Miércoles, 10 de Septiembre de 2025

Actualizada Miércoles, 10 de Septiembre de 2025 a las 10:42:47 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Viernes, 01 de Noviembre de 2024 Tiempo de lectura:

Winston Galt: “Sin el dinero público los malvados no son nada”

[Img #26712]

 

Winston Galt, seudónimo de un conocido novelista español, columnista habitual de La Tribuna del País Vasco y autor de culto por su espectacular distopía Frío monstruo y por su no menos espectacular colección de relatos Teoría de esclavos (Libros del Alcaudón, 2023), acaba de publicar su nueva obra de ficción: Utopyc. Si Galt, en Frío Monstruo, anticipaba el futuro de una Europa decadente y desmantelada hacia mediados del siglo XXI y en Teoría de esclavos (Libros del Alcaudón, 2023) nos situaba cara a cara con nuestra más rotunda actualidad a través de tres relatos demoledores, en Utopyc el autor se empeña exitosamente en presentar al lector “la primera utopía anarcocapitalista. La primera utopía no socialista. No podrás encontrar un mundo igual”.

 

¿Cómo resumiría su nueva novela Utopyc, para los lectores que no hayan tenido todavía oportunidad de leerla?

 

Se enmarca en el género de la utopía. Trata de un periodista que investiga un nuevo país, creado sigilosamente, ubicado en un lugar innominado, como tantas utopías (de ahí el nombre de este género). Inspirada, en sentido contrario, por la Utopía por excelencia, la de Tomás Moro, que continúa vigente 500 años después de haber sido escrita. La Utopía de Moro aboga por la abolición de la propiedad privada como causante de todo mal y es una utopía totalmente socialista y, por ello, opresiva. Hay otras utopías como la de Campanella, Bacon, H. G Wells o la de William Morris. Todas igualmente socialistas.

 

Mi novela, estructurada como la de Moro, presenta al personaje que llega a ese país desconocido y consta de dos partes: la primera, en que se critica el mundo que se ha dejado atrás, como hizo Moro en su Utopía; y la segunda parte, algo más extensa, en que el protagonista, un periodista, conoce el nuevo país y su forma de organización, tan novedosa que puede considerarse revolucionaria.

 

Que yo sepa, se trata de la primera utopía no socialista y la primera también anarcocapitalista, en el sentido de que presenta un país que vive en anarquía y capitalismo.

 

Una utopía es una invitación a la reflexión y a la indagación, una nueva forma de pensar las cosas para intentar construir un mundo mejor, lo que entiendo que hoy es más necesario que nunca, ahora que está en proceso de destrucción nuestro mundo.

 

No ha sido fácil atreverse a hacer algo que ningún otro autor ha realizado nunca antes, que yo sepa. Pero creo que el mundo que nos ha tocado vivir exigía una indagación sobre otras posibilidades de organización social alternativas a la estatal, que está demostrando, precisamente en este momento, que es siempre y en todo caso opresiva, incluso en Occidente. Como se dice en la novela, el Estado es una forma de organización no civilizada. Hemos sido engañados en los últimos dos siglos acerca de las bondades del Estado y si en un primer momento, cuando aún los Estados eran pequeños, pudieron ser útiles, hoy han demostrado que son opresivos y tiránicos incluso cuando se arropan bajo un manto democrático.

 

¿Cómo surgió la idea de escribir Frío Monstruo y Utopyc? ¿Hay algún evento o experiencia personal que haya influido en estas obras?

 

Ambas han surgido de la experiencia de observar el mundo que nos rodea. Ya hace diez años, cuando surgió el germen de la idea que condujo a Frío Monstruo se podía comprobar esa colusión entre la izquierda, que abría de par en par las puertas de Europa a una inmigración masiva que ha conducido a lo que era evidente e ineludible que tendría que conducir: a una decadencia de Europa, de nuestros principios de convivencia y de nuestras valores tradicionales basados en la evolución del pensamiento judeo-cristiano y que todo ella se ponía en peligro por la admisión masiva de personas que no sólo no comparten tales valores sino que luchan activamente contra ellos en cuanto se sienten lo suficientemente fuertes. Ambas acciones políticas, izquierda e islam político, comparten el odio a la libertad y el odio a los valores judeocristianos. El futuro no podría ser otro que el que estamos viviendo, con un conflicto permanente y una opresión violenta de las débiles sociedades occidentales.

