Santiago Trancón: “Los medios de comunicación se han convertido en un arma de destrucción masiva de los conceptos de bien común y verdad”
![[Img #26688]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/10_2024/7663_screenshot-2024-10-30-at-17-03-28-me-dice-santiago-trancon-profesor-y-escritor-noentiendonadaes.png)
Santiago Trancón es doctor en Filología Hispánica, premio extraordinario de tesis doctorales por la UNED por su tesis Texto y presentación: Aproximación a una teoría crítica del teatro, publicada con el título de Teoría del Teatro. Ha sido profesor de Lengua y Literatura Española en Barcelona y Madrid, y de Dramaturgia en la Real Escuela de Arte Dramático de Madrid. Además, entre 1984 y 1987 fue director general de Promoción Cultural de Castilla y León. También ha sido crítico teatral en Diario 16 y El Mundo, y ha escrito cientos de artículos en revistas como El Viejo Topo, Ajoblanco, Diwan, Primer Acto, Cuadernos Hispanoamericanos, Signa, Epos: Revista de filología, etc. También ha intervenido en programas de televisión como La clave, Negro sobre blanco y Las Noches Blancas. Columnista en diferentes medios de comunicación.
Trancón fue el redactor y firmante del Manifiesto de los 2.300, que reivindicaba la igualdad de derechos lingüísticos en Cataluña, defendiendo el uso de las dos lenguas oficiales, el catalán y el español, sin imposición de una lengua sobre otra.
Es también autor de libros de poesía, novela, teatro y ensayo, como De la naturaleza del olvido, En un viejo país, Teoría del teatro, Castañuela 70: Esto era España, señores, Desvelos de la luz, Memorias de un judío sefardí, Huellas judías y leonesas en el Quijote: redescubrir a Cervantes, Confesiones de don Quijote, España sentenciada pero no vencida. Sabiduría de los clásicos, y su último libro: La verdad sea dicha. Además, acaba de publicar una novela, Días de tormenta, ambientada en la villa de Valderas, donde nació, y de donde, curiosamente, procede Begoña Gómez.
Otra faceta suya, la más desconocida, es su dedicación al teatro como actor y director de escena: formó parte del mítico Grupo Cátaro, trabajó bajo la dirección de Alberto Miralles y Adolfo Marsillach, creó varios grupos de teatro independiente, y ha dirigido más de una docena de obras, la más reciente, Confesiones de don Quijote, de cuyo texto es autor. Como actor fue co-protagonista de la película Nemo, de Jesús Garay, y acaba de actuar en una película de Rafael Gordon, La ley de Sodoma.
D. Santiago, su currículum no es como para leerlo de corrido, salvo riesgo de quedarse sin aire. ¿Cómo es posible que usted no sea más conocido y ensalzado en este país donde reina la oclocracia?
Ser conocido y reconocido socialmente no es algo que uno pueda controlar, porque no depende de lo que uno haga ni del valor de lo que uno hace, sino de factores ajenos. Tampoco me he esforzado yo nunca por lograr éxito o reconocimiento. Soy muy exigente con lo que escribo, así que mi propósito principal, e irrenunciable, es escribir bien. Pero para escribir bien hay que tener ideas que transmitir. Ideas que sorprendan y atraigan el interés y la atención del lector. No ideas para complacer, para caer bien o para buscar el aplauso.
A eso me refería con la oclocracia, o sea, la democracia populista, la que concibe la cultura como pura manipulación de la mente, ajustándose en todo momento a lo ideológicamente correcto, más que a lo políticamente correcto. Parece hoy muy difícil alcanzar éxito o reconocimiento si no se sigue los gustos y los dogmas de la mayoría, una mayoría casi siempre ignorante y a la vez despótica.
Así es. Hay que tener en cuenta, además, que el mercado del libro es muy caótico, y el éxito comercial nada tiene que ver con la calidad literaria. Tampoco existe propiamente una crítica literaria seria y solvente; salvo críticos aislados, la mayoría trabaja para las grandes editoriales.
De todos sus libros, yo solamente he leído tres. A ver si saco tiempo para seguir leyendo los que quedan, que son para quitarse el sombrero. ¿Cuál es el libro (aparte del último que comentamos en esta entrevista) del que se siente más satisfecho?
