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Martes, 14 de Enero de 2025 Tiempo de lectura:
Un artículo de Carlos X. Blanco

El fin del hombre y la eugenesia

La desaparición del ser humano ha sido la pesadilla colectiva desde hace muchos siglos. Las versiones modernas de la misma no aluden ya a un “fin de los tiempos”, a un escenario apocalíptico en que el Cielo tomará la justicia y acabará con esta inicua tierra. 

 

Muchos de nosotros ya contamos con edad suficiente como para conocer la transición entre los relatos y cuadros escatológicos de la religión a la estética “pop”, del cine, el relato de horror (Lovecraft) y el comic. La famosa “Guerra de los Mundos”, de Orson Wells es la clásica figuración, de alto impacto mediático, en que los extraterrestres sustituyen a dioses y ángeles justicieros, humanoides aviesos que bajan al mundo para acabar con él, incluyendo en su exterminio el fin de las míseras pasiones humanas y la terminación del pecado. 

 

 

También la Guerra Fría y el espectro de una catástrofe nuclear sirvió para hacer inmanente esa escatología: del cielo ya no vienen naves cargadas de humanoides crueles, o al menos fríos, sino misiles bolcheviques o, en general orientales, siempre dirigidos por estadistas “autoritarios”, debidamente deshumanizados, que harán las veces de exterminadores. Si en un principio eran los ángeles exterminadores unos enviados de Dios, encargados de hacer limpieza, el curso de los tiempos y el propio endiosamiento del hombre hará que tan genocida misión de liquidación de la especie humana corresponda ahora a unos fieros enemigos que, si bien son terrícolas, e incluso miembros de la humana especie, habrán de ser pintados en lo sucesivo con los más feroces rostros de la deshumanización. Guionistas tuvo siempre el imperio de las barras y estrellas, y muy eficaces.

 

El ruso, antes bolchevique y hoy “autócrata”, sigue saliendo en el cine y el “show” occidental con las erres fuertemente pronunciadas, como de siempre se hizo en el doblaje español. El espectador patrio no acierta a distinguir grandes diferencias de pronunciación deshumanizada con respecto de su precedente, el nazi, encarnación oficial del demonio humano desde 1945. El ruso que puede lanzarnos drones, como antes misiles, se pone al lado del nazi y del oriental en el imaginario creado por los herederos de Hollywood, creadores de opinión y de doctores Strangelove, ya muy militarizados en nuestros días: el chino, como  lo fue el japonés de las películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, también aparecerá debidamente inexpresivo y totalitario, dispuesto a destrozar Occidente o sumirlo bajo un hongo, que si no es homgo radiactivo será  nube espesa  de ideología “comunista”, lo cual para algunos es casi lo mismo. 

 

Pero el recurso al miedo, siempre eficaz en manos de quienes odian la libertad, no cobra en todos los casos la forma de invasiones de naves redondas o lluvias de drones puntiagudos. El miedo al fin de la especie no consiste exclusivamente en invasiones, ataques, apariciones repentinas de razas extrañas que causarán extinción de la vida, la noche de la civilización o una era angustiosa de esclavitud. El recurso al miedo y al fin de la especie también se agita desde las más altas esferas del poder, especialmente del poder del dinero que es el que controla otros poderes de gran alcance e influjo en las masas: el poder mediático y el académico. 

 

 

De lo que se trata ahora es del regreso de los eugenésicos. No deja de ser irónico que el término aluda al “buen origen” o “sano nacimiento”, cuando lo que acecha tras una medida eugenésica, en realidad, es la voluntad de exterminación y el deseo de ponerle freno a la vida. Son tiempos estos de terrible escatología, años oscuros en los que la vida (y la vida sonriente que es la sana, natural, plena y tendente a la expansión) se ve amenazada en el más profundo y radical de los sentidos. 

