Viernes, 21 de Noviembre de 2025

Actualizada Viernes, 21 de Noviembre de 2025 a las 07:42:20 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Pablo Mosquera
Lunes, 23 de Diciembre de 2024 Tiempo de lectura:

El estado de los derechos, colisiones y calidad

Desde mi exilio voluntario. Desde la costa al norte del norte. Desde mi Galicia natal. Tras muchos años recorriendo España. Después de trabajar en Madrid, Canarias, Castilla, Cataluña, país de los vascos, Asturias y Galicia. Con cuatro oposiciones. Siendo producto del sector público desde la enseñanza hasta el trabajo. Ciudadano entre dos siglos. Con tres espacios de actividad: cultura, sanidad y política. Hoy, jubilado como trabajador por cuenta ajena. Pensionista del Régimen General. De la dictadura franquista a la democracia. De la peseta al euro. Del asfalto a la naturaleza marina. Con dos hijos y dos nietos. Nieto de médico, hijo de médico. Entre abuelo alcalde de Ourense y abuelo oficial de Regulares desaparecido en tiempos de anarco-comunismo en Ciudad Real. Condenado a muerte por ETA. Condecorado por S.M. El Rey.

 

Observo con preocupación el enfrentamiento entre los miembros de la casta política que amenaza con reconstruir la colisión entre las dos Españas.

 

Me avergüenza el bajo nivel de los dirigentes institucionales, desde los Ayuntamientos hasta las Cortes. Y ya no digamos la teoría aceptada de obediencia debida al partido olvidando el compromiso con la circunscripción electoral, en la que tras obtener el acta, ni están, ni se les espera.

 

Me indigna lo sencillo que resulta comprar al representante por parte del patrono civil o político.

 

Me sorprende el silencio de la sociedad civil con sus mejores elementos, que se han olvidado de la crítica y son meros instrumentos de la alienación.   

 

Estoy asustado ante la manipulación mediante publicidad, herramientas para la comunicación, adicción a toda suerte de máquinas que influyen mucho más que los libros, hasta los periódicos y desde luego las expresiones filosóficas que ordenan el pensamiento.

 

Me decepcionan la mayoría de las organizaciones o instituciones creadas tras la Segunda Guerra Mundial, por haber perdido crédito y dignidad.

 

Vuelven las guerras regionales como fórmula miserable de vida para unos y negocios crecientes para otros.

 

La sustitución de la religión por el laicismo, ha hecho saltar por los aires el humanismo y la moral.   

 

Decadencia, violencia, exilio, ausencia de libertad, solidaridad  e igualdad de oportunidades. Son las gotas de la borrasca que nos moja sin paraguas.

 

Tiranos, sociedades que controlan el mando a distancia de los gobiernos y parlamentos, compañías que solo saben de resultados en la cuenta anual y de reparto de dividendos.

 

Hambre, pobreza, explotación, atentados contra el medio ambiente, ruptura entre generaciones, descrédito y cada vez mayor individualismo egoísta.

 

Ahora más que antes los derechos fundamentales y sociales colisionan entre sí o son interpretados por los políticos atreviéndose incluso a vulnerarlos en sede parlamentaria por indicación del ejecutivo.

 

Libertad, seguridad e intimidad, están continuamente en tela de juicio lo que obliga a recurrir al poder judicial para situarlos en su justa dimensión y creando así jurisprudencia a pesar de las tentaciones totalitarias del Ejecutivo que pretende controlar las sentencias de los Tribunales.

 

Los derechos sociales como el de la salud con su desarrollo a través del derecho a una asistencia sanitaria integrada e integral en el espacio socio sanitario que gestiona cada Comunidad Autónoma sufre la tentación de aprovechar el desequilibrio entre demanda y oferta pública para diseñar, mantener o incrementar un mercado con esos derechos.

 

El derecho a la intimidad se ha convertido en todo lo contrario, un espacio en el que un presunto derecho a la información es nicho de empelo y negocio, o la costumbre asumida de vulnerar los tiempos secretos de los procedimientos para filtrar los contenidos y hacer negocio con tales "exclusivas".

 

Y, sobre todo, haber terminado con la violencia etarra no supone el fin de la violencia. La subcultura de conductas violentas impregna nuestra sociedad. Desde los insultos hasta las agresiones que además trasladadas a los medios de comunicación social pueden estar actuando con efectos llamadas en personas de perfil psicopático.

 

Y para terminar. El enfrentamiento de género. Esa lucha perversa entre feminismo y machismo. Sin análisis científico. Con dividendos políticos. En una sociedad que se ve abocada a la ley del péndulo.

 

La dignidad de la persona humana no sólo es en sí un derecho fundamental, sino que constituye la base misma de los derechos fundamentales.

 

2024 no será un año que merezca ocupar un espacio glorioso en la historia de Occidente.  

 

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.