El descabezamiento sistemático de la derecha vasca en el siglo XX
En estos días en que recordamos a nuestros muertos, no está de más traer a colación a todos aquellos que fueron asesinados por motivos políticos y que constituyen un ejemplo a seguir para algunos de nosotros, que conocemos su trayectoria.
Estamos ante un fenómeno político que nunca se tiene en cuenta en el análisis de la política vasca de los últimos cien años. Imaginémonos qué habría ocurrido con el nacionalismo vasco si José Antonio Aguirre, Manuel de Irujo o Juan de Ajuriaguerra hubieran sido eliminados. O con la izquierda si hubiera ocurrido lo propio con Indalecio Prieto o Ramón Rubial. Pues eso, pero en mucha mayor proporción, es lo que ocurrió con la derecha vasca, tanto antes como al final de la dictadura franquista. Este sector ideológico quedó descabezado en el País Vasco desde el comienzo de la dictadura franquista y lo mismo ocurrió después, al final de ese régimen y cuando se disponían sus representantes a integrarse a la vida democrática.
El hecho de que haya habido una dictadura de casi cuarenta años, entre 1937, cuando huyeron de suelo vasco los últimos reductos del régimen republicano en Vizcaya, y 1975, cuando murió Franco, y si le añadimos los siete años de la dictadura de Primo de Rivera, entre 1923 y 1930, periodos ambos de indudable dominio derechista, no debe hacernos perder la perspectiva, pensando que la eliminación de las principales de sus cabezas no afectó para nada a la presencia de dicha ideología en el País Vasco. Primero porque ambos regímenes (la dictadura del Primo de Rivera y el franquismo) fueron comunes a toda España e impuestos en el País Vasco desde fuera. Segundo porque el País Vasco, en el primer tercio del siglo XX, fue, sin duda, mayoritariamente conservador, sin necesidad de dictaduras que lo apuntalaran. Y tercero, porque la eliminación física de las principales cabezas de la derecha fue un fenómeno estrictamente interior al País Vasco, que no tiene parangón en el resto de España y que afectó sobre todo a este sector ideológico, con una trascendencia prolongada en el tiempo, como estamos viendo ahora, cuando analizamos la realidad política vasca actual y vemos en qué situación se haya la derecha.
En el actual Parlamento Vasco la derecha representada por PP y Vox ocupa 8 escaños de 75 (7 PP y 1 Vox). En las Juntas Generales de Vizcaya y de Guipúzcoa el PP solo tiene 3 junteros de 51 en cada una de ellas. En las Juntas Generales de Álava se arregla un poco pero no hay más que 10 de 51 (9 del PP y 1 de Vox). Esta es la realidad. El País Vasco experimenta la anomalía, como región de Europa, de tener una derecha capitidisminuida. Ni siquiera en Cataluña, donde tampoco es que esté muy boyante, se alcanzan esos niveles de infrarrepresentación. En el Parlamento catalán hay 26 representantes de la derecha (15 PP y 11 Vox) de 135 diputados, lo que sitúa dicha proporción un poco por debajo de lo que ocurre en las Juntas Generales de Álava, pero es que se trata de dos instituciones incomparables, por los habitantes que representan y por la fuerza política respectiva de ambas: quiere decirse que en Cataluña, con 8 millones de habitantes, la derecha todavía tiene más posibilidades que en un territorio como Álava, con poco más de 300.000 habitantes.
Se me podrá argüir que el PNV es derechas. Bueno, sociológicamente no digo que no, pero ellos no se reconocen como de derechas y aunque ahora vemos cómo sufren con los impuestos a las energéticas y bancos y hacen todo lo posible por paliar los efectos reales de esas subidas –que tienen que apoyar en Madrid porque necesitan que siga Pedro Sánchez como sea–, en cambio desde ese partido siempre proclaman que ellos practican políticas socialdemócratas y, de hecho, engordan las instituciones a base de clientelismo, asesores y organismos públicos de una manera desproporcionada y ajena a lo que sería una política liberal de Estado mínimo y fomento de la iniciativa privada en todos los órdenes, que es lo que sería una política verdaderamente de derechas. Y tampoco pueden hacer una política de derechas, aunque quisieran (que no quieren) porque con su desbocada intromisión en el ámbito de lo privado (control, o al menos presión manifiesta, sobre la lengua que se debe hablar, sobre la historia y la memoria que se debe aprender, sobre los valores y símbolos que debemos compartir todos en la calle) ahogan cualquier desarrollo de la iniciativa individual, que es la principal seña de identidad de la derecha.
La eliminación física de las principales cabezas de la derecha vasca durante el siglo XX, focalizada en dos periodos principales situados, uno, en los prolegómenos de la Guerra Civil y el otro en la Transición del franquismo a la democracia, es un fenómeno específico del País Vasco, ajeno, al menos en la proporción que aquí se dio, al resto de regiones españolas, y que supuso un hándicap de proporciones prácticamente insuperables para el desarrollo de ese sector ideológico-político en la actualidad. Y es un fenómeno, además, que no se considera nunca en los análisis del caso, dando por supuesto que la derecha vasca, tras el terrorismo, no levanta cabeza porque no sabe actuar en democracia y en ausencia de un elemento tan condicionador como era el de la banda criminal ETA vigilando todos sus pasos. Pero es que no contar con el dato de esa eliminación física previa nos altera la capacidad de entender qué es lo que aquí ha ocurrido verdaderamente, para que las cosas estén como están.
De los dieciséis personajes de la derecha vasca del siglo XX que vamos a recordar aquí, la mitad, ocho, están recogidos en mi libro Nobleza con libertad. Biografía de la derecha vasca, al que remito para conocer más detalles. No hace falta que se lo compren, puesto que está disponible en internet, gracias a los buenos oficios de quien en su día estaba al frente de la institución que lo editó, la Fundación Popular de Estudios Vascos, dependiente del PP. Me refiero a Carlos Olazabal, hoy ya jubilado. Aprovecho para decir que todo lo que hizo este hombre por dicha tarea cultural de la derecha vasca no tiene hoy continuación, por una lamentable desidia de quienes se debieran haber ocupado, con un mínimo de interés, por esa labor imprescindible de recuperación de lo que fue la historia de la derecha en el País Vasco.
A continuación voy a dar la terrible lista de los principales representantes de la derecha vasca asesinados durante el siglo XX, para que tomemos conciencia de lo que estamos hablando aquí. Es prácticamente imposible elegir a uno entre todos, para que los pudiera representar. Porque al ser personajes de la derecha, cada uno representa un mundo. No es como en las izquierdas o el nacionalismo, donde el poder de la ideología es tan apabullante que tiende a uniformizarlos a todos. En el caso de la derecha, las individualidades son más poderosas. Pero puestos a tener que elegir, para poner su foto y no tener que poner las de todos, ahora optaría (a lo mejor más adelante hubiera optado por otro), a sabiendas de la injusticia que cometemos actuando así, por uno que, dada su preparación, su experiencia, la edad a la que fue asesinado, 62 años, en plena madurez vital e intelectual y su orientación ideológica (liberalismo progresista), podría haber ejercido un papel clave en el devenir de la derecha vasca en su conjunto y del País Vasco en general, de haberse dado otras circunstancias. Me refiero a Gregorio Balparda.
