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Arturo Aldecoa Ruiz
Jueves, 16 de Enero de 2025 Tiempo de lectura:

Diálogos de fantasmas

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Rumores susurrados en los sótanos de una Biblioteca entre las baldas dedicadas a los clásicos latinos,  cuando los espíritus que animan sus páginas intercambiaban opiniones.

 

César: “En esta extraña República coronada de la Hispania actual  huele a convocatoria de comicios, los gobernantes y líderes han comenzado a  prometer dineros y prebendas futuras para comprar voluntades. La política funciona como en mis tiempos: tantos denarios tienes para repartir y tantos votos consigues".

 

Catilina: "¿Acaso no es lo lógico, César? La mayoría de los electores anteponen siempre el interés personal a las ideas y realidades, y sus votos los mueven  los beneficios inmediatos que esperan recibir del candidato si es elegido.”

 

“Cuando yo  estuve a punto de conquistar Roma para acabar con la corrupta oligarquía del Senado, que era la dueña de todo, sucedía lo mismo: casi todos los ciudadanos estaban endeudados hasta las cejas. Como yo necesitaba reunir partidarios, prometí anular todas sus deudas y, de paso, repartir  cargos y honores entre los jóvenes, pues el acceso a puestos de importancia estaba copado en exclusiva por los hijos de las familias nobles."

 

“Naturalmente, se trataba  solo de promesas que no pensaba en absoluto cumplir, pero miles de romanos, muchos de ellos jóvenes, me creyeron, y gracias a ello logré apoyo suficiente para  crear un ejército ciudadano a mi servicio. Pero todo se frustró por la denuncia de mis planes ante Cicerón por una traidora despechada, poco  antes de que pudiera dar mi golpe de Estado.”

 

“Así que tuve que huir de Roma. Pensaba volver más adelante con mis tropas y tomar la ciudad por la fuerza. Para hacerme frente el Senado tuvo que financiar y reunir un costosísimo ejército consular, muy superior al mío, con el que me derrotó y dio muerte en Pistoia. Pero mi plan revolucionario, al que poco faltó para triunfar, nunca fue olvidado y, aun muerto, la República seguía temiendo  mi nombre”.

 

César:  “Lo que dices, Catilina, es una verdad que muchos no quieren reconocer: la mentira es el arma más poderosa en política, siempre y cuando consigas que te crean. La política electoral no consiste  tanto en dar cosas a los electores como en prometerles lo que desean, sea lo que sea.”

 

“Si lo haces en el momento preciso y a los electores adecuados, la simple esperanza les llevará a creer en tus promesas. Pues los ciudadanos son como niños, creen en la magia de las palabras.”

 

“Y si luego no haces lo que asegurabas, siempre  puedes buscar una buena excusa o, mucho mejor, encontrar alguien a quien culpar del incumplimiento al que puedan odiar. La mayoría de la  gente a la que has embaucado,  te creerá, por qué los electores nunca quieren reconocer que les han engañado. Muchos incluso te seguirán apoyando ciegamente.”

 

Cicerón: “Ambos erais un par de ambiciosos endiosados ansiosos de tener poder absoluto. Pero los dioses mostraron su sabiduría al alejaros del mismo y llevaros al Hades a través de los traidores que os rodeaban. Porque sólo quienes tengan las virtudes que han de reunir los buenos gobernantes merecen alcanzar el poder.”

 

César: ”¿Y cuáles son esas virtudes, viejo chocho?

 

Cicerón: “La primera es la sabiduría, siempre ligada a la prudencia y a saber rodearse de buenos consejeros. La segunda es la firme decisión de buscar la justicia, cuya base es el respeto a la igualdad de los ciudadanos ante la ley. La tercera es una actitud política permanente de  magnanimidad, propia de los espíritus generosos. La cuarta es la templanza de carácter, y el respeto hacia las opiniones divergentes de la tuya.”

 

Catilina: “Muy erudito y  teórico te veo. Se nota que tu familia no es de noble alcurnia y nunca habéis demostrado  nada, al contrario que mi familia, los Sergios, y la de César, los Julios. ¿Y entonces cómo saber si alguien sin raíces ni antepasados gloriosos y que no ha gobernado aún tiene esas virtudes?”

 

Cicerón: “La regla de oro para saber si un político merece apoyo por sus virtudes  es observar cómo actúa: si es capaz de escuchar con respeto, si evita las descalificaciones burdas de sus oponentes, si demuestra magnanimidad y es generoso, entonces merecerá apoyo.”

 

“O, si muy al contrario, es sectario y mentiroso, un ser solo preocupado por su supervivencia política, al que todo le da igual, que demuestra cada día su demagogia, hay que rechazarlo, prometa lo que prometa, pues estará mintiendo.”

 

“Como hacíais vosotros cuando erais el temible Catilina y el poderoso César: muchos ciudadanos os reverenciaban y os sentíais por encima de las leyes. Pero olvidabais que la ambición desmedida es una prueba de “hybrix”, el pecado de soberbia que  causa la venganza de los dioses, de la que nadie escapa.”

 

Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019

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