Un artículo de Carlo Gambescia
Dalmacio Negro: El cuarto siglo de oro del pensamiento político español
Dalmacio Negro
La muerte de Dalmacio Negro Pavón el 23 de diciembre en su Madrid natal, a la edad de 93 años, tras una repentina enfermedad, es una gran pérdida para la ciencia política europea. El destino quiso que falleciera el día de su cumpleaños.
Era un hombre generoso, afable, culto, siempre capaz de burlarse de sí mismo, un gran profesor y un profundo politólogo, todavía muy lúcido y activo. Entre sus obras más recientes destaca La ley de hierro de la oligarquía (Encuentro, 2015). Un denso examen de la cuestión que, en menos de cien páginas, explora convincentemente lo que puede definirse tanto como una regularidad metapolítica como una herramienta para ilustrar la crisis de las clases dominantes europeas. Una pequeña obra maestra digna del saber de Gaetano Mosca y de la ética política de Benedetto Croce.
Por último, Tradición de la libertad (Unión Editorial, 2019), un verdadero concentrado de su pensamiento sobre el tema, en el que el grito de alarma por la libertad, atrapada entre el enorme apetito fiscal del Estado asistencialista y el conformismo de las burocracias del pensamiento, es tan urgente como lúcido.
En Italia, tuve el placer de publicar Il Dio Mortale. Il mito dello stato tra crisi europea e crisi della politica (2014). Salió para la serie Foglio, que edito con Jerónimo Molina, su alumno, en la Complutense, donde Negro enseñó, así como, en los últimos años, en el CEU San Pablo. El estudio ha sido traducido y editado por el excelente Aldo La Fata.
Una anécdota explica al hombre y al estudioso. Un día le escribí para completar unas notas. Inmediatamente me arrepentí, temiendo armar un escándalo (molestar a un profesor de tanta importancia...). En cambio, Don Dalmacio me contestó en un santiamén, agradeciéndome mi precisión y enviándome todos los datos necesarios.
Un gran momento
Su posición política e historiográfica puede situarse sin temor a equivocarse en la especialísima galería del «liberalismo triste». Es decir, el liberalismo realista, «non ridens». De hecho, Negro apreció mucho mi libro sobre el tema y, junto con su amigo Molina, hizo todo lo posible para que se publicara en castellano.
Para profundizar en su pensamiento, recomendamos, in primis (también porque en Italia no se ha traducido tanto como merecía), el ya citado Il dio mortale (Il Foglio 2014), in secundis, Historia de las formas de Estado (El Buey Mudo, 2010), así como Gobierno y Estado (Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales, 2002) y La tradición liberal y el estado (Unión Editorial, 1995).
Un liberalismo triste, decimos, que, además de la gran lección de pensadores liberales europeos como Tocqueville, ha profundizado en la de Carl Schmitt. Sobre este punto, véase Estudios sobre Carl Schmitt (Fundación Cánovas del Castillo, 1995). Sin olvidar la influencia de un cristianismo realista, atento a las obras más que a las palabras de la Iglesia. Un tema que explora en profundidad en Lo que Europa debe al cristianismo (Unión Editorial, 2006).
Negro puede sin duda vincularse, aunque no cronológicamente, a lo que Jerónimo Molina ha llamado el «cuarto siglo de oro del pensamiento político español» (1935-1969).
Sin embargo, hay que decir honestamente que en términos de definiciones, incluso póstumas, el «siglo de oro» como canon era un poco estrecho para Negro. En el sentido de una mayor ductilidad hacia el pensamiento político europeo liberal y moderno, trascendiendo el trágico enfrentamiento secular entre las dos Españas, la tradicionalista y la moderna. La guerra civil de 1936-1939 fue el punto culminante.
Evidentemente, Negro se mueve con juicio. Nunca ha sido un fanático de la modernidad, ni un defensor de una tradición arraigada en algún hiperuranio. Lo que, para no extenderme demasiado, descarta una interpretación izquierdista de su pensamiento.
Liberalismo, realismo y cristianismo son los tres términos utilizados para interpretar su obra. El círculo virtuoso de su pensamiento. Sin olvidar su rigor científico y su visión desencantada del mundo.
Un sano desencanto, digamos, no el del peregrino nihilista o el del esnob de la existencia: el desencanto de Negro es el del realista serio, que estudia el mundo (donde nunca te bañas dos veces en el mismo río) porque forma parte del mundo y quiere comprenderlo.
Negro nunca se mira el ombligo; se atiene a los hechos. Lo cual, pero esta es nuestra muy humilde opinión, le ha permitido, gracias también a su fuerte constitución, alcanzar y superar los 93 años. Digamos que se lo ha ganado.