Pero empezemos ya con la horrenda enumeración:
Marcelino Oreja Elósegui: asesinado en Mondragón el 5 de octubre de 1934 a la edad de 40 años por milicianos socialistas en el curso de la revolución de octubre organizada por las fuerzas de izquierda contra el gobierno republicano de derechas que salió de las elecciones de 1933. Recordemos que este movimiento insurreccional fue organizado contra la propia Segunda República por el PSOE y la UGT, dirigidos por Largo Caballero y Prieto, a quienes se sumaron los comunistas y anarquistas y cuyo episodio más grave se situó en Asturias, a donde se envió para sofocarlo al ejército dirigido por el general Franco. Marcelino Oreja, vizcaíno de Ibarranguelua, había sido elegido diputado al Congreso en las elecciones de 1931, integrando la llamada minoría vasco-navarra, compuesta por tradicionalistas y nacionalistas. Repitió elección en 1933.
Gregorio Balparda de las Herrerías: asesinado en Bilbao el 31 de agosto de 1936, a la edad de 62 años. Crueldad extrema en su asesinato, a bordo del buque Cabo Quilates, fondeado en la ría. Alguien que había sido alcalde de Bilbao. Historiador que quiso hacer frente a la sarta de barbaridades que el nacionalismo estaba empezando entonces a difundir sobre una nación vasca cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos y que no contaba con nada de lo que se sabía hasta entonces: las instituciones vascas habían sido siempre provinciales; la corona había conseguido traer la paz a unas tierras asoladas en la Edad Media por los parientes mayores; los corregidores existieron desde siempre como representación suprema del rey en Vizcaya y Guipúzcoa; en Álava no los hubo simplemente porque el rey no los estimaba necesarios allí; las dinastías de los señores de Vizcaya, estúpidamente ninguneadas luego por el nacionalismo, por considerarlos ajenos al país. Y tantas cosas como estas, que demuestran que el nacionalismo no respetó nunca la historia verdadera del País Vasco sino que se hizo una a su medida pensando que había habido un pueblo vasco que no se sabe muy bien quién dirigía pero que debía encaminar desde siempre todos sus pasos hacia la independencia, parece ser. En fin, que vivimos en una ensoñación delirante de la que Balparda nos quiso rescatar. En gloria esté.
José María de Urquijo e Ybarra: asesinado en San Sebastián el 5 de septiembre de 1936, a los 64 años, en la cárcel de Ondarreta, después de pasar diez días incomunicado. Había sido director-fundador de La Gaceta del Norte. Era hermano de Julio Urquijo, el vascólogo jaimista, que sintió mucho su pérdida, hasta el punto de que no volvió a levantar cabeza, permaneciendo bajo el régimen franquista en un muy segundo plano, sin desarrollar la actividad cultural en favor del eusquera que tanto le había caracterizado antes. José María Urquijo tenía una gran capacidad organizadora. Fue diputado en Cortes en 1903, apoyado por Sabino Arana, aunque luego este empezó a despotricar contra La Gaceta del Norte, cuando vio que el catolicismo en Vizcaya podía ser perfectamente español. El artículo “Fe de erratas de La Gaceta del Norte”, en La Patria del 10 de mayo de 1903 da perfecta cuenta de ese rencor tan abyecto y propiamente nacionalista contra todo lo que sea vasco y quede fuera de su órbita.
Fernando María Ybarra de la Revilla: asesinado en Baracaldo el 25 de septiembre de 1936, a la edad de 61 años. Representante destacado de la familia Ybarra, gran industrial por estirpe, pero volcado en la política, afín al maurismo, fundador del partido conservador en Bilbao. Fundador también del periódico El Pueblo Vasco. Fue asesinado en el buque Cabo Quilates, como Balparda, por lo que habría que unificar el lugar de su muerte, ya que en uno pone Bilbao y en el otro Baracaldo.
Fernando de la Quadra Salcedo y Arrieta-Mascarúa: asesinado el 25 de septiembre de 1936 en Bilbao, en el buque Altuna Mendi, fondeado también en la ría, como el Cabo Quilates. En su caso a la edad de 46 años. Abogado pero al mismo tiempo gran conocedor de la cultura vasca. Merecería una recopilación de sus muchas obras dispersas y una reedición de las mismas, para apreciar la diversidad y amplitud de sus intereses en historia, literatura y costumbres vascas.
Ramiro de Maeztu: asesinado el 29 de octubre de 1936 en Aravaca (Madrid), a los 62 años. Este autor vitoriano formó la tríada originaria de la llamada Generación del 98, con Baroja y Unamuno. También abanderó y propagó el concepto de Hispanidad, originario del jesuita vizcaíno Zacarías de Vizcarra. Indalecio Prieto le recuerda de una manera muy miserable en un artículo titulado “Maeztu, el de la Hispanidad”, escrito en 1951 desde su exilio en México, donde termina con el siguiente párrafo que da cuenta de la catadura moral de quien se autodefinía como “socialista a fuer de liberal”: “El fusilamiento de Ramiro de Maeztu en Madrid fue uno de tantos crímenes injustificables y estúpidos que uno y otro bando cometieron durante la guerra civil. Maeztu no pudo afrontar con serenidad el horrible trance. Según he llegado a saber, la escena fue espantosa, por resistirse el infeliz, con todas sus fuerzas, a que lo sacaran de la cárcel y lo llevaran al lugar de la ejecución. En fin, su último delirio. Porque si la hispanidad corresponde a una literatura delirante, su definidor fue, en sí mismo, un delirante a veces frenético.” O sea, que resistirse con todas sus fuerzas a que lo mataran debió ser menos noble que someterse mansamente a sus asesinos.
Joaquín Beunza: asesinado en Fuenterrabía el 4 de septiembre de 1936, a la edad de 64 años. Pamplonés, había sido, junto a Marcelino Oreja, integrante de la minoría vasco-navarra en las primeras Cortes de la Segunda República, la llamada “Minoría Greco Romana de las Constituyentes” (así reza al pie de su foto más conocida), que integraba a nacionalistas y tradicionalistas. Esto ocurría cuando el PNV era todavía verdaderamente de derechas, como lo había sido desde su fundación.
Víctor Pradera: asesinado en San Sebastián, en la tristemente célebre cárcel de Ondarreta, el 6 de septiembre de 1936, a la edad de 63 años, después de haber sabido que su hijo Javier había sido asesinado una semana antes. Gran polemista contra el nacionalismo vasco en la prensa de la época. Nacido en Pamplona pero profundamente imbricado con la cultura vasca en su conjunto: era defensor de los fueros en su versión navarra, concretamente la llamada Ley Paccionada de 1841. Vivía en Madrid pero en verano de 1936 se encontraba en San Sebastián, donde tenía casa.
