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Arturo Aldecoa Ruiz
Sábado, 16 de Noviembre de 2024 Tiempo de lectura:

E-1: der spanische U-Boot-Prototyp

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Hace 105 años comenzó la construcción en los Astilleros de Horacio Echevarrieta en Cádiz, que dirigía mi abuelo, del E-1, el submarino más moderno de su época.

 

Un magnate de otra época

 

El empresario bilbaíno Horacio Echevarrieta, hoy casi olvidado, fue una figura política y económica clave en la Vizcaya de comienzos del siglo XX.

 

Echevarrieta no solo era uno de los principales hombres de negocios de España y a la vez tres veces Diputado a Cortes por la conjunción republicano socialista, sino una personalidad liberal muy respetada y elogiada por su gestión de temas vascos tan delicados como la quiebra del Crédito de la Unión Minera o la renovación en 1926 de los Conciertos Económicos, por la que las tres Diputaciones Provinciales le homenajearon en Guernica.

 

El sueño de una Krupp española

 

Pero, más allá de la política, la ambición de Echevarrieta miraba lejos. Quería construir un  gran conglomerado industrial y tecnológico.  En 1917, en plena primera guerra mundial, vendió sorpresivamente sus buques y adquirió los astilleros Vea-Murguía de Cádiz que, tras ser modernizados, fueron la piedra angular de su proyecto empresarial.

 

Para Echevarrieta la guerra demostraba la creciente importancia del arma submarina, de los torpederos, de la aviación y de los buques capaces de acogerla, además del papel clave que jugarían en el futuro los nuevos tipos de motores de aviación. Y había que entrar en el negocio de su desarrollo.

 

Echevarrieta quería llegar a ser el único suministrador del material de guerra que necesitara la Marina española. Pero para lograrlo, debía enfrentarse a los intereses armamentísticos británicos en España, ya que el país dependía principalmente de la tecnología de la empresa inglesa Vickers, con muy buenos contactos en el poder.

 

En busca de un socio tecnológico

 

Echevarrieta, personalmente un liberal aliadófilo en la Gran Guerra  y que apreciaba a Gran Bretaña,  precisaba para alcanzar su deseo un aliado tecnológico que superara a los británicos. Y en la Europa de entonces solo había uno: Alemania.

 

En 1919 en Versalles, Alemania fue humillada: se le quitó gran parte de su territorio, todo su imperio colonial y sus fuerzas armadas fueron reducidas a la mínima expresión.

 

Pero lo peor llegó con el pago de las indemnizaciones de guerra a los vencedores. La maltrecha economía germana sufrió una hiperinflación que la hundió en el caos.

 

El miedo a no cobrar las indemnizaciones hizo que Francia y Bélgica ocuparan la región del Ruhr, el corazón industrial de Alemania.

 

Ello dio fuerza a los sectores partidarios de reforzar de cara al futuro el poder de Alemania, que seguía siendo el país del mundo más desarrollado científica y tecnológicamente.

 

Si antes de 1923 existían ya secretamente planes para ello, tras la nueva humillación sufrida en el Ruhr, la reconstrucción del ejército alemán se convirtió en una prioridad incluso para los gobiernos democráticos de la República de Weimar.

 

Echevarrieta tenía desde mucho antes relaciones con empresas británicas y, a la vez, mantenía contactos con empresas alemanas como la Krupp, además de con firmas relacionadas con la tecnología de motores.

 

El interés de Echevarrieta por los motores le había llevado a autorizar desde 1924 a mi abuelo, el ingeniero bilbaíno Juan Antonio Aldecoa Arias, Director durante diez años de los Astilleros de Cádiz, el estudio de nuevos tipos de aviones.

 

Los trabajos técnicos se orientaron, por ejemplo, hacia el diseño de motores a reacción, aviones cohete y de despegue vertical y otros desarrollos. Demasiado  avanzados y complejos  para su época, algunos se materializaron décadas más tarde en los cielos de Europa. Pero esa es otra historia.

