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Elena García
Martes, 03 de Diciembre de 2024 Tiempo de lectura:

¿Qué es la mujer nueva para el hombre de hoy?

Me atrevería a decir que muy poco. Menos que en otros tiempos. Alguien con quien gozar sin compromisos, sin sobresaltos, que es lo que se promueve hoy. Es algo que se prueba y se consume. He aquí las manifestaciones de un amante ocasional, comunicador famosillo, publicadas por él mismo en un periódico de tirada nacional:

 

      “Recuerdo el dolor de aquella chica, su sensación de haber perdido algo. Recuerdo los meses que pasó intentando recuperarse de la decisión. Para hacerlo no hubo dudas: teníamos veinte pocos y estábamos estudiando, ninguno de los dos tenía la más mínima gana de convertirse en padre. Ahora que cada cual lleva su vida, miramos atrás. La decisión fue correcta. El dolor de aquella chica valió la pena. Ya habrá tiempo para ella. Ya habrá tiempo para mí.”

 

No habrá tiempo para el niño al que no se permitió nacer. Quizás ella alguna vez recuerde el hijo que tuvo dentro, él no tendrá esa clase problemas. El dolor era de la chica claro. A él no le afectaba. La que tenía sensación de haber perdido algo era ella. Él no, por supuesto. Ella pasó meses intentando recuperarse de la decisión de haber eliminado a su hijo. La decisión fue correcta… para que sobre todo él no tuviese ataduras ni compromisos o un hijo por ahí perdido. Su dolor, el de ella, valió la pena… ¡para liberarle a él de toda responsabilidad y compromiso! Por supuesto que no llega a reparar en ese futuro ser con un programa humano en desarrollo, que algún día se habría convertido en un hombre ordinario o en un Steve Job cualquiera, es igual. Carne de aborto. Simplemente carne. Pero ya se sabe, la mujer decide sobre su cuerpo o la ayudan a decidir, unas veces la pareja, y otras las feministas radicales. Y naturalmente todos tienen derecho al cuerpo de aquel a quien no se deja nacer; porque sí, aunque minúsculo, este también tenía cuerpo.

 

¿Es el hombre nuevo o simplemente el hombre, el de siempre? Solo que ahora ya no tiene ataduras morales, no tiene compromisos ni atiende a sermones; que puede manifestarse sin sentimiento de culpa alguna -así se lo han enseñado en las clases de Valores Éticos. En todo caso, de lo que hay que preocuparse es de los niños del tercer mundo y de los que vienen en pateras. Lo cual no nos exige nada en principio -o al menos eso se creen- alguien se hará cargo de ellos, la sociedad, el estado, alguna ONG; en realidad resulta muy cómodo. Y por encima de todo lo que está es su EGO-ismo. Sus derechos.

 

Así pues, la mujer nueva se desembaraza para hacerle más fácil la vida al hombre de siempre.

 

“Y de lo que había hecho por mí no me enteré hasta más tarde, no por ella, sino por una de sus amigas: Helene, que se había quedado embarazada (…) había abortado en Inglaterra para que (yo) no padeciera una nueva depresión ante aquella noticia (…) ¿Hay algún sacrificio comparable?”. Son las palabras del propio filósofo Altusser (El porvenir es largo, p. 49. 1992)

  