Juan de Olazábal y Ramery: lo asesinaron en Bilbao el 4 de enero de 1937 en el asalto a las cárceles de Larrínaga y Ángeles Custodios, concretamente en esta última. Tenía entonces 77 años. Fue el jefe del integrismo tras la muerte de Ramón Nocedal en 1909. Director muchos años del periódico La Constancia de San Sebastián, fundado por él y donde dejó escrito un artículo memorable con motivo del primer Aberri Eguna de 1932, donde decía que qué era eso de que en 1882 los hermanos Arana Goiri eran ya nacionalistas, si él los conocía desde que hicieron juntos el bachillerato en Orduña y en 1882 eran carlistas como él y continuaron siéndolo muchos años. Efectivamente, como tengo demostrado en mi artículo “Sabino Arana y la etapa de El Euskaro (1888-1890)”, que se puede consultar en internet, los hermanos Arana Goiri fueron integristas hasta nada menos que 1890, año en que Sabino Arana se desvinculó de esa corriente y empezó a prepararse para fundar el partido nacionalista, para lo cual esperó hasta que volviera su hermano Luis de Barcelona, cosa que hizo este en 1893.
Pedro Eguillor Atteridge: asesinado en Bilbao el 4 de enero de 1937, en el asalto a las cárceles regentadas por el PNV, como le pasó a Juan Olazábal. En su caso no tenía todavía los 60 años. Gran personaje de la cultura de Bilbao de los años 20, por sus tertulias y su don de gentes. Todo el mundo de cierto nivel cultural hablaba elogiosamente de él, pero no se le conocieron obras escritas. En torno a su figura se gestó la derecha bilbaína, tan influyente luego en el régimen franquista a través de sus epígonos, los Areilza, Salaverría, Zuazagoitia, Sánchez Mazas, Mourlane Michelena, Lequerica. Por no se sabe muy bien qué falta de información o qué despiste, su nombre figura todavía a día de hoy en el callejero de Bilbao, para denominar una pequeña plaza en el centro mismo de la villa. Esperemos que no lean esto los encargados de la purga del callejero y acaben quitándola también.
Adolfo González de Careaga Urquijo: asesinado el 4 de enero de 1937 en el asalto a las cárceles de Bilbao, como Juan Olazábal y Pedro Eguillor. Concretamente en los Ángeles Custodios. Tenía entonces 40 años. Fue también alcalde de Bilbao, como Balparda. Defensor a ultranza de la autonomía municipal, que siempre quiso ver salvaguardada, sobre todo con motivo de la elaboración del primer Estatuto Vasco, el elaborado por la Sociedad de Estudios Vascos y aprobado en Estella en 1931, para cuya preparación fue entrevistado, como consta en la tesis de Idoia Estornés.
Antonio Echevarría Albisu: asesinado en Oyarzun por la banda terrorista ETA el 24 de noviembre de 1975, a la edad de 33 años. Alcalde de Oyarzun y el alcalde más joven de Guipúzcoa, vascoparlante.
Víctor Legorburu Ibarreche: asesinado en Galdácano por la banda terrorista ETA el 9 de febrero de 1976, a la edad de 63 años. Alcalde de Galdácano, la gente llenó la iglesia con motivo de su funeral. Era una persona a la que se le apreciaba mucho en el pueblo. También vascoparlante. Luchó lo indecible ante las instancias oficiales en Madrid para conseguir un hospital para la zona, el actual Hospital de Usánsolo, pero desgraciadamente no pudo ver realizado en vida el resultado de sus desvelos.
Juan Mari Araluce Villar: asesinado en San Sebastián por la banda terrorista ETA el 4 de octubre de 1976, a la edad de 59 años. Nacido en Santurce, luchó denodadamente dentro del régimen franquista, al que pertenecía por ser miembro del Consejo Permanente de las Cortes y miembro del Consejo del Reino, por restaurar los conciertos económicos para Vizcaya y Guipúzcoa. Consiguió que el régimen aprobase un 7 de noviembre de 1975 (que aparecería en el BOE del 3 de diciembre), con Franco postrado por su enfermedad terminal y con don Juan Carlos como Jefe del Estado en funciones, un decreto “por el que se crea una Comisión para el estudio de la implantación de un régimen administrativo especial para las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa” que fue la antesala legal necesaria para devolverles a estas dos provincias el régimen de concierto económico suprimido por el decreto de 23 de junio de 1937. A finales del mismo mes de octubre de 1976 en que fue asesinado Juan Mari Araluce, concretamente el 30 de octubre de 1976, se aprobó el Real Decreto-Ley por el que se derogó dicho Decreto-ley de 23 de junio de 1937 (BOE del 6 de noviembre de 1976).
Javier Ybarra y Bergé: secuestrado y luego asesinado por ETA en el alto de Barazar, en Vizcaya, el 22 de junio de 1977, a los 63 años de edad. Fue presidente de El Correo Español-El Pueblo Vasco de Bilbao y El Diario Vasco de San Sebastián, alcalde de Bilbao y presidente de la Diputación Provincial de Vizcaya. Reivindicó, como Araluce, la recuperación del concierto económico para Vizcaya y Guipúzcoa, abolido por el franquismo desde su entrada en Bilbao en 1937. Fue un gran estudioso de la política vizcaína, como se refleja en su clásico Política nacional en Vizcaya, así como de la historia de la provincia a través de sus monumentos, escudos y personajes históricos. Su secuestro y posterior asesinato por la banda terrorista ETA conmocionó a la clase dirigente vasca, que ya venía profundamente afectada por los asesinados el año anterior. Ahí se inició un repliegue político e ideológico de la derecha vasca en todos los órdenes, que ha perdurado hasta hoy.
Augusto Guillermo Unceta Barrenechea, asesinado por la banda terrorista ETA el 8 de octubre de 1977, a la edad de 53 años. Era presidente de la Diputación de Vizcaya. Había sido alcalde de Guernica. Era dueño de la empresa de armas Astra. Con este asesinato, ETA cerraba el círculo del descabezamiento de la derecha vasca a la muerte de Franco, inhabilitando a este sector para una vida política normalizada al comienzo de la Transición.
Estos políticos fueron, como hemos dicho, las mejores cabezas de la derecha vasca y en algunos casos también española. Obras como El Estado nuevo de Pradera o En defensa de la Hispanidad, de Maeztu, sirvieron para orientar la política del régimen franquista en sus primeros años. Pero no tuvieron continuidad porque tanto Pradera como Maeztu, como el resto de los mencionados aquí, habían sido o fueron luego –al final de la dictadura– eliminados, de forma que la derecha en su conjunto dejó de tener la continuidad y la orientación necesarias para conformar una cultura política sólida, como sí ocurrió con el nacionalismo y el socialismo a la salida de la dictadura.
A partir de aquí todos los demás asesinatos de ETA entran en otra dinámica completamente distinta. La derecha está descabezada, pero los demás partidos no. En la siguiente fase de asesinatos a políticos, el tremendo daño que va a causar ETA lo hace ya sobre presupuestos muy diferenciados. Sigue asesinando mucho más a políticos de la derecha que del resto de formaciones, singularmente el PSE. Pero a este último no le afecta de igual manera porque no perdió la conexión con la época precedente, algo que les hubiera ocurrido si hubieran asesinado a un Rubial, por ejemplo, pero eso no pasó.