 

El personaje más respetado

 

Tras la mediación de Echevarrieta en el rescate de los soldados españoles capturados en 1923 por Abd el Krim, el empresario estaba en su cénit de popularidad. No solo se veía reconocido, sino que encabezaba los negocios más innovadores de España: Saltos del Duero (luego Iberduero), Iberia, Cementos Portland Iberia, concesiones de saltos de agua, de cotos mineros y madereros, ferrocarriles, desarrollos urbanos, telecomunicaciones, petroleras... Era el hombre del momento.

 

Llegan los alemanes

 

En su visita a Madrid en 1926, el capitán de corbeta y agente especial de la marina alemana Willhelm Canaris, que se hará célebre años después como Almirante de la Kriegsmarine y Jefe de la Abwehr, servicio de espionaje alemán, vino a España a buscar un hombre rico, con contactos, con iniciativa y sin miedo al riesgo.

 

¿Para qué lo necesitaba?

 

A comienzos de los años veinte, la marina alemana bajo cuerda había fundado en Holanda los astilleros I.v.S. que, envueltos en una apariencia de normalidad, se especializaron secretamente en diseñar submarinos, algo que era un incumplimiento del Tratado de Versalles.

 

Por ello, los alemanes necesitaban construirlos “discretamente” en países neutrales donde encontraran  socios con astilleros modernos. España era una de las posibilidades.

 

“Este es nuestro hombre”

 

En su visita, Canaris tomó nota del posiblemente mejor socio para el rearme alemán: según el informe que envió a Berlín, “Podemos servirnos de los planes” navales ”del Gobierno Español para construir aquí nuestros prototipos y probarlos en su armada. Para ello tengo al que puede ser nuestro hombre”, Horacio Echevarrieta”.

 

Invitado a Berlín, Echevarrieta, acompañado por Canaris y  Walter Lohmann, figura clave en el rearme alemán, acudió a una reunión en el almirantazgo, en presencia de varios ministros y del propio Canciller del Reich.

 

Rápidamente se planteó por los alemanes la cuestión: “Ustedes ya conocen nuestras industrias, nuestros ingenieros, la superioridad de los diseños alemanes se han visto en todos los mares del mundo. Ahora buscamos un socio para construir nuevos barcos”.

 

Era la oportunidad de su vida y Echevarrieta no lo dudó: “Entonces han acertado. Tengo el mejor astillero y como ustedes ya saben, los mejores contactos en España... Estoy contento de construir en Cádiz las naves más eficaces y modernas: sus submarinos”.

 

Con el Rey y Primo de Rivera

 

Poco después, Echevarrieta aprovechaba una visita a su finca malagueña del Rey y del Dictador Primo de Rivera y organizaba una cena, a la que invitó al propio Canaris y a su colaborador Eberhard Messerschmitt.

 

Tras explicar el asunto, se concluía que podía interesar al Gobierno español encargar la compra de un amplio número de unidades, pero Alfonso XIII ponía una condición: antes de comprar nada, el submarino debía probarse y cumplir los requisitos que se fijaran.

 

Era necesario, por lo tanto, construir primero un prototipo. Acababa de nacer el futuro E-1.

 

Además, Echevarrieta recibía el encargo de crear con tecnología alemana la Fábrica Nacional de Torpedos junto a sus Astilleros de Cádiz y fabricar 1.000 unidades de torpedos en los siguientes años. Con el rearme de la Armada, el monopolio de armamento parecía estar cerca.

 

La construcción del submarino

 

Tras acordarse con Berlín los aspectos contractuales, meses más tarde comenzarían a llegar a Cádiz como apoyo ingenieros alemanes. Los planos y piezas para montar el submarino serían remitidos por I.v.S. desde Rotterdam.

 

Para reforzar el optimismo de Echevarrieta, a finales de 1928 el nuevo Ministro de Marina encargaba 12 unidades del submarino, siempre que el prototipo cumpliera las condiciones fijadas. Todo parecía encarrilado.