 

Debemos añadir que la derecha europea ha sido cómplice del proceso, no podemos olvidar que Merkel fue la que abrió Alemania, (y Europa), a la masiva inmigración tras el inicio de la guerra de Siria. Hoy, Europa está condenada cuando pasa, como estos días en Alemania, que se deja en libertad a una manada de violadores musulmanes y se condena a pena de cárcel a una amiga de la víctima que denunció el asunto en redes sociales. Lo mismo ha pasado recientemente en el Reino Unido.

 

“Los Estados son opresivos y tiránicos incluso cuando se arropan bajo un manto democrático”

 

Esta es la Europa que nos han dejado los partidos supuestamente “democráticos” de Europa y que cada vez está más cerca de romper nuestra convivencia de un modo definitivo. Europa es menos segura y más violenta que nunca desde el nazismo, el comunismo y el fascismo (todas variantes del socialismo).

 

Este panorama es el que conduce, yo creo ahora que inevitablemente, a explorar otras vías de organización social en que las sociedades no estén sometidas a la deriva que marquen los políticos. Y sólo hay una vía para impedirlo: organizarse de modo que los políticos no tengan el poder de destruirnos. Y sólo se puede hacer de una manera: prescindir de la política entendida como política estatal de las bandas de crimen organizado (partidos) que lo dirigen.

 

¿Quiénes son sus mayores influencias literarias y filosóficas?

 

En cuanto a mis influencias literarias soy muy ecléctico. Desde mi inicios en la novela negra cuando admiraba el trabajo de los Hammet, Chandler, Thompson y luego Ellroy, a otros escritores importantes como Faulkner o Cela, aunque últimamente estoy muy interesado en la literatura europea de entreguerras que, en conjunto, me parece la segunda edad de oro de la literatura, tras nuestro Siglo de Oro.

 

Filosóficamente, seguramente quien más me influyó por Ayn Rand, sin duda, aunque como el pensamiento debe evolucionar me siento más cercano a Murray Rothbard, el padre del anarcocapitalismo, sin cuya lectura no podría haber escrito Utopyc.

 

En Utopyc, presenta una utopía anarcocapitalista. ¿Qué lo llevó a explorar este concepto en particular?

 

[Img #26711]Siempre he sentido alergia contra toda suerte de autoridad. Intuitivamente sentía la necesidad de erigir la libertad como madre de la vida, no siendo capaz de imaginar una vida digna sin libertad. Al mismo tiempo sentía una antipatía radical por la igualdad, la que considero la madre de todos los totalitarismos y la hija de la envidia. Me encanta lo plural, lo diverso, lo distinto, y odio lo único, lo uniforme.

 

A mis intuitivos ideales dio forma definitiva la lectura de los libros de Ayn Rand, de modo que el liberal que había en mí se hizo un liberal aún mucho más radical. El siguiente paso intelectual y moral seguramente no podía evitarse: abandonar lo que en Rand era la admisión de un Estado pequeño al comprender que, por pequeño que sea, como lo ha sido el de USA durante más de cien años, siempre tiende a crecer y a invadir a la sociedad hasta la asfixia. El grado en que el Estado controla la sociedad sólo es un lapso de tiempo hasta la saturación, como se está demostrando en todas las democracias occidentales, a las que ya difícilmente puede llamárselas democracias en el sentido de que el pueblo no tiene ningún poder, aunque se disimule con elecciones periódicas. Ocurre lo que decía Bukowski: la democracia se diferencia de la dictadura en que te permiten votar antes de obedecer.