Para que no se me malinterprete mal o se piense que minusvaloro unos asesinatos sobre otros en función de la ideología, atiéndase solo a los datos. Fijémonos lo que asesinó ETA en la derecha y lo que hizo en la izquierda hasta por ejemplo el asesinato de Enrique Casas, del PSOE, el 23 de febrero de 1984 y que tanto impactó en la opinión pública, por tratarse del partido entonces en el gobierno. Hasta ese momento, quitando el asesinato de un militante del PSOE, Germán González López, 27 octubre 1979 en Villarreal de Urrechua, del ámbito ideológico de la derecha ETA había asesinado ya a las siguientes dieciséis personas:
Julio Martínez Ezquerro, 16 diciembre 1977, concejal Alianza Popular, Irún
Esteban Beldarrain Madariaga, 16 marzo 1978, exteniente alcalde Castillo-Elejabeitia
Pedro Garrido Caro, 23 diciembre 1978, San Sebastián, militante FE-JONS
José María Arrizabalaga Arcocha, 27 diciembre 1978, Ondárroa, Juventudes Tradicionalistas
Jesús Ulayar Liciaga, 27 enero 1979, exalcalde Echarri-Aranaz
José Antonio Vivó Undabarrena, 6 febrero 1979, exalcalde Olaberria
Jesús María Colomo Rodríguez, 22 julio 1979, camarero Círculo Tradicionalista Villafranca de Ordicia
Luis María Uriarte Alza, 5 octubre 1979, exalcalde de Vedia
Ramón Baglietto Martínez, 12 mayo 1980, Azcoitia, UCD
José Ignacio Ustarán Ramírez, 29 septiembre 1980, Vitoria, ejecutiva UCD
Carlos García Fernández, 7 octubre 1980, Éibar, FE de las JONS
Jaime Arrese Arizmendiarreta, 23 octubre 1980, exalcalde de Elgóibar, UCD
Juan de Dios Doval Mateos, 31 octubre 1980, San Sebastián, UCD
Vicente Zorita Alonso, 14 noviembre 1980, Santurce, Alianza Popular
Alberto López-Jaureguízar Poncela, 16 julio 1982, Algorta, Alianza Popular
Alberto Toca Echevarría, 8 octubre 1982, Pamplona, carlista
Como vemos, varios de ellos exalcaldes franquistas, siguiendo la estela del primer asesinato del alcalde de Oyarzun, Antonio Echevarría Albizu, en 1975, así como políticos de UCD y de Alianza Popular, más algún tradicionalista y de FE de las JONS.
Tras el asesinato de Enrique Casas, que marca un punto de inflexión, y después del asesinato de José Tomás Larrañaga Arenas, 31 diciembre 1984, Azcoitia, de UCD, se producen cinco asesinatos de personas de izquierdas o sindicalistas:
Vicente Gajate Martín, 17 octubre 1984, Rentería, PSE. María Teresa Torrano Francia, 28 abril 1987, Portugalete, PSOE. Félix Peña Mazagatos, 28 abril 1987, Portugalete, CCOO. José Luis Barrios Capetillo, 17 septiembre 1988, Santurce, socialista. Y Francisco Díaz de Cerio Gómez, 31 enero 1991, Bilbao, UGT
Pero todo vuelve a cambiar con otro par de asesinatos de derechas. El primero es el de Manuel Broseta Pont, 15 enero 1992, Valencia, UCD, pero sobre todo el punto lo marca el asesinato de Gregorio Ordóñez Fenollar un 23 de enero de 1995 en San Sebastián, cuando tenía 36 años. Gregorio Ordóñez significaba la recuperación de la derecha vasca, tímida, falta de bases, muy baqueteada en los años previos, pero que resurgía con fuerza en ese momento y además en San Sebastián, capital de Guipúzcoa, el territorio más castigado por el terrorismo de ETA.
El asesinato de Ordóñez fue el remache del clavo que volvía a hundir a la derecha vasca en el pozo de la inanidad, al que ya se la había enviado tras los asesinatos de los primeros años de la Transición, antes de la aprobación de la Constitución de 1978.
En 1996 tenemos los asesinatos de Fernando Múgica y de Francisco Tomás y Valiente, ambos de la órbita socialista.
En 1997 tenemos los de Miguel Angel Blanco y José Luis Caso ambos del PP.
En 1998 todos los políticos asesinados son del PP o de derechas en general: José Ignacio Iruretagoyena Larrañaga, de Zarauz, Alberto Jiménez Becerril y su mujer Ascensión García Ortiz en Sevilla, Tomás Caballero en Pamplona, de UPN, y Manuel Zamarreño, en Rentería, del PP.
Y con esto se acaba el siglo XX. Desde el asesinato de Ordóñez en 1995, fueron asesinados ocho políticos del PP por dos socialistas. A partir del 2000 y hasta el final de la trayectoria criminal de la banda terrorista ETA en 2011, los políticos asesinados son ocho socialistas y siete de derechas.
En 2000 son asesinados Fernando Buesa, José Luis López de la Calle, Juan Mari Jáuregui y Ernest Lluch, socialistas, mientras que del PP son: Jesús María Pedrosa, concejal de Durango, José María Martín Carpena, concejal de Málaga, Manuel Indiano, concejal de Zumárraga, José Luis Ruiz Casado, concejal de San Adrián del Besós (Barcelona) y Francisco Cano, concejal de Viladecavalls (Barcelona).
En 2001 son asesinados Florián Elespe, del PSE y Manuel Giménez Abad del PP y José Manuel Múgica de UPN. En 2002 es asesinado Juan Priede del PSE. En 2003 es asesinado Joseba Pagazaortundúa, del PSE. En 2008 es asesinado Isaías Carrasco, del PSE.
De gente del PNV solo he computado tres asesinatos desde el inicio de la Transición, dos ertzainas del partido, Joseba Goikoetxea y Ramón Doral y luego el empresario José María Korta.
El resultado, como decíamos, no puede ser más evidente. Sin minusvalorar la afección de los asesinatos sobre el PSE, sobre todo a partir del de Enrique Casas en 1984, ni tampoco los de los tres del PNV (todos son asesinatos injustificables), lo cierto es que hasta 1984 (con la excepción de Germán González en 1979) los únicos asesinatos sobre políticos por parte de ETA fueron sobre gente de derechas, y a partir de ese año pongamos que se equiparan los asesinatos de políticos de derecha con los de izquierdas (no merece la pena afinar cuando las diferencias son pequeñas). Pero más allá del número, que estamos hablando en todos los casos de gente vilmente asesinada, es la significación política de los asesinados, que en el caso de la derecha inciden de manera mucho más sensible y eficaz en su organización y posibilidades de futuro. En el PSE no asesinaron a nadie de la proyección y significación que en el PP tenía Gregorio Ordóñez. Con su desaparición en 1995 y sumada la escabechina anterior, la derecha quedó barrida del panorama político vasco a finales del siglo XX. Aquí se ha ejercido una eliminación política en toda regla de un sector ideológico que era el más importante del País Vasco a principios del siglo XX y que a finales de dicho siglo ha quedado esquilmado, arrasado, en definitiva, completamente descabezado y con muy difíciles posibilidades de recuperar la vigencia perdida.
