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Miércoles, 04 de Diciembre de 2024 Tiempo de lectura:
Un artículo de Israel Lira

El pensamiento político en Yukio Mishima

Yukio MishimaYukio Mishima

El 25 de noviembre de 1970, ante la mirada atónita de los oficiales presentes en el cuartel general de las Fuerzas de Autodefensa japonesas, el joven Kimikate Hiraoka, que ya en su juventud había adoptado el seudónimo literario de Yukio Mishima, lanzó desafiante su proclama ultranacionalista en defensa de los valores tradicionales de Japón frente a lo que él consideraba una decadencia generalizada; hombre de gran sensibilidad y gran sentido del humor, lanzó desafiante su proclama ultranacionalista en defensa de los valores tradicionales de Japón frente a lo que él veía como decadencia generalizada; un proceso exacerbado de occidentalización que había imbuido a Japón de un egregor pacifista ajeno a él, difuminando una dicotomía que la autora estadounidense Ruth Benedict (1946), preocupada por proporcionar un enfoque útil a las fuerzas militares de ocupación estadounidenses que estaban a punto de enfrentarse a una nueva realidad cultural, supo reconocer en dos ejes principales que resumían la esencia neurálgica de la cultura japonesa y que correspondían a su encarnación inequívoca, respectivamente, la tradición imperial y la tradición guerrera: el crisantemo (símbolo de la casa imperial japonesa) y la espada (símbolo de los samuráis).

 

Tras la Segunda Guerra Mundial, en el Japón de la posguerra, el Crisantemo perdió su carácter teológico-político y quedó reducido a su dimensión puramente política cuando, en 1946, presionado por las fuerzas de ocupación, el Emperador Hirohito se vio obligado a reconocer que no era un dios viviente, sino un hombre, mediante la firma del Ningen Sengen o Declaración de la Humanidad. Por otra parte, la desmilitarización gradual de la sociedad japonesa borró su esencia guerrera y la redujo a una fuerza castrada en sí misma por el mandato del vencedor.

 

Fue en esta sociedad donde se forjó y formó Yukio Mishima, una sociedad cuyo espíritu fue víctima de una licuefacción de toda su personalidad, por el sufrimiento de la guerra y las consecuencias de la derrota. El equilibrio entre el crisantemo y la espada se había roto, y fue este equilibrio el que Mishima trató de restablecer, a través de su propia vida, que tomó la forma de una vida literaria y una vida política. Fue uno de esos escritores que son lo que escriben, y cuya muerte podía predecirse en las páginas que habían escrito. La vida de Mishima fue una preparación para la muerte, una vida para morir gloriosamente. Era una vida para una buena muerte. Una muerte con sentido, una muerte con propósito. Una muerte que encarnaba la redención de todo un pueblo que había preferido abandonar las viejas costumbres antes que seguir defendiendo ideales proscritos por el vencedor, en un contexto en el que no había ninguna ventaja en defenderlos, sólo desprecio, burla y risa cómplice. La supresión del alma de Japón.

 

Es en este contexto en el que podemos entender la base del pensamiento político de Mishima, que alcanzó su máxima sublimación el 25 de noviembre de 1970, cuando decidió poner fin a su vida cometiendo el suicidio ritual del seppuku, al no haber conseguido el efecto deseado con los soldados a los que acababa de escuchar, los soldados a los que pretendía fustigar, habiendo tomado como rehén al comandante del cuartel con el apoyo de sus leales miembros de la Tatenokai (la Sociedad del Escudo, una milicia privada creada por el propio Mishima), y habiendo conseguido así «derrocar al gobierno», quería reescribir la constitución y restablecer al emperador japonés como verdadero líder espiritual, militar y político de Japón (Carimo, 2012 : 141).

 

Como hemos señalado, su vida literaria se funde con su vida política y ambas constituyen la persona de Yukio Mishima. En consecuencia, revisar su ideología política es remitirse imperativamente a su obra literaria, reconociendo así tres principios fundamentales:

 

1) Yukoku (Patriotismo): Se trata de un relato corto publicado en 1960 que recrea un episodio de la historia japonesa conocido como el suceso del 26 de febrero de 1936, en el que Mishima muestra los valores tradicionales japoneses encarnados por un grupo de oficiales: la lealtad al emperador y la defensa del propio honor, sublimados en el Seppuku, que a su vez constituyeron la base del nacionalismo anacrónico de Mishima.

 

2) Bushido (Camino del Guerrero): Mishima profundiza en la ética samurái (valor, abnegación, cortesía, frugalidad, desapego) a través de su obra Introducción al Hagakure, siendo el Hagakure una obra representativa de la filosofía samurái escrita por Tsunetomo Yamamoto en el siglo XVIII, donde se refrenda el hecho de que «el camino del samurái es la muerte» (Rankin, 2011:26-31). En Mishima, el Camino del Guerrero se convierte en la ética del samurái cotemporáneo, donde el acto de servir a la patria implica una lealtad absoluta a un ideal trascendental por el que se está dispuesto a ofrecer la propia existencia. 

 

3) El kamikaze (viento divino): además de referirse a las fuerzas de la naturaleza que impidieron que Japón fuera asediado por los mongoles en el siglo XIII, y a los valerosos combatientes que ofrendaron sus vidas en misiones suicidas durante la Segunda Guerra Mundial, es la encarnación ideal de ciertos valores que ofrecen resistencia a los procesos de alienación cultural, y que Mishima ilustró a través de sus personajes en su tetralogía El mar de la fertilidad (1969).

 

Bajo estos tres ideales, Mishima declara: «En todos los patriotismos hay una sombra de narcisismo. Quizá por eso todos los patriotismos parecen necesitar vestirse con uniformes atractivos» (Mishima, 1950: 84). Esta era la esencia misma de los tatenokai, cuyas acciones hacían honor a las ropas que vestían.

 

Nota: Cortesía de Euro-Synergies

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