
Ensayo
En torno a la nueva izquierda radical en España
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Nadie duda ya que el régimen político nacido en 1978 padece un grave proceso de deslegitimación. El resultado de las elecciones al Parlamento europeo ha mostrado la capacidad de la izquierda radical para capitalizar dicho proceso. El aumento del porcentaje de votos de la coalición Izquierda Unida y, sobre todo, la arrolladora salida a la luz de Podemos, con un millón doscientos mil votos y cinco diputados, es una clara muestra de ello. Por tanto, un fantasma recorre España: la izquierda radical. Sin embargo, este fantasma no se ha visto obstaculizado, en su desarrollo, por ninguna “santa jauría”, sino que ha disfrutado de un increíble apoyo mediático. Y es que una de las características de la política española que más llama mi atención –y no sólo la mía, desde luego- es el plus de legitimidad que disfruta, en nuestro país, la extrema izquierda en todas sus variantes y facetas. No debemos olvidar que Izquierda Unida aplaudió la legalización de Bildu, Sortu y Amaiur. Y que ha celebrado con entusiasmo la abolición de la denominada “doctrina Parot” por parte del Tribunal de Estrasburgo.
A ese respecto, el diputado de Izquierda Unida Alberto Garzón calificó la sentencia de “buena noticia”, argumentando que “las leyes se han de redactar procurando basarse en la razón y en los derechos humanos; no en el odio, como se acostumbra en este país”. En similar línea, el también diputado de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares pidió al gobierno que acate un fallo que está “ajustado a Derecho”. La sentencia, dijo, avergüenza al gobierno e instituciones como el Supremo y el Tribunal Constitucional, que, a juicio del político comunista, han sufrido un gran “varapalo”. Tampoco debemos olvidar las simpatías de los miembros de Izquierda Unida y ahora Podemos por los regímenes de Fidel Castro Ruz y de Hugo Chávez Frías. Sublime fue, en ese sentido, el contenido de la carta de felicitación por su cumpleaños que José Luis Centella, secretario general del PCE, envió, en nombre de todo su grupo, a Castro Ruz, deseando que “siga presente en la lucha contra el imperialismo”.
Lo cual no impide, más bien al contrario, a los comunistas y al conjunto de la extrema izquierda dictar normas de obligado cumplimiento al resto de la sociedad española. Mientras nuestra prácticamente inexistente extrema derecha es objeto de universal condena, la izquierda comunista y radical, portavoz de una tradición política y de un proyecto político genocida, que ha propiciado el exterminio de varios millones de personas y la permanente ruina social, económica y moral de las sociedades donde ha ejercido su dominio, se permite dar lecciones de tolerancia y de defensa de los derechos humanos. Increíble, pero cierto. Sin duda, España sigue siendo diferente. Y es que, en nuestro país, la propia condena sumaria del régimen de Franco, ha favorecido la hegemonía ideológica e incluso moral no sólo de la izquierda socialista, sino de la comunista. La “imagen” monstruosa que del “franquismo” se ha ofrecido sobre todo a la juventud ha contribuido a legitimar cualquier opción antifranquista por monstruoso que sea su contenido. Por ello, no hay duda de que la extrema izquierda, representada sobre todo por la coalición Izquierda Unida y por Podemos, ha conseguido, a diferencia de los restos del franquismo, articular una especie de hipermoral, una nueva moral acorde con su proyecto político, que le ha permitido atentar contra los principios morales más elementales de la vida en sociedad y, además, con la conciencia tranquila. Sólo desde este contexto, puede entenderse el contenido de las declaraciones de la conocida novelista Almudena Grandes: “He tenido que estar seis años leyendo libros de Historia contemporánea, al preparar mi última novela, para darme cuenta de que de verdad hay gente a la que le pesa la caída del Muro, que se pone frenética por desmarcarse de los países del socialismo real, cuando nuestra tradición es absolutamente distinta, Aquí el PCE no fue un partido que tuviera nada que ver con las purgas de Stalin, ni con el socialismo real. Fue un partido de oposición, el partido que mantuvo encendida la luz de la democracia durante treinta y siete años de dictadura, y es esa es la verdad. Hay una tradición de unidad, disciplina, generosidad, deseos de ser útiles y responsabilidad que merece la pena reivindicar”.