En estos días en que recordamos a nuestros muertos, no está de más traer a colación a todos aquellos que fueron asesinados por motivos políticos y que constituyen un ejemplo a seguir para algunos de nosotros, que conocemos su trayectoria.
Estamos ante un fenómeno político que nunca se tiene en cuenta en el análisis de la política vasca de los últimos cien años. Imaginémonos qué habría ocurrido con el nacionalismo vasco si José Antonio Aguirre, Manuel de Irujo o Juan de Ajuriaguerra hubieran sido eliminados. O con la izquierda si hubiera ocurrido lo propio con Indalecio Prieto o Ramón Rubial. Pues eso, pero en mucha mayor proporción, es lo que ocurrió con la derecha vasca, tanto antes como al final de la dictadura franquista. Este sector ideológico quedó descabezado en el País Vasco desde el comienzo de la dictadura franquista y lo mismo ocurrió después, al final de ese régimen y cuando se disponían sus representantes a integrarse a la vida democrática.
El hecho de que haya habido una dictadura de casi cuarenta años, entre 1937, cuando huyeron de suelo vasco los últimos reductos del régimen republicano en Vizcaya, y 1975, cuando murió Franco, y si le añadimos los siete años de la dictadura de Primo de Rivera, entre 1923 y 1930, periodos ambos de indudable dominio derechista, no debe hacernos perder la perspectiva, pensando que la eliminación de las principales de sus cabezas no afectó para nada a la presencia de dicha ideología en el País Vasco. Primero porque ambos regímenes (la dictadura del Primo de Rivera y el franquismo) fueron comunes a toda España e impuestos en el País Vasco desde fuera. Segundo porque el País Vasco, en el primer tercio del siglo XX, fue, sin duda, mayoritariamente conservador, sin necesidad de dictaduras que lo apuntalaran. Y tercero, porque la eliminación física de las principales cabezas de la derecha fue un fenómeno estrictamente interior al País Vasco, que no tiene parangón en el resto de España y que afectó sobre todo a este sector ideológico, con una trascendencia prolongada en el tiempo, como estamos viendo ahora, cuando analizamos la realidad política vasca actual y vemos en qué situación se haya la derecha.
En el actual Parlamento Vasco la derecha representada por PP y Vox ocupa 8 escaños de 75 (7 PP y 1 Vox). En las Juntas Generales de Vizcaya y de Guipúzcoa el PP solo tiene 3 junteros de 51 en cada una de ellas. En las Juntas Generales de Álava se arregla un poco pero no hay más que 10 de 51 (9 del PP y 1 de Vox). Esta es la realidad. El País Vasco experimenta la anomalía, como región de Europa, de tener una derecha capitidisminuida. Ni siquiera en Cataluña, donde tampoco es que esté muy boyante, se alcanzan esos niveles de infrarrepresentación. En el Parlamento catalán hay 26 representantes de la derecha (15 PP y 11 Vox) de 135 diputados, lo que sitúa dicha proporción un poco por debajo de lo que ocurre en las Juntas Generales de Álava, pero es que se trata de dos instituciones incomparables, por los habitantes que representan y por la fuerza política respectiva de ambas: quiere decirse que en Cataluña, con 8 millones de habitantes, la derecha todavía tiene más posibilidades que en un territorio como Álava, con poco más de 300.000 habitantes.
Se me podrá argüir que el PNV es derechas. Bueno, sociológicamente no digo que no, pero ellos no se reconocen como de derechas y aunque ahora vemos cómo sufren con los impuestos a las energéticas y bancos y hacen todo lo posible por paliar los efectos reales de esas subidas –que tienen que apoyar en Madrid porque necesitan que siga Pedro Sánchez como sea–, en cambio desde ese partido siempre proclaman que ellos practican políticas socialdemócratas y, de hecho, engordan las instituciones a base de clientelismo, asesores y organismos públicos de una manera desproporcionada y ajena a lo que sería una política liberal de Estado mínimo y fomento de la iniciativa privada en todos los órdenes, que es lo que sería una política verdaderamente de derechas. Y tampoco pueden hacer una política de derechas, aunque quisieran (que no quieren) porque con su desbocada intromisión en el ámbito de lo privado (control, o al menos presión manifiesta, sobre la lengua que se debe hablar, sobre la historia y la memoria que se debe aprender, sobre los valores y símbolos que debemos compartir todos en la calle) ahogan cualquier desarrollo de la iniciativa individual, que es la principal seña de identidad de la derecha.
La eliminación física de las principales cabezas de la derecha vasca durante el siglo XX, focalizada en dos periodos principales situados, uno, en los prolegómenos de la Guerra Civil y el otro en la Transición del franquismo a la democracia, es un fenómeno específico del País Vasco, ajeno, al menos en la proporción que aquí se dio, al resto de regiones españolas, y que supuso un hándicap de proporciones prácticamente insuperables para el desarrollo de ese sector ideológico-político en la actualidad. Y es un fenómeno, además, que no se considera nunca en los análisis del caso, dando por supuesto que la derecha vasca, tras el terrorismo, no levanta cabeza porque no sabe actuar en democracia y en ausencia de un elemento tan condicionador como era el de la banda criminal ETA vigilando todos sus pasos. Pero es que no contar con el dato de esa eliminación física previa nos altera la capacidad de entender qué es lo que aquí ha ocurrido verdaderamente, para que las cosas estén como están.
De los dieciséis personajes de la derecha vasca del siglo XX que vamos a recordar aquí, la mitad, ocho, están recogidos en mi libro Nobleza con libertad. Biografía de la derecha vasca, al que remito para conocer más detalles. No hace falta que se lo compren, puesto que está disponible en internet, gracias a los buenos oficios de quien en su día estaba al frente de la institución que lo editó, la Fundación Popular de Estudios Vascos, dependiente del PP. Me refiero a Carlos Olazabal, hoy ya jubilado. Aprovecho para decir que todo lo que hizo este hombre por dicha tarea cultural de la derecha vasca no tiene hoy continuación, por una lamentable desidia de quienes se debieran haber ocupado, con un mínimo de interés, por esa labor imprescindible de recuperación de lo que fue la historia de la derecha en el País Vasco.
A continuación voy a dar la terrible lista de los principales representantes de la derecha vasca asesinados durante el siglo XX, para que tomemos conciencia de lo que estamos hablando aquí. Es prácticamente imposible elegir a uno entre todos, para que los pudiera representar. Porque al ser personajes de la derecha, cada uno representa un mundo. No es como en las izquierdas o el nacionalismo, donde el poder de la ideología es tan apabullante que tiende a uniformizarlos a todos. En el caso de la derecha, las individualidades son más poderosas. Pero puestos a tener que elegir, para poner su foto y no tener que poner las de todos, ahora optaría (a lo mejor más adelante hubiera optado por otro), a sabiendas de la injusticia que cometemos actuando así, por uno que, dada su preparación, su experiencia, la edad a la que fue asesinado, 62 años, en plena madurez vital e intelectual y su orientación ideológica (liberalismo progresista), podría haber ejercido un papel clave en el devenir de la derecha vasca en su conjunto y del País Vasco en general, de haberse dado otras circunstancias. Me refiero a Gregorio Balparda.
