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Sábado, 09 de Noviembre de 2024 Tiempo de lectura:

Pedro Carlos González Cuevas: “El PP es el partido más peligroso de España, por eso Vox es más necesario que nunca”

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Pedro Carlos González Cuevas es historiador y profesor titular de Historia de las Ideas Políticas y de Historia del Pensamiento Español en la UNED. Es, sin duda uno de los principales estudiosos de la historia de la derecha y el conservadurismo en España y experto en diferentes figuras como Ramiro de Maeztu, Charles Maurras, Carl Schmitt, Maurice Barrès, José Ortega y Gasset o Gonzalo Fernández de la Mora. Autor de obras imprescindibles como La razón conservadora, Vox. Entre el liberalismo conservador y la derecha identitaria o Antifascismo. Mitos y falsedades, recientemente acaba de publicar una monumental y magnífica Historia de la Derecha española, que es una obra única que investiga exhaustivamente todos los grupos y los partidos de derechas españoles, desde el conservadurismo más moderado hasta la derecha más extrema.

 

¿Cómo evalúa la situación política actual de España en comparación con otros momentos críticos de la historia contemporánea del país?; ¿Hasta qué punto el Gobierno de extrema-izquierda de Pedro Sánchez ha llevado el país, y sus instituciones, a una situación extrema?

 

La situación es de una gravedad extrema, a todos los niveles, pero principalmente en el ámbito político y social. La deriva autonómica lleva a la desaparición del Estado. El pacto de los socialistas con los secesionistas es, a medio plazo, suicida. Que se haya podido plantear el tema del cupo catalán y llegar a un acuerdo con los secesionistas de Esquerra es ya de por sí significativo de la deriva de los socialistas. El tema de la emigración resulta igualmente decisivo, porque nos jugamos nada menos que nuestra identidad como pueblo. Pero hay un problema aún más serio, y es el estatal. Es la ausencia de un Estado eficaz. Como señaló Dalmacio Negro Pavón y otros, entre ellos Karl Marx, el problema de la España contemporánea fue el de la ausencia de aparato estatal. Se ha hablado mucho, en ese sentido, del centralismo del régimen liberal, pero, como señaló Juan Pablo Fusi, se trataba de un centralismo legal, pero no real; lo que predominaba era el localismo. De ahí la emergencia de los nacionalismos periféricos y la presencia del anarquismo en las clases trabajadoras. La Restauración y la II República fracasaron por la ausencia de un Estado que nacionalizara a las masas e institucionalizara la reforma social. Como señaló Santos Juliá, el centralismo fue real durante el régimen de Franco, que fue la etapa histórica en que la sociedad española tuvo un auténtico Estado. La Transición y el funesto régimen político del 78 lo destruyeron. Y en eso estamos. La catástrofe actual, tanto de la epidemia de Covid-19 y la DANA en Valencia, en un país más o menos normal, debería servir para establecer un debate serio y racional sobre el Estado de las autonomías. Hace ya algunos años, el catedrático de Derecho Administrativo Ramón Parada, recientemente fallecido, señaló, en un artículo publicado en Revista de Occidente, su fracaso. En realidad, todos lo saben, pero nadie, salvo Vox, se atreve a abrir el melón, es decir, el debate. Los partidos hegemónicos no lo harán, Sus intereses creados son demasiado fuertes. Pero el problema está ahí; y tarde o temprano, habrá que decidir. La “solución” de las izquierdas es la confederación, antesala de la desaparición del Estado y, por ende, de la nación española. La derecha hegemónica no tiene ninguna alternativa, salvo la defensa del desorden establecido.

 

[Img #26794]Lo malo es que la mayoría de la sociedad española no parece ser consciente de esa situación. Esa mayoría parece estar alienada y entontecida por los medios de comunicación hegemónicos. La oposición hegemónica, es decir, el PP, carece de una táctica y una estrategia coherente hacia el gobierno de Pedro Sánchez. En algunos momentos, convoca manifestaciones contra la ley de amnistía, pero luego pacta con el gobierno. Denuncia las tendencias dictatoriales de Pedro Sánchez, pero luego dice estar abierto a pactos con él. El PP se encuentra dividido entre el centrismo difuso de Núñez Feijoo y la aparente nitidez opositora de Isabel Díaz Ayuso. Y digo aparente porque luego no se traduce en medidas y decisiones concretas. En realidad, el único proyecto claro del PP es acabar con Vox, cuya presencia en el campo político distorsiona su estrategia de aproximación a los nacionalistas del PNV y de Junts. Si llegase el poder con las manos libres, el PP de Feijóo no dudaría en pactar con los nacionalistas, aceptar como hechos consumados tanto la amnistía –esto en realidad ya lo ha hecho- y el cupo catalán. Ni por un momento se planteará revisar la actual legislación socialista. La asumirá, la trivializará y la administrará. Es su estilo. Y por supuesto, nada de políticas natalistas, de reformas en torno a la eutanasia y el aborto. O de derogación de la repugnante Ley de Memoria Histórica. Tampoco tiene posiciones claras sobre el tema de la emigración. Nada de nada.