¿Habían leído usted en alguna ocasión embustes de tal envergadura? Por poner algunos ejemplos palmarios, ¿no tuvo nada que ver el PCE, durante la guerra civil, con el asesinato de Andrés Nin? ¿Tampoco tuvo nada que ver en el desarrollo de las masacres de Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz? ¿Y en el genocidio eclesiástico? A ese respecto, me resulta difícil discernir qué resulta más pornográfico en la obra de la señora Grandes, si su libro "Las edades de Lulú", sus novelas pseudohistóricas o sus opiniones políticas.
No resulta tampoco extraño, en este contexto, que el inevitable Gaspar Llamazares se sienta orgulloso del papel de Izquierda Unida en la elaboración de la tristemente célebre Ley de Memoria Histórica, que, según él, ha significado, “un paso de gigante en la recuperación de la memoria democrática, eso sí, si sabemos mantener la iniciativa y el pensamiento crítico”. “Por primera vez por Ley, y después de treinta años de democracia, se condena el franquismo. Por primera vez, se reconoce solemnemente a todos aquellos que lucharon frente al fascismo y por la libertad y por primera vez también se deslegitima todo el andamiaje pseudojurídico de los juicios inquisitoriales de los tribunales franquistas”.
No debemos olvidar que, si hemos de creer a Enrique Silva, los primeros intentos de articular un movimiento en pro de la memoria histórica, mediante la creación de un Tribunal Internacional contra los Crímenes del Franquismo, fue promovido por el PCE (marxista-leninista) en octubre de 1978.
Sin embargo, en el PCE, y en el conjunto de las izquierdas españolas, la autocrítica brilla por su ausencia. En la clausura de su XVIII Congreso, José Luis Centella, el ferviente admirador de Fidel Castro Ruz, manifestó su inquebrantable voluntad de defensa de las señas de identidad de su organización política, de cuya trayectoria histórica se mostraba orgulloso: “El Partido Comunista reivindica su pasado heroico y no tenemos que avergonzarnos ni pedir perdón por nada, sino que hay que luchar para que no nos quiten la memoria”.
En realidad, nada de esto resulta novedoso. Este tipo de hipermoral se encuentra ya presente en los primeros escritos marxistas del filósofo György Lukács, quien, a la altura de 1920, hacía referencia a la “misión moral” del Partido Comunista, basada en “una fe”, “que nunca puede ser conmovida ni por la lentitud de su realización, ni por las circunstancias a menudo más que adversas a las que debe enfrentarse; el verdadero revolucionario asume todo esto, y nunca permite que todas estas perturbaciones y obstáculos le hagan perder de vista su meta y los indicios de aproximación”. “La transición de la sociedad vieja a la nueva no significa, sin embargo, una transformación puramente económica e institucional, sino también una transformación moral”.
A diferencia de la extrema derecha, la izquierda radical española, incluso la proetarra, disfruta de representación parlamentaria y de una cada vez más amplia influencia social, política y cultural. Izquierda Unida, no lo olvidemos, gobierna en coalición con el PSOE en Andalucía. Podemos ha conseguido, con una rapidez y una eficacia inusitadas, un millón doscientos mil votos y cinco escaños en el Parlamento europeo. Su líder, Pablo Iglesias Turrión, se ha convertido en la estrella mediática por excelencia e incluso ha sido fichado como colaborador por un diario como "El Mundo", que pasa por liberal. ¿Cuáles son sus ideas? ¿Sus referencias internacionales? ¿Sus maestros pensadores? ¿Sus opiniones sobre la más reciente historia de España? Veámoslo.