Pero empezemos ya con la horrenda enumeración:
Marcelino Oreja Elósegui: asesinado en Mondragón el 5 de octubre de 1934 a la edad de 40 años por milicianos socialistas en el curso de la revolución de octubre organizada por las fuerzas de izquierda contra el gobierno republicano de derechas que salió de las elecciones de 1933. Recordemos que este movimiento insurreccional fue organizado contra la propia Segunda República por el PSOE y la UGT, dirigidos por Largo Caballero y Prieto, a quienes se sumaron los comunistas y anarquistas y cuyo episodio más grave se situó en Asturias, a donde se envió para sofocarlo al ejército dirigido por el general Franco. Marcelino Oreja, vizcaíno de Ibarranguelua, había sido elegido diputado al Congreso en las elecciones de 1931, integrando la llamada minoría vasco-navarra, compuesta por tradicionalistas y nacionalistas. Repitió elección en 1933.
Gregorio Balparda de las Herrerías: asesinado en Bilbao el 31 de agosto de 1936, a la edad de 62 años. Crueldad extrema en su asesinato, a bordo del buque Cabo Quilates, fondeado en la ría. Alguien que había sido alcalde de Bilbao. Historiador que quiso hacer frente a la sarta de barbaridades que el nacionalismo estaba empezando entonces a difundir sobre una nación vasca cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos y que no contaba con nada de lo que se sabía hasta entonces: las instituciones vascas habían sido siempre provinciales; la corona había conseguido traer la paz a unas tierras asoladas en la Edad Media por los parientes mayores; los corregidores existieron desde siempre como representación suprema del rey en Vizcaya y Guipúzcoa; en Álava no los hubo simplemente porque el rey no los estimaba necesarios allí; las dinastías de los señores de Vizcaya, estúpidamente ninguneadas luego por el nacionalismo, por considerarlos ajenos al país. Y tantas cosas como estas, que demuestran que el nacionalismo no respetó nunca la historia verdadera del País Vasco sino que se hizo una a su medida pensando que había habido un pueblo vasco que no se sabe muy bien quién dirigía pero que debía encaminar desde siempre todos sus pasos hacia la independencia, parece ser. En fin, que vivimos en una ensoñación delirante de la que Balparda nos quiso rescatar. En gloria esté.
José María de Urquijo e Ybarra: asesinado en San Sebastián el 5 de septiembre de 1936, a los 64 años, en la cárcel de Ondarreta, después de pasar diez días incomunicado. Había sido director-fundador de La Gaceta del Norte. Era hermano de Julio Urquijo, el vascólogo jaimista, que sintió mucho su pérdida, hasta el punto de que no volvió a levantar cabeza, permaneciendo bajo el régimen franquista en un muy segundo plano, sin desarrollar la actividad cultural en favor del eusquera que tanto le había caracterizado antes. José María Urquijo tenía una gran capacidad organizadora. Fue diputado en Cortes en 1903, apoyado por Sabino Arana, aunque luego este empezó a despotricar contra La Gaceta del Norte, cuando vio que el catolicismo en Vizcaya podía ser perfectamente español. El artículo “Fe de erratas de La Gaceta del Norte”, en La Patria del 10 de mayo de 1903 da perfecta cuenta de ese rencor tan abyecto y propiamente nacionalista contra todo lo que sea vasco y quede fuera de su órbita.
Fernando María Ybarra de la Revilla: asesinado en Baracaldo el 25 de septiembre de 1936, a la edad de 61 años. Representante destacado de la familia Ybarra, gran industrial por estirpe, pero volcado en la política, afín al maurismo, fundador del partido conservador en Bilbao. Fundador también del periódico El Pueblo Vasco. Fue asesinado en el buque Cabo Quilates, como Balparda, por lo que habría que unificar el lugar de su muerte, ya que en uno pone Bilbao y en el otro Baracaldo.
Fernando de la Quadra Salcedo y Arrieta-Mascarúa: asesinado el 25 de septiembre de 1936 en Bilbao, en el buque Altuna Mendi, fondeado también en la ría, como el Cabo Quilates. En su caso a la edad de 46 años. Abogado pero al mismo tiempo gran conocedor de la cultura vasca. Merecería una recopilación de sus muchas obras dispersas y una reedición de las mismas, para apreciar la diversidad y amplitud de sus intereses en historia, literatura y costumbres vascas.
Ramiro de Maeztu: asesinado el 29 de octubre de 1936 en Aravaca (Madrid), a los 62 años. Este autor vitoriano formó la tríada originaria de la llamada Generación del 98, con Baroja y Unamuno. También abanderó y propagó el concepto de Hispanidad, originario del jesuita vizcaíno Zacarías de Vizcarra. Indalecio Prieto le recuerda de una manera muy miserable en un artículo titulado “Maeztu, el de la Hispanidad”, escrito en 1951 desde su exilio en México, donde termina con el siguiente párrafo que da cuenta de la catadura moral de quien se autodefinía como “socialista a fuer de liberal”: “El fusilamiento de Ramiro de Maeztu en Madrid fue uno de tantos crímenes injustificables y estúpidos que uno y otro bando cometieron durante la guerra civil. Maeztu no pudo afrontar con serenidad el horrible trance. Según he llegado a saber, la escena fue espantosa, por resistirse el infeliz, con todas sus fuerzas, a que lo sacaran de la cárcel y lo llevaran al lugar de la ejecución. En fin, su último delirio. Porque si la hispanidad corresponde a una literatura delirante, su definidor fue, en sí mismo, un delirante a veces frenético.” O sea, que resistirse con todas sus fuerzas a que lo mataran debió ser menos noble que someterse mansamente a sus asesinos.
Joaquín Beunza: asesinado en Fuenterrabía el 4 de septiembre de 1936, a la edad de 64 años. Pamplonés, había sido, junto a Marcelino Oreja, integrante de la minoría vasco-navarra en las primeras Cortes de la Segunda República, la llamada “Minoría Greco Romana de las Constituyentes” (así reza al pie de su foto más conocida), que integraba a nacionalistas y tradicionalistas. Esto ocurría cuando el PNV era todavía verdaderamente de derechas, como lo había sido desde su fundación.
Víctor Pradera: asesinado en San Sebastián, en la tristemente célebre cárcel de Ondarreta, el 6 de septiembre de 1936, a la edad de 63 años, después de haber sabido que su hijo Javier había sido asesinado una semana antes. Gran polemista contra el nacionalismo vasco en la prensa de la época. Nacido en Pamplona pero profundamente imbricado con la cultura vasca en su conjunto: era defensor de los fueros en su versión navarra, concretamente la llamada Ley Paccionada de 1841. Vivía en Madrid pero en verano de 1936 se encontraba en San Sebastián, donde tenía casa.