Nota: Cortesía de Euro-Synergies

La muerte de Dalmacio Negro Pavón el 23 de diciembre en su Madrid natal, a la edad de 93 años, tras una repentina enfermedad, es una gran pérdida para la ciencia política europea. El destino quiso que falleciera el día de su cumpleaños.
Era un hombre generoso, afable, culto, siempre capaz de burlarse de sí mismo, un gran profesor y un profundo politólogo, todavía muy lúcido y activo. Entre sus obras más recientes destaca La ley de hierro de la oligarquía (Encuentro, 2015). Un denso examen de la cuestión que, en menos de cien páginas, explora convincentemente lo que puede definirse tanto como una regularidad metapolítica como una herramienta para ilustrar la crisis de las clases dominantes europeas. Una pequeña obra maestra digna del saber de Gaetano Mosca y de la ética política de Benedetto Croce.
Por último, Tradición de la libertad (Unión Editorial, 2019), un verdadero concentrado de su pensamiento sobre el tema, en el que el grito de alarma por la libertad, atrapada entre el enorme apetito fiscal del Estado asistencialista y el conformismo de las burocracias del pensamiento, es tan urgente como lúcido.
En Italia, tuve el placer de publicar Il Dio Mortale. Il mito dello stato tra crisi europea e crisi della politica (2014). Salió para la serie Foglio, que edito con Jerónimo Molina, su alumno, en la Complutense, donde Negro enseñó, así como, en los últimos años, en el CEU San Pablo. El estudio ha sido traducido y editado por el excelente Aldo La Fata.
Una anécdota explica al hombre y al estudioso. Un día le escribí para completar unas notas. Inmediatamente me arrepentí, temiendo armar un escándalo (molestar a un profesor de tanta importancia...). En cambio, Don Dalmacio me contestó en un santiamén, agradeciéndome mi precisión y enviándome todos los datos necesarios.
Un gran momento
Su posición política e historiográfica puede situarse sin temor a equivocarse en la especialísima galería del «liberalismo triste». Es decir, el liberalismo realista, «non ridens». De hecho, Negro apreció mucho mi libro sobre el tema y, junto con su amigo Molina, hizo todo lo posible para que se publicara en castellano.
Para profundizar en su pensamiento, recomendamos, in primis (también porque en Italia no se ha traducido tanto como merecía), el ya citado Il dio mortale (Il Foglio 2014), in secundis, Historia de las formas de Estado (El Buey Mudo, 2010), así como Gobierno y Estado (Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales, 2002) y La tradición liberal y el estado (Unión Editorial, 1995).
Un liberalismo triste, decimos, que, además de la gran lección de pensadores liberales europeos como Tocqueville, ha profundizado en la de Carl Schmitt. Sobre este punto, véase Estudios sobre Carl Schmitt (Fundación Cánovas del Castillo, 1995). Sin olvidar la influencia de un cristianismo realista, atento a las obras más que a las palabras de la Iglesia. Un tema que explora en profundidad en Lo que Europa debe al cristianismo (Unión Editorial, 2006).
Negro puede sin duda vincularse, aunque no cronológicamente, a lo que Jerónimo Molina ha llamado el «cuarto siglo de oro del pensamiento político español» (1935-1969).
Sin embargo, hay que decir honestamente que en términos de definiciones, incluso póstumas, el «siglo de oro» como canon era un poco estrecho para Negro. En el sentido de una mayor ductilidad hacia el pensamiento político europeo liberal y moderno, trascendiendo el trágico enfrentamiento secular entre las dos Españas, la tradicionalista y la moderna. La guerra civil de 1936-1939 fue el punto culminante.
Evidentemente, Negro se mueve con juicio. Nunca ha sido un fanático de la modernidad, ni un defensor de una tradición arraigada en algún hiperuranio. Lo que, para no extenderme demasiado, descarta una interpretación izquierdista de su pensamiento.
Liberalismo, realismo y cristianismo son los tres términos utilizados para interpretar su obra. El círculo virtuoso de su pensamiento. Sin olvidar su rigor científico y su visión desencantada del mundo.
Un sano desencanto, digamos, no el del peregrino nihilista o el del esnob de la existencia: el desencanto de Negro es el del realista serio, que estudia el mundo (donde nunca te bañas dos veces en el mismo río) porque forma parte del mundo y quiere comprenderlo.
Negro nunca se mira el ombligo; se atiene a los hechos. Lo cual, pero esta es nuestra muy humilde opinión, le ha permitido, gracias también a su fuerte constitución, alcanzar y superar los 93 años. Digamos que se lo ha ganado.
Nota: Cortesía de Euro-Synergies