Una reseña de Giovanni Sessa
Los escritos redescubiertos de Adriano Romualdi
Adriano Romualdi
Siempre cercano a Julius Evola, se graduó en la Universidad de la Sapienza un domingo por la mañana, discutiendo semiclandestinamente una tesis sobre los autores de la revolución conservadora alemana, bajo la dirección de Renzo De Felice y con el ponente Rosario Romeo.
Adriano Romualdi es uno de los nombres más significativos de la derecha cultural italiana. Hijo de Pino, uno de los principales protagonistas del fascismo y el neofascismo, participó desde muy joven en el debate que animó la vida del MSI desde dentro. Activo en Giovane Italia y el Fuan, dio vida a varios clubes juveniles, entre ellos el «Gruppo del Solstizio». A mediados de los años sesenta, se licenció discutiendo, semiclandestinamente, un domingo por la mañana, una tesis sobre los autores de la revolución conservadora alemana en la Universidad de la Sapienza, cuyo director y coponente eran Renzo De Felice y Rosario Romeo. Siempre cercano a Evola, a quien frecuentaba en su casa de Corso Vittorio Emanuele, se le considera el único verdadero discípulo del «Maestro que no quería discípulos». Fue ayudante de Giuseppe Tricoli, historiador contemporáneo de la Universidad de Palermo. Como alguien «querido por los dioses», tuvo la suerte de morir con sólo treinta y tres años, el 12 de agosto de 1973, a consecuencia de un accidente de coche. Como testimonio de su profunda cultura, sus libros siguen vivos. Entre ellos, la primera biografía de Evola.
La antología de los escritos redescubiertos de Adriano Romualdi
Una recopilación de sus artículos y ensayos (67 en total, publicados en diversas revistas entre 1957 y 1973), titulada Scritti ritrovati (Escritos redescubiertos), ya está disponible en las librerías gracias a Arya. El volumen incluye un prólogo de Gianfranco de Turris, amigo personal de Adriano, y una introducción contextual del editor Alberto Lombardo, uno de los mayores exégetas de la obra de Romualdi (para encargar: [email protected], pp. 312, 29,00 euros). El texto se acompaña de un amplio dossier fotográfico y se cierra con un apéndice que recoge una entrevista con de Turris para Intervento y otros dos artículos del joven investigador. Los primeros artículos se publicaron en la revista estudiantil romana Le corna del diavolo, dirigida por Franco Pintore. Franco Pintore era investigador contratado en la Universidad de Pavía. Trabajó en filología egeo-anatolia y cultivó un profundo interés por el esoterismo y la Tradición. Estos campos de investigación le unieron al joven Romualdi. Los artículos de Romualdi, algunos firmados con su propio nombre, otros bajo seudónimo, tratan temas muy diversos: de Thomas Mann a Spengler, del Ulises de Joyce a la reseña de una obra de Oswald Mosley.
Entre los más importantes, desde un punto de vista teórico, figuran los cuatro escritos titulados Perspectivas. Tratan de la Tradición europea que, para él, se divide en cuatro momentos: los arios, Hellas, Roma y la Edad Media como punto medio de la civilización europea. Temas que, como señala Lombardo, serían un «work in progress» durante toda la vida de Adriano, pues resulta que en los dos años 1965-1966, este trabajo dio lugar a tres cursos de formación FUAN-Caravella titulados «Documentos para una visión del mundo» (p. 31). Dos números de la revista presentan en portada dibujos que, como mínimo, podrían haberse inspirado en las ideas de Romualdi, en particular el de abril de 1961, que recuerda Chevaucher le Tigre de Evola, publicado ese mismo año. Cinco, en cambio, son escritos que Adriano publicó en Il Conciliatore de Milano, gloriosa publicación fundada en 1818 por Pellico y Berchet y retomada por Carlo Peverelli en 1952. Tres de los escritos de Romualdi «tratan de la Segunda Guerra Mundial [...] uno sobre la edición crítica de Nietzsche, otro sobre la segunda edición de Chevaucher le Tigre» (p. 34).
Su contribución a L'Italia che scrive, periódico fundado en 1918 por Angelo Fortunato Formiggini, fue más importante. Incluye escritos sobre la filosofía de Nietzsche, reseñas de obras de Huizinga, Cantimori y Gibbon, y el largo texto I settant' anni di Julius Evola. El artículo dedicado a Wagner también adopta un enfoque claramente evoliano: el músico es criticado en términos nietzscheanos y evolianos. Es interesante la monografía fotográfica del Touring Club Italiano dedicada al paisaje del Lacio, que Adriano creía profundamente animado, como ya había comprendido Bachofen, por los antiguos potestatos divinos. Igualmente importantes son los ensayos aparecidos en Pagine Libere, revista dirigida por Vito Panunzio y publicada por Volpe. En ella se publicó el ensayo Idee per una cultura di Destra. Romualdi se distanció de la nostalgia patriótica del MSI.