Juan de Olazábal y Ramery: lo asesinaron en Bilbao el 4 de enero de 1937 en el asalto a las cárceles de Larrínaga y Ángeles Custodios, concretamente en esta última. Tenía entonces 77 años. Fue el jefe del integrismo tras la muerte de Ramón Nocedal en 1909. Director muchos años del periódico La Constancia de San Sebastián, fundado por él y donde dejó escrito un artículo memorable con motivo del primer Aberri Eguna de 1932, donde decía que qué era eso de que en 1882 los hermanos Arana Goiri eran ya nacionalistas, si él los conocía desde que hicieron juntos el bachillerato en Orduña y en 1882 eran carlistas como él y continuaron siéndolo muchos años. Efectivamente, como tengo demostrado en mi artículo “Sabino Arana y la etapa de El Euskaro (1888-1890)”, que se puede consultar en internet, los hermanos Arana Goiri fueron integristas hasta nada menos que 1890, año en que Sabino Arana se desvinculó de esa corriente y empezó a prepararse para fundar el partido nacionalista, para lo cual esperó hasta que volviera su hermano Luis de Barcelona, cosa que hizo este en 1893.
Pedro Eguillor Atteridge: asesinado en Bilbao el 4 de enero de 1937, en el asalto a las cárceles regentadas por el PNV, como le pasó a Juan Olazábal. En su caso no tenía todavía los 60 años. Gran personaje de la cultura de Bilbao de los años 20, por sus tertulias y su don de gentes. Todo el mundo de cierto nivel cultural hablaba elogiosamente de él, pero no se le conocieron obras escritas. En torno a su figura se gestó la derecha bilbaína, tan influyente luego en el régimen franquista a través de sus epígonos, los Areilza, Salaverría, Zuazagoitia, Sánchez Mazas, Mourlane Michelena, Lequerica. Por no se sabe muy bien qué falta de información o qué despiste, su nombre figura todavía a día de hoy en el callejero de Bilbao, para denominar una pequeña plaza en el centro mismo de la villa. Esperemos que no lean esto los encargados de la purga del callejero y acaben quitándola también.
Adolfo González de Careaga Urquijo: asesinado el 4 de enero de 1937 en el asalto a las cárceles de Bilbao, como Juan Olazábal y Pedro Eguillor. Concretamente en los Ángeles Custodios. Tenía entonces 40 años. Fue también alcalde de Bilbao, como Balparda. Defensor a ultranza de la autonomía municipal, que siempre quiso ver salvaguardada, sobre todo con motivo de la elaboración del primer Estatuto Vasco, el elaborado por la Sociedad de Estudios Vascos y aprobado en Estella en 1931, para cuya preparación fue entrevistado, como consta en la tesis de Idoia Estornés.
Antonio Echevarría Albisu: asesinado en Oyarzun por la banda terrorista ETA el 24 de noviembre de 1975, a la edad de 33 años. Alcalde de Oyarzun y el alcalde más joven de Guipúzcoa, vascoparlante.
Víctor Legorburu Ibarreche: asesinado en Galdácano por la banda terrorista ETA el 9 de febrero de 1976, a la edad de 63 años. Alcalde de Galdácano, la gente llenó la iglesia con motivo de su funeral. Era una persona a la que se le apreciaba mucho en el pueblo. También vascoparlante. Luchó lo indecible ante las instancias oficiales en Madrid para conseguir un hospital para la zona, el actual Hospital de Usánsolo, pero desgraciadamente no pudo ver realizado en vida el resultado de sus desvelos.
Juan Mari Araluce Villar: asesinado en San Sebastián por la banda terrorista ETA el 4 de octubre de 1976, a la edad de 59 años. Nacido en Santurce, luchó denodadamente dentro del régimen franquista, al que pertenecía por ser miembro del Consejo Permanente de las Cortes y miembro del Consejo del Reino, por restaurar los conciertos económicos para Vizcaya y Guipúzcoa. Consiguió que el régimen aprobase un 7 de noviembre de 1975 (que aparecería en el BOE del 3 de diciembre), con Franco postrado por su enfermedad terminal y con don Juan Carlos como Jefe del Estado en funciones, un decreto “por el que se crea una Comisión para el estudio de la implantación de un régimen administrativo especial para las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa” que fue la antesala legal necesaria para devolverles a estas dos provincias el régimen de concierto económico suprimido por el decreto de 23 de junio de 1937. A finales del mismo mes de octubre de 1976 en que fue asesinado Juan Mari Araluce, concretamente el 30 de octubre de 1976, se aprobó el Real Decreto-Ley por el que se derogó dicho Decreto-ley de 23 de junio de 1937 (BOE del 6 de noviembre de 1976).
Javier Ybarra y Bergé: secuestrado y luego asesinado por ETA en el alto de Barazar, en Vizcaya, el 22 de junio de 1977, a los 63 años de edad. Fue presidente de El Correo Español-El Pueblo Vasco de Bilbao y El Diario Vasco de San Sebastián, alcalde de Bilbao y presidente de la Diputación Provincial de Vizcaya. Reivindicó, como Araluce, la recuperación del concierto económico para Vizcaya y Guipúzcoa, abolido por el franquismo desde su entrada en Bilbao en 1937. Fue un gran estudioso de la política vizcaína, como se refleja en su clásico Política nacional en Vizcaya, así como de la historia de la provincia a través de sus monumentos, escudos y personajes históricos. Su secuestro y posterior asesinato por la banda terrorista ETA conmocionó a la clase dirigente vasca, que ya venía profundamente afectada por los asesinados el año anterior. Ahí se inició un repliegue político e ideológico de la derecha vasca en todos los órdenes, que ha perdurado hasta hoy.
Augusto Guillermo Unceta Barrenechea, asesinado por la banda terrorista ETA el 8 de octubre de 1977, a la edad de 53 años. Era presidente de la Diputación de Vizcaya. Había sido alcalde de Guernica. Era dueño de la empresa de armas Astra. Con este asesinato, ETA cerraba el círculo del descabezamiento de la derecha vasca a la muerte de Franco, inhabilitando a este sector para una vida política normalizada al comienzo de la Transición.
Estos políticos fueron, como hemos dicho, las mejores cabezas de la derecha vasca y en algunos casos también española. Obras como El Estado nuevo de Pradera o En defensa de la Hispanidad, de Maeztu, sirvieron para orientar la política del régimen franquista en sus primeros años. Pero no tuvieron continuidad porque tanto Pradera como Maeztu, como el resto de los mencionados aquí, habían sido o fueron luego –al final de la dictadura– eliminados, de forma que la derecha en su conjunto dejó de tener la continuidad y la orientación necesarias para conformar una cultura política sólida, como sí ocurrió con el nacionalismo y el socialismo a la salida de la dictadura.
A partir de aquí todos los demás asesinatos de ETA entran en otra dinámica completamente distinta. La derecha está descabezada, pero los demás partidos no. En la siguiente fase de asesinatos a políticos, el tremendo daño que va a causar ETA lo hace ya sobre presupuestos muy diferenciados. Sigue asesinando mucho más a políticos de la derecha que del resto de formaciones, singularmente el PSE. Pero a este último no le afecta de igual manera porque no perdió la conexión con la época precedente, algo que les hubiera ocurrido si hubieran asesinado a un Rubial, por ejemplo, pero eso no pasó.