 

Hoy considero que la forma de Estado es una forma incívica de organización social que sólo sirve para perpetuar la opresión de la mayoría por una casta política. He comprendido que no hay más que dos clases sociales: la que soporta el peso del Estado y la que vive de él. Se nos engañó durante decenios con la idea de las clases sociales de Marx cuando lo que realmente ha movido a la sociedad en todo tiempo y lugar es la teoría de las élites, en el sentido de Pareto y Mosca.

 

Por eso, no hay libertad posible mientras exista el Estado. Lo sabían incluso los mayores estatistas de la historia: Si hay Estado no hay libertad; si hay libertad no hay Estado, que dijo Lenin.

 

¿Cuál cree que es el mensaje central o la reflexión que quiere que los lectores se lleven al leer Utopyc?

 

Me gustaría que sirviera para que su lectura pueda abrir los ojos a la verdad del mundo que nos rodea. La política ya no es una forma de organización social sino de lucha por el poder. La política no es más que la continuación de la guerra por otros medios, como dijo alguien, y esto es hoy más patente que en ningún momento anterior, sencillamente porque la forma estatal de organización social no permite otra cosa. Hoy se hacen grandes declaraciones de derechos humanos, políticos y sociales de los individuos y hay menos libertad que hace cuarenta años.

 

Cuando se dice que una forma de organización sin Estado es posible mucha gente no sólo es escéptica, sino que incluso ridiculiza esa posibilidad. Pero debemos recordarles, como hizo recientemente en una charla el profesor Ricardo Rojas, que también toda Europa se reía de los Padres Fundadores de los Estados Unidos cuando leían su Constitución, basada en el derecho individual de cada ciudadano y, sin embargo, su proyecto ha sido el más exitoso de la Historia (hasta que lo fastidió el peor presidente de Estados Unidos, Roosevelt, que hizo crecer el Estado hasta convertirlo en una apisonadora de la sociedad).

 

En Utopyc se explora cómo podría organizarse una sociedad sin Estado. Es una travesía no sólo política, sino moral, la que propongo con mi historia. Estoy convencido de que llegar a una forma de organización social sin Estado es algo que ocurrirá en el futuro, antes de lo que pensamos, por tres razones principalmente: por la degeneración estatal generalizada, por alcanzar un mayor grado de civilización en grandes capas de la población y porque los medios técnicos de la actual revolución tecnológica lo permitirán ( Internet, IA, etc). Es cierto que los avances tecnológicos ayudan al Estado a incrementar su control, pero también ayudan a eludirlo y creo que no podrán, ni siquiera con todo su poder, controlar a toda la sociedad.

 

No pretendo, como sí hizo Moro en su famosa Utopía plantear una organización social inmutable, sino que sirva de planteamiento inicial para que quien lea la historia pueda imaginar su propia variante de cómo sería mejor organizar una sociedad sin Estado. Como se dice en la novela, Moro creó una utopía socialista en la que no hay un solo personaje, porque éstos no importan, son ladrillos intercambiables en un muro, son meros números, porque utopías socialistas no puede haber sino una (terrorífica), mientras que utopías libertarias puede haber tantas como almas libres existen.

 

Espero no ser demasiado optimista, pero espero que a mucha gente que pueda leer Utopyc pueda suponerle una ruptura de su pensamiento, un shock intelectual y moral. Modestia aparte, es un libro disruptivo, en el sentido de que no sé de ninguna otra utopía anarcocapitalista o libertaria. Existen libros de ensayo político, como los de Nozick o Rothbard y otros, pero no una historia literaturizada que, creo, puede ser un modo muy adecuado para transmitir ideas que, hoy, son completamente revolucionarias.

 

Frío Monstruo, con el paso del tiempo, se ha convertido en una “novela de culto”, ¿qué es lo que ha aprendido de la publicación de esta obra?