 

En marzo de 1929 comenzaba finalmente la construcción y se colocaba la quilla.

 

A pesar de los vaivenes políticos y del comienzo de la Gran Depresión, en 1930 y en poco más de un año, el submarino estaba terminado. Echevarrieta lo bautizaba con la primera letra de su apellido, E-1.

 

El 22 de octubre de 1930, con toda la sociedad gaditana presente y con solo dos ausencias notables, la del General Primo de Rivera (ya fallecido) y la de Alfonso XIII, que visitaría el submarino cinco días más tarde, se procedía a la botadura.

 

Pero la botella de champán rebotó sin romperse sobre el casco, un mal presagio.

 

Éxito de las pruebas

 

El submarino realizaba por fin sus pruebas en alta mar en mayo de 1931, navegando bajo bandera mercante española con tripulación alemana y al mando del héroe de la guerra naval submarina alemana  en la Gran Guerra Capitán Lothar von Arnauld de la Perière.

 

Las pruebas resultaron plenamente satisfactorias al superarse incluso en un nudo los requisitos de velocidad máxima en superficie y en inmersión. Con 968 toneladas de desplazamiento en inmersión, dos motores Diesel de 1400 CV y dos eléctricos, seis tubos lanzatorpedos, un cañón de 105 mm y un antiaéreo de 20 mm, el E-1 era un submarino de tipo oceánico que aventajaba a todos los submarinos de su tiempo.

 

En teoría, al cumplirse con los requisitos exigidos, la Marina española debía encargar varias unidades, pero nada resultó como estaba previsto.

 

El triste final de un proyecto

 

En abril de 1931 se proclamó en España la República.  El nuevo régimen, que se declaraba pacifista, decidió seguir confiando en la tecnología británica, seguramente tras las oportunas “gestiones” de Londres en las altas esferas del poder.

 

Por ello, la República rechazó la tecnología militar de la Alemania de Weimar, que también era entonces un estado democrático. Y, en consecuencia, abandonó al republicano Echevarrieta, que fue dejado a suerte por sus compañeros ideológicos Indalecio Prieto y Manuel Azaña, con la excusa de ser un empresario.

 

Debido a estos juegos malabares políticos la República  renunció a realizar el pedido de las unidades de un submarino de tecnología alemana que ya habían probado y era, sin duda, la mejor opción para la Armada española.

 

Echevarrieta ni siquiera consiguió vender el prototipo E-1 a España y, acuciado sus necesidades económicas y su situación personal, aceptó malvender la nave a Turquía en 1935, que la rebautizó como “TCG Gür” y la dotó de una tripulación casi toda alemana. El E-1 sirvió en la armada turca hasta 1947.

 

Vencedores y vencidos

 

Fracasados sus planes de hacerse con el monopolio del armamento en España, anulado el encargo de la Fábrica de torpedos, en crisis muchos de sus negocios y muy afectadas sus finanzas, Echevarrieta fue perdiendo protagonismo, aunque aguantó como pudo al frente de los Astilleros de Cádiz, su gran esperanza para relanzar sus proyectos, hasta que el régimen franquista se los expropió en 1951.

 

Una oportunidad tecnológica perdida

 

¿Quién ganó con este resultado? Claramente Alemania, pues construyó y probó en España su submarino más moderno, el prototipo de los U-Boot de las series IA y VII, la base de su futura guerra submarina de la Segunda Guerra Mundial con las temibles “manadas de lobos” que dominaron los mares.

 

¿Quién perdió? Además de Echevarrieta, la República Española, pues desperdició la oportunidad de disponer de los submarinos  más modernos del mundo en su época y el impulso tecnológico que suponían.

 

Además, si varios de estos submarinos hubieran estado disponibles en 1936, la República podría haber conservado el control de las costas españolas y la guerra civil quizás no hubiera tenido lugar, o su desenlace sido distinto.

 

Gracias a la ceguera y sectarismo de Prieto y Azaña, nunca lo sabremos.

 

(*) Arturo Aldecoa. Apoderado de las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019

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