Para que no se me malinterprete mal o se piense que minusvaloro unos asesinatos sobre otros en función de la ideología, atiéndase solo a los datos. Fijémonos lo que asesinó ETA en la derecha y lo que hizo en la izquierda hasta por ejemplo el asesinato de Enrique Casas, del PSOE, el 23 de febrero de 1984 y que tanto impactó en la opinión pública, por tratarse del partido entonces en el gobierno. Hasta ese momento, quitando el asesinato de un militante del PSOE, Germán González López, 27 octubre 1979 en Villarreal de Urrechua, del ámbito ideológico de la derecha ETA había asesinado ya a las siguientes dieciséis personas:
Julio Martínez Ezquerro, 16 diciembre 1977, concejal Alianza Popular, Irún
Esteban Beldarrain Madariaga, 16 marzo 1978, exteniente alcalde Castillo-Elejabeitia
Pedro Garrido Caro, 23 diciembre 1978, San Sebastián, militante FE-JONS
José María Arrizabalaga Arcocha, 27 diciembre 1978, Ondárroa, Juventudes Tradicionalistas
Jesús Ulayar Liciaga, 27 enero 1979, exalcalde Echarri-Aranaz
José Antonio Vivó Undabarrena, 6 febrero 1979, exalcalde Olaberria
Jesús María Colomo Rodríguez, 22 julio 1979, camarero Círculo Tradicionalista Villafranca de Ordicia
Luis María Uriarte Alza, 5 octubre 1979, exalcalde de Vedia
Ramón Baglietto Martínez, 12 mayo 1980, Azcoitia, UCD
José Ignacio Ustarán Ramírez, 29 septiembre 1980, Vitoria, ejecutiva UCD
Carlos García Fernández, 7 octubre 1980, Éibar, FE de las JONS
Jaime Arrese Arizmendiarreta, 23 octubre 1980, exalcalde de Elgóibar, UCD
Juan de Dios Doval Mateos, 31 octubre 1980, San Sebastián, UCD
Vicente Zorita Alonso, 14 noviembre 1980, Santurce, Alianza Popular
Alberto López-Jaureguízar Poncela, 16 julio 1982, Algorta, Alianza Popular
Alberto Toca Echevarría, 8 octubre 1982, Pamplona, carlista
Como vemos, varios de ellos exalcaldes franquistas, siguiendo la estela del primer asesinato del alcalde de Oyarzun, Antonio Echevarría Albizu, en 1975, así como políticos de UCD y de Alianza Popular, más algún tradicionalista y de FE de las JONS.
Tras el asesinato de Enrique Casas, que marca un punto de inflexión, y después del asesinato de José Tomás Larrañaga Arenas, 31 diciembre 1984, Azcoitia, de UCD, se producen cinco asesinatos de personas de izquierdas o sindicalistas:
Vicente Gajate Martín, 17 octubre 1984, Rentería, PSE. María Teresa Torrano Francia, 28 abril 1987, Portugalete, PSOE. Félix Peña Mazagatos, 28 abril 1987, Portugalete, CCOO. José Luis Barrios Capetillo, 17 septiembre 1988, Santurce, socialista. Y Francisco Díaz de Cerio Gómez, 31 enero 1991, Bilbao, UGT
Pero todo vuelve a cambiar con otro par de asesinatos de derechas. El primero es el de Manuel Broseta Pont, 15 enero 1992, Valencia, UCD, pero sobre todo el punto lo marca el asesinato de Gregorio Ordóñez Fenollar un 23 de enero de 1995 en San Sebastián, cuando tenía 36 años. Gregorio Ordóñez significaba la recuperación de la derecha vasca, tímida, falta de bases, muy baqueteada en los años previos, pero que resurgía con fuerza en ese momento y además en San Sebastián, capital de Guipúzcoa, el territorio más castigado por el terrorismo de ETA.
El asesinato de Ordóñez fue el remache del clavo que volvía a hundir a la derecha vasca en el pozo de la inanidad, al que ya se la había enviado tras los asesinatos de los primeros años de la Transición, antes de la aprobación de la Constitución de 1978.
En 1996 tenemos los asesinatos de Fernando Múgica y de Francisco Tomás y Valiente, ambos de la órbita socialista.
En 1997 tenemos los de Miguel Angel Blanco y José Luis Caso ambos del PP.
En 1998 todos los políticos asesinados son del PP o de derechas en general: José Ignacio Iruretagoyena Larrañaga, de Zarauz, Alberto Jiménez Becerril y su mujer Ascensión García Ortiz en Sevilla, Tomás Caballero en Pamplona, de UPN, y Manuel Zamarreño, en Rentería, del PP.
Y con esto se acaba el siglo XX. Desde el asesinato de Ordóñez en 1995, fueron asesinados ocho políticos del PP por dos socialistas. A partir del 2000 y hasta el final de la trayectoria criminal de la banda terrorista ETA en 2011, los políticos asesinados son ocho socialistas y siete de derechas.
En 2000 son asesinados Fernando Buesa, José Luis López de la Calle, Juan Mari Jáuregui y Ernest Lluch, socialistas, mientras que del PP son: Jesús María Pedrosa, concejal de Durango, José María Martín Carpena, concejal de Málaga, Manuel Indiano, concejal de Zumárraga, José Luis Ruiz Casado, concejal de San Adrián del Besós (Barcelona) y Francisco Cano, concejal de Viladecavalls (Barcelona).
En 2001 son asesinados Florián Elespe, del PSE y Manuel Giménez Abad del PP y José Manuel Múgica de UPN. En 2002 es asesinado Juan Priede del PSE. En 2003 es asesinado Joseba Pagazaortundúa, del PSE. En 2008 es asesinado Isaías Carrasco, del PSE.
De gente del PNV solo he computado tres asesinatos desde el inicio de la Transición, dos ertzainas del partido, Joseba Goikoetxea y Ramón Doral y luego el empresario José María Korta.
El resultado, como decíamos, no puede ser más evidente. Sin minusvalorar la afección de los asesinatos sobre el PSE, sobre todo a partir del de Enrique Casas en 1984, ni tampoco los de los tres del PNV (todos son asesinatos injustificables), lo cierto es que hasta 1984 (con la excepción de Germán González en 1979) los únicos asesinatos sobre políticos por parte de ETA fueron sobre gente de derechas, y a partir de ese año pongamos que se equiparan los asesinatos de políticos de derecha con los de izquierdas (no merece la pena afinar cuando las diferencias son pequeñas). Pero más allá del número, que estamos hablando en todos los casos de gente vilmente asesinada, es la significación política de los asesinados, que en el caso de la derecha inciden de manera mucho más sensible y eficaz en su organización y posibilidades de futuro. En el PSE no asesinaron a nadie de la proyección y significación que en el PP tenía Gregorio Ordóñez. Con su desaparición en 1995 y sumada la escabechina anterior, la derecha quedó barrida del panorama político vasco a finales del siglo XX. Aquí se ha ejercido una eliminación política en toda regla de un sector ideológico que era el más importante del País Vasco a principios del siglo XX y que a finales de dicho siglo ha quedado esquilmado, arrasado, en definitiva, completamente descabezado y con muy difíciles posibilidades de recuperar la vigencia perdida.