(Por su larga extensión, y para facilitar su lectura en todos los dispositivos, publicamos íntegramente este artículo del profesor Pedro Carlos González Cuevas en el documento "pdf" adjunto)
Nadie duda ya que el régimen político nacido en 1978 padece un grave proceso de deslegitimación. El resultado de las elecciones al Parlamento europeo ha mostrado la capacidad de la izquierda radical para capitalizar dicho proceso. El aumento del porcentaje de votos de la coalición Izquierda Unida y, sobre todo, la arrolladora salida a la luz de Podemos, con un millón doscientos mil votos y cinco diputados, es una clara muestra de ello. Por tanto, un fantasma recorre España: la izquierda radical. Sin embargo, este fantasma no se ha visto obstaculizado, en su desarrollo, por ninguna “santa jauría”, sino que ha disfrutado de un increíble apoyo mediático. Y es que una de las características de la política española que más llama mi atención –y no sólo la mía, desde luego- es el plus de legitimidad que disfruta, en nuestro país, la extrema izquierda en todas sus variantes y facetas. No debemos olvidar que Izquierda Unida aplaudió la legalización de Bildu, Sortu y Amaiur. Y que ha celebrado con entusiasmo la abolición de la denominada “doctrina Parot” por parte del Tribunal de Estrasburgo.
A ese respecto, el diputado de Izquierda Unida Alberto Garzón calificó la sentencia de “buena noticia”, argumentando que “las leyes se han de redactar procurando basarse en la razón y en los derechos humanos; no en el odio, como se acostumbra en este país”. En similar línea, el también diputado de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares pidió al gobierno que acate un fallo que está “ajustado a Derecho”. La sentencia, dijo, avergüenza al gobierno e instituciones como el Supremo y el Tribunal Constitucional, que, a juicio del político comunista, han sufrido un gran “varapalo”. Tampoco debemos olvidar las simpatías de los miembros de Izquierda Unida y ahora Podemos por los regímenes de Fidel Castro Ruz y de Hugo Chávez Frías. Sublime fue, en ese sentido, el contenido de la carta de felicitación por su cumpleaños que José Luis Centella, secretario general del PCE, envió, en nombre de todo su grupo, a Castro Ruz, deseando que “siga presente en la lucha contra el imperialismo”.
Lo cual no impide, más bien al contrario, a los comunistas y al conjunto de la extrema izquierda dictar normas de obligado cumplimiento al resto de la sociedad española. Mientras nuestra prácticamente inexistente extrema derecha es objeto de universal condena, la izquierda comunista y radical, portavoz de una tradición política y de un proyecto político genocida, que ha propiciado el exterminio de varios millones de personas y la permanente ruina social, económica y moral de las sociedades donde ha ejercido su dominio, se permite dar lecciones de tolerancia y de defensa de los derechos humanos. Increíble, pero cierto. Sin duda, España sigue siendo diferente. Y es que, en nuestro país, la propia condena sumaria del régimen de Franco, ha favorecido la hegemonía ideológica e incluso moral no sólo de la izquierda socialista, sino de la comunista. La “imagen” monstruosa que del “franquismo” se ha ofrecido sobre todo a la juventud ha contribuido a legitimar cualquier opción antifranquista por monstruoso que sea su contenido. Por ello, no hay duda de que la extrema izquierda, representada sobre todo por la coalición Izquierda Unida y por Podemos, ha conseguido, a diferencia de los restos del franquismo, articular una especie de hipermoral, una nueva moral acorde con su proyecto político, que le ha permitido atentar contra los principios morales más elementales de la vida en sociedad y, además, con la conciencia tranquila. Sólo desde este contexto, puede entenderse el contenido de las declaraciones de la conocida novelista Almudena Grandes: “He tenido que estar seis años leyendo libros de Historia contemporánea, al preparar mi última novela, para darme cuenta de que de verdad hay gente a la que le pesa la caída del Muro, que se pone frenética por desmarcarse de los países del socialismo real, cuando nuestra tradición es absolutamente distinta, Aquí el PCE no fue un partido que tuviera nada que ver con las purgas de Stalin, ni con el socialismo real. Fue un partido de oposición, el partido que mantuvo encendida la luz de la democracia durante treinta y siete años de dictadura, y es esa es la verdad. Hay una tradición de unidad, disciplina, generosidad, deseos de ser útiles y responsabilidad que merece la pena reivindicar”.