 

Que se sepa oficialmente, solamente en España hay 100.000 abortos en un solo año, y la cifra sigue aumentando según reconoce el propio Ministerio de Sanidad. Esto ocurre en un país que se está quedando sin niños, cuya pirámide poblacional se parece cada vez más a una pirámide invertida. Cualquiera sabe que ninguna pirámide sólida se mantiene en pie si la parte ancha, la que debiera ser su base, está situada en la parte de abajo, la zona de sustentación. Una masa de ancianos ¿sostenida por una cúspide invertida, que se apoya en el suelo? Imposible. Naciones como la nuestra, igual que muchas otras de Occidente, son inviables. El “recambio” poblacional logrado con las políticas actuales de fronteras abiertas no ofrece solución alguna y, a cambio, abren la tapa a muchas cajas de Pandora. Los emigrantes con mayor capacidad de integración acaban privándose de tener niños ellos también al cabo de una o dos generaciones, pues tienden a adaptarse a la población nativa igualmente en esto. Otra parte significativa, cultural y étnicamente muy distinta y hasta incompatible con la base nativa, entran en dinámicas disruptivas que en nada benefician al país, y entorpecen las condiciones humanas adecuadas y naturales para la reproducción humana de una comunidad. Es un delito intelectual hacer pasar una compensación demográfica por un reemplazo y una fragmentación cultural.

 

Tantos abortos en un país sin niños. Tanta ideología antinatalista en un país que, al no reproducirse a sí mismo quedará como solar expuesto a los cuatro vientos, entre ellos los vientos de la emigración masiva y el huracán de la fragmentación y el reemplazo. Tanto “empoderamiento” para conseguir que muchas chicas aprendan a ser prostitutas muy baratas y pierdan el acceso a la hermosa condición de la maternidad. Esta es nuestra “guerra de los mundos”.Pero no es ficción radiofónica ni televisiva. Es real.

 

Los eugenésicos están aquí. Han venido para quedarse. Ellos son, para nuestras coordenadas culturales, los nuevos extraterrestres, los drones lanzados desde el cielo para nuestro castigo, los lobos totalitarios con piel de cordero, los lobos que pretenden redimirnos de atávicos condicionamientos, entre ellos huir del depredador. Éramos, hasta hace poco, demasiado tradicionales: amábamos a personas del sexo opuesto, anhelábamos dar vida a nuevos vástagos y criarlos con amor, y entendíamos que la vida no era solo placer y ego, sino que habíamos aprendido de nuestros mayores la necesidad de sacrificios. Todo lo grande, noble, bello y bueno se consigue con sacrificios: sacar adelante un niño, sacar adelante un amor de pareja y hacer que se renueve, pese al frío del otoño o el tedioso declinar de las hojas bajo la escarcha de la vida. Todo lo humano y no meramente animal es entrega, servicio y sacrificio. En esta última palabra está implícita la idea de “hacerse sagrado”. 

 

Los eugenésicos ya cuentan con varias décadas de preparación de una sociedad muelle, lograda por medio de ideologías perversas que ahuyentaron a mucha gente de toda vocación de entrega, servicio y sacrificio. Las masas nacionales, así como las de los “países de nuestro entorno”, no moverían un dedo por su propia madre, a la que no rescatarían de un fuego o un ahogamiento si ello reportara una “renuncia a sí”. Esto hoy, suena a exageración pero es la línea tendencial que se va recorriendo y que apunta hacia un horizonte nada lejano. Con esta sociedad de mónadas indolentes, que oscilan entre la obesidad y la mórbida musculatura de esteroides y gimnasio, con esta masa que gradualmente se vuelve onanista, de puro encapsulada, cuando no se ha entregado a la más sórdida existencia parafílica, los eugenésicos pueden ya ponerse a aplicar sus programas. Debéis daros un paseo por las declaraciones, a veces muy poco veladas, de los grandes eugenésicos de hoy.

 

Yuval Noah Harari, Peter Singer, Klaus Schwab… Ellos dicen que sobra población. Ellos dicen que no habrá trabajo para todos. Ellos dicen que habrá que “reevaluar” nuestra percepción sobre las relaciones sexuales, nuestros valores morales, nuestra supuesta superioridad sobre otras especies, sobre nuestra pretendida barrera ontológica frente a las máquinas y, en general, mercancías. El hombre puede empezar a ser tratado, si cabe, como máquina, bestia o mercancía siempre que a los señores del dinero, y sus empleados fieles, los eugenésicos, les viene bien que así sea. Ellos “reevalúan” (¿cuándo cerrarán las universidades de la Anglosfera?) y nosotros seremos los reevaluados. Los extraterrestres, los comunistas, los chinos o rusos, el virus o el cambio climático….todo puede venir sobre nosotros, como plagas de Egipto, como fin del mundo. Pero la calamidad verdadera es esta otra: la de los eugenésicos.  

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