En el apéndice, el lector encontrará la decisiva distancia tomada por la dirección de la revista respecto a las posiciones expresadas sobre el tema por Adriano, confirmando la estrecha cerrazón cultural de la clase dirigente del MSI, a años luz de las tesis de Evola y Romualdi. Occidente y el Occidentalismo se encuentran en el corazón de la comprensión del mundo de Adriano. A través de estos escritos, el joven erudito demuestra que es consciente de la necesidad de despertar a los europeos para que redescubran las raíces sagradas del continente.
Hay que señalar que Romualdi, a diferencia de Thiriart y Jeune Europe, se dejaba llevar por un realismo político que le hacía considerar «un puro deseo pensar en liberarse [...] de la defensa armada americana» (p. 39), lo que le habría indignado del comunismo en marcha. También aquí Adriano se adhiere a las posiciones evolianas. El libro incluye también los escritos de Romualdi sobre Cavour (dos de ellos históricos), La Torre (tres, entre ellos uno póstumo) y La Destra (tres artículos significativos, entre ellos uno sobre las corrientes políticas alemanas activas desde 1918 hasta el advenimiento del nazismo), así como los de L'Italiano, tribuna libre de la derecha cultural. Destacan especialmente sus escritos sobre las manifestaciones estudiantiles, que demuestran que comprendía que el «carnavalesco sesenta y ocho» pretendía silenciar la Tradición.
Scritti ritrovati nos permite reconstruir el breve pero intenso itinerario de Romualdi. Lombardo nos recuerda que Adriano, como Locchi, superó los límites del «tradicionalismo», creyendo que el pensamiento debía soportar el peso de la confrontación con la modernidad. Este es el momento más importante de su legado. La reivindicación de Europa como nación, aunque atemperada por el realismo político, sigue siendo, en nuestra opinión, la parte más débil de su propuesta. Europa es ontológicamente plural. En palabras de Andrea Emo, es un «país crepuscular», un laboratorio aún en fase de experimentación. Dentro de ella, cualquier estancamiento o modelado político del mundo, en la medida en que se expone a lo trágico, quintaesencia de la vida, debe ser trascendido en el incipit vita nova, en un Nuevo Comienzo.
Nota: Cortesía de Euro-Synergies

Siempre cercano a Julius Evola, se graduó en la Universidad de la Sapienza un domingo por la mañana, discutiendo semiclandestinamente una tesis sobre los autores de la revolución conservadora alemana, bajo la dirección de Renzo De Felice y con el ponente Rosario Romeo.
Adriano Romualdi es uno de los nombres más significativos de la derecha cultural italiana. Hijo de Pino, uno de los principales protagonistas del fascismo y el neofascismo, participó desde muy joven en el debate que animó la vida del MSI desde dentro. Activo en Giovane Italia y el Fuan, dio vida a varios clubes juveniles, entre ellos el «Gruppo del Solstizio». A mediados de los años sesenta, se licenció discutiendo, semiclandestinamente, un domingo por la mañana, una tesis sobre los autores de la revolución conservadora alemana en la Universidad de la Sapienza, cuyo director y coponente eran Renzo De Felice y Rosario Romeo. Siempre cercano a Evola, a quien frecuentaba en su casa de Corso Vittorio Emanuele, se le considera el único verdadero discípulo del «Maestro que no quería discípulos». Fue ayudante de Giuseppe Tricoli, historiador contemporáneo de la Universidad de Palermo. Como alguien «querido por los dioses», tuvo la suerte de morir con sólo treinta y tres años, el 12 de agosto de 1973, a consecuencia de un accidente de coche. Como testimonio de su profunda cultura, sus libros siguen vivos. Entre ellos, la primera biografía de Evola.
La antología de los escritos redescubiertos de Adriano Romualdi
Una recopilación de sus artículos y ensayos (67 en total, publicados en diversas revistas entre 1957 y 1973), titulada Scritti ritrovati (Escritos redescubiertos), ya está disponible en las librerías gracias a Arya. El volumen incluye un prólogo de Gianfranco de Turris, amigo personal de Adriano, y una introducción contextual del editor Alberto Lombardo, uno de los mayores exégetas de la obra de Romualdi (para encargar: [email protected], pp. 312, 29,00 euros). El texto se acompaña de un amplio dossier fotográfico y se cierra con un apéndice que recoge una entrevista con de Turris para Intervento y otros dos artículos del joven investigador. Los primeros artículos se publicaron en la revista estudiantil romana Le corna del diavolo, dirigida por Franco Pintore. Franco Pintore era investigador contratado en la Universidad de Pavía. Trabajó en filología egeo-anatolia y cultivó un profundo interés por el esoterismo y la Tradición. Estos campos de investigación le unieron al joven Romualdi. Los artículos de Romualdi, algunos firmados con su propio nombre, otros bajo seudónimo, tratan temas muy diversos: de Thomas Mann a Spengler, del Ulises de Joyce a la reseña de una obra de Oswald Mosley.