¿Habían leído usted en alguna ocasión embustes de tal envergadura? Por poner algunos ejemplos palmarios, ¿no tuvo nada que ver el PCE, durante la guerra civil, con el asesinato de Andrés Nin? ¿Tampoco tuvo nada que ver en el desarrollo de las masacres de Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz? ¿Y en el genocidio eclesiástico? A ese respecto, me resulta difícil discernir qué resulta más pornográfico en la obra de la señora Grandes, si su libro "Las edades de Lulú", sus novelas pseudohistóricas o sus opiniones políticas.
No resulta tampoco extraño, en este contexto, que el inevitable Gaspar Llamazares se sienta orgulloso del papel de Izquierda Unida en la elaboración de la tristemente célebre Ley de Memoria Histórica, que, según él, ha significado, “un paso de gigante en la recuperación de la memoria democrática, eso sí, si sabemos mantener la iniciativa y el pensamiento crítico”. “Por primera vez por Ley, y después de treinta años de democracia, se condena el franquismo. Por primera vez, se reconoce solemnemente a todos aquellos que lucharon frente al fascismo y por la libertad y por primera vez también se deslegitima todo el andamiaje pseudojurídico de los juicios inquisitoriales de los tribunales franquistas”.
No debemos olvidar que, si hemos de creer a Enrique Silva, los primeros intentos de articular un movimiento en pro de la memoria histórica, mediante la creación de un Tribunal Internacional contra los Crímenes del Franquismo, fue promovido por el PCE (marxista-leninista) en octubre de 1978.
Sin embargo, en el PCE, y en el conjunto de las izquierdas españolas, la autocrítica brilla por su ausencia. En la clausura de su XVIII Congreso, José Luis Centella, el ferviente admirador de Fidel Castro Ruz, manifestó su inquebrantable voluntad de defensa de las señas de identidad de su organización política, de cuya trayectoria histórica se mostraba orgulloso: “El Partido Comunista reivindica su pasado heroico y no tenemos que avergonzarnos ni pedir perdón por nada, sino que hay que luchar para que no nos quiten la memoria”.
En realidad, nada de esto resulta novedoso. Este tipo de hipermoral se encuentra ya presente en los primeros escritos marxistas del filósofo György Lukács, quien, a la altura de 1920, hacía referencia a la “misión moral” del Partido Comunista, basada en “una fe”, “que nunca puede ser conmovida ni por la lentitud de su realización, ni por las circunstancias a menudo más que adversas a las que debe enfrentarse; el verdadero revolucionario asume todo esto, y nunca permite que todas estas perturbaciones y obstáculos le hagan perder de vista su meta y los indicios de aproximación”. “La transición de la sociedad vieja a la nueva no significa, sin embargo, una transformación puramente económica e institucional, sino también una transformación moral”.
A diferencia de la extrema derecha, la izquierda radical española, incluso la proetarra, disfruta de representación parlamentaria y de una cada vez más amplia influencia social, política y cultural. Izquierda Unida, no lo olvidemos, gobierna en coalición con el PSOE en Andalucía. Podemos ha conseguido, con una rapidez y una eficacia inusitadas, un millón doscientos mil votos y cinco escaños en el Parlamento europeo. Su líder, Pablo Iglesias Turrión, se ha convertido en la estrella mediática por excelencia e incluso ha sido fichado como colaborador por un diario como "El Mundo", que pasa por liberal. ¿Cuáles son sus ideas? ¿Sus referencias internacionales? ¿Sus maestros pensadores? ¿Sus opiniones sobre la más reciente historia de España? Veámoslo.
(Por su larga extensión, y para facilitar su lectura en todos los dispositivos, publicamos íntegramente este artículo del profesor Pedro Carlos González Cuevas en el documento "pdf" adjunto)