En esto quizás pasa como con los hijos, el último es el que despierta mayor atención y simpatía. Pero he de confesar que nunca me ha defraudado releer mis libros. Casi siempre me sorprenden, porque el primer lector para un autor es siempre él mismo. Pasado un tiempo, además, uno puede leer sus libros como si fueran ajenos, que es la mejor forma de leerlos y valorarlos.
El libro que ha motivado esta entrevista es La verdad sea dicha. Antes de nada, díganos si ya está a la venta y cómo adquirirlo.
Sí, ya se puede adquirir solicitándolo por Internet o por teléfono a la Editorial Círculo Rojo. También a través de Amazon y en cualquier librería que lo pida a la Editorial. El método que los autores usamos con mejor resultado siempre es el hacer presentaciones. Yo, durante un tiempo, no podré hacer esas presentaciones por encontrarme fuera de España, por eso aconsejo a los interesados que lo pidan directamente a la Editorial.
Cuando alguien recopila sus mejores artículos lo hace porque algo le inquieta o porque quiere cerrar un periodo determinado, una época, un trayecto político o histórico que se supone ha llegado a su final o a su extinción. ¿Cuál de estas hipótesis u otra corresponde a la intención de su libro?
Mi libro recoge los mejores artículos que he publicado los últimos diez años en medios muy distintos, que van de El País y El Mundo, a Libertad Digital, El Catalán, Crónica Global o La Nueva Crónica. Nació el proyecto al comprobar que esos artículos tenían un interés y un valor que iba mucho más allá de las circunstancias que motivaron su escritura. No eran artículos de usar y tirar, digamos. Además, todos los artículos tenían alguna relación entre sí, y el conjunto configuraba un tapiz en el que unos artículos iluminaban y completaban a otros. El libro forma un todo, con la ventaja de que cada artículo, al ser breve, se puede leer con disfrute y provecho, y siguiendo el orden que cada uno quiera, dejándose llevar por el título o el azar.
La lectura, efectivamente, se hace muy amena y fluida, porque el estilo es claro, el lenguaje preciso y el uso de la ironía y a veces el sarcasmo, cautivan al lector. Pero cada artículo invita, al mismo tiempo, a la reflexión. De acuerdo con esto, ¿a quién va dirigido el libro y por qué?
El libro va dirigido a todo aquel que quiera pensar por sí mismo, por su cuenta y riesgo. A aquel que se atreva a poner en duda las ideologías y su ideología, que quiera dejar de lado la ideología para sustituirla por ideas. Que aspire a ser mentalmente libre. El punto de partida es el comprobar que todos tenemos alguna parte de nuestro cerebro secuestrada; que pensamos con pensamientos y palabras ajenas; que hemos de ser conscientes de la influencia de los otros y que debemos aspirar a ser soberanos de nuestros pensamientos y emociones. Mi convicción es que la democracia sólo puede funcionar si se asienta sobre ciudadanos críticos y conscientes, capaces de resistirse a la manipulación y de descubrir la mentira, el engaño y la maldad de quienes tienen algún tipo de poder. En este sentido, mi libro tiene plena actualidad, porque nunca ha sido tan demoledor el intento de acabar con el concepto de verdad y el de bien común, base de cualquier sociedad.
Su libro se contienen profundas reflexiones filosóficas, historiográficas, políticas y de análisis sociológico. ¿Tiene una línea de trabazón y continuidad esa serie de artículos?
El libro no es una mera acumulación de artículos dispersos. El lector se dará cuenta de que detrás de ellos hay una teoría, un fundamento sólido y coherente. Esto es fruto de mi interés por la ciencia y de mis conocimientos de lingüística, psicología y filosofía, que están siempre detrás de las afirmaciones políticas, culturales y sociales. Y, por supuesto, del propósito literario, el concebir el artículo periodístico como un verdadero género literario, tal como inició Larra y siguieron nuestros mejores escritores de la Generación del 98.
¿Podría usted definir sintéticamente lo que sería el eje que define este periodo contemplado en su libro?
Aquel en que los medios de comunicación se han convertido en un arma de destrucción masiva de los conceptos de bien común y verdad para sustituirlos por la mentira, el engaño y el interés de los poderosos. El postmodernismo ha legitimado este desprecio de la verdad y el bien, lo que permite la consolidación del despotismo y la instauración de una dictadura de hecho.
Transmita un deseo a sus lectores, por favor...
Que se atrevan a buscar y a defender la verdad y el bien, tanto en su vida personal como en la vida común compartida, sin perder nunca la confianza en que saldremos de este periodo tan negro y destructivo, uno de los más críticos de nuestra historia. Pesimismo controlado y confianza activa para no caer en la resignación y el derrotismo. Y que lean mi libro, que estoy seguro de que no les defraudará.