 

El drama español es ese, la ausencia de una auténtica oposición. El PP es, en la práctica, el máximo aliado de los secesionistas y de la izquierda. Carece de proyecto político alternativo; sólo pretende administrar el desorden establecido.

 

Naturalmente, nada es eterno; y las cosas pueden cambiar. Como se ha visto en lo ocurrido en el conjunto de Valencia, y en particular en la localidad de Paiporta, la ira popular puede desbordarse ante la ineficacia del Estado autonómico. Porque no han sido sólo los efectos de la DANA, sino igualmente la gestión catastrófica de la epidemia de Covid-19. Lo que ocurre es que ésta última no ha salido a la luz, porque los partidos hegemónicos, PP y PSOE, y los secesionistas, tienen mucho que ocultar. En el fondo, se complementan. Son una sociedad de socorros mutuos.

 

En su opinión, ¿cómo evolucionará la actual situación política en los próximos meses?

 

La lógica de la situación actual parece llevar a un sistema político de carácter plurinacional, o confederal, basado en la alianza permanente entre el conjunto de las izquierdas y los secesionistas. Se intentará disfrazar de federal, pero irá mucho más lejos.

 

¿Cómo ve la evolución reciente de la derecha política en España? ¿Considera que ha habido un cambio significativo en las ideas y valores que ésta representa?

 

En parte, ya lo he señalado. El PP no es alternativa de nada. Siguiendo su tradición, se adaptará a la nueva situación, la trivializará y administrará. Sólo una alianza con Vox podría suponer alguna esperanza, pero es muy difícil. No son partidos complementarios, sino antagónicos en muchos aspectos. E insisto, el único proyecto claro del PP es acabar, como sea, con Vox. Yo diría que eso está tenebrosamente claro. Llegado el caso, el PP se adaptaría a la mueva situación plurinacional, desde posiciones posibilistas. Seguirá con su retórica de defensa de la unidad nacional, pero su práctica política concreta será la aceptación de los hechos consumados de los secesionistas y de las izquierdas. Incluso intentará integrar a los incautos de derechas –que son legión- en el nuevo orden político. Esa es su función. De hecho, el PP en varias regiones es ya un partido nacionalista, mejor dicho, particularista. De ahí las dificultades en pactar con Vox. Ahora vemos más claro que la decisión de Vox de abandonar los gobiernos de coalición con el PP fue muy acertada. Gracias a esta decisión, no se verá enfangado en la crisis valenciana. Nunca mejor dicho, lo de enfangado.

 

En su opinión, ¿qué papel juega o debería jugar la derecha española en el futuro político del país?

 

La de oposición sistemática a todo este proceso, elaborando un proyecto alternativo a la actual situación. Naturalmente, me refiero a Vox. Del PP no hay que esperar nada en ese sentido; más bien todo lo contrario.

 

¿Cómo evalúa la evolución de la izquierda en España en las últimas décadas? ¿Ha habido una verdadera renovación ideológica o, simplemente, se ha centrado en cuestiones coyunturales?

 

La izquierda española ha evolucionado a las posiciones de lo que Jean Bricmont denomina gauche moral. Tras el fracaso del socialismo real, ha abandonado los proyectos de transformación del capitalismo, y se ha pasado a la defensa de las minorías sexuales, la emigración, memoria histórica, feminismo radical, el antifascismo sin fascismo, etc.

 

[Img #26795]En comparación con el pasado, ¿qué diferencias observa en las estrategias y discursos de la izquierda española actual?

 

Cuando yo estudiaba en la Universidad, las reivindicaciones de las minorías, como los homosexuales, lesbianas, etc, eran calificadas, en las asambleas, como “burguesas”, algo que nada tenía que ver con los intereses reales de las clases trabajadoras. En cambio, hoy esas reivindicaciones están en el centro de sus proyectos políticos. De ahí la desafección de importantes núcleos obreros hacia los partidos de izquierda. Incluso las reivindicaciones feministas han sido trivializadas con las nuevas perspectivas de “género”.

