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Manuel Molares do Val
Miércoles, 19 de Noviembre de 2014 Tiempo de lectura:

Bombas nacionalistas

El ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, dice temer que la frustración de los independentistas catalanes provoque instintos violentos entre algunos.

 

Una declaración aparentemente inoportuna que ha provocado la indignación de los partidos separatistas, que se autoproclaman pacifistas. 

 

Sin embargo, en las últimas manifestaciones independentistas aparecen quienes dan vivas a Terra Lliure, el grupo terrorista que provocó cinco muertos en 200 atentados entre 1978 y 1991, lo que indica que su espíritu sigue latente, igual que el de ETA cuando se le dan vivas en el País Vasco. 

 

En Galicia hay un grupúsculo, Resistência Galega, que ha cometido pequeños atentados, sin muertos de momento, que además de independentista hace terrorismo postindustrial y posmoderno al definirse también como “ecologista y feminista”; hay grupos animalistas que van por similar camino. 

 

“El pueblo catalán es pacífico y va en su ADN”, dice Artur Mas, que parece que no leyó el “Homenaje a Cataluña” en el que George Orwell narra la guerra civil entre catalanes en la zona republicana dentro de la guerra civil española, y que ahora empieza con reproches entre nacionalistas, de momento con más lágrimas que sangre. 

 

Los pueblos no tienen carácter ni ADN, y aunque una mayoría posea algunas características aparentemente comunes, cada persona o grupo tiene sus peculiaridades casi siempre pacíficas, pero que en situación de extrema emotividad pueden volverse sangrientas. 

 

La Yugoslavia de antes de 1991 era para muchos izquierdistas y nacionalistas el ejemplo más envidiable en Europa de país federado, pese a su comunismo suave. 

 

Quienes conocíamos aquél Estado creíamos que sus ciudadanos serían incapaces de matarse con crueldad infinita antes de convertirse en siete países con diferencias irreconciliables. 

 

Nacionalismo, nacionalismo: bomba de mano que cualquier patriotería activa el tirar de su espoleta de percusión, la emotividad que empieza con sollozos ridículos entre junqueras.

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