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Pablo Mosquera
Domingo, 06 de Octubre de 2024 Tiempo de lectura:

La democracia y el fango

La calidad del sistema democrático depende en gran medida de las personas que gestionan tal poder popular en las instituciones y ante la sociedad civil que es sujeto de las excelencias de tal.

 

Es muy viejo el axioma que nos recuerda cómo la democracia resulta ser mucho más que poder votar cada determinado periodo de tiempo. Y además en función de lo que antecede promover la alternancia en la cúpula del poder.

 

Algunos ciudadanos hemos sufrido un país sin democracia. La generación de nuestros padres que vivieron durante periodos del siglo XX con Gobiernos autocráticos. Los residentes en el país de los vascos dónde se daba la incongruencia entre disponer cuatro parlamentos, cuatro gobiernos y un Estatuto de Autonomía plena, pero un estado sociocultural en el que unos colectivos organizados criminalmente "administraban o secuestraban" a la democracia mediante el terror, la violencia y la inseguridad, que conducían a cercenar las libertades y dignidad de las personas.

 

Supongo que haber vivido en tales circunstancias nos hace más sensibles a situaciones o etapas en las que los poderes -legislativo, ejecutivo y judicial-pervierten la democracia hasta el punto de generar pesimismo en el ciudadano ante tal sistema o que los partidos políticos acusen cómo la democracia está enfangada por determinadas conductas y se hace imprescindible regenerarla.

 

El sanchismo es y pasará a la historia como una manera muy peculiar de controlar y utilizar los poderes del sistema democrático. Ya no es cuestión de esa añosa beligerancia entre derechas e izquierdas, más propia del siglo XX que del nuevo orden mundial occidental del siglo XXI. Se trata de analizar la verdad y la realidad en que se desenvuelve la vida ciudadanía bajo el mandato y la conducta de los dirigentes que desde la partitocracia vocean, movilizan, garantizan o no el imperio de la Ley y permiten, a su manera, que tal espacio siga bajo la autoridad científica del estamento jurídico.

 

No podemos aceptar recortes en las libertades. Son derechos fundamentales que ampara la Constitución vigente. Esa senda de primero señalar y luego actuar desde el Ejecutivo sobre los espacios y medios de opinión por un presunto fango, recuerda los medios y motivos que antaño usaba el régimen autocrático para tener bajo control y amenaza a la disidencia.    

 

La democracia política asume la existencia de una comunidad política cuyos miembros, cuyos ciudadanos, aceptan su legitimidad y por tanto que sus representantes libremente elegidos gobiernen, dicten leyes y las hagan ejecutar por las autoridades y los tribunales dentro de un ámbito territorial.

 

En la medida en que un Estado no tiene legitimidad para sus ciudadanos o no existe como entidad política, no es posible un régimen democrático, La falta de legitimidad de algunos Estados para gran parte de su poblaci6n hace imposible la democracia, aunque permita formas de participación mas o menos democráticas.

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