Santiago Trancón es doctor en Filología Hispánica, premio extraordinario de tesis doctorales por la UNED por su tesis Texto y presentación: Aproximación a una teoría crítica del teatro, publicada con el título de Teoría del Teatro. Ha sido profesor de Lengua y Literatura Española en Barcelona y Madrid, y de Dramaturgia en la Real Escuela de Arte Dramático de Madrid. Además, entre 1984 y 1987 fue director general de Promoción Cultural de Castilla y León. También ha sido crítico teatral en Diario 16 y El Mundo, y ha escrito cientos de artículos en revistas como El Viejo Topo, Ajoblanco, Diwan, Primer Acto, Cuadernos Hispanoamericanos, Signa, Epos: Revista de filología, etc. También ha intervenido en programas de televisión como La clave, Negro sobre blanco y Las Noches Blancas. Columnista en diferentes medios de comunicación.
Trancón fue el redactor y firmante del Manifiesto de los 2.300, que reivindicaba la igualdad de derechos lingüísticos en Cataluña, defendiendo el uso de las dos lenguas oficiales, el catalán y el español, sin imposición de una lengua sobre otra.
Es también autor de libros de poesía, novela, teatro y ensayo, como De la naturaleza del olvido, En un viejo país, Teoría del teatro, Castañuela 70: Esto era España, señores, Desvelos de la luz, Memorias de un judío sefardí, Huellas judías y leonesas en el Quijote: redescubrir a Cervantes, Confesiones de don Quijote, España sentenciada pero no vencida. Sabiduría de los clásicos, y su último libro: La verdad sea dicha. Además, acaba de publicar una novela, Días de tormenta, ambientada en la villa de Valderas, donde nació, y de donde, curiosamente, procede Begoña Gómez.
Otra faceta suya, la más desconocida, es su dedicación al teatro como actor y director de escena: formó parte del mítico Grupo Cátaro, trabajó bajo la dirección de Alberto Miralles y Adolfo Marsillach, creó varios grupos de teatro independiente, y ha dirigido más de una docena de obras, la más reciente, Confesiones de don Quijote, de cuyo texto es autor. Como actor fue co-protagonista de la película Nemo, de Jesús Garay, y acaba de actuar en una película de Rafael Gordon, La ley de Sodoma.
D. Santiago, su currículum no es como para leerlo de corrido, salvo riesgo de quedarse sin aire. ¿Cómo es posible que usted no sea más conocido y ensalzado en este país donde reina la oclocracia?
Ser conocido y reconocido socialmente no es algo que uno pueda controlar, porque no depende de lo que uno haga ni del valor de lo que uno hace, sino de factores ajenos. Tampoco me he esforzado yo nunca por lograr éxito o reconocimiento. Soy muy exigente con lo que escribo, así que mi propósito principal, e irrenunciable, es escribir bien. Pero para escribir bien hay que tener ideas que transmitir. Ideas que sorprendan y atraigan el interés y la atención del lector. No ideas para complacer, para caer bien o para buscar el aplauso.
A eso me refería con la oclocracia, o sea, la democracia populista, la que concibe la cultura como pura manipulación de la mente, ajustándose en todo momento a lo ideológicamente correcto, más que a lo políticamente correcto. Parece hoy muy difícil alcanzar éxito o reconocimiento si no se sigue los gustos y los dogmas de la mayoría, una mayoría casi siempre ignorante y a la vez despótica.
Así es. Hay que tener en cuenta, además, que el mercado del libro es muy caótico, y el éxito comercial nada tiene que ver con la calidad literaria. Tampoco existe propiamente una crítica literaria seria y solvente; salvo críticos aislados, la mayoría trabaja para las grandes editoriales.
De todos sus libros, yo solamente he leído tres. A ver si saco tiempo para seguir leyendo los que quedan, que son para quitarse el sombrero. ¿Cuál es el libro (aparte del último que comentamos en esta entrevista) del que se siente más satisfecho?
En esto quizás pasa como con los hijos, el último es el que despierta mayor atención y simpatía. Pero he de confesar que nunca me ha defraudado releer mis libros. Casi siempre me sorprenden, porque el primer lector para un autor es siempre él mismo. Pasado un tiempo, además, uno puede leer sus libros como si fueran ajenos, que es la mejor forma de leerlos y valorarlos.
