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Pablo Mosquera
Lunes, 14 de Octubre de 2024 Tiempo de lectura:

Socialismo y democracia

Cincuenta años de aquel congreso de Suresnes. De ahí pudo salir secretario general del socialismo español Nicolás Redondo. Pero su negativa propició que Felipe González lo fuera. Y así comienzan la singladura dos jóvenes sevillanos que entraron de lleno en la historia de España.

 

Felipe González y Alfonso Guerra hoy son dos veteranos de la democracia. Hicieron la transición con aquella generación de dirigentes. Adolfo Suarez ungido por Torcuato Fernández Miranda ante S.M. Juan Carlos de Borbón. Cerraron el periodo que comprende desde el final de la guerra civil hasta la muerte de Franco. Ese periodo que el sanchismo quiere sea anestesia que nos evite el dolor por la baja calidad que tiene hoy el sistema democrático en España.

 

Estos días he disfrutado. Entrevistas inteligentes a Felipe y Alfonso. Dos protagonistas de la implantación del Estado de Derecho y Constitucional en España. Artífices de la democracia y del avance sociocultural del Estado español. Arquitectos del Estado de las Autonomías. Dirigentes de unos equipos legislativos que impulsaron la sanidad, educación y servicios sociales del moderno estado del bienestar.

 

Estos días he tenido un sueño. Que su herencia la recogían gentes aun inmersas silentes de la sociedad civil para desde la política terminar con la situación decadente e incierta en la que vivimos los españoles. Que provoquen, aun sin estar presentes, un Congreso Socialista que como Suresnes sorprenda a propios y extraños.

       

Los partidos políticos se han convertido en agencias de colocación. ¡Menos mal que alguien con méritos hace tal declaración!. Lo hizo en un programa de máxima audiencia Alfonso Guerra.  A partir de ese titular se puede y debe abrir una reflexión con propósito de enmienda para regenerar el sistema de representación en las Instituciones dónde se gestiona el poder popular. ¿Se imaginan un congreso con una ponencia sobre tal?

 

Felipe González tiene en su cabeza nombres de militantes socialistas con valor contrastado, ideas, y capacidad para emprender una nueva etapa en el partido de Pablo Iglesias. No dio nombres. Y afirmó que si los daba, serían de inmediato "borrados del mapa por la curia sanchista". A partir de ahí comparó lo que acontece con el franquismo. ¡Veo que no soy el único que señala tal paralelismo!. Pero... eso no es democracia. Eso... era lo que se pretendía combatir por tierra, mar y aire, mediante la memoria democrática. ¿Entonces, en que se ha convertido el viejo socialismo español?. Claro que la respuesta la tenemos cada vez que escuchamos hablar a un tal Patxi López. Es el prototipo de leal y agradecido paladín del régimen sanchista. 

 

Ambos dirigentes del socialismo en el siglo XX señalaron que era necesario conectar con la sociedad real. Eso que algunos señalamos como el papel de intermediarios de los partido entre poder popular y poder institucional. Mucho más en un partido que ha sido tradicionalmente adalid para la defensa de los derechos sociales y de la igualdad de oportunidades entre territorios y ciudadanos. Justo lo contrario de la permisividad o impulso de eso privilegios acrecentados a cambio de los votos precisos para mantenerse en las poltronas.

 

No podemos permitirnos un Estado que renuncia a gestionar el 28% del PIB. Además de pagar con sus recursos diezmados, la deuda que tenemos pendiente ante las instancias de la UE. Es cargar sobre los ciudadanos que no son vascos, navarros o catalanes, tal endeudamiento. Y eso sólo se asume aumentando las cargas fiscales sobre las clases trabajadoras.

 

Hay que tener el valor de modificar el entramado legal que se nos haya quedado obsoleto. Pero no a la medida de quienes ya son diferentes en el trato. Y no por un puñado de votos. Hay bastante por hacer ante una causa general. Adecuar el Sistema Democrático Constitucional al nuevo tiempo, a los nuevos espacios y a las nuevas irrupciones que impactan sobre la vida o las relaciones convivenciales en la sociedad del siglo XXI.

 

Una vez más. ¡Dios mío, qué es España!. Una expresión de Ortega y Gasset vertida en su obra “Meditaciones del Quijote” y que ya entonces era manifestación sustantiva de una honda inquietud por la misma esencia identitaria de la nación y las múltiples crisis crónicas que ponían en quiebra la misma razón de ser del Estado. 

 

Pues bien. Echo de menos tal reflexión. No tanto en la clase política a la que considera en mucho casos como indigentes culturales. Pero si en determinados foros de la sociedad civil con especial incidencia en la Universidad.

 

La encrucijada de la unidad, solidaridad, paz, respeto, avance social, no se puede dejar en manos de esas hordas que recurren al insulto semanal como fórmula de espectáculo ante los ciudadanos. Y ello al menos por dos razones. No resuelven los problemas de las gentes. Ponen en marcha con ignorante irresponsabilidad, la espiral de la violencia.   

 

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