 

Principalmente, que el mundo literario está copado por el progresismo. Frío Monstruo es justo lo contrario que Utopyc, es una distopía que pretendía anticipar, y lamento no haberme equivocado, lo que va a ser Europa, lo que ya es Europa: un imperio en caída libre por la colusión de intereses entre la izquierda y el islam político. Algunos lectores me han dicho que en lo único que me he equivocado en Frío Monstruo, (se anticipó incluso una pandemia), fue en ubicarla en 2050 cuando el monstruo que estamos construyendo está ya aquí y los desenlaces que se cuentan en la novela no creo que sucedan más allá de 2030.

 

Es un libro que no podía tener buena prensa (independientemente de su calidad literaria, en lo que no entro, pues eso es cosa de cada lector). De ahí que haya tenido críticas en algunos clubes de lectura mayoritariamente progresistas, como Goodreads.

 

Lo que lamento es que no se haya traducido al francés, al sueco o al alemán, pues en estas lenguas tal vez podría tener muchos lectores que confirmarían que lo que se cuenta en la novela no es ficción, sino que es real, mucho más real que en otras distopías.

 

¿Qué significa para usted la utopía en Utopyc? ¿Cree que es posible alcanzar un sistema así en la realidad, o es más bien una advertencia?

 

Soy realista y sé que es muy difícil arbitrar hoy un sistema de organización social sin Estado. De hecho, en la historia se comenta que los principales enemigos de Utopyc serían las democracias occidentales, pues intentarían abortar cualquier intento de convivencia ajeno al Estado.

 

Pero la historia está por escribir, no sabemos qué puede pasar. Si cada vez más gente se convence de que el Estado es ese frío monstruo del que habló Niezstche, (de ahí el título de mi distopía), buscará formas alternativas de vida y de organización en comunidad. Hoy, muchos jóvenes se dan cuenta de que no necesitan al Estado para nada. Y ese convencimiento, añadido al mal que provocan los Estados continuamente, actúa en contra de éstos. Ya hay algún país cercano si no al anarcocapitalismo, a algunos estándares verdaderamente altos de libertad, como Linchenstein o Suiza, con un sistema político muy descentralizado y unos políticos que, en muchas ocasiones, ni se sabe quiénes son gracias a que sus tareas son prácticamente administrativas. El ejemplo puede cundir ante el atropello que provocan los Estados.

 

Cuando uno imagina la posibilidad de constituir comunidades sin Estado, obviamente piensa en comunidades pequeñas, villas o ciudades que, por alguna razón, puedan mantenerse autónomas. Hay ya algunos ejemplos, desde Liberland, que no podía funcionar porque al final ocupa espacio de Estados no fallidos, a Próspera, en Honduras, que creo está siendo violada porque no parece gustar el ejemplo. Incluso en China hay ya una ciudad que opera de forma totalmente privada. No es descabellado pensar que tal vez, si el presidente Milei se mantiene en el poder un par de legislaturas, otorgue un estatus de ciudad libre a algún rincón de Argentina. Hay otras alternativas, como la compra de espacios en lugares no ocupados por Estados o que lo son por Estados fallidos, hipótesis de la que parte Utopyc. Sería una forma razonable de conseguir un espacio libre.

 

Otra cuestión esencial es quiénes serían capaces de vivir en una comunidad sin Estado, pues es obvio que, como sostiene el profesor Bastos, sería necesario un perfil de personas de alto valor civilizatorio. Esto es, es posible que no todo el mundo sea capaz de aceptar una comunidad sin autoridad política.

 

Pero tampoco podemos olvidar que las comunidades sin Estado, sin autoridad política estatal, han existido durante miles de años y han funcionado muy bien, siendo muy estables y siendo, además, en contra de lo que se pueda pensar, muy capaces a la hora de organizar su defensa.

 

Por tanto, si bien se plantea una utopía, en el sentido de un ideal al que aspirar, y seguramente muchos aceptarían un Estado mínimo, pues sería un gran avance respecto a lo que tenemos, no es descabellado pensar que en un futuro no muy lejano podríamos ver el surgimiento de algunas comunidades sin Estado.