Entre los más importantes, desde un punto de vista teórico, figuran los cuatro escritos titulados Perspectivas. Tratan de la Tradición europea que, para él, se divide en cuatro momentos: los arios, Hellas, Roma y la Edad Media como punto medio de la civilización europea. Temas que, como señala Lombardo, serían un «work in progress» durante toda la vida de Adriano, pues resulta que en los dos años 1965-1966, este trabajo dio lugar a tres cursos de formación FUAN-Caravella titulados «Documentos para una visión del mundo» (p. 31). Dos números de la revista presentan en portada dibujos que, como mínimo, podrían haberse inspirado en las ideas de Romualdi, en particular el de abril de 1961, que recuerda Chevaucher le Tigre de Evola, publicado ese mismo año. Cinco, en cambio, son escritos que Adriano publicó en Il Conciliatore de Milano, gloriosa publicación fundada en 1818 por Pellico y Berchet y retomada por Carlo Peverelli en 1952. Tres de los escritos de Romualdi «tratan de la Segunda Guerra Mundial [...] uno sobre la edición crítica de Nietzsche, otro sobre la segunda edición de Chevaucher le Tigre» (p. 34).
Su contribución a L'Italia che scrive, periódico fundado en 1918 por Angelo Fortunato Formiggini, fue más importante. Incluye escritos sobre la filosofía de Nietzsche, reseñas de obras de Huizinga, Cantimori y Gibbon, y el largo texto I settant' anni di Julius Evola. El artículo dedicado a Wagner también adopta un enfoque claramente evoliano: el músico es criticado en términos nietzscheanos y evolianos. Es interesante la monografía fotográfica del Touring Club Italiano dedicada al paisaje del Lacio, que Adriano creía profundamente animado, como ya había comprendido Bachofen, por los antiguos potestatos divinos. Igualmente importantes son los ensayos aparecidos en Pagine Libere, revista dirigida por Vito Panunzio y publicada por Volpe. En ella se publicó el ensayo Idee per una cultura di Destra. Romualdi se distanció de la nostalgia patriótica del MSI.
En el apéndice, el lector encontrará la decisiva distancia tomada por la dirección de la revista respecto a las posiciones expresadas sobre el tema por Adriano, confirmando la estrecha cerrazón cultural de la clase dirigente del MSI, a años luz de las tesis de Evola y Romualdi. Occidente y el Occidentalismo se encuentran en el corazón de la comprensión del mundo de Adriano. A través de estos escritos, el joven erudito demuestra que es consciente de la necesidad de despertar a los europeos para que redescubran las raíces sagradas del continente.
Hay que señalar que Romualdi, a diferencia de Thiriart y Jeune Europe, se dejaba llevar por un realismo político que le hacía considerar «un puro deseo pensar en liberarse [...] de la defensa armada americana» (p. 39), lo que le habría indignado del comunismo en marcha. También aquí Adriano se adhiere a las posiciones evolianas. El libro incluye también los escritos de Romualdi sobre Cavour (dos de ellos históricos), La Torre (tres, entre ellos uno póstumo) y La Destra (tres artículos significativos, entre ellos uno sobre las corrientes políticas alemanas activas desde 1918 hasta el advenimiento del nazismo), así como los de L'Italiano, tribuna libre de la derecha cultural. Destacan especialmente sus escritos sobre las manifestaciones estudiantiles, que demuestran que comprendía que el «carnavalesco sesenta y ocho» pretendía silenciar la Tradición.
Scritti ritrovati nos permite reconstruir el breve pero intenso itinerario de Romualdi. Lombardo nos recuerda que Adriano, como Locchi, superó los límites del «tradicionalismo», creyendo que el pensamiento debía soportar el peso de la confrontación con la modernidad. Este es el momento más importante de su legado. La reivindicación de Europa como nación, aunque atemperada por el realismo político, sigue siendo, en nuestra opinión, la parte más débil de su propuesta. Europa es ontológicamente plural. En palabras de Andrea Emo, es un «país crepuscular», un laboratorio aún en fase de experimentación. Dentro de ella, cualquier estancamiento o modelado político del mundo, en la medida en que se expone a lo trágico, quintaesencia de la vida, debe ser trascendido en el incipit vita nova, en un Nuevo Comienzo.
Nota: Cortesía de Euro-Synergies