El libro que ha motivado esta entrevista es La verdad sea dicha. Antes de nada, díganos si ya está a la venta y cómo adquirirlo.
Sí, ya se puede adquirir solicitándolo por Internet o por teléfono a la Editorial Círculo Rojo. También a través de Amazon y en cualquier librería que lo pida a la Editorial. El método que los autores usamos con mejor resultado siempre es el hacer presentaciones. Yo, durante un tiempo, no podré hacer esas presentaciones por encontrarme fuera de España, por eso aconsejo a los interesados que lo pidan directamente a la Editorial.
Cuando alguien recopila sus mejores artículos lo hace porque algo le inquieta o porque quiere cerrar un periodo determinado, una época, un trayecto político o histórico que se supone ha llegado a su final o a su extinción. ¿Cuál de estas hipótesis u otra corresponde a la intención de su libro?
Mi libro recoge los mejores artículos que he publicado los últimos diez años en medios muy distintos, que van de El País y El Mundo, a Libertad Digital, El Catalán, Crónica Global o La Nueva Crónica. Nació el proyecto al comprobar que esos artículos tenían un interés y un valor que iba mucho más allá de las circunstancias que motivaron su escritura. No eran artículos de usar y tirar, digamos. Además, todos los artículos tenían alguna relación entre sí, y el conjunto configuraba un tapiz en el que unos artículos iluminaban y completaban a otros. El libro forma un todo, con la ventaja de que cada artículo, al ser breve, se puede leer con disfrute y provecho, y siguiendo el orden que cada uno quiera, dejándose llevar por el título o el azar.
La lectura, efectivamente, se hace muy amena y fluida, porque el estilo es claro, el lenguaje preciso y el uso de la ironía y a veces el sarcasmo, cautivan al lector. Pero cada artículo invita, al mismo tiempo, a la reflexión. De acuerdo con esto, ¿a quién va dirigido el libro y por qué?
El libro va dirigido a todo aquel que quiera pensar por sí mismo, por su cuenta y riesgo. A aquel que se atreva a poner en duda las ideologías y su ideología, que quiera dejar de lado la ideología para sustituirla por ideas. Que aspire a ser mentalmente libre. El punto de partida es el comprobar que todos tenemos alguna parte de nuestro cerebro secuestrada; que pensamos con pensamientos y palabras ajenas; que hemos de ser conscientes de la influencia de los otros y que debemos aspirar a ser soberanos de nuestros pensamientos y emociones. Mi convicción es que la democracia sólo puede funcionar si se asienta sobre ciudadanos críticos y conscientes, capaces de resistirse a la manipulación y de descubrir la mentira, el engaño y la maldad de quienes tienen algún tipo de poder. En este sentido, mi libro tiene plena actualidad, porque nunca ha sido tan demoledor el intento de acabar con el concepto de verdad y el de bien común, base de cualquier sociedad.
Su libro se contienen profundas reflexiones filosóficas, historiográficas, políticas y de análisis sociológico. ¿Tiene una línea de trabazón y continuidad esa serie de artículos?
El libro no es una mera acumulación de artículos dispersos. El lector se dará cuenta de que detrás de ellos hay una teoría, un fundamento sólido y coherente. Esto es fruto de mi interés por la ciencia y de mis conocimientos de lingüística, psicología y filosofía, que están siempre detrás de las afirmaciones políticas, culturales y sociales. Y, por supuesto, del propósito literario, el concebir el artículo periodístico como un verdadero género literario, tal como inició Larra y siguieron nuestros mejores escritores de la Generación del 98.
¿Podría usted definir sintéticamente lo que sería el eje que define este periodo contemplado en su libro?
Aquel en que los medios de comunicación se han convertido en un arma de destrucción masiva de los conceptos de bien común y verdad para sustituirlos por la mentira, el engaño y el interés de los poderosos. El postmodernismo ha legitimado este desprecio de la verdad y el bien, lo que permite la consolidación del despotismo y la instauración de una dictadura de hecho.
Transmita un deseo a sus lectores, por favor...
Que se atrevan a buscar y a defender la verdad y el bien, tanto en su vida personal como en la vida común compartida, sin perder nunca la confianza en que saldremos de este periodo tan negro y destructivo, uno de los más críticos de nuestra historia. Pesimismo controlado y confianza activa para no caer en la resignación y el derrotismo. Y que lean mi libro, que estoy seguro de que no les defraudará.