 

En la novela, se exploran las consecuencias de vivir en un país sin Estado. ¿Qué opinión tiene sobre las sociedades contemporáneas y su estructura política?, ¿Cómo influye la actual situación de España en su novela?

 

Efectivamente, Utopyc es una exploración de lo que supondría vivir en comunidad sin soportar la autoridad de un Estado todopoderoso (en la novela se exploran cuestiones como la educación, la inmigración, la sanidad, el mercado laboral, la seguridad, la justicia…).

 

La mayor parte de la gente imagina un mundo en completa anarquía y violencia, como el que presentan algunas películas como Mad Max, pero no tendría por qué ser así. En primer lugar, porque tales sociedades ya han existido. Además, el caudal civilizatorio que hoy disfrutamos y al que nos ajustamos la mayoría de las personas, permitiría que hubiera un grado de orden muy alto. De hecho, parece sorprendente, pero la mayoría de las relaciones humanas son anárquicas. Por ejemplo, el mundo político es una anarquía entre Estados, sobre los cuales no hay ningún organismo supranacional que lo ordene y hoy los conflictos entre Estados son mínimos (sólo la guerra entre Rusia y Ucrania, si no recuerdo mal, sobre la cual ya publiqué un artículo en este periódico indicando que si no existiera el todopoderoso Estado ruso esa guerra no se habría declarado). El derecho marítimo o el derecho mercantil nacieron en completa anarquía, así como el propio derecho romano. Y nuestras relaciones personales son completa anarquía, como la relación de pareja, con los hijos, la familia, los amigos o en nuestra comunidad. Hay quien dijo que la anarquía es la madre del orden. Y creo que es cierto.

 

En cuanto a la segunda y tercera preguntas del enunciado no hay duda alguna de que precisamente de la opresión que ejercen los Estados nacen las ideas libertarias y la necesidad de buscar alternativas a la esclavitud en que vivimos para el Estado. Las sociedades contemporáneas occidentales están en el último de los ciclos de Tyler, en plena decadencia, que no por casualidad coinciden con el momento en que mayor peso tienen los Estados en la sociedad. A medida que ha ido creciendo la influencia de éstos en la sociedad, ésta ha declinado. Leí en algún momento que el Nueva York de finales del siglo XIX ofrecía educación universal privada y había tantos centros dedicados a la asistencia social y hospitales que se contaban por cientos o miles las organizaciones de este tipo. Cien años después, ¿qué tenemos? Una educación pública de nivel ínfimo y unos servicios asistenciales estatales depauperados que provocan que se haya reducido la movilidad social, que condenan a generaciones de personas al círculo vicioso de la pobreza, la miseria y la drogadicción. El gran Thomas Sowell ha estudiado este asunto mejor que nadie y, siendo negro, sabe que los sistemas asistenciales creados a partir del gobierno del malvado Roosevelt han condenado a la comunidad negra a la indigencia y a ser carne de cañón del negocio (también estatal) de la drogadicción, la pobreza y la ignorancia.

 

Este proceso es visible en todas las sociedades occidentales, en mayor o menor grado. Si, encima, tenemos la desgracia de soportar lo que está pasando en España, donde el Estado controlado por esa banda de crimen organizado que es el PSOE ya no es sólo opresor y extractor sino directamente tiránico, el deseo de quitarnos de encima esa pesada losa no puede ser ignorado. Ante la ignorancia de unos y la cobardía de otros ha crecido como un monstruo la tiranía de Hugo Chávez/Pedro Sánchez. Hoy se dan cuenta muchos que ignoraban y despreciaban mensajes como los que usted y yo gritábamos en vano desde las páginas de este periódico hace años.

 

El actual Estado español es un ejemplo perfecto de que es necesario acabar con él para evitar la esclavitud y para evitar que en el futuro, si tenemos la suerte de deshacernos de esta tirano, otro actúe de la misma manera, por lo que evidentemente ha tenido mucha influencia en mi convicción de que es necesario acabar con el Estado.