Se llamaba Helene, Helene Legothier, compañera de uno de los más prestigiosos filósofos franceses, marxista, abanderado del feminismo, ¡cómo no!; gloria de Francia y de la intelectualidad progresista hacia-no-se-sabe-dónde. Ella, mujer “liberada”, comunista y feminista, que le apoyó en sus momentos más difíciles y sacrificó sus proyectos por él   - ¿a pesar de ser feminista? sí, a pesar de ser feminista-, nunca tendría hijos y nunca podría salir de aquella soledad en compañía que marcó su vida. Ninguneada y vejada por las constantes infidelidades de su pareja; expulsada del partido comunista, sin que el moviese un dedo para defenderla. Finalmente acabaría estrangulada por aquel “intelectual progresista” a quien había dedicado su vida. Cuando después de décadas soportando sus depresiones y miserias le dice que ya no aguanta más y que se va, que deja aquella vida de tormento, entonces es asesinada como tantas vulgares sufridoras víctima del “machismo”, pero en este caso por un “liberador”. Y no solo eso, sino que los liberadores apoyaron al asesino ¿machista? En su entierro no hubo minutos de silencio, ni lacitos. Se hizo “a toda prisa y sin ninguna ceremonia porque por todos los círculos parisinos existía un consenso firme que convertía a Althusser en la víctima de la vieja bruja que siempre martirizó al bello y sabio filósofo hasta poco menos que obligarle a estrangularla.”[1] Además se dicta una sentencia de homicidio como Reacción Confuso-Onírica, en vez de catalogarlo como el típico crimen pasional en que ante el temor de perder al objeto ¿amado?, subyugado, más bien, el gran hombre reacciona como tantos y tantos vulgares “machistas”.

 

Cómo explicar esta relación de sometimiento entre dos personas liberadas y sin prejuicios machistas. Tenemos aquí dos interrogantes importantes, ¿no será que siempre hay uno que es más generoso, más entregado -independientemente de las ideas- que con frecuencia es la mujer, pero también puede ser el hombre? ¿no será que la naturaleza aflora y a la postre es la mujer la que queda desprotegida cuando ya no rigen aquellas leyes del heteropatriarcado? El otro interrogante es ¿por qué aplican diferentes criterios las ideólogas y los ideólogos de género a la hora de juzgar los crímenes? Todos los crímenes de mujeres a manos de sus parejas son machistas según tal ideología, pero de repente algunos no lo son si se trata de ideólogos de su cuerda. ¿Verdaderamente se quiere liberar a la mujer? 

      

¿Qué explicación podemos encontrar al hecho de que alrededor de 100.000 personas al año mantengan relaciones sexuales sin tomar medidas anticonceptivas, en una época en que todo el mundo en las sociedades occidentales ha sido informado por activa y por pasiva de cómo evitar embarazos indeseados? ¿No tenían preservativos a mano? Porque lo cierto es que se expenden en cualquier sitio y a precios asequibles para todo el mundo. ¿No podían esperar a comprarlos en el sitio más próximo? ¿No hay nada racional en el hecho sino el puro deseo? ¿El? ¿Ella? ¿Los dos? O quizás porque a veces se da la imposición de “si no me das lo que quiero me voy con otra”. Parece más lógico pensar que es él quien fuerza la relación, ya que la que más arriesga es ella con un embarazo no deseado, a veces a edades muy tempranas (el 40% de las mujeres que abortan tienen menos de 25 años), y que el aborto puede dejar también secuelas físicas. Y el caso es que la mayoría de las mujeres que abortan entre 20 y 24 años no se puede decir que estén desinformadas. Así pues, no es difícil llegar a la conclusión de que la mujer sigue siendo la perdedora con la “liberación sexual”. Claro que para las feministas sería un insulto pensar que el ardor y la importancia que tiene el sexo para ellas sea inferior al de ellos, aunque la psico-neurología diga otra cosa. Véase el ensayo de L. Brizendine, El cerebro femenino, donde se señala con toda claridad la diferencia entre hombres y mujeres en la forma de vivir la sexualidad, consecuencia de las diferencias hormonales y neuronales.         

    

Desde luego la sexualidad de hombres y mujeres no es igual, por mucho que se empeñen en repetir y fomentar, sin aducir razones, las feministas. Una prueba de ello, que la experiencia nos ofrece en todos los tiempos y culturas, como señalamos es la prostitución para hombres, sean heterosexuales u homosexuales. ¿Acaso paga la mujer por sexo? La mujer consiente muchas veces el sexo, sobre todo las jóvenes de 15 y 16 años pensando que así no perderán al chico si acceden a sus exigencias, o se venden por favores o dinero, pero no paga.


 

(1) El buen comunista y la mala mujer. Guillermo Rendueles. Psiquiatra, Norte de Salud Mental Nº 26.

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