 

¿Cree que existe alguna posibilidad de colaboración fructífera entre las izquierdas y las derechas (tal y como buscan algunos dirigentes del PP) en el futuro cercano?

 

Sinceramente, no lo veo. El PP puede buscarlas, pero, dadas las características de la actual izquierda socialista, tan sólo llevaría a la pérdida de posiciones. Pero del PP puede esperarse cualquier cosa.

 

¿Qué papel adjudicaría usted al PP y a Vox en el futuro de la política española? ¿Hay espacio para las dos formaciones?

 

En mi opinión, el PP es, hoy por hoy, el partido más peligroso de España, porque hegemoniza a un sector importante de la sociedad española llevándole por caminos inciertos. Su perspectiva es reactiva y, al mismo tiempo, adaptativa. Carece de proyecto; se guía por las encuestas. Desdeña la labor cultural. Su “centrismo” equivale a nihilismo doctrinal. De ahí que Vox sea más necesario que nunca. Debe haber espacio para Vox, porque de lo contrario la derecha desaparecerá. El PP no es una derecha de ideales, sino de intereses. No tendrá el menor problema en pactar con los secesionistas.

 

¿Qué papel juega o debería jugar la “sociedad civil” en la configuración del futuro político de España? ¿Es más activa o menos influyente en comparación con el pasado?

 

La sociedad civil la veo bastante inerte. La independencia de las asociaciones es más teórica que real. Dependen del Estado o de los partidos.

 

La crisis territorial en Cataluña sigue siendo un tema candente en la política española. ¿Cree que existe una salida viable a medio y largo plazo para este conflicto?

 

[Img #26796]Hoy por hoy, no veo ninguna solución; ni tan siquiera creo que exista. En esto, creo que Ortega y Gasset tenía razón. Hay que conllevarlo, pero ello no significa ceder en todo, como hacen los partidos hegemónicos, a las peticiones nacionalistas. Puede ser todo lo contrario. Sería interesante, históricamente hablando, un choque real con los nacionalistas y saber hasta dónde estarán dispuestos a llegar. Y, lo que es más importante, movilizar a los sectores catalanes antinacionalistas. A veces del conflicto pueden salir soluciones fructíferas. Lo primero que habría que hacer es desafiar la hegemonía nacionalista. Pero eso es todavía una utopía; y más con el PP.

 

¿Qué impacto está tenido la globalización en las políticas identitarias y territoriales en España? ¿Cree que refuerza las divisiones o puede ser una fuerza unificadora?

 

Sin duda, refuerzan las divisiones, porque debilita aún más al Estado. Y la emigración masiva destruirá las identidades nacionales.

 

¿Cree que el sistema político y las instituciones españolas están preparadas para enfrentar los grandes desafíos del futuro, como las crisis migratorias, los conflictos tecnológicos y digitales por los nuevos retos geopolíticos?

 

En modo alguno, nuestro sistema político está en vías de transformación, como ya he dicho, en un sentido confederal; y será completamente ineficaz a la hora de dar respuesta a todos esos retos a los que hace referencia. El Estado español será muy débil e incluso puede desaparecer.

 

Como historiador del pensamiento político, ¿cuáles son las figuras o corrientes del pasado que considera que podrían aportar ideas útiles para enfrentar la situación actual de España?

 

Destacaría las figuras de Carl Schmitt, John Gray, José Ortega y Gasset, Gonzalo Fernández de la Mora, Raymond Aron, Julien Freund, Chantal Mouffe, Dalmacio Negro Pavón, Roger Scruton, Gustavo Bueno, Alain de Benoist, Ramiro de Maeztu, etc.

 

¿Qué debería aprender la clase política y la sociedad española del estudio de la historia de las ideas y de las experiencias previas de conflictos en el país?