 

¿Hay alguna inspiración en obras clásicas de la literatura utópica o distópica, como las de Huxley o Orwell, en la creación de Utopyc?

 

Desde luego. Huxley y Orwell seguramente influyeron más en Frío Monstruo, que es también una distopía. Y, como decía antes, Utopía, de Tomas Moro, ha sido decisiva a la hora de escribir Utopyc (aunque en sentido totalmente contrario). Así la concebí, porque no olvidemos que la Utopía de Moro en el fondo no es una Utopía, a pesar de que él la planteé como un mundo imaginado deseable, sino que es una auténtica distopía. Recordemos que el país que describe no permite las relaciones personales libres, no permite la elección de la profesión ni del oficio, no permite viajar libremente, no permite la propiedad privada de modo que los individuos no puede tener nada propio, impone incluso la vestimenta y las relaciones sexuales (¿no nos recuerda a la izquierda actual?). Esta Utopía socialista es, en realidad, una auténtica distopía, pues no se puede uno imaginar un mundo más horroroso en que vivir.

 

A pesar de ello, la Utopía de Moro, que influyó incluso en Marx, ha tenido tanto predicamento que desde hace 500 años que fue escrita no ha habido una sola utopía que no haya reproducido sus cánones, de ahí que antes haya dicho que no hay utopía que no sea socialista y que Utopyc seguramente es la primera utopía que plantea un mundo verdaderamente libre.

 

¿Podría describir su proceso creativo? ¿Cómo se organiza a la hora de escribir una novela?

 

A partir de una idea, aunque es difícil recordar cuándo y cómo surge. Es un proceso lento hasta que se toma la decisión. El resto es lectura y recopilar información sobre lo que se pretende escribir. Siempre supe que quería escribir una utopía, pero no sabía muy bien cómo. Como he dicho antes, el liberal que yo era se deslumbró con las novelas de Ayn Rand, especialmente La rebelión de Atlas, y de ahí salió un pequeño libro: La batalla por la libertad, en el que abogaba por una separación del Estado y la economía y la sociedad como principio básico de libertad y prosperidad. Desde entonces, he ido evolucionando hasta comprender que es una obviedad que mientras existan los Estado estaremos sometidos a ellos, pues el Estado es un monstruo invasivo que todo lo ocupa y lo pudre.

 

Tras el periodo de lectura llega el momento de iniciar la escritura, proceso en que no tardo más de unos pocos meses, también debido al poco tiempo libre para ello de que dispongo. De ahí que deba pedir disculpas si hay algo en el texto que no esté del todo correctamente expresado.

 

¿Cuáles son los mayores desafíos que enfrenta cuando escribe sobre sociedades utópicas o distópicas?

 

Escribir sobre una sociedad distópica es muy sencillo, basta observar la realidad que sufrimos. Si comparamos Frío Monstruo con 1984 de Orwell, salvando las distancias y con todo respeto a ese gran autor, ambas son, a mi juicio, descripciones de la realidad de su tiempo, el actual en el caso de Frío Monstruo y el mundo comunista en el caso de 1984. Seguramente la más acertada literariamente sobre el mundo occidental en su momento fue Un mundo feliz, pues es la imagen literaria del falaz y terrible Estado de bienestar que se ha creado en Occidente en el cual “no tendrás nada y serás feliz” a base del soma que nos inoculan a diario desde el poder y del maná permanente del dinero público. A esta imagen se añaden los avances técnicos que permiten mayor control de la población y tenemos un cuadro de la realidad actual que estaría compuesto por una mezcla de Huxley y Orwell al que hay que añadir esa colusión de intereses funestos de la izquierda y del islam político que yo denunciaba.

 

Por tanto, escribir una distopía en estos tiempos es relativamente fácil, basta reflejar la realidad.

