarse como una querencia que ha impregnado hasta tal punto al PNV que la va a convertir en verdadera fuente de una nueva identidad: la de los maquetos erigidos en sabinianos puros, la de la impostura adquiriendo carta de naturaleza plena en un País Vasco nacionalista integrado por una mayoría de maquetos reconvertidos.