 

Veo a la clase política española actual muy reacia al estudio de la historia de las ideas o de la historia política. El PP las desdeña en absoluto, parece como si viniera a decir aquello de “lejos de nosotros la funesta manía de pensar”. El propio Feijóo ha señalado que le daban miedo los intelectuales de Vox. Durante algún tiempo, hubo, eso sí, políticos interesados en esas materias, como Manuel Fraga o Gonzalo Fernández de la Mora, pero eso ha dejado de estar vigente. Felipe González desdeñaba la reflexión política; era un pragmático. Pero supo seducir y comprar a los intelectuales de izquierda durante un tiempo. Creó lo que Max Fumaroli ha denominado “Estado cultural”. Pero los intelectuales de izquierdas eran muy mediocres. Enrique Tierno Galván fue un auténtico fraude intelectual. Hoy sus Obras Completas se venden a tres euros el tomo en la Cuesta Moyano de Madrid. La obra de José Luis López Aranguren es puramente coyuntural, y no ha dejado discípulos. Hoy por hoy, España es un auténtico páramo intelectual.

 

En 2025 se cumplirá el 50 aniversario del fallecimiento del anterior jefe del Estado español, Francisco Franco; ¿Cree que este hecho va a servir para que, para lo bueno y lo malo, el “franquismo” vuelva a estar en primera línea de la actualidad?

 

En mi opinión, sería muy saludable un auténtico debate histórico, como ha ocurrido en Italia con el fascismo; en Alemania, con el nacionalsocialismo; o en Francia, con la Revolución francesa. Sin embargo, España no está preparada para este tipo de debates. En primer lugar, por la mediocridad de la actual historiografía española. En segundo lugar, por la hegemonía absoluta ejercida en la totalidad del campo cultural español por el conjunto de las izquierdas. Una situación absolutamente no ya empobrecedora, sino obscena. Que la Ley de Memoria Democrática haya podido ser aprobada sin la menor oposición de la Universidad o de la Academia de la Historia es todo un diagnóstico de esta anómala situación. Incluso algunas universidades, en sus departamentos de Historia Contemporánea, lo apoyaron. Esa es la catadura moral e intelectual de la mayoría de los historiadores académicos españoles. Hablando con un miembro de la Real Academia de la Historia, le pregunté las razones de su silencio ante esa Ley, y me dijo que la institución dependía mucho del Estado y del gobierno. Nadie se ha escandalizado públicamente del proyecto gubernamental de acabar con la Fundación Francisco Franco, un auténtico atentado a la libertad de opinión y de expresión. ¿Dónde están los liberales? ¿No han leído a Stuart Mill? Siempre tan oportuno, el PP se ha sumado en esto como en casi todo a las izquierdas, dejando sólo a Vox. Ni por un momento, parecen ser conscientes de la gravedad de su decisión. Denuncian las veleidades dictatoriales de Sánchez y su caterva y luego se suman a sus medidas y proyectos. A lo mejor, son ellos sus próximas víctimas. Porque la libertad es indivisible, Una profesora de una universidad privada católica, me dijo que no habría ningún debate sobre Franco el año que viene. Ignoro si alguien publicará alguna biografía, pero, dado el contexto político y cultural, conjeturo que, si apareciera, sería acríticamente denigratoria, como la del epicénico y vulgar Paul Preston. No creo que saliera a la luz ninguna apología, que sería igualmente empobrecedora si es simplista, por miedo a las consecuencias de tipo político e incluso coercitivo. No me extrañaría que el mediocre Pío Moa publicara alguna de sus memeces, para ludibrio de las izquierdas. Tanto unos como otros, darán una visión caricaturesca de Franco y su régimen. Nada serio, vamos. Quizás me equivoque, pero creo que las cosas van por ahí. El cincuentenario de Franco servirá a la demonología, no a un debate racional. Lo cual es reflejo igualmente de un cierto miedo por parte de las elites políticas y culturales. Se quiera o no reconocer, el sistema demoliberal está en crisis; y van surgiendo alternativas, lo que hace unos años, cuando se predicaba el “Fin de la Historia”, parecía inverosímil. Ya no es así. La emergencia de democracias iliberales o abiertamente autoritarias, como China, abren un horizonte de expectativas que resulta alarmante para no pocos. En Italia, el mediocre escritor Antonio Scurati, autor de una serie de novelas sobre Mussolini y el fascismo, alienta un frente antifascista contra Meloni. Lo mismo ocurre es Alemania o Francia. Un debate serio sobre Franco y su régimen, podría poner de manifiesto las lacras de la actual situación política, porque no hay duda de la eficacia del régimen de Franco desde finales de los años cincuenta en materias de carácter social y económico. Ahora mismo se está hablando de ello con motivo de la catástrofe de la DANA en Valencia. Un debate historiográfico es igualmente un debate político sobre el porvenir de una nación. Y eso no interesa ni al PSOE y mucho menos al PP.

 

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