 

Por el contrario, una utopía requiere un esfuerzo de imaginación mayor, puesto que hay que imaginar un mundo que no existe. Muchos de los elementos de ese mundo sí que han existido, pues la mayor parte de la historia el Estado como lo conocemos hoy no ha existido, pero imbuidos como estamos desde la educación estatal de su imperiosa necesidad, es evidente que necesitamos un ejercicio de imaginación inédito para mostrar cómo podría ser el mundo en ausencia de ese genio maligno del Estado. Si, además, como en mi caso, no baso Utopyc en los avances técnicos y científicos en que se basan la mayoría de las historias de ciencia ficción, el esfuerzo imaginativo ha de ser mayor.

 

Lo esencial era encontrar el motivo moral por el cual las personas desearan vivir en anarquía y fueses civilizadas en ausencia de un poder tan coactivo y totalitario como el del Estado. Creo que ese esfuerzo de dotar de un sentido ético y moral a los personajes de la historia (en Utopyc hay personajes, muchos, no como en la Utopía de Moro), ha sido lo más difícil. Tanto que al final creo que mi escritura ratifica que la propiedad privada no es fuente de egoísmo sino de todo lo contrario, de civilización, y que el orden moral nuevo que se impone en ausencia de coacción y totalitarismo es un nuevo Humanismo como creo que jamás se ha podido conocer. La libertad exige un esfuerzo de responsabilidad individual que vuelve a llenar al ser humano de esa parte que delega en el Estado (inteligencia, educación, moral, ética, propósito, razón…), que creo que haría mejores personas de las que somos hoy. De hecho, algún estudio psicológico, siempre ocultado y poco comentado, ya demostró que en el capitalismo la gente es más abierta a la cooperación y a la ayuda mutua, precisamente porque no se puede delegar en una instancia ajena la tarea. Como se dice en la novela, sin el dinero público los malvados no son nada y el ser humano es menos desdeñoso con los demás precisamente porque sabe que los necesita, que tiene necesidad de colaborar para llevar adelante su vida.

 

Utopyc puede ser leído como una utopía política, pero creo que también como una utopía moral.

 

¿Qué opina del papel de la literatura en la sociedad actual? ¿Cree que sigue siendo una herramienta poderosa para la crítica social y política?

 

En mi opinión, no. Creo que lo mejor de la literatura actual, con excepciones, por supuesto, es que nadie la va a leer en veinte o treinta años. La mayor parte de lo que se vende por las grandes editoriales hoy era literatura de quiosco hace cincuenta años. Hoy no hay grandes firmas, como un Stefann Zweig o un Solthenitsyn, ni tampoco un Kundera. No hay un Joseph Roth contándonos un mundo que se cae. Están más preocupados con sus neurosis y sus gatitos o con contarnos historias deformadas del pasado. Nuestro mundo se cae a pedazos y los escritores están en su mundo de hacerle el caldo gordo al poder. Si uno observa, la mayoría de nuestros “intelectuales” no salen del marco mental estrecho y estúpido del marxismo social y denuncian los males en las víctimas y no en los verdugos. La intelectualidad hoy es una parte del Estado, de su sistema de coacción ideológico, no aboga por la verdadera libertad, son parte de un Estado sin el cual no serían nada. No hay que nombrar a nadie, pero es fácil pensar en media docena de nuestros más famosos escritores que apenas serían leídos si no fuera por el poder de la propaganda del Estado y sus medios y de las grandes editoriales que, como todos sabemos, son parte del Estado.

 

Hoy es patético el esfuerzo de algunos por aparentar una rebeldía que no existe sino en su flácida imaginación.

 

¿Tiene algún otro proyecto futuro en mente que nos pueda adelantar? ¿Seguirá explorando temas relacionados con utopías y distopías?

 

Desde luego, Utopyc tiene derivaciones que hay que seguir explorando. Volveré a Aquinia, la capital de Utopyc, espero que muy pronto.

 

 

 

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.